LA CUMBRE ESCARLATA (GUILLERMO DEL TORO, 2015)


-AVISO SPOILERS-

Los fantasmas de Guillermo del Toro no dan miedo. A pesar de que el director sabe gestionar la tensión, la tensa espera dentro del plano a la irrupción de lo terrorífico, Guillermo quiere/comprende/simpatiza con sus espíritus. Los fantasmas de Del Toro siempre son víctimas -el de El del espinazo del diablo (2001) pide justicia- productos de una fantasía escapista infantil ante una época oscura -El laberinto del Fauno (2006)- o intentan proteger al héroe, como en esta película. Los espectros del mexicano no son seres diabólicos como los de James Wan en Insidious (2010) -aunque aquí tienen algunos de sus tics- sino seres marginados. Hellboy (2004) y su celebración de lo diferente es una buena muestra del amor de Guillermo del Toro por sus monstruos.


La cumbre escarlata entra por los ojos. Un festín visual que recuerda a las películas de Hammer en la sangre, el sexo, la violencia. En el apellido, Cushing, de la protagonista. Me he acordado sobre todo de La maldición de los zombies (John Gillig, 1966). No sé por qué. También "roba" esta película del Roger Corman del ciclo de Poe. En ese rojo desatado como el de La máscara de la muerte roja (1964.) Pero también hay algo de Poe en el argumento, la decadente mansión de Sharpe es un reflejo de La caída de la casa Usher (1960). Comparte Guillermo del Toro todas estas influencias con Tim Burton -esta película haría una buena sesión doble con Sleepy Hollow (1999)- del que toma prestada a la protagonista de Alicia en el país de las maravillas (2010), Mia Wasikowska. Este popurrí de referencias hermana a La cumbre escarlata con Drácula, de Bram Stoker (Francis Ford Coppola, 1992). Si aquella intentaba sintetizar toda la tradición cinematográfica sobre el conde, aquí el mexicano hace lo propio con lo gótico. Por último, me pregunto si el creador de Hellboy, amigo de Del Toro, Mike Mignola, le ha echado una mano con los estupendos diseños.


La protagonista de este relato lo dice sobre la novela que ha escrito: no es una historia de fantasmas, sino una historia con un fantasma. Y este no es más que una metáfora del pasado. Lo curioso aquí es que esos fantasmas previenen a la protagonista sobre su futuro. La cumbre escarlata es un relato gótico en toda regla, con sus paisajes lúgubres, su caserón con sótano prohibidos, sus ruidos extraños -ya hemos hablado de sus fantasmas- y su frágil heroína en apuros y enamorada de un hombre con dos caras. Eso nos lleva a pensar en Rebecca (Alfred Hitchcock, 1940), relato gótico de idéntica estructura en el que Lucille Sharpe (Jessica Chastain) hereda las llaves de la malévola Mrs. Danvers (Judith Anderson). Pero hay más de Hitchcock. Pienso en Psicosis (1960) cuando los asesinatos ocurren en baños; cuando veo cómo la sangre se escurre por el desagüe; cuando pestañeo al ver a Lucille repetir con una navaja los movimientos de Norman Bates (Anthony Perkins); cuando se evoca al fantasma de una madre represiva. Pienso en Marnie (1964) por la recurrencia del color rojo. Me viene a la mente el vaso de leche que lleva Cary Grant en Sospecha (1941) al ver los intentos de envenenar a Edith (Mia Wasikowska) -personaje que comparte nombre con Edith Head, diseñadora de vestuario de 11 películas de Hitchcock-. Pero sobre todo de Hitchcock toma Guillermo del Toro la estrategia narrativa del suspense: sabemos antes que la protagonista que su vida corre peligro. Este es, para mí, el único lastre del film, la sensación de que vamos dos pasos por delante de la historia.


Hay dos tendencias en la filmografía de Guillermo del Toro. Una apunta a Edgar Allan Poe, con historias cuyo elemento sobrenatural es un rumor en las paredes, una mirada, más que una "realidad" narrativa: véase El laberinto del Fauno. En ellas, lo fantástico es un elemento atmosférico y la verdadera maldad -el horror- reside en los personajes -muy reales- humanos. La otra vertiente me hace pensar en H.P. Lovecraft cuando veo los demonios de Hellboy, o las bestias abisales de Pacific Rim (2013). Soy consciente de que el primer Guillermo del Toro tiene más prestigio crítico. Pero a mí me gusta más el segundo. Y aunque este pueda parecer más "comercial", creo que en ambas tendencias debemos considerar al mexicano como un autor. Incluso más personal cuando trabaja sobre materiales ajenos.

FARGO -TEMPORADA 2- BEFORE THE LAW


BEFORE THE LAW (19 DE OCTUBRE DE 2015) -AVISO SPOILERS-

Un perro come orejas humanas en un cubo y un sheriff inspecciona un zapato de origen desconocido. Las dos imágenes resumen el tono de Fargo, siempre en un delicado equilibrio entre el humor -negro- y lo macabro. Algo ha cambiado en la serie con respecto a su primera temporada. Los protagonistas parecen algo menos filosóficos. En este episodio hay varios intentos frustrados por parte de los personajes de contar una parábola, una fábula con protagonista animal. Algo que era habitual en la temporada anterior. Las interpretaciones son también menos caricaturescas, aunque ahí están los hermanos Kitchen, prácticamente idénticos, casi unos Hernández y Fernández. Y también está Peggy (Kirsten Dunst) y sus inexplicables robos de papel higiénico.


Una peluquera -compañera de Peggy- comenta con horror los asesinatos del Waffle Hut y los relaciona con el caso Watergate. "¿En qué se está convirtiendo el mundo?", se pregunta. Hay un tono crepuscular en la segunda temporada de Fargo: la familia mafiosa Gerhardt que se enfrenta a su final tras la enfermedad del patriarca; el presagio de una guerra entre bandas por el vacío de poder; la madre de la familia Solverson enferma de cáncer (sabemos que morirá); el atropello accidental que acaba con la vida "normal" de Ed Blomquist (Jesse Plemons) que pasa de soñar con un futuro mejor a tener un cadáver en su nevera. Fargo se enmarca en una sociedad post-Vietnam, como expresa el sheriff Hank Larsson (Ted Danson) cuando dice que los jóvenes excombatientes han vuelto a casa, pero "se han traído la guerra con ellos".


