LUKE CAGE -TEMPORADA 2-HISTORIAS DE HARLEM




Vuelve Luke Cage tras una primera temporada digna –aunque lejos de la altura de Jessica Jones o Daredevil- retomando una historia, recordemos, que comenzaba en la primera entrega de Jessica Jones y continuaba en The Defenders, serie sobre estos mismos justicieros, reunidos. Los personajes de Marvel Studios en Netflix se definen como una variante realista, urbana y menos fantástica de superhéroes como Los Vengadores. Otra característica particular es el apego de estos justicieros por su barrio, aquí Harlem, en Daredevil, Hell's Kitchen, y en todo caso, a un entorno realista como Nueva York. Nada que ver con los escenarios cósmicos de Thor o Doctor ExtrañoEste empeño ha dado sus frutos en series verosímiles, aunque buscando ese realismo se haya llegado a extremos como no enseñar el traje de Daredevil hasta el último capítulo de su primera temporada. Precisamente, en esta descompresión narrativa encontramos el gran defecto de estas ficciones, algo evidente en la primera entrega de Luke Cage, de desarrollo bastante lento. Esta segunda temporada, de nuevo con el guionista y productor Cheo Hodari Coker como front runner, reincide en las virtudes y defectos ya mencionados. Hay momentos interesantes en cada capítulo, lamentablemente separados por muchas escenas que se antojan innecesarias, reiterativas, de relleno. Mucho diálogo y no demasiada acción en una ficción que, eso sí, tiene una personalidad muy marcada: su clara apuesta por la cultura afroamericana y los problemas raciales; personajes femeninos fuertes; un héroe con sombras y con dificultades para saber lo que debe hacer; y actuaciones musicales en casi cada capítulo, de artistas como Joi, D-Nice, Gary Clark Jr., Esperanza Spalding, Christone 'Kingfish' Ingram, Ghostface Killah, Stephen Marley, Faith Evans y Jadakiss, KRS One, o Rakim. Todo esto suma para conformar una temporada irregular, que se habría beneficiado recortando su duración y que resulta, francamente, prescindible. Comento ahora cada episodio, con spoilers.

Soul Brother #1. Una secuencia de acción como apertura pretende engañarnos, ya que el resto de este primer capítulo se compone de escenas de diálogo entre los personajes. Curiosamente, detrás de la cámara está la actriz Lucy Liu. El argumento propone situaciones que luego se desarrollarán y ubica a los personajes que vuelven de la temporada anterior y presenta nuevas incorporaciones. La fama de Luke Cage (Mike Colter) ha cambiado su vida: le piden selfis por la calle, los narcos le han puesto su nombre a unas papelinas de droga, y aparecen oportunidades de negocio. Los problemas económicos de Cage se comentan reiteradamente, mientras sus enemigos, de nuevo Mariah Dillard (Alfre Wooward) y Shades  (Theo Rossi) pretenden hacerse ricos. Aparece un nuevo enemigo, Bushmaster (Mustafa Shakir), que aquí apenas se presenta, pero que parece una variación menor con respecto a los ya vistos Cottonmouth y Diamondback. Este "nuevo" villano tiene, al menos, un marcado acento jamaicano. La serie recupera la intención de hacer de Harlem un personaje más, vuelven también esas actuaciones musicales que reivindican la cultura afroamericana. Se reincide en la importancia de figuras paternas, como el predicador, directamente padre de Luke Cage -el fallecido Reg E. Cathey-, o la barbería como punto de encuentro del barrio –herencia de otra figura paterna, Pop (Frankie Faison)-. Todo esto es interesante. Pero también hay momentos desafortunados: el baile con Claire Temple (Rosario Dawson), que lleva a una escena sexual no demasiado necesaria –solo sirve para ver el cuerpazo de Colter-, o cómo descubren la identidad de 'El Tercero', narco dominicano,  Arturo ’El Rey’ Gómez III, jugando con el español y el inglés. 6/10

