EL INCONVENIENTE -DOS MUJERES


La crisis inmobiliaria no es más que una excusa para que dos mujeres se encuentren en El inconveniente, primera película de Bernabé Rico, nominado al Goya como director novel. En la historia, adaptada de una obra teatral de Juan Carlos Rubio, una mujer exitosa, Sara, compra un piso en Sevilla a precio de chollo. La razón, que dentro de la vivienda sigue viviendo la dueña, Lola, a cuya muerte tendrá que esperar Sara para tomar posesión del piso. Esta situación, tan real como esperpéntica, es solo el pretexto para descubrir la vida de ambas y cómo se establece una curiosa relación entre ellas. La película descansa sobre los hombros de dos estupendas actrices que aquí están especialmente afortunadas: Kiti Mánver y Juana Acosta, ambas nominadas justamente al Goya como actriz protagonista y de reparto -categorías, por otro lado, discutibles-. Poco a poco, y a través de los encuentros y las conversaciones entre ambas, iremos conociéndolas e inevitablemente, queriéndolas. La película habla de la vida -y de la muerte-, de las relaciones de pareja, de los errores y de cómo todos los planes y las expectativas se pueden ir al traste cuando ocurre lo inesperado. Hay humanidad en los dos personajes, cercanos y reconocibles, que se expresan a través de diálogos divertidos, que no esconden su origen teatral, aunque algunas frases, repetidas para marcar a los personajes -"eso tiene su gracia"- pueden llegar a chirriar por no ser demasiado naturales. Lo mismo puede ocurrir con el running gag que protagoniza el pluriempleado personaje que encarna el divertido Carlos Areces, cuyas recurrentes apariciones huyen del naturalismo y de lo cotidiano. Pero Areces cae tan bien, que es perdonable. El inconveniente funciona estupendamente por sus actores -y porque Rico sabe ponerlos en escena- y yo me quedo con la mirada de José Sacristán, que en una breve aparición consigue contar toda una historia.

ADÚ -LA FAVORITA DE LOS GOYA


Las 13 nominaciones de Adú en los Goya 2021 son seguramente merecidas. La película dirigida por Salvador Calvo -Los últimos de Filipinas (2016)- es una superproducción que impresiona en todos sus apartados, con un despliegue de localizaciones que encandila y un argumento sumamente ambicioso, que aspira a retratar las relaciones entre España y África, que son, claramente, las que existen entre el primer y el tercer mundo, el de los privilegiados y los marginados. Adú es un retrato de la desigualdad en todas consecuencias: la primera, claro, la pobreza, la inmigración, pero también la ecología -la incapacidad de los países pobres de proteger la naturaleza porque tienen otras necesidades más acuciantes- por no hablar de la infancia abandonada, las enfermedades que sufren los desfavorecidos, y, por otro lado, la falta de credibilidad de los que luchan desde el primer mundo por ayudar -el personaje de Luis Tosar- y el cuestionamiento de los problemas de los privilegiados -el personaje de Anna Castillo-. Hay un plano, casi poético, que pone en relación las dos realidades que retrata este film: vemos al pequeño Adú (Moustapha Oumarou), luchando por sobrevivir, mirando al cielo desde una playa y pasa un avión, donde la 'niña rica' que interpreta Ana Castillo viaja cómodamente con unos auriculares de marca. Decía que Adú se merece sus nominaciones porque brilla en la dirección de Javier Calvo -impecable y con buenas soluciones visuales-, tiene un sólido guión de Alejandro Hernández -aunque pienso que las tres tramas que conviven en la historia, se estorban-; una excelente fotografía de Sergi Vilanova Claudín que saca partido de los escenarios y paisajes africanos; además de la música de un contrastado Roque Baños, un lujoso diseño de producción, la dirección artística, el sonido, el montaje y el maquillaje y la peluquería. También están nominados los actores, Álvaro Cervantes y el joven Adam Nourou, que hace milagros con un personaje que llega tarde a la trama. No están nominados Luis Tosar y Anna Castillo, pero sabemos que son intérpretes contrastados, por lo que resulta difícil encontrarle defectos a una cinta que ha sido además la quinta más taquillera en un año complicado por el covid. A pesar de todas estas virtudes, me atrevo a cuestionar una sola de esas 13 nominaciones a los Goya: la de mejor película. ¿Por qué ? La razón es personal, claro, y es difícil de definir: todo está bien en esta gran producción española, pero el conjunto no me convence, quizás, porque parece demasiado medido, la pobreza y la miseria resultan demasiado estéticas y el tema abordado es amplio, complejo, e inabarcable. Creo que Adú se pierde en demasiadas historias: la subtrama de los guardias civiles investigados por la muerte de un inmigrante -que se anticipa a Antidisturbios- se queda en la superficie al ser un apéndice de las dos tramas principales, la del niño protagonista y la de Luis Tosar. A la primera le sobran peripecias -solo el viaje en avión habría sido una película entera- y la segunda nos deja con ganas de ver más sobre la relación entre padre e hija.

