NO MIRES ARRIBA -CIENCIA Y NEGACIONISMO


Para cuando escribo estas líneas,
No mires arriba es el tema más comentado en redes sociales. La película estrenada en cines y ahora en Netflix despierta pasiones, a favor y en contra, de forma tan polarizada como exagerada. Curiosamente, ese es precisamente el tema de la obra dirigida por Adam McKay: la incapacidad de ponernos de acuerdo prácticamente acerca de nada y lo que es peor, el que no sepamos vivir en desacuerdo. La historia propone un planteamiento apocalíptico que puede recordar a cintas de ciencia ficción como Armaggedon (1998). Solo que aquí no tenemos un relato de heroísmo, redención -y patriotismo- como la divertida película de Michael Bay, sino una ácida sátira que no deja títere con cabeza. Los protagonistas son dos científicos, Randall Mindy -estupendo Leonardo DiCaprio dando vida al hombre común estadounidense- y Kate Dibiasky -una perfecta Jennifer Lawrence-, quienes descubren que un asteroide acabará con la vida en la Tierra en tan solo seis meses. Y lo que se nos cuenta son los graves problemas que tienen estos dos científicos para comunicar su terrible descubrimiento a los políticos, a los medios de comunicación y al público en general. El guión de McKay, según una historia original de David Sirota, destroza a los políticos -sobre todo de derechas- encarnados por Meryl Streep y Jonah Hill; a los medios de comunicación que representan los personajes de Cate Blanchet y Tyler Perry; a las redes sociales y las nuevas tecnologías, encarnadas por Mark Rylance; a los militares, con el rostro de Ron Perlman; a las estrellas mediáticas, como Ariana Grande; y claro, a los negacionistas. Pero cuidado, porque tampoco son precisamente heroicos -aunque sí, más humanos- los personajes protagonistas o los adscritos a su causa, como por ejemplo el inocente y algo cándido joven personaje interpretado por Timotheé Chalamet, que redondea un reparto espectacular. Ya os habréis dado cuenta de que No mires arriba -frase que es una estupenda metáfora del negacionismo recalcitrante- es una parodia de la lucha contra el cambio climático -si queremos hacer una lectura a largo plazo- pero también de cómo hemos manejado la pandemia del covid -si preferimos que la radiografía sea del momento actual-. Sea como sea, la interpretación de la película resulta obvia y creo que, su función, más que la denuncia, es hacernos reír con la lamentable realidad que vivimos estos días. Sacar una carcajada de ese 'fin del mundo' que parece estar más cerca que nunca. Para ello, claro, hay que comulgar con el humor de McKay, responsable de obras -para mí- descacharrantes, como El reportero: La leyenda de Ron Burgundy (2004), pero también de películas que buscan indagar en la historia reciente de Estados Unidos, como La gran apuesta (2015), El vicio del poder (2018) o incluso la serie Succession, en la que aparece como productor y cuyo primer episodio dirigió. El humor es, obviamente, subjetivo y personal, así que tendréis que decidir vosotros si os hacen gracia los dardos de esta película que parece querer ser el Teléfono rojo, ¿Volamos hacia Moscú? (1964) del siglo XXI.

FUE LA MANO DE DIOS -LO DIVINO Y LO MUNDANO


Si Paolo Sorrentino -La gran belleza (2013)- es un director en el que identificamos una poderosa influencia felliniana, posiblemente Fue la mano de Dios sea su Amarcord (1973). Sorrentino plantea una historia autobiográfica en su Nápoles natal, en los años ochenta, en la que el protagonista es Fabietto (Filippo Scotti), un joven que sueña con la llegada de Maradona al equipo local y que está despertando a la vida adulta: descubriendo el atractivo del sexo -su tía, Patrizia, interpretada por la carnal Luisa Ranieri-, los líos de los adultos -las infidelidades de su padre, Saverio, el actor fetiche de Sorrentino, Toni Servillo- dentro de una familia que el director dibuja con trazo de esperpento entrañable, convirtiendo lo trágico en cómico, con impulso vitalista incluso cuando aparece la tragedia. Sorrentino despliega su acostumbrada planificación exuberante, con una cámara que vuela sobre los personajes y una estupenda fotografía -de Daria D'Antonio- que cuenta la historia desde lo sensorial, haciendo hincapié en sonidos -¿Qué sonido hace una lancha a 200 kilómetros por hora?- texturas y permitiéndose incluso fugas hacia lo fantástico, o, más bien, hacia un realismo mágico mediterráneo. Porque Sorrentino cuenta su historia desde lo autobiográfico y lo costumbrista, pero sobre eso imagina y crea situaciones, como siempre, dentro de su universo propio. Y del drama familiar pasa al relato del inicio de su pasión por el cine y de cómo esta se convirtió en la razón de su vida y en su profesión. ¿Qué tienes que contar? Pregunta a Fabietto el director Antonio Capuano (Ciro Capano), al que Sorrentino homenajea y reconoce como su mentor. En Fue la mano de Dios, Sorrentino reflexiona sobre la vida y la muerte, sobre el sexo, sobre lo divino y lo mundano -¿No es eso Maradona?- y sobre el arte, en una obra estimulante y de máximo interés para los seguidores del director italiano.