Straighten It Out es un segundo episodio irregular, pero bienvenida sea esa secuencia de humor en la que Luke Cage despliega nuevos poderes -tras sobrevivir a una explosión en el capítulo anterior- en busca de un patrocinador como Nike. El atractivo sexual de Cage, bajo cuyo influjo cae una vecina cotilla de la tercera edad, también tiene su gracia. Aquí Cage se enfrenta a problemas sociales, reales, como la violencia machista y doméstica que ejerce Cockcroach (Dorian Missick). Apuntemos la inteligencia de mostrarnos el rostro aterrado del niño, primero ante la violencia de su propio padre contra su madre, pero también cuando es Cage el que golpea a su progenitor, aunque sea para hacer "justicia". Pero hay también momentos poco afortunados, como el conflicto emocional entre Mariah Dillard y su hija; escenas innecesarias como la conversación entre Claire Temple y Bobby Fish (John Cephas Jones); o apresuradas, como la forma en la que Shades despacha a Arturo ’El Rey’ Gómez III. La subtrama que se refiere a Misty Knight y la amputación de su brazo podría ser más interesante, y no parece verosímil que sus compañeros de trabajo le hagan bromas al respecto -"¿Quieres que te eche una mano?"-. Tampoco resulta demasiado convincente la fuente de los poderes de Bushmaster, que tienen su origen en hierbas compradas en un herbolario, casualmente el mismo que regenta la hija de Mariah. 5/10

Wig Out introduce en la trama el tema de la violencia, algo inusual si hablamos de superhéroes. La paliza que Luke Cage da a Cockcroach le da una dimensión real e incómoda a la violencia lúdica de estos personajes. No solo eso, esa agresividad se traduce en el episodio como el síntoma de varios problemas sociales: el racismo, la infancia complicada de Luke -su relación con su padre, ahora un párroco- y se transforma en violencia machista en su relación con Claire, con sus propios traumas por la relación que tuvieron sus padres. Estos conflictos internos del personaje se hacen externos en su enfrentamiento con Bushmaster, jamaicano empeñado en dominar Harlem. Todo esto está contado sin demasiado ingenio, pero es sin duda lo más interesante del argumento. Una trama secundaria se ocupa del intento de Mariah Dillard de hacerse legal, dejar el crimen, y de lavar su imagen recuperando su relación con su hija. Lo mejor, la dualidad de Mariah, por un lado, la fachada de benefactora pública, y por el otro, sus tácticas de mafiosa -cuando extorsiona a un ejecutivo de la empresa que quiere controlar- y su relación con Shades. Por último, Misty Knight sigue luchando para sobrellevar la pérdida de su brazo, y ahora recurre a su amiga Coleen Wing (Jessica Henwick) para pegarse con algunos machirulos de bar. Ambas son una de las parejas míticas del cómic Marvel de los años 70. 7/10

I Get Physical básicamente habla de héroes, de modelos para la comunidad afroamericana -huérfana de referentes en la cultura popular -cómics, películas, televisión- hasta la aparición de personajes como Black Panther o de la blaxploitation de los 70 -como el propio Luke Cage-. Aquí se habla de Muhamed Ali, Mike Tyson, o -para los jamaicanos- el corredor Usain Bolt, que se convierte en un running gag -nunca mejor dicho-. El propio Cage se ha convertido en uno de esos héroes. Pero el guión juega con una idea interesante: esa misma comunidad necesitada de referentes, está deseando verles caer, quizás como un reflejo inconsciente de su baja autoestima por haber estado marginados y explotados durante siglos. Cuando el vídeo de Bushmaster, derrotando al protagonista, se hace viral, todos celebran la caída de Cage. Quizás, simplemente somos así. 6/10

All Souled Out. El realismo siempre ha diferenciado a los superhéroes Marvel de los de DC Comics. Batman es millonario, pero Peter Parker siempre tuvo problemas para pagar el alquiler. Luke Cage nació en los cómics de los 70 como Power Man, héroe de alquiler, de origen humilde, afroamericano y por lo tanto marginado. Expresidiario, alquilaba sus superpoderes como una especie de detective privado. Esta carga social de los tebeos se traslada a esta serie, en la que Luke Cage no tiene dinero para pagar al villano, Cockcroach, que le ha demandado por agresión y lesiones: eso nunca le pasó a Superman. Aquí Cage se busca la vida -reaparece Foggy Nelson (Elden Henson) de Daredevil- como abogado y hay tanto humor como comentario social. Paralelamente, la mafiosa Mariah Dillard tiene suficiente poder económico para levantar una fundación de la nada, que le servirá para lavar su imagen. Para ello necesita recuperar la relación con la hija a la que abandonó. A pesar de la originalidad de estos planteamientos, no resultan demasiado entretenidos en su desarrollo. Contrastan con la adquisición de un brazo biónico por parte de Misty Knight, una idea sci-fi de serie B. La historia no se detiene demasiado en el brazo, por no decir nada. Importa poco. Este episodio ofrece las primeras buenas ideas de la temporada: el millonario fan de Luke Cage, Piraña Jones (Chaz Lamar Shepherd), que le ofrece dinero por hacer un "bolo"; apuntemos también la elegante forma en la que la Misty Knight se relaciona con su memoria sobre el policía corrupto Rafael Scarfe (Frank Whaley) y cómo esos flashbacks van marcando sus decisiones morales en el presente; o la primitiva amenaza de Bushmaster, colocando en picas las cabezas de sus enemigos para asustar a Mariah Dillard. 8/10

