PUÑALES POR LA ESPALDA: EL MISTERIO DE GLASS ONION -¿JUGAMOS OTRA VEZ?


Como echar una segunda partida del Cluedo, así se siente El misterio de Glass Onion, estrenada en Netflix, de Rian Johnson: los detalles son diferentes, pero las reglas del juego son las mismas que las de Puñales por la espalda (2019). Una vez más, el detective Benoit Blanc (Daniel Craig) debe resolver un enrevesado crimen y los sospechosos son un grupo de privilegiados no demasiado simpáticos. La protagonista es una joven algo desvalida: si en la cinta original fue una perfecta Ana de Armas, ahora un papel muy similar recae en una estupenda Janelle Monáe. La película se desarrolla en un registro paródico que convierte a sus personajes en caricaturas de modelos bastante reconocibles de la realidad. Si en la primera entrega Johnson hacía un ácido comentario sobre la sociedad de Estados Unidos, clasista y muy dividida política e ideológicamente -esa división de la que se ha quejado Joe Biden recientemente- ahora el director y guionista coloca la diana de sus dardos en la sociedad mediatizada por las redes sociales y en la nueva forma de entender el éxito y, por tanto, el sueño americano. En el centro de la trama está el multimillonario emprendedor Miles Brown (Edward Norton), un trasunto de Elon Musk, del que todo el mundo se hace la pregunta del millón: ¿Es un genio o un imbécil? Le acompañan una celebrity venida a menos por los escándalos mediáticos (Kate Hudson), un streamer machista y aficionado a las armas (Dave Bautista), o una política (Kathryn Hahn), entre otros. Todos, de alguna forma, se relacionan con la fama, se deben a la popularidad y a la tiranía de las audiencias, dependen del like de los seguidores, de la voluntad de los votantes o de los accionistas. En una mansión imposible, aislada, Johnson juega a los 'diez negritos' y ensaya un simulacro del fin del mundo con pandemia incluida y preguntándose qué ha sido de la cultura y de las verdaderas obras del arte ¿Se han convertido en un objeto de consumo más? Si bien es cierto que la película se presta a reflexiones interesantes, no por ello deja de ser un estupendo divertimento, de estética atractiva que se apoya en un guión minucioso y repleto de giros argumentales y sorpresas, además de en el innegable carisma de sus actores. 

BROKER -OTRO ASUNTO DE FAMILIA


El director japonés Hirokazu Koreeda demuestra una increíble capacidad para emocionar en su película Broker. La cinta ha sido rodada en Corea del Sur, con actores surcoreanos, lo que permite el feliz encuentro con Song Kang-ho, que encabeza un elenco que en la historia acaba formando una pequeña familia. En la misma línea que la aclamada Un asunto de familia (2018), Koreeda nos muestra a un grupo de personajes en los márgenes de la sociedad, que se acaban ganando nuestro corazón gracias a la mirada humanista del director. Ojo porque estos personajes son responsables de delitos y crímenes difíciles de defender: abandono de niños, tráfico de bebés, prostitución e incluso asesinato. Pero el japonés y sus actores logran que veamos a estos personajes como seres humanos rotos, víctimas de sus decisiones pero también de sus circunstancias, sin redención posible -tendrán que pagar por sus pecados- pero resignados a seguir viviendo intentando ser felices en la medida de lo posible manteniendo una cierta ética personal: en ese sentido, el gran hallazgo del film es el personaje Song Kang-ho, en el que adivinamos conflictos y problemas sin solución, lo que no le impide disfrutar de pequeños placeres fugaces, como la comida o el agradable calor de los rayos del sol. La historia de la película parte de un hecho real, la existencia en Corea de 'cajas' para bebés, en las que las madres que deciden abandonar a sus hijos pueden depositarlos sin que corran peligro e incluso recibir ayuda. Esta idea permite que el argumento gire alrededor del abandono, de la responsabilidad de ser padres y madres, del amor, y propone de forma muy curiosa -ya lo hacía en la mencionada Un asunto de familia- que en la vida se pueden formar otros grupos familiares apelando a la bondad y a la solidaridad de los perdedores. Una película agridulce pero luminosa.