OJO DE HALCÓN -MARVEL NAVIDEÑA


La serie Ojo de Halcón es una divertida aventura familiar que destaca por su agradable ligereza y su encomiable falta de pretensiones. Lo mejor, la química de su pareja protagonista, formada por el vengador que da título a la serie, Clint Barton (Jeremy Renner) y la que puede ser su sucesora, la joven Kate Bishop (Hailee Steinfeld). Juntos forman equipo en lo que podría ser una estupenda buddy movie. Pero esta serie es muchas cosas más. Destaquemos, primero, su sentido del humor, nada obvio y bastante socarrón, que parece quitarle hierro a todo lo que ocurre. En segundo lugar, su ambientación navideña -esa banda sonora que hace guiños a El Cascanueces- en un escenario mágico como el Nueva York iluminado y decorado para esas fechas. Por último, que el tema de fondo sea, esencialmente, los vínculos familiares: los de Clint, los de Kate y hasta los de los villanos de la función. Con estupendas secuencias de acción, la serie se disfruta sin el más mínimo esfuerzo. Y eso que está firmemente relacionada con el Universo Marvel Cinematográfico: la acción hace referencia a los hechos de Los Vengadores (2012), que siguen siendo capitales y continúa sobre todo las tramas de Vengadores: Endgame (2019) y la reciente Viuda Negra (2021), por lo que el fan de Marvel más completista no puede perderse esta ficción disponible en Disney Plus. Los aficionado a los cómics más veteranos encontrarán también alicientes como la aparición del Espadachín, o al menos una curiosa versión del mismo, interpretado por Tony Dalton. Y siempre es un placer ver a Vera Farmiga, aunque aquí la encuentro algo desaprovechada. Entrando ya en materia de spoilers, Ojo de Halcón tiene varias sorpresas muy divertidas. Primero, la introducción de Echo, Maya López (Alaqua Cox), antiheroína que aporta ese ingrediente inclusivo que Marvel/Disney siempre busca en sus ficciones y que solo podemos aplaudir: hay mucho lenguaje de signos en esta serie. Segundo, la recuperación del grandísimo -nunca mejor dicho- Vincent D'Onofrio como Kingpin, papel que bordó en la serie Daredevil de Netflix y que aquí regresa en una versión muy diferente, menos realista, más cercana a esos primeros cómics de Spider-Man dibujados por John Romita en los años sesenta -y con un vestuario imposible-. En tercer lugar, tenemos también aquí a la nueva Viuda Negra, Florence Pugh, que aporta su gran presencia en pantalla, y a la que esperamos ver en el futuro en una historia en la que pueda ser la verdadera protagonista. Ya toca. Con todos estos elementos, 
la dispersión argumental puede ser el principal defecto de la serie, pero al mismo tiempo hay que reconocer que es complicado que Ojo de Halcón aburra a sus espectadores.