ENORME -PADRE Y MADRE


Sorpresa y frescura son las dos sensaciones que despierta una película como Enorme. Se trata de una comedia francesa firmada por la directora Sophie Letourneur que nos presenta a una peculiar pareja: Claire Girard (Marina Föis) es una exitosa pianista, siempre de gira, casada con su representante y secretario personal, Frédéric (Jonathan Cohen). Ambos son como la noche y el día: ella es callada, retraída y se deja llevar, él habla hasta por los codos y está tomando decisiones constantemente, siempre en movimiento. Este contraste de la pareja protagonista -y el estupor que provocan en los que los rodean- es el principal ingrediente cómico de la película, que se define, creo yo, en dos momentos al principio de la trama. Primero, Fred se presenta en un hotel bajo el nombre de Claire, creando cierta confusión en el personal, pero sobre todo definiendo su relación con su mujer -él hace y decide todo por ella- y estableciendo la dinámica de la trama: Fred vivirá el embarazo como si fuese él la madre. Luego, Fred decide que Claire debe tocar, por primera vez, con una orquesta, y le aconseja que deje de comportarse como una solista y atienda a las necesidades del resto de músicos, peparándola quizás para su futuro papel de madre. Repleta de gags y pequeñas bromas que van desde lo costumbrista, pasando por el humor blanco, y hasta atrevidos chistes sexuales -bastante salvajes- y apelando sobre todo al humor absurdo, Enorme se ocupa también de tema complejos, como el papel del padre en la maternidad, y la frustración que puede llegar a sentir una mujer que acaba siendo un mero envoltorio para un bebé. Y ante lo excesivo de su humor, sorprende la forma realista y naturalista en la que se nos presentan las horas previas al parte. Muy recomendable.

UNO PARA TODOS -PEDAGOGÍA


Ganadora del premio José María Forqué en la categoría de Cine y Educación en Valores, Uno para todos reincide en un esquema que resulta familiar, el de un docente poco ortodoxo, enfrentado a una clase con alumnos problemáticos, cuyos conflictos nadie más había podido resolver. El héroe llega de fuera, arregla el entuerto y, en el más puro estilo del western, sigue su camino, tan solitario como antes. Uno para todos, dirigida por David Ilundain -B, la película (2015)-, descansa sobre los hombros del nominado al Goya David Verdaguer, excelente en su papel de profesor suplente, hastiado del sistema educativo y de sus funcionarios con plaza, pero dispuesto a llegar más lejos que nadie para ayudar a sus alumnos. La película toca varios de los problemas que pueden vivir los adolescentes: cáncer, acoso escolar, la integración de los inmigrantes, pero sobre todo pone el acento en cómo un profesor con mano izquierda, interés y algo de imaginación puede motivar a los jóvenes más allá de los planes educativos. Creo, sin embargo, que la película no encuentra el equilibrio adecuado entre ser un drama social sobre las deficiencias del sistema educativo público -subgénero cinematográfico en el que se han especializado los franceses tras La clase (2008) de Laurent Cantet- y un estudio del personaje principal, opción que creo más interesante y novedosa, que hubiera aprovechado todavía más las prestaciones de Verdaguer.