The Basement utiliza la tensión del estallido de violencia que parece a punto de ocurrir para proponer, realmente, un argumento casi de tesis, en la que los personajes se enfrentan en escenas de diálogos. El tema es, sobre todo, si se puede justificar el uso de la violencia para conseguir ciertos fines o simplemente sobrevivir; la validez de un código ético, de respetar la Ley o del deber hacia la comunidad a la que perteneces. Mientras los jamaicanos buscan a Luke Cage y a Piraña, estos discuten sobre estos temas. Esto ocurre con Misty Knigth, primero con el capitán Tom Ridenhour (Peter Jay Fernandez), luego con el doctor Gabe Krasner (John Scurti); el propio Rindehour tiene una conversación con Mariah Dillard, a la que conoce de su juventud, antes de que sus caminos se separasen; paralelamente, Bushmaster es cuestionado por Anansi (Sahr Ngaujah); por último, y sin duda lo mejor, descubrimos el secreto de esa pareja salida directamente de los cómics, Shades y Comanche fueron amantes en prisión. Una escena y una idea que eleva un episodio que se podría definir como "de relleno". Tras esto pasan cosas: una secuencia de acción en la que Cage debe escapar con Piraña; Misty toma una decisión trascendental y abandona la policía; Shades reitera su compromiso con Mariah; Cage se reencuentra con su padre y le pide ayuda. Hasta ahora la acción se ha dilatado y estirado, pero repentinamente todo se precipita hacia un duelo con Bushmaster que lleva a un cliffhanger de libro. 7/10

On and On demuestra lo irregular que es Luke Cage como serie. Este episodio resuelve muchos hilos argumentales, pero lo hace de forma poco inspirada. Cage salva la vida y despierta de su letargo, porque sí. El cliché sería que las frías aguas del río le despiertan del efecto de las drogas de Bushmaster. Luego veremos a Cage hacer equipo con Misty Knight, que por fin hace uso de su brazo biónico. Atención porque vienen spoilers. Comienzan a morir los personajes de esta segunda temporada, desvelándose como meros McGuffins: Piraña es decapitado, el capitán Rindehour -que incoherentemente, después de intentar echar del cuerpo a Misty, busca que vuelva- muere a manos de Comanche, quien a su vez cae tiroteado por Shades, en el único momento salvable del capítulo. Antes, un montón de escenas mal resueltas que no llevaban a nada. Además, Mariah Dillard lo pierde todo. 5/10

If It Ain´t Rough, It Ain´t Right. Lo mejor de este capítulo es la recreación de la muerte de Comanche y del capitán Ridenhour, cuya puesta en escena lleva la sala de interrogatorios a la escena del crimen, con Misty Knight narrando y ejecutando los disparos. Luego, un par de escenas para el lucimiento de Mariah Dillard: ante las ruinas de su casa, se enfrenta a su amor, Shades, como siluetas entre la ceniza. Salen a la luz todas las dudas de una pareja, la desconfianza en el otro, la inseguridad personal. La relación entre ambos personajes es atípica y tiene interés. Luego Mariah se enfrenta a su hija, contándole la historia de su familia. Misty Knight acaba su arco de personaje y se convierte en la jefa de policía, pero Bushmaster va a por todas y obliga a los protagonistas a huir. Se convierten en fugitivos, otra vez. 6/10

For Pete´s Sake. Otro episodio en el que los protagonistas están sitiados por el villano Bushmaster. En realidad no ocurre gran cosa, no hay enfrentamientos, y los guionistas se las ingenian para establecer conflictos entre los personajes aislados: el intento de que Mariah Dillard se entregue y confiese; la conversación entre Luke Cage y su padre; Misty Knight y su superior en la policía. Muchos diálogos y poca acción dramática. El objetivo es estirar la trama, el medio, profundizar en los personajes, pero el resultado no es precisamente estimulante. Un capítulo que resulta aburrido y que solo brilla, de nuevo, en una densa escena dramática, casi teatral, en la que Mariah Dillard se confiesa, por fin, a su hija, desnudando todos sus secretos e inseguridades. Un momento potente, aunque roza el melodrama. Luego, la batalla -que debería ser definitiva, pero no- entre Luke Cage, Bushmaster y sus esbirros, no es espectacular, ni emocionante, ni ingeniosa. En cambio, el monólogo de Bushmaster en el furgón policial, sí que es potente. 5/10