Skip Sprang (Mike Bradecich) espera algo bueno del futuro, aunque bien podría esperar a Godot. Se trata de unas nuevas máquinas de escribir que pretende vender para liquidar sus deudas, hacerse rico, salvar la vida. Pero las máquinas nunca llegan. Mientras tanto, su tienda está por inaugurar, en obras, llena de cajas. En una de las mejores escenas del episodio, el matón Mike Milligan (Bokeen Woodbine) interroga a Skip para descubrir el paradero del -fallecido- Rye Gerhardt (Kieran Culkin). Mike mete la corbata del vendedor en una de sus máquinas estrangulándole un poco: la vida de Skip depende de ellas. 


En la mejor escena del episodio, también es protagonista Mike Milligan. Un encuentro fortuito -o quizás no tanto- con el policía Lou Solverson (Patrick Wilson) en el Waffle Hut, lleva al sheriff Larsson a parar el coche de Milligan y de los hermanos Kitchen. En su primer trabajo como director, Noah Hawley consigue en esta escena una tensión tremenda. Nos hace pensar que puede haber un desenlace fatal en cualquier momento. Esa tensión se prolonga luego cuando Lou visita la carnicería en la que Ed Blomquist despedaza el cadáver de Rye Gerhardt. No hay que perder de vista la carrera de Hawley.

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THE LEFTOVERS -TEMPORADA 2- ORANGE STICKER


ORANGE STICKER (25 DE OCTUBRE DE 2015) -AVISO SPOILERS-

La estrategia narrativa de The Leftovers -de Damon Lindeloff y Tom Perrotta- nos ha brindado unos tres primeros episodios brillantes, que variaban de protagonista, de punto de vista, en cada entrega. El argumento, la trama principal, no avanzaba, sino que se nos contaban tres historias paralelas que transcurrían en el mismo espacio de tiempo y hasta la primera desaparición en el pueblo de Jarden, en Texas. El cuarto capítulo de la temporada, en cambio, hace avanzar la narración hasta los hechos posteriores a esa nueva desaparición. Orange Sticker no alcanza -en mi opinión- el nivel de las tres primeras entregas, pero se trata de un peaje necesario para hacer progresar la trama. De ahí proviene, precisamente, su interés.


Aunque el punto de vista se traslada parcialmente a Nora (Carrie Coon), el protagonista vuelve a ser Kevin (Justin Theroux) y sus problemas. Sonámbulo, no sabe por qué ha despertado en el mismo lugar de las desapariciones. No sabe por qué intentó suicidarse tirándose al río. Hace lo posible por ocultar a John Murphy (Kevin Carroll) -padre de una de las jóvenes desaparecidas- su posible implicación en los hechos; pero no le queda más remedio que acompañarle a pedirle cuentas al supuesto adivino que predice el futuro con impresiones de las palmas de las manos. La misión de venganza de John acaba con este herido de bala. Pero el mayor problema de Kevin es esa fantasmagórica Patti (Ann Dowd) que le persigue, le habla, le cuestiona. Que sabe cosas que él no sabe. Kevin ha intentado ignorarla, pero acaba hablando con ella, aunque sea para contradecirla. ¿Es Patti un fantasma o una alucinación? ¿Cuál es su relación con las desapariciones? ¿Y cuál es la verdadera naturaleza de estas? Este es el núcleo dramático de la serie, las interrogantes que The Leftovers debería responder... o no.


Antes, en este episodio, Nora protagoniza un potente prólogo. Despierta y cree que han vuelto a ocurrir las desapariciones al no encontrar a Kevin en la cama. Recordemos que Nora había comprado una casa de tres millones de dólares en Jarden pensando que allí estaría a salvo. No es así. Por lo que acaba recurriendo a la bebida -al igual que John Murphy cuando desaparece su hija-. Nora termina la jornada esposándose a Kevin en la cama para evitar que escape de nuevo en otro episodio de sonambulismo. Nora siempre ha sido muy dada a buscar formas extremas de lidiar con la ansiedad. Recordemos que contrataba prostitutas para que le disparasen al pecho, protegida por un chaleco antibalas.


Por último, en una pequeña pero significativa subtrama, la hija de Kevin, Jill (Margaret Qualley) apoya a Michael Murphy (Jovan Adepo) extrañamente tranquilo ante la desaparición de su hermana. Michael encuentra consuelo en su fe y por ello se siente incomprendido. Este es un tema recurrente en The Leftovers, el enfrentamiento entre creyentes y escépticos -antes hemos visto un desencuentro entre Nora y su religioso hermano Matt (Christopher Eccleston)-. Jill pide ayuda a Michael para arreglar un grifo roto en su casa: es otra imagen recurrente de esta ficción, un desperfecto doméstico expresa un desajuste emocional. Al final del episodio, Michael se derrumba y acaba arrancando la pegatina naranja de la puerta de su casa -que certificaba que no había habido ninguna desaparición-. Michael ha perdido la fe.

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THE WALKING DEAD -TEMPORADA 6- THANK YOU


THANK YOU (25 DE OCTUBRE DE 2015)

Hay que reconocer que si todos los episodios de The Walking Dead fueran como este Thank You, esta sería mi serie favorita. De todos los tiempos. El terror existencial de los protagonistas ante un mundo sin futuro, las intensas dudas morales sobre lo que es necesario hacer para sobrevivir, todo eso es sustituido por el miedo a ser devorado vivo por una masa de zombies. Nunca habíamos visto tantos. El episodio tiene un ritmo que no da respiro y que produce verdadera desazón. A estas alturas ya sabréis -AVISO SPOILERS- que se produce la muerte de uno de los personajes más queridos y longevos de la serie. 



El episodio nos devuelve al momento en el que suena un aterrador claxon -ocurre al mismo tiempo que el capítulo anterior en el interior de Alexandria- cuyo sonido atrae al rebaño de muertos vivientes y que coloca a los protagonistas en una carrera continua por salvar sus vidas. Lo más cerca que ha estado TWD de una pesadilla. Hay gore, mucha acción y poco tiempo para que los personajes se coman la cabeza. Bien. Eso no quiere decir que los guionistas renuncien a sus planteamientos temáticos habituales. Un plano iguala moralmente a un zombie y a un ser humano muerto recientemente, un vecino de Alexandria, que Rick Grimes (Andrew Lincoln) acaba de ejecutar para evitar su transformación en caminante. Para Rick hay dos tipos de personas: los supervivientes y los débiles. Estos últimos están a solo un paso de convertirse en muertos vivientes. No hay mucha diferencia. Todo esto ocurre ante la mirada aterrorizada de los vecinos de Alexandria. El expolicía sabe que la mayoría de ellos morirá. Y tiene razón.