EL AMOR EN SU LUGAR -EL GRAN TEATRO DEL MUNDO


Rodrigo Cortés -Buried (2010)- dirige, escribe -adaptando la obra de Jerzy Jurandot-, edita y hasta participa en la creación de las canciones de El amor en su lugar, estupenda película sobre quiénes somos en los peores momentos de crisis. La historia de la película ocurre en el gueto judío de Varsovia en 1940, durante la ocupación nazi. Los protagonistas son una pequeña compañía teatral que, a pesar de la situación de opresión y pobreza extrema en la que viven, se empeña en montar una comedia musical cada día, esperando un aplauso del público que nunca llega porque los espectadores tienen tanto frío que no se atreven a sacar sus manos de los bolsillos. Con gran habilidad, Cortés va saltando de la vida real -en condiciones durísimas- a la ficción representada sobre el escenario, una deliciosa comedia musical con mucho humor (negro). La protagonista del relato es Stefcia, una actriz y cantante judía, valiente y luchadora, que se debate entre el amor, el arte, ayudar a los demás y la pura supervivencia. La interpreta una convincente Clara Rugaard, que me parece todo un descubrimiento. La película combina el drama romántico en un escenario histórico con la comedia y el musical, en una mezcla muy estimulante. El constante ir y venir entre la vida real de seres desesperados por (sobre)vivir y la ficción de sus personajes funciona como un juego de espejos muy interesante. Y por encima de todo tengo que alabar la puesta en escena: cómo se mueve la cámara detrás de los personajes, rozando siempre el plano secuencia -el que abre la película es muy efectivo para meternos en situación- utilizando el telón, los decorados y las puertas para hacer la mencionada transición entre la obra teatral y el despiadado mundo real. La edición, que también firma Cortés, acompaña esta planificación imprimiendo un ritmo narrativo que entusiasma. Y cuando la terrible realidad del odio -del nazismo- interrumpe la representación sobre el escenario, Cortés consigue hacernos vivir momentos de gran tensión. En mi opinión, El amor en su lugar, ignorada en los premios Goya -solo ha sido nominada a mejor dirección de producción y diseño de vestuario- será en poco tiempo una de esas joyas del cine español que, por alguna razón, nos empeñamos en ignorar. Dadle una oportunidad.

SPIDER-MAN: NO WAY HOME -CARTA DE AMOR A PETER PARKER


Antes de leer esta comentario sobre Spider-man: No Way Home, debéis saber que en mi corazón, Spider-Man 2 (2004) es la mejor película de superhéroes. En ella, el director Sam Raimi supo convertir en cine el espíritu de mis tebeos favoritos, esos que firmaron Stan Lee y John Romita Sr. en los años sesenta y que conjugaban épica superheroica, romance, comedia y melodrama en una mezcla perfecta. Por esto, la recuperación en esta nueva película -cómo se ha visto en el tráiler- del villano de aquella, el Doctor Octopus, maravillosamente encarnado de nuevpor Alfred Molina, tiene para mí un gancho emocional innegable e irresistible. Lo segundo que necesito decir es que Peter Parker es mi personaje preferido de la ficción popular. Fue el primer superhéroe con el que los chavales de los años 60 pudieron identificarse. Porque ¿En qué nos parecemos a Superman, Bruce Wayne, Wonder Woman o Steve Rogers? Peter Parker es un empollón al que todo le sale mal -como Charlie Brown- con conflictos muy parecidos a los de cualquier adolescente. Es además de los primeros personajes de tebeque evolucionó con el paso del tiempo, como una persona real: pasó del instituto a la universidad y luego a la vida laboral; le acompañamos en sus primeros escarceos amorosos y hasta asistimos a su boda. Y sobre todo, Peter Parker no está obsesionado como Batman, ni viene de vuelta de todo como Lobezno, ni es un idealista como Steve Rogers. Es simplemente un buen tipo. En eso se parece a Superman, solo que Parker es humano, duda y comete errores. Esa es la verdadera esencia de Peter Parker y por eso, de todos los personajes de la ficción, es el que querría tener como amigo. Hay que decir también que desde 1962 el personaje ha pasado por muchas etapas diferentes, se ha ido actualizando década a década, por lo que, lógicamente, no hay un solo Spider-Man ni un solo Peter Parker. Y por eso me gustan todas sus versiones cinematográficas, las tres -e incluso el Miles Morales de Spider-Man: Un nuevo Universo (2018)-. El de Tobey Maguire -protagonista de tres películas entre 2002 y 2007- es el que mejor ha representado al Peter Parker que hace malabarismos para mantener en equilibrio su vida sentimental, su labor como justiciero, sus estudios y el tener que sacar adelante una precaria economía. El de Andrew Garfield -dos films en 2012 y 2014- es el romántico y trágico Peter Parker en su relación con la idealizada Gwen Stacy. Por último, para Tom Holland -que ahora completa su propia trilogía- se han tenido que buscar facetas menos explotadas. Juega a su favor ser el más joven de todos, ese Peter Parker de instituto que no se atreve a hablarle a una chica, pero también ha tenido que reflejar aspectos más modernos del personaje, como su relación de padre-hijo con Tony Stark -en Spider-Man: Homecoming (2017)- y el enfrentarse a amenazas cósmicas que le superan, como sus aventuras cinematográficas con los Vengadores. ¿Por qué pienso que estos actores son todos muy buenos como Peter Parker? Porque los tres tienen una cosa en común: parecen buenos tipos. Y eso es lo esencial para ser un buen Peter Parker. Al menos para mí.