The Main Ingredient. En las series Marvel de Netflix suele haber dos arcos dramáticos, entrelazados, que casi dividen cada temporada en dos. En la entrega anterior de Luke Cage, este se enfrentaba primero a Cottonmouth (Mahershala Ali) y luego tenía que vérselas con Diamondback (Erik LaRay Harvey), que tomaba el relevo, dándole un nuevo aliento a la historia. En esta segunda tanda de episodios del héroe de Harlem ocurre algo similar: Bushmaster ha sido derrotado, pero en lugar de ser presentado un nuevo villano, nos cuentan que el jamaicano ha escapado y amenaza con volver con fuerzas renovadas. Esto, la verdad, no funciona demasiado bien. Tras 9 capítulos de una historia que se antoja estirada, seguir tirando del hilo del mismo villano resulta poco interesante. Por si fuera poco, Mariah Dillard -ahora Mariah Stokes- recupera su imperio, por lo que lo que nos han contado sobre su caída, se queda en nada. Por suerte, aparece por aquí Danny Rand (Finn Jones), más conocido como Iron Fist, que junto a Cage -también conocido como Power Man- permite que veamos -por fin- algunas secuencias de acción superheroica con sabor a team-up. Las escenas entre ambos son divertidas, sobre todo cuando reparten mamporros a los mafiosos de poca monta. Los diálogos entre ambos, de tono ligero y humorístico, no están mal tampoco, pero piden un ritmo más ágil y que los personajes hagan algo más que compartir la sobremesa tras un banquete de comida china. 7/10

The Creator. Lamentablemente, en este episodio ya no tenemos a Iron Fist, cuya aparición queda como un paréntesis, simpático, pero hasta cierto punto innecesario. Este capítulo desarrolla las consecuencias del estallido de violencia perpetrado por Mariah en el local de los jamaicanos que servía de referencia a Bushmaster. A estas alturas de la temporada, creo que la trama se ha alargado demasiado. Mariah, revelada ya como la gran antagonista de toda la serie, poco más tiene que aportar. Bushmaster reaparece y resucita. Una testigo clave debe ser protegida, lo que debería ser una oportunidad para generar tensión, porque su vida peligra y Luke Cage se convierte en su guardaespaldas. Pero esto se desaprovecha con escenas deslavazadas y momentos muy torpes: cuando la testigo desparece de la vista de Cage, queda a merced de Shades y luego vuelve a quedar bajo la protección del héroe. Todo esto ocurre en dos minutos y está muy mal contado. Mencionemos también unos flashbacks en Jamaica que explican, por fin, el asunto del que los personajes llevan hablando toda la temporada: cómo nace la rivalidad entre las familias de Mariah y Bushmaster y cómo este adquiere unos poderes que le han permitido enfrentarse cara a cara con un superhéroe. Si bien estos flashbacks son interesantes, me permito apunta que su lugar estaba al principio de la serie. No ahora. Creo que habría sido más provechoso conocer desde el inicio que Bushmaster no es un villano unidimensional; y entender mejor la historia de Mariah y su familia, no habría estado de más. 6/10

Can´t Front on Me. Si antes hemos sido testigos de una historia estirada que ha girado en torno a los mismos conflictos, este penúltimo capítulo de la temporada, necesariamente, está cargado de acción. La confesión de Shades repasa todo lo que hemos visto hasta ahora, sobre todo los disparos y las muertes. Black Mariah y Bushmaster juegan al gato y al ratón, con Luke Cage atrapado entremedias, lo que provoca un enfrentamiento con narcos chinos -que han creado una droga caníbal llamada Bushmaster, como al principio veíamos papelinas con el nombre de Cage-. En esta apañada secuencia de acción, Cage y Bushmaster hacen equipo, aunque uno respeta la vida, el otro no se anda con remilgos a la hora de matar a sus enemigos. Divertido. Luego Mariah prepara otra trampa: un gran concierto en el Harlem´s Paradise, al que acuden todos los implicados para enfrentarse en un gran duelo final, en el que Cage y Bushmaster vuelven a verse las caras como enemigos. Shades consuma su traición, Mariah es detenida finalmente, Bushmaster vuelve a escapar. 7/10

