No se puede ocultar que la tercera temporada de Fargo parece una reiteración de lo contado en las anteriores entregas (y en el film original), pero tampoco se puede negar su grandísima calidad. El show runner, Noah Hawley -guionista de todos los episodios y director del primero- recupera el tono de la temporada inicial y por tanto el de la película de los hermanos Coen de 1996. Es más, el autor reutiliza prácticamente el mismo esquema argumental, pero se las arregla para que el resultado sea novedoso y hasta sorprendente. Comento a continuación lo último de Hawley -talento a seguir, tras Legion-, aviso, con algunos spoilers y me propongo, incluso, ofrecer una interpretación de su final. Veamos. La narración de Fargo se ocupa de nuevo de crímenes que implican a personas comunes casi por accidente: Ray Stussy (Ewan McGregor) -un pringado en la línea de Jerry Lundegaard (William H. Macy), Lester Nygaard (Martin Freeman) y Ed Blumquist (Jesse Plemons)- forma pareja con Nikki Swango (Mary Elizabeth Winstead) -ambos se conocen, por cierto, como los héroes de Arizona Baby (1987)-. A los dos se les va de las manos lo que tenía que ser un simple robo, por confiar en el típico criminal chapucero (Scoot McNairy). Paralelamente, los empresarios Emmit Stussy (Ewan McGregor) y Sy Feltz (Michael Stuhlbarg) han pedido un préstamo a una entidad desconocida que acaba haciéndoles una OPA hostil, y que se revela como un sombrío imperio criminal capitaneado por el misterioso V.M. Varga (David Thewlis). Tenemos así dos elementos argumentales muy importantes. Por un lado, la casualidad: la mortal confusión de identidades por la coincidencia del apellido Stussy, que desencadena la historia policial; o que Nikki y Ray se dediquen a jugar al póker. Por otro lado, ocurre siempre en Fargo la revelación a personajes de existencia gris, pero tranquila, de un submundo de crimen y muerte que les supera. Hay una secuencia que resume esto en el episodio The Law of Inevitability. Mientras su mujer le desviste cariñosamente, en una escena cotidiana de una normalidad abrumadora, Sy Feltz, rompe a llorar. "El mundo está mal" dice. "Se parece a mi mundo, pero todo es diferente". Los crímenes y las muertes, han abierto los ojos a Sy al horror del vacío de la existencia. El velo de Maya se ha rasgado y Sy ya no podrá volver a sentir el calor de hogar en su chalet adosado lleno de modernos electrodomésticos.
Hablemos también del tono tan especial de lo que se cuenta en Fargo, producido por la contradicción entre lo narrado -muertes violentas, personajes enfrentados al fracaso y la soledad- que es absolutamente trágico, y la forma en la que suceden los hechos -a alguien le cae un aire acondicionado en la cabeza- y lo estrafalario de sus personajes -Ewan McGregor desdoblado en dos hermanos gemelos- que resulta más bien cómico. Conforme avanzan los episodios, el tono de farsa se va diluyendo según el conflicto entre los personajes se recrudece -explosiones de violencia, la paliza que recibe Nikki- y humillaciones varias -Sy obligado a beber orina por Varga-. Hawley, como los Coen, utiliza un relato criminal para contarnos algo más profundo, cuyo significado debemos esclarecer a pesar de las pistas falsas. Ese sentido oculto del relato suele personificarse en el antagonista. Aquí, el mencionado V.M. Varga es otro estupendo villano con coartada filosófica -como Lorne Malvo (Billy Bob Thornton)- la constatación descarnada de nuestra mortalidad -con un afilado discurso aristocrático- propenso a describir cada situación con deliciosas anécdotas supuestamente históricas. Varga, personaje de detalles sorprendentes -es bulímico- aparece de la nada como el demonio, se apodera de la vida de Emmit Stussy y acaba incluso abriendo sus regalos de Navidad, en la mayor violación concebible de la intimidad. Varga es un personaje muy superior a los que le rodean, a veces parece equiparable al narrador: tal es su conocimiento de lo que ocurre a su alrededor. En una escena significativa, Varga exige a un empleado de seguridad de pocas luces que le permita la entrada a las instalaciones, argumentando que el logo de la empresa de Stussy en la puerta de su vehículo es idéntico al que está impreso en la caseta del propio vigilante. En Fargo, los personajes capaces de atar cabos, de ver relaciones donde los demás perciben hechos aislados, se convierten en dueños de su destino (y suelen sobrevivir al final de la historia).