Por todo esto, me parece una idea genial la premisa de utilizar el concepto del multiverso y las tierras paralelas -un motivo argumental que suele dar mucho juego- para jugar a la metaficción y enfrentar al Spider-Man de Tom Holland con los enemigos de las iteraciones pasadas del personaje. Una idea fantástica -aunque ya la hayamos visto en las estupendas X-Men: Días del futuro pasado (2014) y Spider-Man: Un nuevo Universo (2018)- que sirve para cerrar esta nueva trilogía de Spider-Man poniéndole un broche de oro a las sagas anteriores. Esta idea es la esencia del Universo Cinematográfico de Marvel: la acumulación de historias, referencias y guiños para potenciar un argumento, multiplicando sus significados y, por tanto, su emoción, valiéndose de historias y personajes que se remontan a hace casi 20 años. Y es que Spider-Man: No Way Home es todo lo bueno que tiene Marvel Studios. Pura diversión. La película es todo lo que esperaba -mira que han dado la brasa con rumores y filtraciones- y mucho más. Contiene una historia emocionante, divertida, con toneladas de humor, algunos momentos más oscuros y sorpresas, un montón de sorpresas. Es una película tan satisfactoria que no necesita de las famosas escenas postcréditos. Y tiene dos. Tom Holland, Zendaya y Jacob Batalon -Ned Leeds- vuelven a ser un entrañable grupo de amigos, pero además, la película enfrenta a Spider-Man con los (casi) seis siniestros -estupendo Alfred Molina- y encima es una historia en la que participa el Doctor Extraño (Benedict Cumberbatch) con el que el héroe arácnido comparte varias secuencias memorables. Hay un montón de ideas chulas: los guionistas de Marvel Studios siempre hacen un gran trabajo fabricando momentos ingeniosos con estos superhéroes, jugando con sus poderes y características, combinándolos y retorciéndolos en la mejor expresión posible del fan service. Y sobre todo, la película escarba en la esencia de Peter Parker, en quién es como personaje, llegando a la misma raíz de cómo lo concibieron Stan Lee y Steve Ditko. Spider-Man: No Way Home es el mejor cine de evasión que se puede esperar de Marvel, creo que solo comparable con el díptico de Vengadores Infinity War (2018) y Endgame (2019), y una nueva cumbre del género superheroico, que nos hace soñar y nos deja una sonrisa al salir de la sala. ¿Se puede pedir más?