Porque la otra actitud, la de hacerse el héroe para intentar salvar a los débiles -AVISO SPOILERS- acaba matando a Glenn (Steven Yeun) en una escena que no es demasiado piadosa con el personaje -aunque no iguale la crueldad con la que muere en los cómics-. Paga muy caro Glenn su intento de rescatar el alma del cobarde Nicholas (Michael Traynor). Esto querría decir que la actitud de Rick, la de dejar atrás a los débiles, es la correcta. Pero el cliffhanger del episodio tampoco le deja bien parado. Los que hemos leído los cómics, por cierto, nos hemos fijado mucho en la mano herida de Rick.


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BLACK MASS (SCOTT COOPER, 2015)


-AVISO SPOILERS-

El gángster cinematográfico suele tener un lado humano. Una debilidad. El complejo de Edipo de Cody Jarret (James Cagney) en Al rojo vivo (Raoul Walsh, 1949). La ambición individualista de Ray Liotta en Uno de los nuestros (Martin Scorsese, 1990). El amor que siente John Dillinger (Johnny Depp) por Billie Frechette (Marion Cotillard) en Enemigos Públicos (Michael Mann, 2009). Sentimientos que nos permiten comprometernos con el protagonista de una historia criminal, aunque sea un asesino. En la efectiva Black Mass, sin embargo, el retrato del violento James "Whitey" Bulger (Johnny Depp) ofrece pocos asideros para simpatizar con él.


La seña de identidad de Bulger, como personaje, es su obsesión con la idea de la lealtad. Una paranoia asesina que le hace perseguir y castigar cualquier intento de delación en su organización criminal. Bulger cree por encima de todo en los vínculos que se forman durante la infancia, en la familia, en el vecindario. Los personajes de Black Mass están más unidos por haber crecido en la misma calle que por cualquier afiliación profesional, política, legal, o moral. Lazos que tienen que ver también con su origen étnico irlandés. Un vínculo atávico éste, que lleva a Bulger a colaborar con los terroristas del IRA aunque probablemente nunca ha salido de su barrio, el Southie en Boston. Todo esto explica que Bulger trabe una alianza con un agente del FBI, John Connnolly (Joel Edgerton), y que su hermano sea un político respetado, Billy Bulger (Bennedict Cumberbatch). Los roles impuestos por la sociedad a estos tres personajes valen mucho menos que el haber crecido juntos. Por eso pueden sentarse a cenar en la misma mesa, cuando deberían ser los peores enemigos.


La desconfianza de Jimmy Bulger ante los que le rodean -odia a los chivatos- le permite sobrevivir como criminal, pero le convierte en un asesino psicópata: mata a cualquiera que parezca sospechoso de traicionarle. Y esto le condena a una soledad absoluta. Es difícil sentir empatía por Bulger a pesar de la muerte de su hijo y de su madre. Lo que se nos muestra de su vida criminal, además, son solo los brutales asesinatos, siempre en primera persona, siempre a traición, siempre con la incómoda resistencia de la víctima. Nunca vemos a Bulger disfrutar de los beneficios de su actividad criminal -dinero, drogas, compañía femenina-. Nunca le vemos enamorado de una mujer o cariñoso con un amigo. Bulger siempre es el "tío duro". Siempre da miedo. Sabemos que en la mesa de montaje de esta película fueron descartadas escenas de una relación sentimental con un personaje interpretado por la actriz Sienna Miller. Quizás esas escenas humanizaban al protagonista y lo que busca el director es un retrato perfecto del mal.


Uno de los nuestros (Martin Scorsese, 1990) es el referente claro de Black Mass en el tratamiento de la violencia, en la utilización de la música pop en la banda sonora, en la tensión insoportable de una simple conversación que no se sabe si va a acabar en un estallido de violencia -que recuerda al Tommy DeVito al que dio vida Joe Pesci en el papel de su carrera- y en los intérpretes de carácter muy creíbles. Por esto mismo desentona -y mucho- un Johnny Depp, estupendo actor, sin duda, pero demasiado maquillado. Lo más falso de su aspecto, esas lentillas azules que filtran la mirada del actor. Su principal herramienta de trabajo.

THE FLASH -TEMPORADA 2- FAMILY OF ROGUES


FAMILY OF ROGUES (20 DE OCTUBRE DE 2015) -AVISO SPOILERS-

No es casualidad que el criminal Lewis Snart se dedique a hacerle explotar la cabeza a sus enemigos. El personaje es interpretado por el actor -de culto- Michael Ironside -experto en papeles de villano- y nada menos que el antagonista de Scanners (David Cronnenberg, 1981), en la que se ponía en la piel de Darryl Revok, un peligroso individuo con habilidades psíquicas, capaz de reventar cabezas con el poder de su mente. El guiño revela que los guionistas de The Flash, probablemente, molan mucho.


Debo decir que Family of Rogues me ha parecido un episodio "menor". Me suele ocurrir con los capítulos dedicados a Leonard Snart/Captain Cold (Wentworth Miller). El archivillano de Flash es un enemigo recurrente en la serie y en cada nueva historia el personaje evoluciona acercándose cada vez más a un antihéroe. Una lavado de imagen con el propósito de incorporarle a la alineación del futuro spin-of, Legends of Tomorrow (2016).


A pesar de todo, el capítulo tiene un arranque espectacular: Iris West (Candice Patton) se mete en problemas con un par de criminales armados y llama a Barry Allen (Grant Gustin). Éste le pide que se tire por la ventana del edificio. A ciegas. Por supuesto, The Flash estará allí para rescatarla antes de que golpee el pavimento. El tema del capítulo -que su título resume- es el de los conflictos familiares. Leonard Snart hace frente a su padre maltratador, el mencionado Lewis, con la ayuda de Barry. Pero Iris también se enfrenta al regreso -de entre los muertos- de su madre, Francine West (Vanessa William). Esta historia, todavía por desarrollar, parece un poco de relleno, pero se salva por la buena interpretación de Jesse L. Martin que consigue que nos apiademos de su personaje, Joe West, verdaderamente arrepentido de haberle escondido a su hija que su madre seguía con vida. No sé cómo lo hacen los guionistas, pero siempre consiguen prestarle la atención debida a cada personaje: no se olvidan de Caitlin (Danielle Panabaker) -y su forzado romance con el otro Flash, Jay Garrick (Teddy Sears)- y Cisco (Carlos Valdes) se lleva gran parte del protagonismo cuando Lisa Snart (Peyton List) le pide ayuda. Como siempre, el cliffhanger nos hace esperar con ansias la siguiente entrega: el nuevo y misterioso Harrison Wells (Tom Cavanagh) aparece en Tierra 1 ¿Será él Zoom?

