En Los lobos, Lucía (Martha Reyes Arias) necesita un justificante para ir a trabajar, y sus hijos no pueden ir al colegio, ni salir de casa. No estamos ante una película sobre el confinamiento, sino ante la historia de una madre, inmigrante mexicana ilegal en EE.UU, que tiene a su cargo dos hijos pequeños, Max y Leo. Ellos vivían así mucho antes del coronavirus. En la película, acompañaremos a esta pequeña familia que tendrá que sufrir todo tipo de penurias, empezando porque Lucía debe encontrar vivienda, trabajo y aprender el idioma para mejorar sus condiciones de vida mínimamente. Mientras la madre hace todo esto, sus dos hijos (sobre)viven en una fantasía infantil que permite que a pesar de sus carencias, encuentren algo muy parecido a la felicidad. El director Samuel Kishi, partiendo de sus propias vivencias, consigue una película emotiva, emocionante, en la que logra crear un pequeño y maravilloso universo infantil dentro del pequeño piso destartalado del que no pueden salir Max y Leo. La mirada inocente de estos será la que descubra el mundo, de pobreza, drogas, crimen y otros peligros muy reales, pero sin prejuicios, aceptando todo lo malo como parte de una realidad que no se puede discutir. Lo más valioso de Los lobos es su humanidad, que perdona y entiende todos los defectos, y su optimismo, que demuestra una fe inquebrantable en el ser humano, que aparece definido como esencialmente solidario. Una mirada que merece la pena en estos tiempos de enfrentamiento, polémica y división.
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