30 MONEDAS -FANTATERROR EN SERIE


Dice Álex de la Iglesia en el making of de 30 monedas que la serie representa la primera vez en su carrera en la que sus ideas -y las del guionista Jorge Guerricaecheverría- se han plasmado en la pantalla tal como estaban en el guión. Y eso se nota. Porque la serie de HBO es puro goce para el fan del cine de género, del terror y del fantástico. Y lo que más se disfruta es esa libertad que han tenido estos autores para plasmar unas obsesiones patentes desde El día de la bestia (1995) que pasan por H.P. Lovecraft, John Carpenter, El exorcista (1973) y la iconografía más oscura y sangrienta de la religión católica -sobre todo la medieval-, y más referentes que seguramente se le escapan al que esto escribe. Todos estos elementos aparecen en la serie cohesionados por el humor y el costumbrismo que son marca de estilo en la filmografía de esta pareja artística, a lo que hay que sumar el buen hacer de De la Iglesia detrás de la cámara y su capacidad para fabricar imágenes icónicas que se quedan en la memoria. El argumento es puro pulp -en el desarrollo de la acción se nota la influencia de Perdidos- y la gran idea original es nada menos que convertir a los que tradicionalmente han sido los 'buenos' en aterradores enemigos. Esa iglesia católica invertida -las sotanas blancas, los alzacuellos negros- es una idea tan divertida como brillante. ¿No hay algo oscuro y tenebroso en los rituales de la iglesia, en los uniformes de curas y monjas, en el gore de las imágenes del martirio de los santos? Personalmente, uno de los mayores miedos que tuve de niño es que se me apareciera la Virgen, que para mí era tan sobrenatural y aterradora como un espectro. Con todos estos ingredientes, 30 monedas es una de las ficciones en serie más entretenidas que he visto nunca. Y esos monstruos -mezcla de efectos especiales prácticos y digitales- son una maravilla.

30 Monedas arranca con un primer episodio que es, básicamente, un largometraje -de más de una hora de duración- que supone una nueva incursión de Álex de la Iglesia en un terreno que conoce de sobra y en el que mejor se maneja: el fantástico de la ya mencionada El día de la bestia (1995) o de Las brujas de Zugarramurdi (2013). Y ojo porque mi sensación es que el director se toma su historia -firmada con su guionista habitual, Jorge Guerricaechevarría- con más seriedad que nunca. El humor, siempre costumbrista, es mucho más sutil, en favor de una voluntad clara de hacer terror: el inquietante parto de una vaca que da a luz a un bebé humano; la tremenda interpretación de Carmen Machi como una madre poseída; la espeluznante criatura que acaba suelta por las calles del pueblo segoviano. El arranque del episodio es de tebeo, con una especie de zombie disparando tiros a todos el mundo para robar un extraño objeto, controlado por un misterioso cura (Francisco Reyes). De la Iglesia nos asombra con su mezcla de terror fantástico y costumbrismo autóctono -ese alcalde de pueblo, Paco (Miguel Ángel Silvestre) controlado por su ambiciosa mujer, Merche (Macarena Gómez) e introduce a un personaje que puede ser antológico, el padre Vergara, un cura boxeador -y fumador- que interpreta Eduard Fernández, cuya presencia, y mirada, llenan la pantalla. El Mcguffin argumental, esas 30 monedas que recibió Judas como pago a su traición, es digno de Indiana Jones.