The Reminisce Over You. El último episodio de la segunda temporada de Luke Cage es inesperadamente interesante. Pero funciona mejor como el primero de una tercera entrega que como conclusión de la segunda. Este capítulo confirma que el personaje más importante de la serie es Mariah Dillar, una villana con muchos matices, rica en contradicciones, que experimenta el arco más currado de todo el reparto. Mariah en prisión es interesante, así como la idea de que su ausencia de Harlem hace peligrar el equilibrio de fuerzas criminales y pone en peligro el barrio. Otro acierto de la serie, que se confirma aquí, es que Harlem no es un simple escenario, sino que tiene entidad propia, con su historia y su idiosincrasia. Por último, se reincide en otro tema importante en esta ficción, el de los héroes afroamericanos, los ejemplos a seguir para la cultura negra. Sintomático que Cage, ahora dueño de Harlem, sustituya el cuadro de Notorius B.I.G. por uno de Muhamad Ali. La posible corrupción de Cage por el poder que ahora detenta, quedará para ser desarrollada en la siguiente entrega de la serie. Además, se cierran tramas secundarias como las de Misty Knight, Tilda, Shades, Bushmaster, y hasta Claire Temple. 7/10

MISIÓN IMPOSIBLE: FALLOUT -¿MEJOR IMPOSIBLE?



¿De cuántas franquicias cinematográficas se puede decir que su sexta entrega es la mejor? Obviando aquella primera película de un maestro como Brian De Palma en 1996 y olvidando la tontería macarra de John Woo en 2000, hay que trazar las verdaderas señas de la saga de Misión Imposible con la entrada de J.J. Abrams como productor en la tercera parte, y sobre todo hay que hablar de un director como Christopher McQuarrie, que aquí lleva a las aventuras del agente Ethan Hunt a su cúspide. El guionista de Sospechosos habituales (1995) ha colaborado con Tom Cruise en varias ocasiones -los guiones de Valkiria (2008), Al filo del mañana (2014) y la terrible La momia (2017). Además, McQuarrie ha dirigido a Cruise en la estupenda Jack Reacher (2012) y en Misión: Imposible -Nación secreta (2015) de la que esta Fallout es una continuación directa (y que conviene revisar). El tándem Cruise-McQuarrie ha conseguido ahora el productor de entretenimiento perfecto. Hay ideas y emociones aquí para tres películas. Ethan Hunt se corona como el mejor James Bond actual, libre del peso histórico y los tics del agente 007, dejando atrás al más joven -y realista- Jason Bourne, y aportando un idealismo anacrónico en los tiempos que vivimos. Hunt se enfrenta a gobiernos, agencias secretas y organizaciones terroristas con rebeldía e integridad; en una jugada de guión -magistral- acaba pensando que su verdadero enemigo es él mismo, tras una conspiración de mentiras que son puro fake news. Pero donde la película brilla es en la narrativa visual que aporta McQuarrie, que se toma cada secuencia como si fuera la última: las persecuciones de coches y motos son vibrantes; las peleas duelen; las escenas de tensión son estupendos ejercicios de montaje y planificación. La película es larga porque el director se toma su tiempo para que cada set piece sea perfecta. Y cuando la verosimilitud se resiente, la dosis justa de humor lo resuelve todo. La efectividad de este film es absoluta en todos sus apartados. Se da el lujo de sumar los momentos más míticos de la saga para sus fans: los engaños hiperbólicos, las máscaras que permiten suplantar a cualquiera, las persecuciones en motos, aviones y helicópteros, edificios y alturas de vértigo, la escalada de una pared de roca, la icónica cuenta regresiva. Todo cabe en un film que no da respiro y que acaba en un clímax que estira el tiempo hasta lo imposible. Nunca mejor dicho. Por si fuera poco, los personajes son fantásticos aunque quede poco tiempo para desarrollarlos: Cruise es menos acartonado que nunca y hasta deja ver un lado sensible; Ving Rhames aporta el lado humano, Simon Pegg el humor, Rebecca Ferguson es la asesina más atractiva imaginable, Sean Harris da miedo y Vanessa Kirby es todo un descubrimiento. Por no mencionar el bigote de Henry Cavill, que sorprende con nuevos registros -aunque ya fue espía en Operación U.N.C.L.E. (2015)-. Misión Imposible: Fallout es probablemente la mejor película de entretenimiento del año.