LAS MEJORES PELÍCULAS Y SERIES DE 2022



Que vivan las listas (de cine). Espero perdonéis la anécdota personal, pero estos días estoy leyendo una vieja edición del clásico El cine según Hitchcock, que perteneció a mi suegro, y en sus páginas, algo frágiles ya, he descubierto que, como todo cinéfilo, el padre de mi mujer iba marcando las películas que había visto de la filmografía del director de Psicosis (1960) -¡Entonces incompleta!-. La identificación es inevitable porque yo también lo hago y me rompe el corazón pensar en los films que se quedarán también sin tachar en mis propias listas. Ahora que muchos han criticado la elección de las 100 mejores películas de la historia del cine de la revista Sight and Soundme parece importante reivindicar las listas, que me parecen parte importante de la esencia de la cinefilia: ese compartir las películas que más nos han gustado del año -o de la vida- enriquece y crea un credo común que nos convierte en una comunidad. Las listas de expertos, estudiosos y críticos nos indican el camino a seguir -o no- y quizás, la de la citada revista británica ha servido para decirnos que hay que creer, pero no ser dogmáticos. Las listas de toda la vida -esas que siempre encabezaban Ciudadano Kane o Vértigo- estaban sesgadas por género, época, nacionalidades y elitismos absurdos. Que se lo digan a Mark Cousins. Pero eso no quiere decir que las listas no sean necesarias, interesantes y divertidas. Yo seguiré tachando películas en las mías el tiempo que me quede de vida y mientras el cine, tantas veces asesinado, no muera definitivamente. Dicho esto, lo que sigue es una relación de las películas y series que más me han gustado este año. No sé si son las mejores. Seguro que echaréis de menos algunas: no puedo verlo todo y eso es especialmente cierto en cuanto a las series. ¡Pero es que tengo dos hijos! Y espero disculpéis que, en este maravilloso año cinematográfico, haya ampliado mi selección, de 10 a 15. Gracias por leer y no dejéis de ir al cine.