En el segundo episodio, 30 monedas se revela como 'la película de terror de la semana'. Álex de la Iglesia, al que intuimos pasándoselo muy bien, crea una historia sobre güijas, posesiones, y sacerdotes malignos capaces de comunicarse espiritualmente. Hay ideas maravillosas, como la capacidad de la adolescente, que ha estado 'al otro lado', de ver el aura de la gente y predecir sus muertes. Cine fantástico, de terror y gore, todo en uno, y en una serie de televisión.

El espejo es un estupendo capítulo que profundiza en la mitología de la serie, cada vez más clara, pero que además introduce un elemento episódico que marca el argumento central, el espejo que aparece en el título. En el cine de terror hay más de una superficie reflectante maldita y aquí Álex de la Iglesia y Guerricaechevarría demuestran conocer bien el género evitando que la historia suene a ya vista. El dichoso espejo crea situaciones inquietantes y un jump scare en toda regla. Pero además, el guión brilla por el mencionado sentido del humor soterrado, muy sutil: el accidente que sufre el farmacéutico mientras lleva una tarta de bodas; el fotógrafo del pueblo que manda a sus clientes al Mediamarkt; la iglesia vacía del padre Vergara, mientras todo el pueblo se divierte en una hortera boda por lo civil.

Recuerdos es otro buen capítulo, que se convierte en una muy interesante entrega sobre exorcismos, sobre el demonio y que desvela muchos de los misterios de 30 monedas, enganchándonos inevitablemente. La exploración del pasado del padre Vergara, nada menos que en el Vaticano, y el descubrimiento del que es el gran villano de la función, el Cardenal Santoro, estupendamente interpretado por Manolo Solo. Atención a la reflexión sobre la naturaleza de Dios, del Diablo y sobre el determinismo ¿Tiene el ser humano libertad de elección? Esa es la clave argumental de 30 monedas.

Estupendo episodio El doble, con un inquietante Víctor Clavijo como el marido misteriosamente revivido de Elena, y María Jesús Hoyos como una fantástica bruja con poderes muy curiosos y terroríficos. Aparece además un monstruo que es un deliriochentero entre Lovecraft y La cosa de Rob Bottin. Acción, terror, suspense y ese toque costumbrista, de España profunda, de crónica negra, que protagoniza Paco Tous.

Guerra Santa es una entrega que se ocupa de hacer progresar las tramas abiertas, lo que no significa que deje de aportar sorpresas: el padre Vergara en Alepo; la secuencia de sueño en un supermercado con las tres vecinas cotillas verdaderamente diabólicas; el cardenal Santoro cada vez más inquietante en el uso de sus extrañas habilidades; la prueba de que Álex de La Iglesia rueda los polvos como nadie; más acción con otro ‘zombie’ misterioso; la aparición de dos nuevos personajes -quizás, gratuitos- y una secuencia estupenda con Antonio -magnífico Javier Bódalo- haciendo de Renfield.

La caja de cristal es un entretenido juego que busca reunir a todos los personajes -desperdigados durante la trama- de nuevo, en el pueblo donde todo comenzó, en clara preparación para un gran final. Todo el pueblo se queda, literalmente, embotellado en Pedraza a la espera del desenlace. Y vaya desenlace. El último episodio de 30 monedas supera los 60 minutos de duración y salta en el tiempo a una nueva situación: esa 'contra iglesia' que dirige el Cardenal Santoro se ha apoderado del pueblo, y el trío formado por el padre Vergara, el alcalde Paco y la veterinaria Elena, forman una especie de pequeña resistencia. De la Iglesia y Guerricaechevarría 'cierran' las tramas que han abierto, aunque sin condenar del todo a sus personajes a finales monolíticos: podemos tener esperanzas de una segunda temporada. Y sobre todo creo que los autores están más interesados en ofrecer nuevas ideas -el conjuro de Vergara para controlar a una paloma: la mejor forma que he visto de justificar los siempre presentes planos aéreos desde un dron de la ficción actual-, imágenes sugestivas -Paco corriendo por los tejados el pueblo-, acción -esa pelea a lo Sam Raimi entre Paco y la anciana milenaria convertida en araña- por no hablar de las fantásticas escenas del ritual de Santoro, con esos extraños símbolos, los corderos crucificados, las cabezas de los cerdos.