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THE KNICK -TEMPORADA 2- YOU´RE NO ROSE


YOU´RE NO ROSE (23 DE OCTUBRE DE 2015) -AVISO SPOILERS- 

La clave para entender The Knick es el enfrentamiento entre la luz y la oscuridad. Empezando por la fotografía que pide Steven Soderbergh -es un lujo tenerle dirigiendo cada episodio- que nos muestra escenas muy luminosas -las blanquísimas paredes del hospital, los uniformes de médicos y enfermeras- o muy oscuras -antros de mala muerte, sórdidos callejones, un cementerio- pero también salones y habitaciones en los que pequeñas fuentes de luz -velas, rudimentarias lámparas eléctricas- luchan por combatir las tinieblas. Este planteamiento estético -al fin y al cabo el cine, la fotografía, la televisión, son pura luz- es la expresión plástica de un tema: el progreso contra la ignorancia.



Esta confrontación se repite una y otra vez durante toda la serie. El doctor Thackery (Clive Owen) se propone buscar la cura contra la adicción a las drogas -la suya- pero se enfrenta a la escéptica junta directiva del hospital. Lo que para él es una enfermedad, para ellos es un problema moral. Ciencia contra religión. El doctor Algernon Edwards (André Holland) intenta también implementar nuevas técnicas en el hospital, a las que se opone el propio Thackery, como la cabina de la fiebre. Que Edwards esté perdiendo la visión en un ojo, es otra variación de esta lucha entre las tinieblas y la luz: el cirujano de raza negra corre el peligro de quedarse ciego, a oscuras. Su córnea se ha desprendido por las peleas callejeras en las que se involucraba para aliviar -a través de la violencia- la frustración de vivir en una sociedad racista que le margina. Otro signo más de esa ignorancia de la sociedad neoyorquina en 1901.


El progreso se encuentra también con obstáculos materiales. La moderna ambulancia eléctrica que ha comprado Tom Leary (Chris Sullivan) falla constantemente y su pagador, Herman Barrow (Jeremy Bobb), no está por la labor de invertir más dinero. Tampoco tiene recursos Leary para pagar a un abogado -de clase alta- para sacar a la hermana abortista Harriet (Cara Seymour) de la prisión a la que ha sido condenada, víctima también de una moral de tiempos superados. O quizás no. Tampoco quiere invertir dinero en las obras del metro el millonario -conservador- August Robertson (Grainger Hines), que se enfrenta a su hijo, Henry (Charles Aitken). Aquí la resistencia al progreso se convierte en brecha generacional. En el mismo sentido, Cornelia (Juliet Rylance) -antes Robertson, ahora de apellido Showalter- investiga -por su cuenta- la muerte del inspector Jacob Speight (David Fierro). Todo indica que el funcionario encargado de inspecciones sanitarias ha sido asesinado por interferir con intereses económicos y políticos. La acción de desenterrar el cadáver de Speight -al que no se le ha practicado una autopsia- tiene que ver con esta lucha contra la oscuridad -¿Contra el mal?- y contra la corrupción: un juez le dice a Cornelia que le pagan por mantener secretos bajo tierra. En el cementerio, a la luz de una linterna, parece que el cuerpo de Speight no está en su ataúd.


Estos temas, si bien interesantes, deben apoyarse en problemas personales para que la serie funcione dramáticamente. Por ello, cada personaje vive un conflicto interior en el que lucha contra su lado oscuro. Thackery (Clive Owen) intenta controlar sus adicciones, pero también lidia con la culpa de la niña que falleció en una de sus operaciones. Thackery tiene en este episodio la posibilidad de redimirse al ayudar a Edwards (André Holland) en una operación -clandestina otra vez, insoportable de ver por explícita- para curar su ojo. Pero falla y acaba borracho en los brazos de una prostituta. Antes, Thackery le ha roto el corazón a su amante, la enfermera Lucy Elkins (Eve Hewson), en un intento, quizás, de salvarla de él mismo. Lucy también tiene sus pecados -las drogas, la sospecha de que se ha prostituido por amor- por lo que la llegada de su padre -pastor de la iglesia- y la participación de la enfermera en uno de sus servicios religiosos puede anticipar una posible redención. Al menos su búsqueda. No creo que sea casual que tras la prédica del pastor, A.D. Elkins (Stephen Spinella) -que ha manifestado su desconfianza en la medicina-, tras el fervor de sus feligreses que buscan la iluminación, descendamos a las tinieblas de la psique torturada de Thackery, de sus culpables alucinaciones con la niña fallecida en su mesa de operaciones. El cirujano acaba acercándose de nuevo a esa prostituta cuyo lado oscuro roza el nihilismo: vive al filo de la muerte repartiendo heroína y cocaína en las venas de sus brazos.

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ARROW -TEMPORADA 4- GREEN ARROW


GREEN ARROW (7 DE OCTUBRE DE 2015) -AVISO SPOILERS-

Arrow es probablemente una de las peores series que he visto nunca. Mis problemas con ella comienzan desde su propio título, el haber elegido "Arrow" en lugar de "Green Arrow", como el personaje original de DC Comics en el que se basa esta ficción. Flecha Verde, como la mayoría de los héroes de DC tiene al menos dos orígenes. En el primero, de 1941, un millonario se dedica a combatir el crimen con flechas especiales: aquel personaje era una copia de Batman que incluso tenía su propio Robin, llamado Speedy. El segundo origen es mucho más interesante. En 1969, Neal Adams y Dennis O´Neil deciden modificar al héroe, cambiando su aspecto, quitándole su fortuna y convirtiéndole en un defensor de los desfavorecidos. Eran aquellas historias de corte realista, con conciencia social, que sin embargo no tenían problemas en que el personaje vistiera un disfraz inspirado en Robin Hood y la palabra "verde" en su nombre de guerra. En 2012, sin embargo, los creadores de esta serie decidieron prescindir del color verde en su título, cambiaron el gorro tocado con una pluma por una capucha -algo que ya había ocurrido en los cómics- y se apuntaron a la línea de Christopher Nolan en su trilogía sobre Batman: un superhéroe atormentado, de voz ronca, sin una pizca de humor, empeñado en salvar una ciudad corrupta. El problema es que los autores aquí no tienen el talento -ni el tiempo, ni el presupuesto- de Nolan, por lo que todo ese empeño por ser serios y oscuros resultaba ridículo.


