JUEGO DE TRONOS -TEMPORADA 6- BLOOD OF MY BLOOD


BLOOD OF MY BLOOD (29 DE MAYO DE 2016) -AVISO SPOILERS-

Obviamente era imposible que el siguiente episodio tras The Door mantuviera su nivel de interés, resumible en la ya mítica frase "Hold the door". Pero tampoco me esperaba que este capítulo tuviese varias de las cosas que más me irritan de Juego de Tronos. Empezando por Samwell Tarly (John Bradley) que, como personaje, me resulta simpático, sí, pero ahora mismo me parece muy poco relevante. Lo que le ocurra a él y a su familia no me importa demasiado. En principio. Luego está el hecho objetivo de que la visita a su hogar y el enfrentamiento con su padre, Randyll Tarly (James Faulkner), acaba como sabíamos que iba a acabar. Al final de la subtrama, Samwell coge a su familia y se marcha. ¿Ha progresado la historia?. No. Luego estoy directamente enfadado por lo que están haciendo con Arya Stark (Maisie Williams). La chica lleva una eternidad entrenándose para convertirse en miembro de los Hombres sin Rostro de Braavos. La hemos visto intentar superar las pruebas de Jaqen H´ghar (Tom Wlaschiha) y Waif (Faye Marsay) durante un montón de episodios y ahora, en su primera misión, se arrepiente. Todo lo que hemos visto no sirve de nada. Supongo que Waif perseguirá a Arya y que esta, por fin, conseguirá vencerla. Pero ¿Ha progresado la historia?. No. Tampoco avanza demasiado la trama de los gorriones en Desembarco del Rey. Jaime Lannister (Nikolaj Coster-Waldau) se enfrenta, por fin, al Gorrión Supremo (Jonathan Pryce), pero ya sabíamos que el rey Tommen Baratheon (Dean-Charles Chapman) y su reina Margaery Tyrell (Natalie Dormer) se habían dejado comer el tarro por el religioso. ¿O no? Esto era harto predecible. Seguiremos esperando que pase algo -lo que sea- ahora que se han unido la religión y la política.


El otro punto que me fastidia es que esta serie me hace sentir tonto. Cuando aparecen personajes como Walder Fray (David Bradley) hablando del Pez Negro y de Aguasdulces me pierdo. Supongo que los que han leído todos los libros lo tendrán claro, pero creo que la serie no aporta los elementos necesarios para acordarme de esta gente. Sí que he retenido que el misterioso personaje enmascarado con boleadoras de fuego que rescata a Bran Stark (Isaac Hempstead Wright) es el tío que desapareció... ¡En el segundo episodio! Han pasado 5 años desde entonces. No puedo decir que al ver el rostro de Benjen Stark (Joseph Mawle) le haya reconocido, pero sí me acordaba de él. Más o menos. Por último, hay una breve secuencia con Daenerys Targaryen (Emilia Clarke) como protagonista, que reafirma las intenciones de conquista que tiene, básicamente, desde la primera temporada. Objetivos que no acaba de poner en práctica. Pero de vez en cuando parece que los guionistas se acuerdan de esto y al final del episodio nos sacan un dragón, como para tenernos enganchados. Pues yo sigo esperando que los dragones hagan algo. Que participen en una batalla. Que se coman a alguien. ¿Y vosotros?

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FEAR THE WALKING DEAD -TEMPORADA 2- SHIVA