SUCCESSION -TEMPORADA 3 -LA MEJOR SERIE QUE PUEDES VER


Succession
es pr
obablemente la mejor serie que se puede ver actualmente. De las que te hacen pagar la suscripción a una plataforma. La ficción creada por Jesse Armstrong es una ácida sátira de los poderes económicos, políticos, mediáticos y sociales de Estados Unidos,  que arrancó en plena era Trump. El retrato del clan familiar Roy se basa en la vergüenza ajena que sentimos, de forma muy satisfactoria, al contemplar el comportamiento inseguro, infantil y directamente imbécil de personajes que vuelan continuamente en helicópteros y aviones privados. El conflicto inicial nos planteaba que al peligrar la vida del patriarca Logan Roy -magnífico Brian Cox-, inspirado en el magnate Rupert Murdoch dueño de Fox News, comenzaría una guerra fratricida entre sus hijos -Connor, Roman, Shiv y Kendall- para hacerse con el poder del imperio empresarial. En la segunda temporada de esta serie, disponible en HBO, el tono de humor satírico se rebajaba -o se hacía más sutil- para favorecer la gravedad y el drama shakesperiano. En esta tercera entrega nos encontramos entonces con el enfrentamiento directo, de tintes freudianos, entre Logan Roy y su primogénito Kendall -fantástico Jeremy Strong-. Una batalla padre/hijcon repercusión en la bolsa de valores y que nutre de cotilleos morbosos a los medios y a las redes sociales. Hay que decir de Succession que sigue la premisa que hiciera famosa David Simon en la mítica The Wire, aquello de "que se joda el espectador medio". La tercera temporada de las peripecias de la familia Roy no hace ningún esfuerzo por refrescarnos la memoria sobre lo ocurrido en anteriores episodios, ni nos pone en situación, ni hay personajes haciendo preguntas oportunas para que el espectador despistado no se pierda. Cada escena de Succession es como espiar una conversación ajena: los diálogos dan por sentado que todos sabemos de lo que se habla y no escatiman en utilizar frases hechas, jerga o ingeniosas metáforas para que los personajes se expresen. Nada de explicaciones ni resúmenes. Esto aporta realismo, claro, pero también exige al espectador. Y si somos capaces de seguir el juego y estar a la altura, acabaremos inevitablemente enganchados.

Como sátira de los poderes, Succession es magnífica y muy satisfactoria. Pero creo que su auténtico triunfo está en que, al fin y al cabo, los personajes, por muy ruines, egoístas y falsos que sean, por mucho que luchen por sus propios intereses y estén dispuestos a traicionarse los unos a los otros, forman parte de una familia. Y se quieren, a pesar de todo. Y si esa sátira de los ricos -marca de la casa del Adam Mckay de La gran apuesta (2015) y Vice (2018) que aparece aquí como productor ejecutivo junto a Will Ferrell- puede resultarnos lejana y hasta fría, los problemas entre padres e hijos, entre hermanos, sí que consiguen hacernos sentir plenamente identificados. Por ejemplo, en el cuarto episodio de esta temporada, Lion In The Meadow, hay una escena soberbia entre Logan y Kendall Roy -compartida con la estrella invitada, Adrien Brody- en la que el magnífico Brian Cox consigue emocionarnos dedicándole unas palabras a su hijo, que pueden ser otra mentira manipuladora, o pueden salir directamente de su corazón. Es un momento breve que consigue que todo lo visto hasta ahora encaje y cobre otra dimensión. Succession es una serie de personajes: no se trata de quién va a heredar el imperio empresarial -eso es solo una excusa- sino de los conflictos emocionales entre los miembros de esta familia. La gracia, como ya he dicho, es asomarse a la realidad de estos niños ricos que se creen superpoderosos, de ahí su arrogancia de dioses griegos, pero que cometen errores tremendos que los ridiculizan y los humanizan hasta hacerlos, incluso, entrañables. La mejor muestra de esto es el tremendo clímax del último episodio -All The Bells Say-, que retrata perfectamente a cada uno de los personajes implicados en una escena intensa, trágica y cómica, y sobre todo, memorable.

Lo mejor de esta serie son sus personajes -y sus intérpretes-: ese Zeus iracundo que es Logan, con la capacidad, también, de mostrarse muy frágil, débil y envejecido; ese Prometeo castigado, Kendal, el más humano de todos, una crítica a la generación X y su nostalgia de los 80 y su síndrome de Peter Pan -el estupendo episodio Too Much Birthday-; Shiv (Sarah Snook), un personaje que combina de forma maliciosa el alegato feminista con inseguridades muy humanas y con un punto chungo de ambición; y por supuesto Roman (Kieran Culkin), un retorcido psicópata o quizás, alguien que utiliza su sentido del humor como escudo pero que es el más desvalido de todos, armado con diálogos brillantes. No olvidemos dos personajes también soberbios como el arribista pero romántico Tom (Matthew Macfayden) y su escudero Greg (Nicholas Braun), el más patético de todos, que sin embargo se revela también capaz de cualquier cosa en cuanto tiene la más mínima oportunidad de trepar. ¿Con cuál de ellos podemos identificarnos? Con ninguno, comocurre con otras grandes series como Los Soprano, Breaking Bad o Mad Men, con las que Succession ya puede empezar a codearse.