REVENGE -CULTURA DE LA VIOLACIÓN



Revenge es un potente film de género que hay que inscribir bajo la etiqueta del polémico rape and revenge -existe, sí- cine exploit sobre un tema escabroso, que debería dar lugar a un drama. Lo atractivo es que la película tiene un planteamiento feminista inteligente, pero también es un producto entretenido, cargado de humor, violencia y gore. Cine de género que esconde ideas revulsivas. Lo más radical de la propuesta es que su protagonista, Jen, es lo que el lenguaje machista entiende como un "putón", lo que obviamente -espero que sea obvio- en ningún momento, justifica que sea violada, maltratada y asesinada. El personaje que interpreta Matilda Lutz -mejor actriz en el festival Nocturna de Madrid- es joven, guapa y superficial. Se va de fin de semana con un hombre casado y baila sensualmente con uno de los amigotes de este. Cuando denuncia haber sido violada, su amante le pide que haga la vista gorda. Cuando le amenaza con sacarlo todo a la luz y destrozarle la vida, él (Kevin Janssens) reacciona de forma violenta. El villano de Revenge es un guaperas de gimnasio, rico, machista y aficionado a la caza. La ópera prima de la francesa Coralie Fargeat tiene precedentes en esto de hablar de violación y venganza, como La última casa a la izquierda (Wes Craven, 1972) y La violencia del sexo (1978). La directora -ganadora del premio a la mejor dirección en Sitges y en Nocturna- tiene una propuesta visual imaginativa y contundente, que se expande libremente sobre un argumento mínimo. La película es una explosión de colores saturados y Fargeat utiliza encuadres forzados, se luce en un elaborado plano secuencia y apoya el montaje en el ritmo machacón de la música electrónica. Podemos decir que la forma supera al contenido y que la controversia que suele generar este tipo de films -los precedentes que he citado antes son casi malditos- aquí se rebaja considerablemente. La acción de Revenge es exagerada, violenta y sangrienta. Un sentido del humor muy negro y un espíritu lúdico la hermanan a otra reciente ópera prima francesa como la estimulante Crudo. Habrá que ver si Fargeat fortalece un discurso o prefiere seguir por derroteros más comerciales.

LA CÁMARA DE CLAIRE -INSTANTÁNEAS CRUZADAS


La gran dificultad para acercarse al cine de Hong Sang-soo -Ahora sí, antes no (2015)- es paradójicamente su sencillez. Una simplicidad que puede hacernos pensar que se nos ha escapado algo, o que las imágenes guardan un sentido oculto que desconocemos. Todo lo contrario, lo que hay que hacer es dejarse llevar por esa depuración formal, señal de estilo y gran valor del director coreano. Quizás el propio autor pone en boca del personaje de Isabelle Huppert, en un momento de esta película, sus verdaderas intenciones: que para cambiar las cosas hay que verlo todo muy despacio. La historia que nos plantea La cámara de Claire, en apenas 69 minutos, es mínima: Manhee (Kim Min-hee) es despedida de su trabajo como ayudante de una productora, Yanghye (Chang Mi-hee), que colabora con un director de cine, So Wansoo (Jung Jin-young). Descubrir la relación entre estos tres personajes y las razones del despido de Manhee, son el hilo conductor de la historia. El escenario es Cannes, durante el famoso festival de cine, y el personaje principal, el que conecta a los demás y cataliza las revelaciones de la historia, es Claire (Isabelle Huppert), o más bien, su cámara fotográfica, la que da título a esta película (y las fotos instantáneas que produce). El film está hecho con apenas cuatro personajes que conversan, encuadrados por una realización que se mueve lo justo, en planos contemplativos que mantienen la unidad de espacio y tiempo; apenas hay montaje. Hong sorprende con algunos experimentos formales, esos zoom que parecen gratuitos, un mínimo desorden cronológico del relato, una voz en off que funciona como flashback pero con la que el personaje, en el presente, puede interactuar. A pesar de esto, hay que hablar de sencillez, de una técnica narrativa cinematográfica depurada, que busca lo esencial con pausa oriental y con el placer de la mirada del cine de autor francés. En los Cuentos morales de Éric Rohmer, un hombre, con pareja, se veía siempre tentado por otra mujer, para, al final, resistirse al deseo. Esta película comienza justo después de que el equivalente al protagonista de una película del director de La rodilla de Clara (1970), haya sucumbido a la tentación.