Las mejores películas internacionales de 2022

1. La peor persona del mundo de Joachim Trier

2. Licorice Pizza de Paul Thomas Anderson

3. Drive My Car de Ryûsuke Hamaguchi

4. Un héroe de Asghar Farhadi

5. Aftersun de Charlotte Wells

6. Apolo 10 1/2 de Richard Linklater

7. Top Gun: Maverick de Joseph Kosinski

8. Elvis de Baz Luhrman

9. Armageddon Time de James Gray

10. Close de Lukas Dhont

11. ¡Nop! de Jordan Peele

12. Todo a la vez en todas partes de Dan Kwan y Daniel Scheinert

13. La isla de Bergman de Mia Hansen-Love

14. Blonde de Andrew Dominik

15. Mass de Fran Kranz

Las mejores películas españolas de 2022

1. Alcarràs de Carla Simón

2. Pacifiction de Albert Serra

3. Un año, una noche de Isaki Lacuesta

4. Modelo 77 de Alberto Rodríguez

5. As bestas de Rodrigo Sorogoyen

6. Suro de Mikel Gurrea

7. La consagración de la primavera de Fernando Franco

8. Girasoles silvestres de Jaime Rosales

9. Unicorn Wars de Albert Vázquez

10. Camera Café, la película de Ernesto Sevilla

11. Cinco lobitos de Alauda Ruiz de Azua

12. La maternal de Pilar Palomero

13. El agua de Elena López Riera

14. Mantícora de Carlos Vermut

15. Voy a pasármelo bien de David Serrano

Las mejores series de 2022

1. Separación de Dan Erickson

2. Better Call Saul de Vince Gilligan y Peter Gould

3. La ciudad es nuestra de David Simon y George Pelecanos

4. Dhamer de Ryan Murphy y Ian Brennan

5. Barry de Alec Berg y Bill Hader

6. El gabinete de curiosidades de Guillermo del Toro, de Guillermo del Toro

7. El Pacificador de James Gunn

8. Euphoria de Sam Levinson

9. Afterlife de Ricky Gervais

10. Apagón de Fran Araújo

EO -MALTRATO ANIMAL


La estupenda Eo del polaco Jerzy Skolimowski es una obra claramente inspirada en el clásico Al azar, Baltasar (1966) del maestro Robert Bresson, considerada una de las mejores películas de todos los tiempos. Ambas obras comparten premisa, un burro sirve de excusa para mostrar diversas historias humanas, ideas y temas, pero poco más. El planteamiento estilístico y sobre todo, el punto de vista narrativo, cambia completamente. En la película de Bresson, el animal se convierte en una suerte de santo que recibe en su cuerpo de bestia de carga todos los pecados de la humanidad y acaba muriendo como un mártir. El burro de Skolimowski, Eo, también sufre lo suyo y me parece que el polaco lo utiliza como contraste: la pureza de la naturaleza, la nobleza animal, se contrapone a una serie de retratos en los que el género humano no sale bien parado. Eo es también una road movie que sigue las desventuras del burro por diversos paisajes -estupendamente retratados por un equipo de tres directores de fotografía coordinados por Michal Dymek- que además va pasando de dueño en dueño. Una sucesión de escenas en las que nos hablan del maltrato que sufren los animales y también de la violencia entre los propios seres humanos, la del racismo, la xenofobia y el extremismo. En muchos momentos la película se acerca al documental, casi no tiene diálogos y Skolimowski juega con las imágenes y la música, en una línea experimental que recuerda a la seminal El hombre de la cámara (1929) y sus herederas, como Koyaanisqatsi (1982) o incluso 
a los momentos psicodélicos de 2011: Una odisea del espacio (1968). Eo es una maravillosa experiencia cinematográfica que demuestra que el cine no necesita una historia para emocionar, sorprender y transmitir mensajes.

AVATAR: EL SENTIDO DEL AGUA -EL IMPERIO CONTRAATACA


¿Qué le pedimos a una experiencia cinematográfica? En 2022, tras una terrible pandemia, cuando parece que necesitamos una excusa para abandonar el sofá y trasladarnos a una sala de cine, James Cameron insiste en apostar por las tres dimensiones como revulsivo. No creo que nadie más piense que la tecnología 3D pueda imponerse en las salas y ser la norma, tras extinguirse la moda poco después del estreno de Avatar en 2009 y aunque nos haya dejado experiencias tan bonitas como La invención de Hugo (2011) o incluso Gravity (2013). ¿Pueden, 13 años después, esas mismas gafas devolver a las familias a las salas? Parece claro que hacen falta grandes acontecimientos para revitalizar la taquilla y quizás, solo quizás, James Cameron será capaz de lograrlo. Aparte del fenómeno que puede suponer la nueva película de la saga, bendecido incluso por Carlos Boyero, crítico que no tiene reparos en decir que quedó dormido durante la película, hablemos entonces de la obra en sí. Lo malo es que hay poco que decir. Avatar: El sentido del agua es una continuación directa de la película de 2009 y se puede decir que ha heredado todos sus valores y sus defectos. Incluso, ha heredado las mismas reacciones de la crítica especializada. Visualmente, lo que propone Cameron sigue siendo novedoso, a pesar de tratarse de una secuela estrenada 13 años después. La tecnología diseñada para contar la historia que ha ideado el director de Abyss (1989) y Titanic (1997) es impresionante. La película es más que nunca una cinta de animación, ya que se reduce el número de humanos en la historia. Poco importa. Los famosos na'vi resultan más reales y en mi opinión expresan de maravilla las emociones de los actores de carne y hueso que hay debajo de sus pieles azules digitales. El sentido visual de Cameron, aunque siempre apegado a la narrativa clásica, es muy efectivo, y hay escenas deslumbrantes. El argumento es sencillo y quizás demasiado conservador: nos presenta a los personajes, los introduce en un nuevo mundo -una región marina de Pandora que es espectacular- y luego deja que los conflictos estallen. Todo funciona, pero también es cierto que la trama recuerda demasiado al primer Avatar. Cameron introduce una nueva generación de personajes, deja un tanto de lado a los protagonistas de la primera entrega y dedica una gran cantidad de metraje -recordemos que esto dura 190 minutos- a desarrollar al villano interpretado por Stephen Lang, que me parece de largo lo más interesante de la función. Avatar ya tiene a su Darth Vader. Cameron sigue el camino de George Lucas e imprime en su relato un trasfondo de mitos y temas de calado cultural: ahí está el western, la persecución de los nativos americanos, la guerra de Vietnam, el militarismo y el imperialismo estadounidenses, la conciencia ecológica, Moby Dick y Tiburón (1975), por no hablar de ideas religiosas, místicas y hasta bíblicas como la inmaculada concepción, todo con un envoltorio de ciencia ficción y fantasía desbordada. En resumen, la nueva Avatar es una experiencia en salas imprescindible, de la que se puede esperar más o menos las mismas sensaciones que tuvimos con la original. Y si no te gustó aquella, esta, posiblemente, tampoco te convencerá.