CARDO -VIA CRUCIS


Con intenciones completamente diferentes a la de la mayoría de las ficciones televisivas, Cardo no parece interesada en desarrollar una trama al uso, sino en plantear el estudio de un personaje, María, interpretada por una fantástica Ana Rujas. Ella es el centro de una historia que evita los giros y los típicos desarrollos argumentales -Cardes una serie a prueba de spoilers- para enfocarse en un estado de ánimo vital, el de la mencionada protagonista, que probablemente trascienda el retrato personal para hablarnos de toda una generación. Disponible en Atresplayer Premium -plataforma que está demostrando una voluntad de riesgo digna de elogio- la serie creada por la propia Ana Rujas y la realizadora Claudia Costafreda -y producida por los 'Javis'- hace gala de la libertad temática y formal del cine independiente de autor. María es una treintañera desorientada, que no le encuentra sentido a la vida y que parece buscar de forma consecuente su propia autodestrucción. Alcohol, drogas y sexo son los paliativos que utiliza María para la agonía de la vida. Pero eso es solo el comienzo. Lo más interesante de la serie son los rebuscados mecanismos de María para joderse su propia existencia: liarse con las personas menos adecuadas, salir de marcha hasta morir, arriesgar la vida bajo los efectos de las sustancias y sobre todo, dar tumbos. No esperéis una historia de redención. María no encontrará la salvación en un trabajo, una pareja o siquiera ayudando a los demás. Mezclando el drama, la comedia de fino humor negro y la alucinación, seguimos los pasos de María en una ficción que se mueve entre el realismo costumbrista y la experimentación formal: la forma en la que introducen el título de la serie en cada episodio, las escenas en las que la subjetividad de María se apropia de la imagen plástica de cada plano, el recurso de la música de procesión de Semana Santa, que expresa, quizás, la búsqueda de María de una suerte de trascendencia a través del martirio. ¿Estamos ante una santa que se flagela con rayas con cocaína, sexo con extraños y culpa, mucha culpa? Cardo es una de las series del año.

CAZAFANTASMAS: MÁS ALLÁ -DE PADRES A HIJOS


Si habéis crecido en los años 80 probablemente améis a los Cazafantasmas. Aquella película de Ivan Reitman era realmente una adelantada a su época, al fusionar la aventura fantástica con toques de ciencia ficción que tanto éxito tenía con las películas firmadas por George Lucas o Steven Spielberg, con la comedia americana en su vertiente de Saturday Night Live. Sin llegar a la parodia, Los Cazafantasmas (1984), tenía todo para triunfar: efectos especiales espectaculares, diseños de criaturas y gadgets chulísimos, mucho sentido del humor y un pegadizo tema pop que no se toma en serio a sí mismo. Una fórmula que a día de hoy sigue teniendo un éxito tremendo: desde Men in Black (1997) hasta Guardianes de la Galaxia (2014) de Marvel Studios. Lamentablemente, los fans de los Cazafantasmas originales nunca tuvimos una tercera entrega, por lo que esta Cazafantasmas: Más allá llega con retraso, cuando ya nos ha abandonado uno de los miembros originales del grupo, Harold Ramis, estupendo guionista, actor y director, nada menos, que de Atrapado en el tiempo (1993). A él está dedicada esta película que, en realidad, no habla de la nostalgia -esa la pondrán los propios espectadores- sino del legado de padres a hijos. Esto es así desde que el director es Jason Reitman, que ha firmado cintas independientes estupendas como Tully (2018) -precisamente sobre lo difícil que es ser padre- y que es el hijo de Ivan Reitman, director de la cinta original, de su secuela y de algunas de las comedias más representativas de los años 80 y 90. Así, la primera película comercial de Jason Reitman es también su película más personal, un homenaje a su propio padre -y a Harold Ramis- que apuesta todas sus cartas a la emoción. Reitman se lleva la historia de los Cazafantasmas fuera de Nueva York -la ciudad era un personaje más en la cinta original- buscando recuperar la inocencia de la América profunda -casi podría decir que de la América vaciada- en un pueblo del que los jóvenes, seguramente, querrán escapar para convertirse en adultos -un poccomo en American Graffiti (1973)-. Así, Cazafantasmas: más allá es una nueva operación arqueológica -como lo han sido ya Jurassic World (2015) o Star Wars: El despertar de la Fuerza (2015)- que busca desenterrar y desempolvar de forma fetichista reliquias como las mochilas de protones y el Ecto-1 para presentarlos a una nueva generación de espectadores. Cazafantasmas: Más allá es una película dirigida por el hijo del director de la cinta original cuyos espectadores ideales son los padres que la vieron en los 80, acompañados de sus hijos, lo que garantiza el impacto emocional. Reitman construye una historia sobre el legado de padres y abuelos en tono de comedia de baja intensidad, de media sonrisa, en la primera parte de la película, para luego dejarse llevar por los efectos especiales y el fan service. No engaña realmente a nadie, porque nos da lo que queremos ver y, probablemente, lo que también él quiere recrear. Y si la operación es exitosa se debe sobre todo a un elenco que es puro carisma. Empezando por la siempre fantástica Carrie Coon, como esa madre soltera que tantas veces vimos en el cine ochentero; pero hay que destacar sobre todo a la verdadera protagonista, Phoebe, una entrañable McKenna Grace -Un don excepcional (2017)- que es lo mejor de la película. Mencionemos también al pequeño Logan Kim, encargado de resucitar el espíritu de Ray Stantz; a Finn Wolhard -que ya vistió de Cazafantasma en Stranger Things- y a Paul Rudd, que representa al friki de la película original y conecta la cinta con la nueva comedia americana. Esto por no mencionar a quienes ya sabréis. Con estas cartas, Reitman, sin embargo, se limita a hacer un remake encubierto del film de 1984. Lo que significa, lamentablemente, que estamos ante la tercera película de Cazafantasmas que repite la misma historia y los mismos esquemas. ¿Cuándo veremos una verdadera nueva historia sobre estos personajes? Nos perdáis las escenas postcréditos.