Tres -insufribles- temporadas más tarde, Oliver Queen (Stephen Amell) decide rebautizarse como "Green Arrow" -antes, también fue "The Hood"-. ¿Qué ha pasado? Yo creo que el cambio se debe al éxito de Los Vengadores (Joss Whedon, 2012) que demostraba que los héroes también pueden ser divertidos, graciosos, ligeros y aventureros. Y nos los creemos igual. Pero más importante aún, los mismos creadores de Arrow desarrollaron un spin-of, The Flash (2014), que es todo lo contrario a su serie madre. The Flash es divertida, inocente, entrañable, emotiva y luminosa. Para colmo, otro producto Marvel, Daredevil (2015) ha demostrado cómo debe hacerse una serie de superhéroes realista y oscura. Algo deben haber aprendido los productores de Arrow de todo esto. Porque el primer capítulo de la cuarta temporada sigue sin ser una maravilla, pero no es vergonzoso y se apunta algunos tantos a su favor. El primero, una nota de humor: Oliver Queen, retirado de su lucha contra el crimen, se ha convertido en el ama de casa ideal: los suflés le quedan de muerte. Luego, los secundarios de la serie van todos disfrazados: Red Arrow/Speedy (Willa Holland), Canario Negro (Katie Cassidy) y el nuevo John Diggle (David Ramsey) con un traje ridículo. Pero eso es lo que queremos, trajes absurdos, pelucas rubias locas y gente pegándose: las escenas de acción siempre han sido lo mejorcito de la serie. Felicity (Emily Bett Rickards) sigue siendo mi personaje favorito y me parece genial que esté aburrida de Oliver y quiera volver a la acción. Hay además un guiño a Linterna Verde -la chaqueta de aviador que pone "Jordan" en el bar de Coast City- y un cameo de Flash/Barry Allen (Grant Gustin). El nuevo villano, Damien Dark (Neal McDonough) -irreconocible tras ser Dum Dum Dugan en Marvel- tiene buena pinta y está bien que tenga superpoderes mágicos. Y hay en el episodio otro de esos giros absurdos, una sorpresa sobre un personaje, que no me gusta demasiado pero al menos da juego. Por último, un flashforward nos anuncia la muerte de un personaje desconocido: esto en una serie como Arrow es todo un derroche de creatividad. Eso sí, la subtrama de los flashbacks sigue sin aportar absolutamente nada.

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THE LEFTOVERS -TEMPORADA 2- OFF RAMP


OFF RAMP (18 DE OCTUBRE DE 2015) -AVISO SPOILERS-

Con redobles de bombo y platillos -pensad en la banda sonora de Birdman (Alejandro González Iñárritu, 2014)- lo primero que vemos es un coche. Nuestra impresión inmediata puede ser que se trata del vehículo en el que desaparecieron Evangeline Murphy (Jasmin Savoy Brown) y sus amigas en los capítulos anteriores. Pero no es así. El coche pertenece a Laurie (Amy Brenneman) y como es habitual en The Leftovers, no sabremos por qué lo lava con tanto ahínco hasta la mitad de esta historia. Descubrimos también que el argumento ha vuelto a retroceder y que transcurre paralelamente a los acontecimientos del episodio 1 y 2. No estamos en Jarden, Texas, sino que nos cuentan lo que ha pasado con Laurie y su hijo, Tom (Chris Zylka). Ambos se han unido para luchar contra la secta destructiva del Remanente Culpable. Ya sabéis, esos que van de blanco, no hablan y fuman mucho.


La temática de este episodio gira alrededor del sentido de la vida. Así de ambiciosa es la serie de Damon Lindelof y Tom Perrotta. Aborda el problema -que espero que vosotros hayáis tenido también- de tener que buscar una razón para levantarse de la cama cada mañana. Basta con echar un vistazo a los -sesgados- informativos para llegar a la conclusión de que el mundo no es precisamente un lugar feliz. Pero ¿Es esa una buena razón para abandonarlo todo? ¿Hay tanto dolor en el mundo que no deberíamos ser felices? La mencionada secta del Remanente Culpable cree que sí. Nacieron tras la misteriosa desaparición del 2% de la población mundial -metáfora del 11-S- y decidieron que no valía la pena olvidar, ni pasar página, sino seguir viviendo con la culpa como bandera. Nietzsche los habría llamado decadentes. Porque además, los del Remanente Culpable hacen todo lo posible para que el resto de la sociedad se sienta tan desgraciado como ellos. ¿Os recuerda eso a alguna otra secta de la vida real?


Laurie ha logrado escapar del Remanente Culpable, pero necesita un motivo para seguir viviendo: ha perdido a su familia. Tom siguió a Wayne (Paterson Joseph) -el de los abrazos- como si fuera un santo, un líder espiritual, hasta que este murió. Para Laurie y para Tom, liberar a los abducidos por la secta se convierte en un objetivo existencial que, en principio, les mantiene motivados y enmascara el dolor, la rabia -Laurie atropella a dos miembros de la secta y por eso lavaba el coche- y la culpa ante los errores que han cometido. Pero no es fácil. La serie juega con metáforas muy claras y equipara, por ejemplo, la dificultad de salir de la secta a la de dejar el tabaco. Pero hay otros problemas. Los liberados necesitan sustituir el adoctrinamiento con otra "mentira" para no sentirse vacíos y verse abocados al suicidio. Los fracasos con algunos rescatados llevan a Laurie y a Wayne a dudar de su autoimpuesta "misión". Ambos sufren momentos de depresión y ataques de ira -los redobles reaparecen cuando Laurie decide recuperar su ordenador robado- que hacen coherente la utilización -por segundo capítulo consecutivo- del Where Is My Mind de Pixies, esta vez según una versión al piano del francés Maxence Cyrin. Mola. Al final es Tom el que encuentra su camino -tras ser violado por Meg Abbott (Liv Tyler) ante lo que solo puedo decir "wow"- al convertirse en el nuevo (falso)"mesías", el nuevo "Holy Wayne".