BLACKWOOD -EL CASERÓN DE LAS SOMBRAS


Si habéis escuchado a Rodrigo Cortés en alguna de sus colaboraciones radiofónicas, -como el podcast Todopoderosos- sabréis que es una de las personas que mejor entiende y habla de cine en este país. Curiosamente, esta relativa "fama" mediática no se ha traducido en su reconocimiento popular como director de cine, a pesar de estupendas películas como Concursante (2007), la exitosa Buried (2010) y Luces rojas (2012). En apenas tres películas podemos distinguir entre obras más personales, escritas por el propio Cortés, con un ritmo muy peculiar, marcado por el montaje, del que también suele ser autor; y films en los que aparecen acreditados otros guionistas, como Buried o esta Blackwood. En todas, sin embargo, el trabajo de Cortés tras la cámara es siempre de una entrega encomiable, con una voluntad poderosa de ofrecer algo en cada plano, en cada secuencia, buscando siempre encuadres y movimientos de cámara que aporten a la historia. En Blackwood la narración a la que da vida Cortés con la cámara, es puro misterio, que se va desvelando poco a poco, y que no muestra sus verdaderas cartas hasta casi el final de la cinta. Basada en la novela de Louis Duncan, Down a Dark Hall (1974), autora también del texto literario que dio pie a Sé lo que hicisteis el último verano, estamos ante un relato de corte juvenil, en el que su protagonista, Kit (AnnaSophia Robb), es una adolescente rebelde que se ve obligada a ingresar en una academia privada como último recurso para no acabar en un centro de menores. Dicha academia, Blackwood, es un oscuro caserón -literal y figuradamente- regentado por una no menos oscura directora, Madame Duret, una estupenda Uma Thurman, que evita que su personaje sea simplemente la mala de la película. Poco más se puede contar porque la gran baza del film es la incógnita de lo que ocurre en ese lugar. La gran dificultad para encarar Blackwood es la sospecha de encontrarnos ante otro producto adolescente como los que aparecen en cartelera cada verano -ahí está Mentes poderosas- y la verdad es que Cortés no intenta evitar esa sensación, aunque cite a Polanski como referente: esta es la historia de una joven que se siente marginada, de padre ausente, que descubre que quizás es especial, en un escenario en el que los adultos son los antagonistas. Eso sin hablar de algunos elementos románticos. Entre los nombres detrás de la producción nos encontramos con el de Stephenie Meyer, autora de la saga Crepúsculo (2008), que fue la primera en hacerse con los derechos para esta adaptación. A partir de esta premisa, sin embargo, Cortés juega a otra cosa. Se agradece su esmero en darle algo de peso a cada personaje, porque en este tipo de ficciones, los protagonistas son cada vez más endebles. Pero sobre todo, se nota la ambición del director al hablar de las disciplinas en las que deben iniciarse las alumnas de Blackwood -música, pintura, literatura, matemáticas- que emparentan esta obra con la reciente y fallida Musa (Jaume Balagueró, 2017); y que significan un intento de contar algo más que una historia adolescente o de sustos -que los tiene, que son muy elegantes, y que hacen soñar con una película de terror dirigida por Cortés-.

CASI 40 -EL AMOR EN FUGA



Siempre he pensado que eso que llamamos 'cine de autor' puede ser el equivalente a tener un buen amigo. En las películas de François Truffaut, Woody Allen o Xavier Dolan siempre se escucha la misma voz, las mismas preocupaciones, la misma forma de entender la vida. Si congeniamos con esa voz, tenemos a un amigo para toda la vida, que puede hacer películas mejores o peores, pero que suele ser fiel a sus ideas. Por eso siempre he pensado que hay que desconfiar de esos que dicen que Woody Allen ya no hace buenas películas o que Quentin Tarantino se repite, o que Martin Scorsese no volverá a ser el de Taxi Driver. Porque esos son capaces, también, de abandonar a sus amigos. De eso trata la película de David Trueba, Casi 40, de dos amigos, que podrían haber sido otra cosa, que se conocen desde niños y a los que la vida -o sus decisiones- ha llevado por caminos separados. La excusa para reunirse es una modesta gira de conciertos -en librerías- organizada por Tristán (Fernando Ramallo) para Lucía (Lucía Jiménez), cantante retirada que gozó de cierto éxito en su juventud. Poco más que estos dos personajes, una guitarra, una furgoneta y una carretera ha necesitado Trueba para hacer una película liviana en el mejor sentido de la palabra, pero honda en sus reflexiones. Una road movie, sin duda, con canciones defendidas por Lucía Jiménez, que se revela como una intérprete realmente carismática. La historia se desarrolla a través de diálogos que parecen casuales, cotidianos que, sin embargo, revelan a los personajes: ella habla de un fabricante de campanas que se queda a vivir en el pueblo junto a su creación; él cree que las mujeres siempre dicen que quieren hombres que las escuchen y las hagan reír, pero luego se van con los guapos y los poderosos. Trueba consigue su objetivo, que lleguemos a conocer y a querer a estos dos personajes, que viven el paréntesis existencial de una historia de verano. Sospechamos que, a veces, a través de sus bocas, se cuelan las reflexiones del autor: que en España somos más felices que en Japón, porque robamos; que la gente se ha vuelto idiota con los gimnasios; o cómo cierta crítica no va de arte, sino que busca destruir a la persona. Sobre esto último, dice Jordi Costa que no hay que escribir una crítica que no se pueda decir a la cara, y en esta película se le pone rostro a las habitaciones de hotel y a los W.C. Magnífica idea para fomentar el civismo. Por último, como los juglares, las novelas y las canciones, Casi 40 habla, con nostalgia, del amor. Porque es verdad que cuando tienes cierta edad, piensas sobre el amor en pasado. Si eres amigo de Trueba, no dudes en ver esta película. Y si no lo eres, al menos aplaude que en España sobreviva el cine de autor.