SHIVA (22 DE MAYO DE 2016) -AVISO SPOILERS-

Creo que este episodio de FTWD, que cierra la primera parte de la segunda temporada, confirma que la serie ha bajado su nivel de calidad de forma alarmante. Me han chirriado sobre todo los cambios repentinos, gratuitos, en el comportamiento de los personajes. Chris Manawa (Lorenzo James Henrie) se convierte en una especie de psicópata capaz de agredir a su propio padre. ¿Por qué?. Que Travis Manawa (Cliff Curtis) siga a su hijo hasta el fin del mundo está justificado, pero no tanto que abandone al resto de su familia. El argumento vuelve a ser que el vínculo biológico es más fuerte que cualquier otro. Vale. Pero el que Travis llegue a una casa, en mitad de la nada, en la que habita un hombre cuyo hijo es secuestrado por Chris, parece forzado. Resulta extraño que, tras el Apocalipsis zombie, en un mundo casi deshabitado, Chris encuentre casualmente a una familia y que encima les utilice como víctimas. Pero lo que peor me ha sentado es que Daniel Salazar (Rubén Blades), un personaje que comenzaba a ser muy interesante, se vuelva loco y -aparentemente- se inmole. El fuego -purificador- que arrasa la hacienda en la que Celia (Marlene Forte) mantenía a un montón de familiares y amigos zombificados parece una solución de guión bastante simple. Todos se queman y se acabó el problema. Tampoco entiendo la actitud de Nick Clark (Frank Dillane) que abraza rápidamente las creencias de Celia y decide quedarse solo, embadurnado de vísceras, para vivir entre los zombies que, para él, son iguales que los vivos. Por último, no me convence la repentina fidelidad de Madison (Kim Dickens) hacia Strand (Colman Domingo), personaje que nunca se ha mostrado generoso con ella o con su familia. Resumiendo: mucho tienen que mejorar los próximos episodios para que esto levante cabeza.

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CRÓNICA DE NOCTURNA 2016 -CUARTA PARTE-



ESTIRPE (ADRIÁN LÓPEZ, 2016)

Muy simpática me resulta Estirpe, a pesar de sufrir todo tipo de carencias. Cuenta la historia de un cómic español de culto cuyo autor desapareció misteriosamente. Cuando un director de cine -Borja Crespo haciendo de sí mismo- y un par de productores avispados deciden hacer una adaptación, surge la necesidad de dar con el paradero del artista. La película se divide en tres líneas muy diferentes. La mejor incluye -falsas- entrevistas a directores de cine y famosos españoles que hablan de Estirpe como si fuera un tebeo real: Nacho Vigalondo, Borja Cobeaga, Carlos Vermut, Mauro Entrialgo, Joaquín Reyes y hasta Miguel Ángel Muñoz. Esos pequeños momentos son lo mejor de esta película, destacando la divertida reunión en la que el actor Sergio Peris-Mencheta comunica al productor y al director cómo encararía el papel protagonista del superhéroe -con numerosas puyas a Capitán Trueno (2011)-. Por otro lado, vemos escenas de la supuesta versión cinematográfica de las aventuras del superhéroe, con una clara vocación paródica, mucho croma y el cómico Ignatius Farray como un imposible científico nazi de acento canario. Dejo para el final lo más endeble de la propuesta, precisamente la trama principal que cuenta como la protagonista, interpretada por Silvia Alonso, descubre la verdad detrás de la desaparición del autor de Estirpe. Esta es la parte más narrativa del film y la peor resuelta, con momentos muy inocentes y un desarrollo deslavazado en el que debe haber jugado en contra que el rodaje se haya extendido durante 3 años. Hay escenas entre las que pueden haber pasado varios meses. Y eso que, a pesar de estos problemas, la historia del incomprendido personaje principal consigue contarse y hasta emocionar, aunque no sé muy bien cómo. Una lástima porque Estirpe habría sido un estupendo falso documental -un mockumentary- en la línea de This is Spinal Tap (1984) o Very Important Perros (2000).


WIND WALKERS (RUSSELL FRIEDENBERG, 2015)

Pésima película que solo se puede describir como un absoluto desastre. La idea de partida mezcla la leyenda del wendigo -un espíritu que aparece para castigar el canibalismo- con la culpa estadounidense por sus múltiples guerras (y por el genocidio de los nativos americanos). Lo malo es que el wendigo parece más bien un infectado zombie y acosa a los protagonistas como el Predator de un fan film. Actores muy mal dirigidos, un guión absurdo y una narración confusa hacen recomendable huir de esta película. No hay sustos, ni acción, ni chistes, ni tetas ni nada de nada. Huid.

CRÓNICA DE NOCTURNA 2016 -TERCERA PARTE-



DISCO INFERNO (ALICE WADDINGTON, 2015)

Se ha podido ver en Nocturna el cortometraje Disco Inferno, ya con un premio en Sitges a sus espaldas, que significa el debut de Alice Waddington, fotógrafa que imprime en su primer trabajo una estética apabullante que no esconde sus referencias -homenaje expreso a Georges Franju- como el fantaterror de los años sesenta y setenta o el fumetti -Diabolik-. Utilizando como temática la brujería -tan de moda- asistimos a la mansión de una secta secreta y elegante que recuerda a Eyes Wide Shut (1999). Como heroína enmascarada, la actriz Ana Rujas es tan sexy que parece salida de una viñeta y nadie mejor que Aitana Sánchez-Gijón como villana, como bruja mala, porque la intérprete parece que realmente ha hecho un pacto con el Diablo. Waddington se deja llevar por una narrativa surrealista que fluye automáticamente, como un sueño, y apuesta por un sano sentido del humor que evita que la propuesta caiga en lo pretencioso. Mola.