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AMERICAN HORROR STORY: HOTEL - MOMMY-


MOMMY (21 DE OCTUBRE DE 2015) -AVISO SPOILERS-

¿Es Hotel la mejor temporada de American Horror Story? Con solo tres capítulos emitidos, obviamente, es muy pronto para afirmarlo. Pero tras haber visto los primeros 166 minutos, esta entrega de AHS tiene el potencial de serlo. La serie ha conseguido un alto grado de sofisticación que le da alas para mezclar historias alegremente de todo tipo de subgéneros de terror. Y lo hace con un humor autoconsciente que le permite ir del gore extremo a la parodia sin cambiar el tono. Todo esto se apoya en buenas interpretaciones, empezando por Sarah Paulson, que consigue ser decadente, seductora, aterradora y frágil en el mismo plano. Ella es la que realmente ha sustituido el peso dramático de la ausente Jessica Lange.


La primera temporada de AHSMurder House, propuso tímidamente una fórmula que se perfeccionó con Asylum. Un lugar siniestro es el escenario que propicia todo tipo de historias de terror. A continuación, Covent y Freak Show variaron un poco este esquema: en ellas, el escenario físico tenía menos presencia. Pero ahora, el Hotel Cortez se convierte en un personaje más, como la casa maldita de Murder House. En ambos casos, los vivos -y ahora los vampiros- se mezclan con los muertos. Así lo demuestra la primera escena de este tercer episodio. En ella, Tristan (Finn Wittrock) -vampiro psicópata- "juega" con el fantasma del hotel, James March (Evan Peters), antiguo asesino en serie. El tono es de un humor macabro. Cuando el nuevo dueño del hotel, Will Drake (Cheyenne Jackson) amenaza con remodelar el inmueble, se forja una alianza entre Tristan y los espectros. Una idea que recuerda a Beetlejuice (Tim Burton, 1988). Solo que aquí hay tensión homoerótica y mucho gore.


A continuación, lo dicho, tenemos un festival de historias muy diferentes. Por ejemplo, el drogadicto Gabriel -Max Greenfield en un papel opuesto al de New Girl- emerge de su encierro en un colchón para matar a Claudia, interpretada por Naomi Campbell que se pasea por la serie haciendo chistes sobre modelos, Vogue y Zara. La escena de la muerte es puro slasher, el acuchillamiento es brutal, pero el asesino es en realidad una víctima: solo intentaba escapar. En otra escena, el detective John  Lowe (Wes Bentley) y su compañero, se pasean por la escena de un crimen como si estuvieran en una galería de arte. La parodia de Seven (David Fincher, 1995) es clara. El misterioso asesino en serie se inspira en los diez mandamientos bíblicos, pero, además, se dedica a matar a personas relacionadas con Hollywood, en lo que podría llegar a ser un guiño a El fantasma del paraíso (Brian De Palma, 1974) pasado por el filtro de una película Troma. Habrá que comprobar si van por ahí los tiros.


Lo más divertido del episodio es el breve momento blaxploitation protagonizado por Ramona Royale -un nombre genial- interpretada por una Angela Bassett que recupera el espíritu de Pam Grier -actriz afroamericana de éxitos Foxy Brown (1974) y recuperada por el friki de Tarantino para su Jackie Brown (1997)- en un trailer con estética grindhouse que es otro dardo dirigido hacia Hollywood. Ramona se cruza luego en el camino de la Condesa (Lady Gaga), protagonizan momentos lésbicos más que interesantes -aprende a ser "a lady and a badass"- y viven la irrupción del hip hop, que, de hecho, es la causa de que las dos vampiras se separen y ahora se enfrenten. Esto va a ser interesante. A propósito de esto, destacar otro momentazo del capítulo, en el que la Condesa revela que ha perdido una fortuna amasada durante décadas de inmortalidad porque fue víctima de... Bernard Madoff.


Todo esto es muy divertido, pero hay que decir que American Horror Story tiene, además, cierta ambición. El título de este episodio, Mommy, hace referencia a dos historias paralelas en las que una madre pierde a su hijo. Iris (Kathy Bates) y Alex (Chloë Sevigny) intentan suicidarse cuando se dan cuenta de que sus vástagos ya no volverán. Recorre la serie, además, un argumento sobre la adicción a las drogas, la dependencia emocional, pero también a la sangre -como en The Adicction (Abel Ferrara, 1995)-. Donovan (Matt Bomer) es un exadicto convertido en vampiro, que al ser abandonado por la Condesa se alimenta de la sangre de los yonquis que encuentra en la calle. Su madre, Iris, intenta suicidarse precisamente con las drogas que apartaron a su hijo de ella. Para salvarla, Donovan la convertirá en vampira. Se cierra el círculo. "Justicia poética" dice Sally (Sarah Paulson).


Por último, si antes he dicho que Hotel puede ser la mejor temporada de American Horror Story es por pequeñas historias como la protagonizada por Alex, que demuestra el grado de sofisticación que ha alcanzado la serie. El género fantástico necesita primero una coartada realista para suspender nuestra incredulidad. Para que cuando aparezca en el relato la imagen imposible de un espectro, podamos aceptarla como lectores/espectadores. AHS no cree necesitar ese mecanismo y desde su primer episodio nos metió de lleno en un hotel poblado por seres del más allá. Pero en este tercer capítulo decide volver a lo real, a lo cotidiano, con una secuencia que demuestra el saber hacer narrativo de James Wong -guionista habitual de Expediente X (1993)-. La historia protagonizada por Alex es tierna, delicada y expresa muy bien lo que se siente ante la ausencia de un ser querido: Alex ha perdido a su hijo, Holden (Lennon Henry). Todos podemos identificarnos con ese dolor que nunca se irá. Es entonces cuando irrumpe lo sobrenatural, cuando en una sesión de terapia familiar, Scarlett (Shree Crooks) cuenta que ha encontrado a su hermano Holden, que debería estar muerto. El relato inocente de la niña resulta inquietante y culmina con un giro genial: Scarlett demuestra decir la verdad cuando menciona el olor a lavanda de su hermano, que la madre relacionaba con éste desde que era un bebé. Un detalle tierno, se torna macabro.