"Solo un intelectual puede creer en algo así de estúpido". Lo dice el policía Moe Dammick (Shea Whigham) el recurrente jefe de policía incompetente, limitado y machista. La frase resume el espíritu de esta ficción, en la que una mujer -Marge Gunderson (Frances Macdormand), Molly Solverson (Allison Tolman) y ahora Gloria Burgle (Carrie Coon)- es la única capaz de resolver el crimen, mientras todos a su alrededor se mueven como dormidos sin enterarse de que viven una existencia absurda, como diría Albert Camus. Burgle ve un patrón en la muerte de personas con apellido Stussy, aunque sea la casualidad la que la ponga sobre la pista definitiva, como es el encuentro con la policía Winnie López (Olivia Sandoval), que investiga un accidente de tráfico relacionado. Esta idea de la casualidad se verbaliza, creo yo, cuando el poco fiable productor cinematográfico del flashback del tercer episodio, explica su teoría sobre la vida. Howard Zinneman, interpretado por Fred Melamed -que aparece en otros Coen como ¡Ave, César! (2016) y Un tipo serio (2009)- explica que somos partículas y que solo existimos cuando chocamos con otros. Y es verdad que en Fargo la trama avanza sobre todo cuando se produce el hallazgo accidental de una pista, como el apellido Stussy en la taza de un WC. A pesar de su mayor capacidad intelectual, Gloria tendrá que sobreponerse a todo tipo de obstáculos, ya que los que la rodean son tan estúpidos que no reconocen su inteligencia: es el hilarante efecto Dunning-Kruger. La baja autoestima de Gloria se representa metafóricamente con su invisibilidad: por alguna razón no la detectan los sensores ópticos, las puertas automáticas no se abren a su paso.
Con estos personajes principales, la verdad es que Fargo se desarrolla de forma similar a las temporadas anteriores y a la propia película. Lo que no impide que la serie esté repleta de ideas y momentos brillantes. Como la utilización de Pedro y el lobo de Prokofiev que asigna a cada personaje de la serie uno del cuento -y un instrumento musical-. Así, el letal Yuri Gurka (Goran Bogdan) se identifica con el lobo -lleva una cabeza de dicho animal como sombrero-. Recordemos que el Lorne Malvo de la primera temporada también era identificado con ese depredador. No es el único guiño a la primera temporada, señalemos también que nombran a Sam Hess (Kevin O'Grady) y obviamente la reaparición de Mr. Wrench (Russell Harvard). Resaltemos además, el ya mencionado tercer episodio, que se desvía de la historia principal, para seguir una pista falsa, la del misterioso pasado del escritor Thaddeus Mobley (Thomas Mann), que en 1975 escribía novelas de ciencia ficción -ya salían OVNIS en la segunda temporada- de una space opera pre-Star Wars. Un episodio delicioso que recuerda a Gentleman Broncos (2009) y a la película dentro de la película de Argo (2012). Esto sin olvidar la fantástica -y triste- animación que recrea la novela de Mobley, sobre un robot solitario. Resaltan también los valores cinematográficos de la espectacular secuencia ralentizada de la emboscada al autobús de la prisión en Who rules the land of denial?. La tensa persecución posterior por un bosque nevado, un mini-film de supervivencia con Nikki y Wrench compartiendo destino al estar esposados el uno al otro. Los remordimientos de Emmit Stussy en una secuencia que recuerda a El corazón delator de Poe en Aporia. El tono kafkiano del tenso encuentro entre Nikki y Varga, situado en un hotel impersonal, destacando la imagen de esos hombres de negocios que llevan exactamente el mismo abrigo y maletín que él. Varga sabe camuflarse con la mediocridad, es como un fantasma. La idea febril de fabricar un falso asesino en serie, con dos modus operandi, que mata a los que lleven el apellido Stussy. Finalmente, la hermosa escena que resuelve el conflicto entre Nikki y Emmit Stussy, en el escenario de una solitaria carretera en mitad de la nada, deja muy claro el mensaje de Fargo (de la serie y de la película). En palabras de Gloria Burgle, el mundo no tiene sentido. Sin nosotros, esa carretera solitaria y ese paisaje desierto seguirían existiendo absurdamente. El único consuelo que encuentra Gloria ante esta constatación es la compañía -y el afecto- de otros en idéntica situación.
Para terminar, hay que hablar del gato de Shrödinger, teoría científica presente en el universo de los Coen de forma explícita en la película Un tipo serio (2009) -de la que Michael Stuhlbarg era protagonista- y sugerida en A propósito de Llewyn Davis (2013). El tema es introducido en esta temporada de Fargo por el fugaz personaje interpretado por Ray Wise -el padre de Laura Palmer en Twin Peaks-. Wise cuenta a Gloria una extraña anécdota sobre un soldado que, al partir al frente, firma un contrato con su novia, según el cual estarán casados durante un año siempre y cuando él vuelva con vida. De morir en combate, se haría efectivo el divorcio de forma retroactiva. Así, la mujer de la anécdota estaría casada y divorciada al mismo tiempo, durante un año, como el gato de Shrödinger está vivo y muerto dentro de la caja mientras esta no se abra. La última y preciosa escena de esta temporada, que enfrenta a Gloria y a Varga, acaba con el plano de una puerta que puede abrirse o no, lo que significa que tenemos un final feliz y uno amargo, al mismo tiempo.
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