BURKE AND HARE (JOHN LANDIS, 2010)

El último largometraje -hasta ahora- rodado por el maestro del horror John Landis -en 2010- ha sido una agradable sorpresa -no había tenido la oportunidad de verlo- y un acierto que el festival Nocturna haya programado su pase tras el de Un hombre lobo americano en Londres (1981), ya que aparecen varios de sus actores -los británicos- a los que vemos casi 30 años después. La película narra en clave de comedia de humor negro las peripecias de dos personajes históricos -ladrones de cadáveres- interpretados por Simon Pegg y Andy "Gollum" Serkis. Aunque obviamente es imposible que Landis siga teniendo la frescura de sus mejores años, la película está bien rodada, tiene buenos chistes macabros y una ambientación bastante lograda en el siglo XIX. El cameo de Ray Harryhausen o el pequeño papel de Christopher Lee son suficientes para ganarse mi simpatía. Y las cosas de los festivales: he visto la película con John Landis in person sentado en la butaca justo detrás. Si este señor no hace ningún otro film, esta es una despedida más que digna.



COLD MOON (GRIFF FURST, 2016)

Cold Moon es una película que despista porque primero parece inscribirse en un terreno tan familiar como el llamado sureño gótico, y encima, al estar ambientada a finales de los 80, recuerda también a los clásicos del terror de esa década dorada. Pero hay algo incómodo en sus primeros minutos que me hizo pensar en Psicosis (1960). En el film de Hitchcock, la muerte de la protagonista en el primer tercio del film deja al espectador sin punto de vista y sin asidero emocional ni moral. Peor aún, el maestro del suspense nos obliga a identificarnos nada menos que con Norman Bates (Anthony Perkins). Si aquí me acuerdo de aquella obra maestra no es solo por la imagen de un coche saliendo de las aguas de un pantano, sino porque aquí también se nos impone como protagonista a un individuo despreciable. El "héroe" en Cold Moon es un villano -muy bien interpretado por Josh Stewart- que sufre una venganza sobrenatural que devolvió a mi memoria los tebeos de terror de la editorial EC Comics, como Tales from the Crypt. No es casualidad: la película está basada en una novela de Michael McDowell, guionista que ha firmado varias antologías del estilo -episodios de Alfred Hitchcock presentaCuentos AsombrososCuentos desde la oscuridadHistorias de la cripta y El gato infernal (1990)- además de haber escrito Bitelchús (1988) y Pesadilla antes de Navidad (1993). Si a esto le agregamos una fantástica banda sonora ochentera y unos fantasmas grindhouse, estamos ante una película rara, original pero con sabor clásico, a la que si le pillas el punto te hará pasar un muy buen rato.


EMBERS (CLAIRE CARRÉ, 2015)

Típico film indie en el que el autor -en este caso la debutante Claire Carré- utiliza una excusa de ciencia ficción para contar una historia de vocación más filosófica que narrativa. Nos presentan un cálido Apocalipsis en el que un extraño virus que afecta la memoria ha acabado con la civilización. Esto da pie a Carré para reflexionar sobre la esencia de la identidad humana sin que pasen demasiadas cosas. En lo que podrían ser varios cortometrajes entrelazados, los personajes de cada subtrama representan ideas diferentes. La educación como escudo ante el vacío de la existencia. El amor como una fuerza que trasciende la razón. La imposibilidad de establecer una moral en un mundo sin recuerdos. Y cómo la memoria puede convertirse también en una prisión. Todo esto resulta estimulante, pero hay que achacarle a la película su falta de concreción: vemos durante demasiado tiempo a los personajes deambulando y comportándose de forma errática, lo que no lleva a nada.