AFTERSUN -MEMORIA REVELADA


He leído alguna vez -no sé si será cierto- que cuando recordamos, en realidad, nuestra memoria no refleja el hecho real que vivimos, sino que su referencia es el último recuerdo que tuvimos de aquella experiencia. Una memoria de la memoria. Así, los recuerdos se van desdibujando, nos esquivan, se transfiguran, hasta que no podemos saber si lo que recordamos es real o ficción. En la magnífica Aftersun, la directora debutante Charlotte Wells construye un impresionante film que intentan recrear cómo recordamos las cosas. Y el resultado es emocionante y sobrecogedor. La propia directora ha dicho en varias entrevistas que comenzó el proyecto como un relato autobiográfico que ha acabado siendo pura ficción. En la película, Wells se vale de una cuidadísima puesta en escena de planos que esquivan a los personajes y sus acciones, en los que el que habla queda fuera de campo, o en los que el personaje principal aparece de espaldas, desenfocado, al fondo del encuadre. Porque ese padre, Calum (Paul Mescal), que se ha llevado a su hija, Sophie (Frankie Corio), de vacaciones a Turquía es el gran misterio que el relato plantea. Sophie intenta recordar a su padre, pero los detalles de quién era, sus motivos, sus posibles razones, se le escapan. Aftersun es una película que ocurre en el limbo temporal que es el verano, donde nada pasa pero el camino hacia la madurez comienza. Una película hecha de temblorosos vídeos domésticos, canciones que se mezclan, imágenes refractadas bajo el agua, reflejos en la pantalla de una vieja tele de tubo en una habitación de hotel... una película que se va revelando como una antigua foto tomada con una cámara Polaroid. Y en el centro del relato, la maravillosa relación entre un padre y una hija, interpretados por dos actores capaces de transmitir humanidad y afecto. Cuando ya expira este 2022, se estrena una de las mejores, más emocionantes y devastadoras películas del año.