TRES DEL INFIERNO -ASESINOS NATOS


Rob Zombie firma en Tres del infierno el cierre de una trilogía que quizás no necesitaba serlo. Tras La casa de los 1000 cadáveres (2003) -estupendo divertimento- y la superior Los renegados del diablo (2005), esta tercera entrega pierde capacidad de sorpresa y nos muestra de nuevo a Baby, Otis y el Capitán Spaulding, resucitados, porque sí, para vivir una nueva serie de asesinatos, persecuciones policiales y fugas. Entre la road movie y el film de psycho killers, Zombie hace un remake de Asesinos Natos (1994), de serie B, lo que podría ser una buena idea, pero le falta la inspiración, la garra, de sus películas anteriores para que el resultado sea del todo satisfactorio. Este volver a caminos ya transitados -y quizás superados tras The Lords of Salem (2012)- no ofrece más alicientes que las señas de identidad del director y músico. Violencia seca, sentido del humor pero no ironía, amor por las viejas películas de terror y la admiración por los actores, a los que deja brillar, características que le emparentan con Quentin Tarantino, y que le permiten exprimir a intérpretes de carácter como Bill Moseley, Richard Brake, y su pareja, Sheri Moon Zombie -que aquí parece sobreexplotada con respecto a sus capacidades- o el fallecido Sid Haig, que recibe aquí un sentido homenaje. Tres del infierno tiene todos los ingredientes del grindhouse: humor, violencia, y sexo. Mezcla con descaro el morbo que despiertan psicópatas como Charles Manson con la estética del día de muertos mexicano, la lucha libre, el home invasion con el spaghetti western. Zombie no vive sus mejores momentos artísticos -quizás comienzan a pesarle la falta de oportunidades para producir sus películas- pero su film no deja de ser un estupendo ejercicio de entretenimiento para los fans del género.

EL ARTE DE VOLVER -NO CONFUNDIR CON UN MELODRAMA

Pedro Collantes escribe y dirige El arte de volver, estupendo film apoyado en una perfecta Macarena García. La protagonista de la historia es Noemí, una aspirante a actriz que vuelve a Madrid tras probar suerte en Nueva York. A su regreso vivirá una serie de reencuentros que la harán darse cuenta de todas las cosas que se ha perdido. Lo primero que hay que alabar del trabajo de Collantes, es que la premisa planteada se prestaba para un melodrama lacrimógeno repleto de frases profundas sobre la vida y las oportunidades perdidas. Pero el guión sortea con inteligencia este escollo, con una serie de elementos que me parecen inteligentes. El primero es el humor: cada escena, en la que la protagonista se enfrenta a un conflicto, tiene un elemento cómico desestabilizador: el incómodo error en el regalo a la hermana; la ironía del personaje que interpreta un eficaz Nacho Sánchez; el gato de la suerte chino que desencadena el drama con una vieja amiga (Ingrid García Jonsson); la idea de mentirle al pobre conductor rumano (Luka Perôs). Todos estos elementos permiten que el drama y la comedia convivan, y evitan que los conflictos de Noemí se conviertan en tragedias que no son tales. Ese empeño voluntario en alejarse de la lágrima fácil se hace explícito en la subtrama de metaficción que propone una serie de televisión -folletinesca a todas luces- que Noemí podría protagonizar como actriz. Titulada, precisamente, El arte de volver, los personajes cuestionan la 'cursilería' de dicho título, de forma autoconsciente. Luego está la manera en la que Collantes evita tropezar con la inevitable trama amorosa -tema recurrente y manido- dejando al interés romántico de Noemí siempre fuera de campo. Por último, la gran escena dramática de la película, es presentada de una forma seca, cotidiana, sin el más mínimo exceso. Todos estos elementos alejan la historia del melodrama facilón. El arte de volver, por cierto, no nos habla de emigrar -tema sí presente en el personaje del conductor rumano- sino de la vida entendida como una serie de caminos que se van cerrando hasta que no nos quedan más desvíos que esa recta final que el entrañable personaje del abuelo (Celso Bugallo) encara con humor -esos montajes que hace cuando descubre cómo utilizar un smartphone-. Que Noemí se haya ido lejos, es solo una excusa dramática para hablarnos del paso del tiempo y de cómo la vida sigue, aunque intentemos huir de ella. Noemí se niega a madurar, aunque tenga que enfrentarse a personas, oportunidades y situaciones que inevitablemente se han quedado atrás. Y la demostración de que Collantes no busca dar lecciones es ese final abierto, con el objetivo de la cámara fijo sobre el rostro vulnerable y frágil de Macarena García.