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GOTHAM -TEMPORADA 2- SCARIFICATION


SCARIFICATION (19 DE OCTUBRE) -AVISO SPOILERS-

La serie de Batman de los años sesenta, protagonizada por Adam West, era una parodia pop de los cómics del hombre murciélago de la época. O quizás una adaptación súper fiel de aquellos inocentes tebeos que, al ser interpretada por actores reales, resultaba divertidamente ridícula. El tono camp, la violencia cartoon y las maldades inocuas de los villanos hacían de Batman una serie ideal para un público infantil. Casi 50 años después, la serie Gotham interpreta a sus personajes de una forma también caricaturesca: aquí Robin Lord Taylor dibuja a un Pingüino mucho más realista que el Burguess Meredith de aquella serie, pero sus muecas y su cojera siguen resultando sobreactuadas. La diferencia en Gotham es la violencia. La forma en que Oswald Cobblepot apalea a uno de sus secuaces cuando éste le da una mala noticia -los insertos del pobre criminal ensangrentado- no son aptos para un niño. Aunque en otro momento de este episodio, un criminal explota. Literalmente. Gotham es una serie para adultos (con niño interior).


Uno de los grandes problemas de la serie es el espacio dramático. Sus escenarios. Nunca vemos los traslados de los personajes cuando se mueven de un lugar a otro. La razón es obviamente presupuestaria: enseñar las calles de Gotham debe ser caro. La consecuencia de esto es que tenemos a personajes entrando y saliendo de los cuatro decorados de la serie: la comisaría de policía, el piso de Theo Galavan (James Frain), el piso de James Gordon (Ben McKenzie), la mansión Wayne. Esto produce escenas algo teatrales en las que los actores aparecen en lugares en los que debería ser más que difícil entrar: Tabitha Galavan (Jessica Lucas) entra como si nada en la guarida criminal del Pingüino; el propio Theo Galavan se acerca directamente al escritorio de Gordon en la comisaría. El detalle puede parecer baladí, pero lo cierto es cada episodio se estructura casi íntegramente con las visitas de un personaje a otro. A Gotham le vendría bien algo más de acción.


Lo que no le viene nada bien a la serie son las escenas sin sentido, como la cita doble de Gordon, Leslie (Morena Baccarin), Edward Nygma (Cory Michael Smith) y Kristen Kringle (Chelsea Spack), a la que ni siquiera dedican tiempo. Tampoco resulta demasiado atractivo el conflicto "familiar" de los pirómanos. Esta subtrama episódica se inscribe dentro de la historia principal sobre los planes criminales de Galavan para la ciudad, pero no despierta mayor interés. La cosa mejora un poco cuando la joven pirómana reticente, Bridgit Pike (Michelle Veintimilla), se hace el traje -molón- de Firefly -un villano clásico de Batman, masculino en los cómics- pero el conflicto con su amiga Selina Kyle (Camren Bicondova) resulta forzado. Si tenemos en cuenta que el personaje de Selina no ha cumplido con las expectativas creadas ¿No habría sido más lógico desarrollarla un poco más? ¿Profundizar en la futura Catwoman?


De todos modos, Gotham mejora cuando la historia se mueve: la introducción de Firefly, la presentación de Edwige (Mary Joy) la anticuaria que da pie a un bienvenido flashback que nos lleva a la Gotham del siglo pasado y desvela el origen de la familia Galavan; el posterior encuentro de Theo Galavan con el padre Creal (Ron Rifkin), su mentor en una extraña secta. Todo esto comienza a darle -por fin- una dirección a la historia de esta segunda temporada: Bruce Wayne morirá.

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AMERICAN HORROR STORY: HOTEL -CHUTES AND LADDERS


CHUTES AND LADDERS (14 DE OCTUBRE DE 2015) -AVISO SPOILERS-

El Hotel Cortez con sus habitaciones, sus pasillos -sus alfombras de El resplandor (Stanley Kubrick, 1980)- y sus pasadizos secretos, sirve como metáfora de la propia serie. Es un lugar de encuentro para personajes, historias, estéticas y vertientes diferentes del cine de terror. No nos engañemos: AHS siempre ha sido así. Siempre ha tenido la virtud -o el defecto- de combinar todo tipo de referencias sin ningún prejuicio. En Hotel, sin embargo, la estructura narrativa parece más libre, más anárquica, fluida como una pesadilla. En esto recuerda al giallo italiano o a una película de David Lynch.


Enumerar todo lo que ocurre en el episodio resulta estimulante o agotador. Un rehén (Max Greenfield) que vive dentro de un colchón. Niños chupa sangre albinos -salidos de El pueblo de los malditos (Wolf Rilla, 1960)- que juegan al Space Invaders. Una recepcionista macabra (Kathy Bates) y un barman travestido (Denis O´Hare) llamado Liz Taylor. Una limpiadora fantasma (Mare Winningham) obsesionada con las manchas de sangre. Una Condesa -Bathory- (Lady Gaga) que se alimenta de sangre para seguir joven y su amante -vampiro- (Matt Bomer) que prefiere ver House of Cards a salir de caza (se ha aburguesado). Todo esto se nos muestra solo en el prólogo. Luego, nos descolocan del todo con una discusión sobre la vacunación infantil entre Alex (Chloe Sevigny) y una madre interpretada por Madchen Amick. Qué guapa era ella en Twin PeaksEl episodio se divide luego en cuatro tramas protagonizadas por cuatro personajes diferentes que tienen exactamente la misma estructura. El protagonista se interna en los pasillos del hotel y vive una experiencia terrorífica que le lleva al encuentro con otro personaje. Esto provoca la narración -en flashback- de una historia del pasado. Veamos.


El primero es el detective John Lowe (Wes Bentley) que comienza su estancia en el hotel y esto le lleva a tener todo tipo de visiones fantasmagóricas -como la de Holden (Lennon Henry), su hijo fallecido-. Lowe protagoniza oníricas carreras por los pasillos en las que se utiliza el zoom con profusión setentera (otra vez hay que hablar del giallo). El policía llega finalmente al bar del hotel para encontrarse con uno de sus fantasmas, Sally (Sarah Paulson), que le saca a Lowe su historia personal: precisamente, la pérdida de su hijo es su mayor trauma. La estancia del detective en el hotel es un descenso a los infiernos en busca de pistas sobre el asesino en serie que se confirma como una negrísima parodia del de Seven (David Fincher, 1995), con muy mal gusto: envía a la comisaría un paquete que contiene un Oscar ensangrentado que antes ha estado insertado en un lugar muy incómodo.