EL PEQUEÑO NICOLÁS -INFANCIA Y NOSTALGIA


En 1959, el guionista René Goscinny -creador de Asterix- y el dibujante Jean-Jacques Sempé trajeron al mundo al pequeño Nicolás, entrañable personaje de la literatura infantil, muy popular en Francia, que ha traspasado fronteras y generaciones. Protagonista de 5 libros -y varios más tras la muerte de Goscinny- el personaje salta de nuevo a la pantalla grande -hay un par de películas de acción real y una serie animada- en una preciosa adaptación que no solo nos cuenta las deliciosas aventuras del pequeño, su familia y sus amigos, sino que narra también quiénes son Goscinny y Sempé y nos muestra cómo crearon al personaje. La película, dirigida por Amadine Fredon y Benjamin Massoubre, es una obra luminosa que produce un agradable calorcillo en el corazón. Os reto a verla sin una sonrisa en la cara. Por un lado se nos cuenta la historia de los dos artistas, que es la de una hermosa amistad y la de dos tipos apasionados por su trabajo, y que también es el retrato nostálgico de una época, la de esos años sesenta en el París pop de la Nouvelle Vague. Y de la mente y la pluma de los dos autores van saliendo breves estampas de vida cotidiana, la del pequeño Nicolás al que veremos con su familia, con su pandilla en el colegio y hasta con alguna niña, e incluso en una escapada veraniega. Todo con un tono de humor costumbrista que se vale de la perspectiva infantil para hacernos reír sin remedio. También soltaremos alguna lagrimilla, cuando la película afronta el siempre difícil tema de la muerte, mostrándonos cómo, necesariamente, todo tiene un final, aunque los amigos vivan siempre en el recuerdo y las grandes obras, como El pequeño Nicolás no envejezcan.

PINOCHO DE GUILLERMO DEL TORO -SIN HILOS


Cada película animada con la técnica de stop motion -fotograma a fotograma- es un milagro y la versión de Pinocho salida de la cabeza de Guillermo del Toro -estrenada en Netflix- es un precioso regalo. El director mexicano es un friki de la animación artesanal que ha contado con los mejores animadores y artistas -codirige Mark Gustafson-  para llevar a cabo su visión de un personaje cuya imagen canónica sigue siendo la del clásico de Disney de 1940. El resultado es, visualmente apabullante, precioso, una gozada, a pesar de algunas incoherencias estilísticas que quizás se pueden achacar al trabajo coordinado de diferentes estudios de animación. Aún así, la obra que cobra vida en la pantalla tiene la huella de Del Toro y sus señas de identidad aparecen claramente. Al clásico relato sobre Pinocho, en el que un muñeco de madera cobra vida para alegría del solitario Geppetto (David Bradley) se le agregan un tema de fondo: el fascismo, que aparece ya en cintas dirigidas por el mexicano como El espinazo del Diablo (2001), El laberinto del Fauno (2006), relacionadas estas también con el universo infantil, y en la oscarizada La forma del agua (2017). La trama ocurre en la Italia de los años 30 y Pinocho acaba convertido, claro, en una marioneta del autoritarismo. El personaje que nos presenta Del Toro es un niño rebelde, un pequeño salvaje que se niega a seguir las normas y que, como el Pinocho de toda la vida, debe encontrar esa brújula moral que le devuelva a los brazos de su padre adoptivo. Aquí Geppetto es un personaje más trágico, con más sombras y el relato incide, con más ahínco de lo acostumbrado en una cinta familiar, en el problema de la muerte, curiosamente inevitable para todo el mundo, menos para el propio Pinocho (Gregory Mann). Los dos personajes principales brillan y son muy humanos, acompañados de un excelente Grillo interpretado por Ewan McGregor. En su línea, Guillermo Del Toro imprime en el relato momentos de terror: cuando Pinocho cobra vida, se retuerce en posturas imposibles que le acercan a los monstruos de buen corazón que suelen poblar la filmografía del mexicano, que además nos regala una imaginería fantástica marca de la casa en el diseño del hada madrina (Tilda Swinton). La propuesta se redondea con una excelente música de Alexandre Desplat que le ha valido la nominación a los Globos de Oro a la mejor banda sonora y canción original.