JOHN LANDIS EN UN PLAYLIST



John Landis ha sido el gran homenajeado este año en Nocturna y... ¿Cómo? ¿Qué no sabes quién es John Landis? Pues ya te digo yo que sí. Es imposible que exista alguien que haya estado vivo en los años 80 y no haya visto Granujas a todo ritmo (1980), Entre pillos anda el juego (1983), El príncipe de Zamunda (1988) o el videoclip de Michael Jackson, Thriller (1983). ¿O no? Por eso, el Festival Internacional de Cine Fantástico de Madrid, ha celebrado el 35 aniversario de Un hombre lobo americano en Londres (1981) -la mejor película de Landis- y ha proyectado Burke and Hare (2010) -la última-. Yo os propongo un recorrido musical por la filmografía de John Landis. Sí, sí, musical. Porque este buen hombre tiene la costumbre de meter canciones enteras en sus películas. Temazos como estos...



Shake a Tail Feather es solo una de las canciones de Granujas a todo ritmo (1980), el único musical que soporto. Pero la voz de Ray Charles y la coreografía en plena calle transmiten una energía y un buen rollo difíciles de superar.


The Greatest Love of All en El Príncipe de Zamunda (1988) fue el principio de ese horror que son las películas en las que Eddie Murphy interpreta a varios personajes. En esta, el cómico se convierte en Randy Watson, frontman de la banda Sexual Chocolat, con la que conseguía un altísimo nivel de vergüenza ajena.


Blue Moon por Sam Cooke en Un hombre lobo americano en Londres (1981). Landis utiliza esta canción para acompañar la transformación en licántropo diseñada por Rick Baker, que ganó el primer Oscar al mejor maquillaje. Hay tres versiones de Blue Moon en la película -la más molona es la de The Marcels-. También es mítica Bad Moon Rising de Creedence Clearwater Revival, que aparece en la secuencia en la que el protagonista, nerviosillo, hace tiempo hasta que sale la luna llena. 



Thriller (1983). No soy fan de Michael Jackson y no creo que esta sea su mejor canción, pero desde luego estamos ante el mejor videoclip de todos los tiempos. Impresionado por Un hombre lobo americano en Londres, Jackson contrató a Landis, que se trajo al maquillador Rick Baker para la transformación en criatura-gato del rey del Pop. Además, están los famosos zombies que bailan y la voz de Vincent Price -otro homenajeado este año en Nocturna- con su famosa carcajada final.



Shout en Desmadre a la americana (1978) es para mí el mejor momento musical de la filmografía de John Landis. La película puede haber envejecido un poco, pero mantiene intacta la frescura de lo improvisado y un espíritu anárquico irrepetible. Los ficticios Otis Day and the Knights montan un fiestón en el que hay buen rollo y euforia. A los americanos les encanta hacer el bailecito este en sus bodas. Mucho mejor que Paquito el chocolatero.

CRÓNICA DE NOCTURNA 2016 -SEGUNDA PARTE-


Llevo ya tres días perdido en una extraña dimensión conocida como Nocturna, el Festival Internacional de Cine Fantástico de Madrid. ¿Y cuál es el mayor placer de un evento como este? Pues dejarse llevar, meterse cada día en una sala de cine sin saber qué te vas a encontrar. No he podido ver todas las películas que habría querido -¡Tengo un hijo de dos años y medio!- pero me he llevado alguna sorpresa agradable. Así que, aquí van las reseñas de estos días...


PATIENT (JASON SHEEDY) #NOCTURNA2016

La brujería está de moda en el cine de terror -véase La Bruja (2015) o Lords of Salem (2012)- y la vertiente de los cultos o las sectas destructivas, también -The Sacrament (2013)-. La primera película de Jason Sheedy incide en ambos subgéneros con una idea muy inteligente y original: si en una película de miedo siempre hay que justificar el que las víctimas no salgan huyendo, aquí la protagonista se encuentra ingresada y paralizada. Un hospital, además, es de esos lugares en los que nadie quiere permanecer demasiado tiempo. Por último, la heroína tampoco podrá pedir ayuda ya que su voz desencadena oscuras fuerzas asesinas. Con estas ideas, Sheedy consigue crear imágenes inquietantes con muy pocos recursos y valiéndose de unos efectos especiales sencillos pero creíbles. Probablemente su planificación es mejorable en el uso del espacio dentro de los planos para generar tensión; pero Sheedy destaca por su soberbio uso del fuera de campo, utilizando todo tipo de recursos -reflejos en pantallas, espejos y superficies brillantes- para compensar la falta de medios. El viejo -pero efectivo- truco de sugerir antes que mostrar. Estamos ante una ópera prima muy interesante que solo tropieza en su tramo final cuando el guión falla al exponer un sorprendente giro final.