EL PODER DEL PERRO -RELACIONES DE PODER


Jane Campion -directora de El piano (1993)- estrena en salas -y en Netflix- El poder del perro, un intenso estudio de personajes en el que predomina una sensación: la inquietud. Basada en una novela de Thomas Savage, la historia nos presenta a cuatro personajes y las relaciones entre ellos, a principios del siglo XX, en un escenario de western crepuscular. 
Phil (Benedict Cumberbatch) y George Burbank (Jesse Plemons) son dos hermanos de personalidades opuestas, ganaderos que han hecho fortuna en una época en la que están apareciendo los primeros coches para sustituir a los caballos. La vida de estos hermanos cambia cuando conocen a Rose Gordon (Kirsten Dunst) y a su hijo Peter (Kodi Smith-Mcphee), viuda y huérfano de economía más bien precaria. Campion propone al espectador el descubrimiento de estos personajes a través de su comportamiento exterior, porque cada uno de ellos esconde su verdadera naturaleza a la sociedad (y al espectador). Así, el personaje de Cumberbatch se muestra extrovertido, agresivo -machista- y expansivo en un esfuerzo obvio por ocultar quién es realmente. El argumento hace explícita la faceta escondida del rudo ganadero al mostrarnos que posee un lugar secreto donde se refugia de los ojos de los demás y donde se permite ser quien realmente es. Por otro lado, su hermano, George, se muestra callado, parco en palabras y expresiones -apenas demuestra alegría o contrariedad- pero sus acciones, pocas y contadas, acaban dejando claras sus intenciones. Ambos hermanos utilizarán a Rose y a su hijo Peter en un intento desesperado por resolver sus angustias vitales, que tienen que ver con un pasado difícil, de infancia abandonada, de mucho esfuerzo para alcanzar el éxito -la tierra de las oportunidades- y con una figura paterna mítica -y ambigua- como referente, Bronco Henry. El poder del perro es una película de relaciones de poder -tóxicas- en la que los débiles sufren siendo instrumentos de los poderosos. Pero el giro que cambia las tornas en la dinámica de esta relaciones resulta igualmente estremecedor. Jane Campion firma un film seco, psicológicamente violento, que tiene como fondo la oposición entre naturaleza y civilización y que cuestiona las bondades del progreso. Un planteamiento sólido en el que destacaría, sobre todo, las interpretaciones de cuatro estupendos actores.