MANTÍCORA -EL SUEÑO DE LA RAZÓN


Hay películas que, en realidad, no quieres ver, pero que son obras imprescindibles. La mayoría de ellas son obras maestras. No diría tanto de Mantícora, de Carlos Vermut, cinta tan perfecta y pulida como áspera e incómoda. Quizás mis reservas para colocarla en el altar del mejor cine se deben, precisamente, a mi sensibilidad moral (personal). El argumento nos presenta a  un protagonista, Julián, magníficamente interpretado por Nacho Sánchez, al que, en secuencias, creo que consecutivas, veremos convertirse en un héroe y luego en un monstruo. Con ambas caras del personaje nos veremos obligados a convivir durante un metraje que se hace casi insoportable en un ejercicio de tensión hitchcockiano: sabemos más que los que rodean al personaje principal y nos preguntamos constantemente cómo van a reaccionar al descubrir la terrible verdad (y qué consecuencias tendrá ello para Julián). En estas, plantea Vermut una historia de amor que resulta inquietantemente contaminada por lo que sabemos, mientras nos interrogamos dolorosamente sobre si un monstruo puede ser alguien capaz de amar y por tanto, de redimirse. La respuesta está en el arte. ¿Sabemos diferenciar la realidad de la ficción? ¿Es inmoral perpetrar virtualmente un acto deleznable? ¿Se puede ser un monstruo solo en la ficción? Julián crea monstruos digitales para videojuegos, criaturas supuestamente terroríficas que parecen salidas de Avatar (2009) de James Cameron o de una cinta de Guillermo del Toro, autor para el que muchos monstruos son, en el fondo, más humanos que los hombres. Como el doctor Frankenstein, lo verdaderamente monstruoso que hace Julián es crear a un ser humano. Desde hace décadas, los terrores clásicos como Drácula o el atormentado Hombre Lobo, ya no dan miedo, y tipos como Freddy Kruegger o Jason Voorhees han acabado siendo iconos pop, porque desde Psicosis (1960) el verdadero miedo es asomarse al interior del ser humano. Cuanto más se parezca a nosotros, peor. Pero lo que nos pregunta Vermut es si un artista puede ser condenado junto a sus monstruos, solo por imaginarlos, y propone tres ejemplos de los más grandes: el pintor Francisco de Goya, el director de cine David Cronenberg y el mangaka Junji Ito. ¿Son estos genios monstruos por fabricar imágenes que nos sobrecogen y que nos desvelan por las noches? ¿Lo es Carlos Vermut?

MUNDO EXTRAÑO -PECADOS DE NUESTROS PADRES


Nada malo puede salir de una obra inspirada en Viaje al centro de la tierra y 20 mil leguas de viaje submarino de Julio Verne y Mundo extraño es pura aventura y sentido de la maravilla. Su inicio remite a eso mismo, a la novela de aventura, a la ficción pulp y al tebeo pre superhéroes. La animación, como siempre en Disney, es apabullante, colorida, con personajes de diseño cartoon, pero texturas y efectos de luz hiperrealistas. Un entretenimiento perfecto para toda la familia, al que le falta, sen mi opinión, un punto de verdadera inspiración para convertirse en uno de esos favoritos que se ven en casa una y otra vez. Y es que últimamente Disney antepone el mensaje a la forma. En Mundo extraño la aventura es una mera excusa para presentar un conflicto familiar entre padres e hijos que enfrenta a tres generaciones. La primera, representada por el espíritu explorador que busca expandir sin descanso las fronteras, es el aventurero con la voz de Dennis Quaid, la segunda es la pragmática, que busca el bienestar a pesar del coste ecológico -ese granjero con voz de Jake Gyllenhaal- y por último, una tercera generación, más tolerante y abierta, que solo busca el equilibrio. Personalmente tengo que afearle a la película que se preocupe menos de entretenernos con la aventura, que de dejar claro estos temas y que incluso se moleste en crear una secuencia, cuando abuelo, padre, e hijo participan en un juego de mesa, para dejar su mensaje diáfanamente claro -incluida la ausencia de villano en el relato-. La idea de la culpa que lleva sobre sus hombros la generación anterior por el mundo que le va a dejar a los jóvenes está muy presente en Disney desde Frozen 2 (2019), pasando por Raya y el último dragón (2021) y hasta esta Mundo extraño, pero quizás su exponente más pulido y exitoso sigue siendo Encanto (2021), que sí consigue trascender su subtexto a fuerza de carisma y música.