THE LESSON (RUTH PLATT, 2015) #NOCTURNA2016

"La letra con sangre entra", podría ser el título alternativo de The Lesson -La lección- cuyo eslogan revela sus intenciones más profundas: solo la educación te hace libre. Ruth Platt, actriz británica, se estrena aquí como directora con su primer largometraje. Su film se podría definir como una mezcla de la denuncia social de Felices dieciséis (Ken Loach, 2002) y el torture porn de Hostel (Eli Roth, 2005). Los protagonistas son jóvenes que rozan la delincuencia, sin padres, sin futuro y sin ningún tipo de esperanza. Platt rueda la vida de estos chavales con buen ojo, edulcorando un poco las imágenes y con sensibilidad indie. No odiamos a estos mocosos, sino que entendemos sus circunstancias. Es entonces cuando se desencadena el conflicto central: un profesor de instituto constantemente humillado decide secuestrar a los muchachos, torturarles y de paso, enseñarles a pensar. La directora no consigue demasiada intensidad en las escenas sangrientas pero quizás tampoco sea esa su prioridad. Prefiere poner el acento en el discurso didáctico y filosófico del profesor, un estupendo Robert Hands, que se hace dueño de la función. The Lesson entretiene pero da también qué pensar y desde luego es una estupenda carta de presentación para Ruth Platt. Habrá que estar atentos.


SENSORIA (CHRISTIAN HALLMAN, 2015) #NOCTURNA2016

Una mujer, porque casi siempre es una mujer, deja atrás un drama personal y se muda a una nueva casa. El inmueble, como la protagonista, suele tener también un pasado trágico. Sensoria, del sueco Christian Hallman, recorre caminos ya muy transitados. Es inevitable pensar en Roman Polanski y su Repulsión (1965) y El quimérico inquilino (1976). Los traumas de una maternidad frustrada nos hacen pensar también en una obra más reciente, Babadook (2014). Lo malo de las comparaciones es que suelen ser odiosas, sobre todo si los referentes son tan ilustres como estos. El director de Sensoria no consigue crear la atmósfera necesaria para inquietar -parece buscar un resultado estético antes que despertar emociones- y los sustos de la primera mitad del film tienen una intensidad tan baja que la película ocurre sin demasiado interés mientras vemos grifos que gotean, puertas que se cierran y todo el catálogo habitual de ruidos extraños y vecinos excéntricos. Como suele ocurrir en estos casos, el misterio sobrenatural -muy poco interesante- podría ocurrir en la mente de la protagonista. Pero la dirección no es lo suficientemente ambigua como para hacernos dudar de si lo que ocurre es sobrenatural o imaginario. Sea como sea, a alguien le ha debido gustar esta película, porque ganó el premio del público en Fantasporto.

PRISONER X (GAURAV SETH, 2016) #NOCTURNA2016


Estamos metidos ya en Nocturna, el Festival Internacional de Cine Fantástico de Madrid, auténtico referente para abducidos de la ciencia ficción, el terror y otros géneros en los que lo importante es la imaginación. Se trata de una oportunidad única para ver películas que probablemente tardarán lo suyo en llegar a las salas de nuestro país o, directamente, nunca lo harán. Nocturna apuesta por el cine de género, de calidad y si es con talento español, mejor. La primera película que hemos visto en esta edición es Prisoner X, producción canadiense que aprovecha el auge de la llamada ciencia ficción low cost, una filosofía que podríamos resumir en grandes ideas y presupuestos pequeños. Justamente así es este film, basado en un texto de Robert Reed, escritor de ciencia ficción, ganador de un premio Hugo, cuya obra literaria es prácticamente desconocida en castellano: solo se ha traducido su mayor éxito, Médula (2012). En este caso, la novela corta Truth (2007) -nominada también a un Hugo- sirve de base para esta Prisoner X que propone la aparición de un terrorista que ha viajado en el tiempo desde el futuro a nuestro convulso y paranoico presente. La idea es ambiciosa. Los objetivos del terrorista tienen un alcance global, pero la acción se limita a un búnker en el que el viajero temporal, Ramiro (Romano Orzari), es interrogado sobre los posibles atentados. La protagonista, la agente Carmen (Michelle Nolden), establece con el misterioso criminal una relación que pretende ser como la de Hannibal Lecter y Clarice Starling. En sus mejores momentos, Prisoner X consigue ser evocadora -a pesar de sus escasos recursos- y absorbente. En algunos pasajes logra meternos en su extraña y complicada historia. Lamentablemente, creo que ciertas decisiones narrativas impiden que esta propuesta sea recomendable. Personajes poco trabajados, interpretaciones irregulares y la inocencia de algunos diálogos, lastran una idea de partida muy potente.

