Inverosímil pero entretenida, Becky se presenta como una versión gore de Solo en casa (1990), una home invasion protagonizada por una niña enfadada con la vida tras la muerte de su madre. Esa rabia primaria de Becky -estupenda Lulu Wilson- dirigida contra su padre (Joel McHale) es equiparada en el guión con el odio infantil, irracional y producto del miedo, de un grupo de neonazis presidiarios capitaneados por Dominick, interpretado por un sorprendente Kevin James, muy lejos del registro cómico que le ha hecho famoso. Con estos mimbres, una estética muy chula -fotografía de Greta Zozula- una banda sonora molona -compuesta por Nima Fakhara- y un trabajo de cámara resultón, de los directores Jonathan Millot y Cary Murnion -realizadores de la simpática pero olvidable Cooties (2014)-, Becky desperdicia todo su potencial y sus buenas ideas con un desarrollo que parece improvisado. Las situaciones que plantea no están bien resueltas y desde luego carecen de ingenio. Hay, además, un brusco cambio de tono entre el drama que vive la protagonista al inicio, la supuesta amenaza de los malvados neonazis que invaden su casa, y el gore festivo y gamberro que encontramos en la parte final de la película. Para pasar el rato, sin más.
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