Ganadora del premio a los mejores efectos especiales en el Festival de Sitges 2020 y mejor fotografía -para Eric Koretz- en el de Venecia, Mosquito State es una película ambiciosa que utiliza una coartada fantástica para expresar el malestar de nuestra sociedad ante los sucesivos 'apocalipsis' que nos han tocado vivir. Porque la película del polaco Filip Jan Rymsza nos lleva al año 2007, justo antes de la crisis financiera de 2008, y nos sitúa en el epicentro de la misma, el Nueva York del lujo, de los rascacielos y de la bolsa. El protagonista es un analista de Wall Street, Richard Boca -un esforzado Beau Knapp- en el que adivinamos un trastorno de conducta del espectro autista, que le mantiene socialmente aislado y le convierte en un solitario. Pero su inteligencia privilegiada le ha permitido ser un exitoso y adinerado analista que ha desarrollado un algoritmo capaz de predecir el comportamiento de los mercados, pero también de anticipar las señales de la mencionada debacle financiera. Y, claro, nadie querrá creer a Richard, ya que vive en una sociedad depredadora, superficial, de apariencias y de gente guapa, como su jefe (Olivier Martinez), su compañero de trabajo (Jack Kesy) y la chica de la que se enamorará, Lena del Alcázar (Charlotte Vega). Hasta aquí estamos ante el retrato casi realista de la sociedad capitalista, pero cuando el protagonista sufre la picadura de un mosquito, la película entra dentro del terreno de lo fantástico. Richard Boca es un Quasimodo, un marginado social, que irá sufriendo una transformación física en la línea de la Metamorfosis de Kafka, o de La Mosca (1986) de Cronenberg. Con un buen uso de los premiados efectos especiales -firmados por Maks Naporowski, por el propio Filip Jan Rymsza y por Dariush Derakhshan- Mosquito State intenta trazar un paralelismo entre el sistema capitalista que intenta replicar matemáticamente el algoritmo de Boca y su crisis existencial interior, expresada a través del surrealista ecosistema que los mosquitos crean en el lujoso piso del protagonista. En este empeño, Jan Rymsza fabrica imágenes fantastique sugerentes, pero quizás su film acaba dándole tantas vueltas a la misma idea que termina haciéndose demasiado evidente.
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