LA HIJA -EL MISTERIO DE LA IMAGEN


La hija,
 dirigida por Manuel Martín Cuenca -Caníbal (2013)-, es una de las películas españolas del año en un 2021 que, a pesar de la pandemia y la crisis, ha supuesto una estupenda cosecha de cine patrio. Con dos intérpretes solventes encabezando un reducido reparto, como Javier Gutiérrez y la estupenda Patricia López Arnaiz, estamos ante un extraño thriller rural que toca temas sociales tremendamente polémicos. No conviene desvelar su argumento, ya que parte importante del juego que la película plantea con el espectador es descubrir cuál es la historia que vemos en la pantalla y quiénes son realmente los personajes. En La hija, lo no contado es más importante que lo que vemos y sabemos. Martín Cuenca -nominado al Goya al mejor director- nos exige como espectadores y nos obliga a esforzarnos para sacar nuestras propias conclusiones, a pesar de que no estamos ante una película precisamente ambigua. Hay un mecanismo cruel en esta obra que juega con nuestras expectativas, con nuestros prejuicios e incluso con la imagen que podemos tener de los actores del reparto ¿Quiénes son los héroes y quiénes los malvados? El ejercicio de tensión que consigue Martín Cuenca es digno de elogio: cómo nos hace sufrir planteando situaciones en las que aparentemente no ocurre nada, pero que generan una inquietud que puede llegar a ser insoportable. El gran hallazgo de la película, en mi opinión, es que, partiendo de sentimientos y deseos muy humanos, que normalmente son positivos, se consigue extraer lo peor del ser humano, los sentimientos más oscuros y la capacidad para hacer el mal. La hija también puede ser una película sobre el fin y los medios. Destaquemos además ese macabro placer al que ya nos tiene acostumbrados Javier Gutiérrez -nominado al Goya por este papel-, cuyos últimos personajes -El autor (2017), la serie Vergüenza, Hogar (2020)- son individuos aterradores, capaces de mentir con la voz más suave y el tono más educado posible.

LIBERTAD -EL ÚLTIMO VERANO


La guionista Clara Roquet debuta como directora con la estupenda Libertad nada menos que con seis candidaturas para los premios Goya. Parece justificado. Esta cinta se presenta como un coming of age que podría pensarse autobiográfico en el que la protagonista, Nora (María Morera Colomer) se enfrenta al típico verano en el que perderá la inocencia (en muchos aspectos) y dejará de ser una niña para emprender el camino hacia la vida adulta. Un registro que puede recordar al cine de Sofia Coppola y en el que Roquet sabe trasladar a la pantalla las imágenes, texturas y sabores del verano. Pero hay más. Esa línea argumental se enriquece con la presencia del personaje principal, Libertad (Nicolle García), una niña como Nora, pero de otro país -Colombia- y de otra clase social -su madre presta servicio en la casa de Nora-. Este conflicto de clase entre las dos adolescentes aporta interés y tensión al relato, que ahora trae a la cabeza una película tan importante como Roma (2018) de Alfonso Cuarón. Pero Roquet no elige bandos y se muestra equilibrada en el retrato de las dos adolescentes, mostrándolas con las luces y sombras de sus respectivas clases sociales. No son culpables de sus circunstancias. Además, todo esto da pie a un estupendo relato de amistad juvenil -y femenina- que realmente llega a emocionar. Roquet sabe jugar con las dificultades para la amistad entre dos chicas de diferentes orígenes, pero también con sus alegrías y primeras experiencias -el primer deseo sexual, el coqueteo con el alcohol y las drogas, la decepción de descubrir que los padres no son perfectos-. Hay dos elementos que me gustan mucho de esta película y que creo que la redondean: los personajes de la madre de Nora -Teresa (Nora Navas)-, la abuela -Ángela (Vicky Peña)-, y la empleada doméstica -Rosana (Carol Hurtado)-, nos muestran retratos de mujeres en diferentes etapas de la vida y en distintas circunstancias que complementan el de las adolescentes; y, por otro lado, el uso del personaje de Libertad como catalizador de los conflictos de todas esas mujeres que, precisamente, buscan eso mismo, liberarse, en una película en la que el reparto masculino se mantiene siempre en segundo plano. Una de las películas españolas del año.