SURO -VIVIR EN EL CAMPO


Nominada a dos premios Goya, por la dirección novel del prometedor Mikel Gurrea y por la estratosférica interpretación de Vicky Luengo, Suro es la última sorpresa del cine español en un 2022 que nos ha dejado una cosecha de obras patrias que se antoja difícil de igualar en los próximos años. La historia nos propone a una pareja joven, Iván y Elena, que intenta crearse un futuro en una finca heredada -por ella- en la Cataluña rural, que cuenta con una explotación de corcho. Por supuesto, Iván y Elena se enfrentarán a los problemas lógicos de comenzar una nueva vida -para formar una familia- sin demasiados recursos económicos, a pesar de pertenecer a una clase media acomodada, a esa burguesía que, en el fondo, siempre acaba cayendo de pie. Con este sencillo planteamiento y apoyándose en unas excelentes interpretaciones de sus protagonistas -Pol López merecía también la nominación al Goya-, Suro plantea temas y preocupaciones como las relaciones de pareja en un mundo cambiante; la desorientación masculina ante la igualdad de género y el feminismo; la mala conciencia de la clase media ante las desigualdades y la inmigración; y el cuestionamiento de la necesidad de tener un proyecto de vida cuando el mundo parece desmoronarse -la pandemia, la guerra, el cambio climático- mientras nos preguntamos si deberíamos volver a lo básico, a lo primitivo. La película se abre con un baile en el que ambos miembros de la pareja aparecen completamente sincronizados, pero se cierra con otra danza de muy distinto signo, para dar paso a un epílogo alegórico y apocalíptico que convierte a Vicky Luengo en una actriz de culto. Suro, por cierto, confirma que el campo se ha convertido en uno de los grandes puntos de interés del cine español de 2022: Alcarràs, As bestas y El agua hablan del fin de la vida rural y de la necesidad de emigrar a las ciudades para subsistir; mientras que cintas como Tenéis que venir a verla o incluso el episodio Equilibrio dirigido por Isaki Lacuesta para la serie Apagón, plantean la vida en el campo como posible escapatoria para la clase media, en el primer caso como un espejismo, en el segundo como una utopía, lo que también hace ahora Suro y de una forma muy estimulante.

QUÉ GRANDE ERA EL CINE


¿Puede una mujer haber dirigido la mejor película de todos los tiempos? Si no sois cinéfilos probablemente no os hayáis enterado de la polémica tras la reciente publicación de una lista de los 100 mejores films de la historia del cine, según una encuesta de la prestigiosa revista británica Sight and Sound. Dicha publicación edita, cada 10 años, una relación de las mejores obras del séptimo arte consultando para ello a críticos, cineastas y profesionales internacionales -en esta ocasión, nada menos que a 1600 de ellos-. Desde 1952, el primer puesto del ranking ha estado ocupado por tres clásicos: Ladrón de bicicletas, Ciudadano Kane y Vértigo. La gran sorpresa ha llegado en 2022 cuando ese lugar de honor lo ha alcanzado una película dirigida por Chantal Akerman, titulada Jeanne Dielman, 23 quai du Commerce, 1080 Bruxelles. Si no os suena de nada, no os asustéis. La película es más bien poco conocida por el gran público y seguramente parte de la culpa es que no se pueda encontrar en ninguna plataforma en nuestro país, ni esté editada en formato físico, como ocurre, de hecho, con buena parte de la obra de su directora. Este desconocimiento ha ayudado, quizás, a un rechazo patente en las redes a que la película de Akerman -de 1975- se codee con las más grandes. Desde un director que conoce y dice admirar la película, como Paul Schrader, hasta el cinéfilo tuitero de a pie, muchos han coincidido en despreciar Jeanne Dielman -y a su autora- como no merecedoras de estar en el más alto puesto de la historia del cine. Un desprecio desprovisto de argumentos -los caracteres que permite Twitter tampoco dan para mucho- que niega, como si fuera algo obvio, que Chantal Akerman pueda estar allí arriba con Orson Welles o Alfred Hitchcock; o, todavía peor, argumentan que dicho primer lugar en la lista se debe a una concesión al feminismo. ¿Es eso cierto? Yo creo que no. Primero, porque estamos ante una lista realizada a través de una encuesta, como ya he dicho, de 1600 personas. ¿Se pusieron todas de acuerdo según una siniestra agenda woke? ¿Ha sido manipulada la lista para conseguir el titular de que por primera vez una película dirigida por una mujer se hace con el primer puesto? En principio no hay ninguna razón -más allá del machismo- para pensarlo. Quizás sería más razonable pensar que la lista de la revista Sight and Sound refleja los tiempos que corren y cómo cambian los gustos cinematográficos de década en década. Probablemente, en las listas del pasado nadie se escandalizó porque no hubiera ninguna película dirigida por una mujer entre las 10 mejores de la historia del cine, o por la ausencia de obras de Akerman, o Agnès Vardá o Kathryn Bigelow. ¿Ha salido de la nada Jeanne Dielman? En absoluto. En la encuesta de 2012 ocupaba el número 36 y en la lista de 2022, de la misma revista Sight and Sound, pero confeccionada únicamente por directores -y directoras- de cine, está en el cuarto lugar.

