Hay ambición en la historia que cuenta J.C. Chandor y en la forma que utiliza para contarla: una puesta en escena reposada, más bien clásica, con miras a ser una "gran película". Yo no pude dejar de pensar en El Padrino (Francis Ford Coppola, 1972) -Oscar Isaac recuerda a un joven Pacino- porque detrás del personaje de Jessica Chastain se adivina un universo mafioso que se mantiene siempre en el plano referencial, para mí uno de los grandes aciertos de la película.
Hay una pregunta que siempre me hago ¿es posible alcanzar el éxito sin vender tu alma al diablo? El año más violento -quizás una traducción más acertada sería Un año muy violento- coloca a Abel Morales (un nombre y un apellido muy acertados), interpretado por Oscar Isaac, ante el reto de intentar seguir el camino recto para tener éxito en los negocios. Abel es un emprendedor, es un inmigrante, que tiene una fe absoluta en el trabajo. Es el sueño americano. Pero la realidad es otra. Abel se enfrenta, básicamente, al sistema. Sus competidores -casi mafiosos- utilizan el robo, la violencia y la intimidación. Pero también las autoridades persiguen a Abel: el fiscal Lawrence (David Oyelowo) le acosa investigando sus cuentas. Incluso dentro de su propia familia, Abel tiene que luchar. Su mujer, Anna Morales (Jessica Chastain) es una Lady Macbeth con arrebatos que recuerdan a la Betty Draper (January Jones) de Mad Men (2007). Ella es hija de un mafioso cuya historia adivinamos cercana a El Padrino o a Los Soprano (1999). Su pasado es el subtexto -el pecado original- de esta historia en la que lo que está en juego es el alma de Abel.
-AVISO SPOILERS-
Al final, Abel descubre que su éxito estaba tan manchado como el de los mafiosos a los que no quería parecerse. Su propia mujer y ese consiglieri que es Andrew Walsh (Albert Brooks) han conseguido engañarle para hacer trampas a sus espaldas, mientras él mantenía su conciencia limpia. En la última escena -¡Que recuerda a Casablanca (Michael Curtiz, 1942)!- el propio protagonista aclara que siempre tuvo claro que alcanzaría sus objetivos, pero que la cuestión clave era qué camino tomaría para conseguirlos. Antes hemos visto cómo desde el terreno que ha comprado Abel se puede ver el perfil de la ciudad de Nueva York. Una imagen de esperanza que es negada inmediatamente cuando aparece Julián (Elyes Gabel), uno de sus empleados -su Caín- que ha fracasado en el intento de emular la rectitud de Abel. La sangre de Julián acaba mezclándose con el petróleo con el que Abel negocia y sobre esos líquidos se levantará su futuro imperio empresarial.
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