El segundo personaje es el modelo -cocainómano- Tristan Duffy (Finn Wittrock) que protagoniza una extravagante pasarela en el propio hotel, que incluye un cameo de Naomi Campbell y una referencia al Vogue de Madonna (y a la revista). Tristan se raja su propia cara cuando decide dejar de ser modelo y asegura haber rodado con Lars Von Trier. Comienza entonces un viaje por los pasillos del hotel muy parecido al que hemos visto a Lowe. Un viaje que incluye la ingesta de un plato de comida lleno de repugnantes gusanos al estilo del director de horror italiano Lucio Fulci. Tristan tiene un breve encuentro con James March (Evan Peters) el fantasma mayor del hotel. El descenso a los infiernos del modelo acaba en los brazos de la Condesa, que le convierte -habla de virus- al vampirismo en una escena que parece softocore ochentero. Lo primero que quiere hacer Tristán, por cierto, tras ser convertido, es vengarse de la modelo Kendall Jenner. Pero lo importante es que tenemos enseguida otra escena de confesión: la Condesa habla de su pasado. Nació en 1904 -a Tristan le llama la atención que haya vivido en la época de los Clinton- y su época preferida fue justo al final de los años 70  -en una referencia a Studio 54- justo antes del SIDA. Lo siguiente que hace la Condesa es romperle el corazón -sin estacas- a su amante anterior. Lo hace con una frase contundente: "Lo importante -de ser vampiro- no es a quién matas o a quién te follas, sino que te rompan el corazón".


El tercer personaje es la niña Scarlett (Shree Crooks), hija de Lowe, que hace contacto con su hermano fallecido, Holden, conoce su extraña historia vampírica y tiene la horrorosa visión -también en la línea gore de Fulci- de Sally riendo mientras sus dientes se desmoronan. También la familia de Scarlett se hace pedazos. Precisamente, su desaparición temporal en el hotel lleva al policía de nuevo al edificio (y a la cuarta historia del episodio). Lowe se encuentra allí con Iris (Kathy Bates) que le narra la historia del constructor del hotel, el mencionado James March, en un flashback en blanco y negro, expresionista y con ecos de un Ciudadano Kane (Orson Welles, 1941) cruzado con The Toolbox Murders (Dennis Donnelly, 1971). La idea es estupenda: un asesino en serie millonario construye un edificio que le permite cometer todo tipo de asesinatos sin ser descubierto. Al menos por un tiempo, porque finalmente la policía se presenta y March acaba quitándose la vida. Su despacho estaba en la habitación 64, el corazón negro del siniestro hotel. Así descubrimos la motivación de March: "Lo peor en el mundo es la religión" -su padre era creyente, pero sádico- lo que le lleva a inventarse lo de los asesinatos inspirados en los diez mandamientos bíblicos. Lowe descubre que alguien, en la actualidad, ha decidido continuar con su macabra obra.


He sido exhaustivo para dejar clara una cosa: en este episodio hay material suficiente para una temporada entera de cualquier otra serie. Y el capítulo no acaba tras la historia de March: todavía tenemos que ver a Tristan chupar la sangre de una víctima homosexual mientras la Condesa se masturba.

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THE WALKING DEAD -TEMPORADA 6- JSS


JSS (18 DE OCTUBRE DE 2015) -AVISO SPOILERS-

Tensión, acción y mucha violencia en este episodio dirigido, por cierto, por Jennifer Lynch, hija del autor de Terciopelo Azul (1986). Esta historia ocurre de forma paralela a los hechos del primer capítulo y descubrimos aquí que el cliffhanger del misterioso claxon que atraía a los zombies proviene de un camión de los misteriosos salvajes de la "W" -los wolves-. La protagonista aquí es Carol (Melissa McBride) que ha pasado de ser uno de los personajes más planos -era una víctima de malos tratos- a ser uno de los más interesantes. Su evolución es la misma que la mayoría de los personajes de la serie -sobre todo de Rick (Andrew Lincoln)- que parecen haber perdido parte de su humanidad al verse obligados a cometer actos moralmente cuestionables para sobrevivir como sea.


La diferencia entre Carol y los personajes de Alexandria queda clara desde la primera escena, en la que choca con las amas de casa del refugio, claramente fuera de la realidad apocalíptica exterior. Luego se comprueba que efectivamente son incapaces de defenderse ante el ataque de los wolves -salvajes como lobos que atacan un rebaño de ovejas-. Carol se disfraza como uno de los invasores y consigue matar a varios. De hecho, gana la batalla contra ellos. Lo dicho: Carol comienza a molar. Eso sí, tras el estallido de violencia -los wolves son brutales- Carol se rompe, llora, demuestra que mantiene al menos parte de eso que nos hace "humanos". 


El resto de personajes experimenta variaciones de este conflicto principal. El joven Carl Grimes (Chandler Riggs) demuestra estar más preparado para sobrevivir que Ron Anderson (Austin Abrams). Su madre, Jessie Anderson (Alexandra Breckenridge), vive una home invasion que culmina en una catarsis de violencia con ensañamiento ante la mirada aterrada de su hijo. Deanna Monroe (Tovah Feldshuh), líder de la comunidad, prefiere refugiarse antes que pelear. Su hijo, Spencer Monroe (Austin Nichols) tampoco se siente preparado para la lucha y se aparta. El padre Gabriel (Seth Gilliam) sigue siendo un cobarde a pesar de sus esfuerzos por cambiar. La doctora Denise Cloyd (Merritt Wever) debe superar sus miedos para salvar la vida de los heridos. Aaron (Ross Marquand) descubre que su mochila extraviada -con fotos de Alexandria- ha permitido que los wolves les localicen. Enid (Katelyn Nacon) -que protagoniza el prólogo- elige sobrevivir por su cuenta, en solitario, siguiendo su propia máxima: "Just Survive Somehow", "sobrevive como sea", que da título a este episodio y resume la problemática de toda la serie. Y sobretodo Morgan Jones (Lennie James) se ve obligado a romper su código de no matar.

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