MENTES PODEROSAS -REBELDES CON CAUSA



El adolescente como minoría marginada y oprimida. En los años sesenta, Stan Lee estaba cansado de crear orígenes para sus superhéroes de cómic -Los Cuatro Fantásticos, Hulk, Spiderman- y se le ocurrió que sus nuevos personajes podrían nacer, directamente, con superpoderes. Esos fueron los X-Men, cuyas versiones iniciales en papel eran 5 adolescentes mutantes -Cíclope, Jean Grey, el Ángel, el Hombre de Hielo y la Bestia- que, como Spiderman en sus inicios, solían enfrentarse a villanos que representaban el mundo de los adultos. Ese componente de rebeldía adolescente, que permitía que aquellos cómics conectasen con sus lectores infantiles, se perdió parcialmente en la versión cinematográfica de Fox: la necesidad de utilizar estrellas más o menos reconocidas llevó a buscar adultos para encabezar el reparto, pero aún así, los estudiantes del profesor X eran bastante jóvenes, como el Hombre de Hielo o Pícara (Anna Paquin), atractiva mutante incapaz de tocar a nadie, mucho menos a su posible novio. La protagonista de Mentes poderosas, Ruby Daly (Amandla Stenberg) también tiene poderes increíbles y tampoco se atreve a tocar a otros seres humanos. Su historia se inscribe en esa tendencia que convierte a los adolescentes en el centro del relato, y los transforma en un grupo marginado, equiparable a los afroamericanos, homosexuales, las mujeres o los mencionados mutantes de Marvel. Los vampiros de Crepúsculo, los protagonistas de Los juegos del hambre o de El corredor del laberinto, todos tienen en común ese enfrentamiento generacional, el estar apoyados en un fenómeno editorial para 'jóvenes adultos' -aquí una trilogía de Alexandra Bracken- además de un componente romántico importante. El escenario es una distopía de corte fascista, en la que niños y adolescentes son perseguidos por sus peligrosas habilidades, y en la que no se puede confiar en los adultos. Mentes poderosas propone atractivas fantasías juveniles: chavales que escapan de sus casas y de sus reglas -aquí campos de concentración- para encontrar un mundo libre sin figuras de autoridad. La película toca todas esas teclas en una historia bien contada, dirigida con efectividad por Jennifer Yuh Nelson -Kung Fu Panda 2 y 3- y bien interpretada por unos chavales guapos y simpáticos: Harris Dickinson, Miya Cech, Patrick Gibson y Skylan Brooks. Actores tan jóvenes que hacen mayor a una treintañera como Mandy Moore (y a Gwendoline Christie de Juego de tronos). La película ofrece a su público lo que se supone que quiere, una historia de maduración, con personajes identificables -que leen Harry Potter- y que buscan el primer beso, el primer amor. Hay momentos de cierta fuerza, como ese de auténtica pesadilla cuando unos padres no reconocen a su propia hija; o el romántico clímax que no desvelaré. Lo que se echa en falta en este producto impecable es, precisamente, un mínimo desequilibrio, algún apunte oscuro, algo de personalidad que aporte carisma. Algo de rebeldía juvenil.