LA REINA DE LOS LAGARTOS -SPACE OPERA DE ANDAR POR CASA


L
o mejor que se puede decir que una propuesta como La reina de los lagartos es que es extraña. No solo por su argumento peculiar, sobre una extraña pareja formada por una madre soltera -o separada- terrestre, Bruna Cusí, y un extraterrestre venido de otro planeta, interpretado por el gran monstruo -literal- del cine español e internacional, Javier Botet. Dirigida por el dúo Burnin' Percebes -Fernando Martínez y Juan Gonzálezla extrañeza de la película se expresa también en su formato, rodada en cine Súper 8, lo que influye seguramente en la narrativa: el formato es cuadrado, la fotografía tiene grano, los encuadres suelen ser abiertos -predomina el plano general- y los movimientos de cámara, son mínimos. Una estética interesante, vintage, underground, que obliga a contar esta pequeña historia en breves episodios de corte costumbrista, que apelan a lo cañí, pero evocando la ciencia ficción  de una space opera a través de los diálogos, lo que nos obliga a imaginar un planeta habitado por lagartos inteligentes que ha decidido visitar nuestro planeta. El humor del film está en que esta desquiciada propuesta es asumida por todos los personajes de una forma absolutamente natural. Excepto por el cura (Roger Coma), claro.

SAINT MAUD -FERVOR RELIGIOSO


El terror psicológico coloca al espectador ante la duda de si lo que ve en la pantalla ocurre 'realmente' o solo dentro de la mente de la protagonista. La presencia de un asesino como Jason Voorhees es indiscutible, tampoco hay duda de la existencia de un ser de los sueños como Freddy Krueger -aunque los adultos no crean en su existencia-. Pero sospechamos que las presencias que percibe Carole (Catherine Deneuve) en Repulsión (1965) son el producto de un trastorno psíquico. En este sentido, Saint Maud -ópera prima de la británica Rose Glass- no propone nada nuevo. Las ideas delirantes de la enfermera Maud -estupenda Morfydd Clark- parecen haber salido de una mente que ha perdido contacto con la realidad... o no. Lo interesante de la historia que propone Glass es que Maud no cree ser perseguida por fantasmas o demonios, ni teme ser poseída por el Diablo. Maud cree que habla con Dios. Como Juana de Arco, nadie se la tomará en serio, y ella misma decidirá emprender una misión 'divina': salvar el alma de Amanda (Jennifer Ehle), una bailarina con cáncer terminal. Saint Maud ofrece el esperado catálogo de sustos, truculencia y gore de una película de género, y además, las peculiares características de su personaje permiten un discurso retorcido y oscuro sobre la moral -hipócrita- de nuestra sociedad y sus vicios: Amanda fuma y bebe sin parar y, además, es lesbiana. Todo eso choca con los valores católicos extremos de Maud, que verá al mismísimo demonio en la persona a la que debe cuidar. De atmósfera opresiva y con más de una escena brutal, Saint Maud, es una contundente propuesta que dejará su huella en el espectador, aunque quizás se habría beneficiado optando por quedarse en la ambigüedad, antes que tomar partido sobre si la historia que hemos visto es real o fantástica.