¿Merece Jeanne Dielman ser considerada, al menos durante esta década, como la mejor de todos los tiempos? La pregunta debería ser ¿Por qué no? La sola idea de comparar películas es absurda. La idea de una lista es, por tanto, también absurda. Lo que tiene de bueno una lista como esta es que la gente que sabe de cine, que se dedica a ello, nos descubre cintas que, los que sabemos mucho menos, no conocíamos de nada. Lo importante de una lista como la de Sight and Sound es que nos haya hecho buscar -y rebuscar- esa 'nueva' mejor película de todos los tiempos, que sigue estando olvidada, sin editar e inaccesible. No nos engañemos: las mujeres han tenido históricamente menos acceso a la profesión de cineasta, un agravio histórico irreparable que las colocará siempre por detrás de pioneros como Griffith, Murnau, Ford o Hitchcock. Pero eso no quiere decir que las directoras que han venido después, abriéndose camino contra todo tipo de dificultades y prejuicios, no tengan algo interesante que decir. Nadie ha dicho que Chantal Akerman sea mejor que Kubrick, pero ¿Por qué no puede haber hecho una obra, aunque sea una sola, a la altura de las obras maestras del autor de 2001: Una odisea del espacio -mi favorita de todos los tiempos, por cierto-? Me he tomado la molestia de buscar la película Jeanne Dielman -no me ha quedado más remedio que recurrir a la descarga ilegal, lo siento- y he descubierto una obra prácticamente perfecta. Akerman, influida por la estética pop y el espíritu contestatario y anticonsumista de Jean-Luc Godard, por la voluntad experimental de Andy Warhol y por la pintura de Edward Hopper, nos muestra la vida cotidiana de una mujer, de una madre (Delphine Seyrig), en una película de mirada fría y quirúrgica, despojada casi completamente de los típicos giros dramáticos de la ficción. Jeanne Dielman se parece más a una videoinstalación de museo que a Casablanca -que también está en la lista de Sight and Sound-. Y aunque parece que no nos están contando nada cuando vemos a Jeanne empanar unos filetes para su hijo, si sabemos mirar, si queremos y hacemos un pequeño esfuerzo, descubriremos un retrato magistral de la situación de una mujer, de sus relaciones con los hombres, de los roles que le impone la sociedad -en este caso belga, pero extensible a todo occidente- de aquella época. La película, forjada en pequeñas acciones sin importancia se convierte, por acumulación, en una reflexión existencial y en una rabiosa denuncia de la represión social hacia las mujeres que, lamentablemente, sigue vigente. Y todo esto convierte, quizás, a esta película en la mejor de todos los tiempos en reflejar las preocupaciones actuales, las de nuestro tiempo.