AGENTES DE S.H.I.E.L.D -TEMPORADA 3- THE TEAM


THE TEAM (19 DE ABRIL DE 2016) -AVISO SPOILERS-

En este episodio de Agentes de S.H.I.E.L.D se hace patente -por fin- que esta serie se inspira parcialmente en los Secret Warriors, grupo aparecido por primera vez en los cómics en 2008 y liderado allí por Nick Fury (el original, no Samuel L. Jackson). Daisy (Chloe Bennet) recluta a los inhumanos que hemos conocido anteriormente, Joey (Juan Pablo Raba) y Yo-Yo (Natalia Cordova-Buckley), que, junto a Lincoln (Luke Mitchell) forman un pequeño equipo de superhéroes. Así, la primera parte del episodio resulta espectacular en las escenas de acción que nos muestran el rescate de Coulson (Clark Gregg) y el resto de agentes capturados por Hive (Brett Dalton). Tras regresar a su base, la historia se convierte en un whodonit que juega brillantemente con elementos como la desconfianza, la paranoia y las pistas falsas. ¿Quién ha sido infectado por Hive? No voy a desvelar la incógnita, pero sí puedo decir que su identidad sorprende en un excelente episodio probablemente inspirado en La cosa (John Carpenter, 1982). No confundir con Ben Grimm.

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JUEGO DE TRONOS -TEMPORADA 6- THE DOOR


THE DOOR (22 DE MAYO DE 2016) -AVISO SPOILERS-

El episodio The Door es la caña. Es todo lo bueno que puede ser Juego de Tronos. Empezando por el final: la explicación de por qué Hodor (Kristian Nair) solo dice "Hodor" es fantástica. Una especie de paradoja temporal pero en clave mística, relacionada con ese plano astral que visita Bran Stark (Isaac Hempstead) guiado por el cuervo de los tres ojos (Max Von Sydow) del que aquí, nos despedimos, lamentablemente. Pero volviendo a Hodor, el momento es al mismo tiempo terrorífico, heroico y tierno. Difícil de superar. Otra de las razones por las que este capítulo es una gozada es el regreso de los temibles Caminantes Blancos, a los que hacía bastante que no veíamos. Estos Walking Dead -para qué nos vamos a engañar- son una amenaza tan divertida que casi nos hacen olvidar las rencillas por el poder entre los personajes humanos. Además, descubrimos aquí su origen, que fueron creados por la raza de Leaf (Kae Alexander) sobre los que, la verdad, no tengo demasiada información. Por otro lado, Sansa Stark (Sophie Turner) experimenta una evolución como personaje más que interesante: deja de ser una niña, deja de ser una víctima, acepta a su hermano Jon Snow (Kit Harington) y sobre todo comienza a mentir, a guardarse información para tener ventaja sobre los demás: no revela que ha tenido un encuentro con el poco fiable Meñique (Aidan Gillen). Lo que quiere decir que Sansa está preparada para el poder. Mientras tanto, en la Casa Greyjoy también pasan cosas. Malas. Theon (Alfie Allen) y su hermana Yara (Gemma Whelan) acaban huyendo por sus vidas cuando pierden el trono ante su malvado tío, Euron (Pilou Asbaek). Algo menos avanza la trama de Daenerys (Emilia Clarke), pero sí que protagoniza una emotiva despedida con Jorah Mormont (Iain Glen) que debe buscar una cura para la psoriagris. Además, Tyrion Lannister (Peter Dinklage) busca cimentar el poder de su reina con una coartada religiosa y lo hace reclutando a una colega de la mujer roja, Kinvara (Ania Bukstein), tan misteriosa como voluptuosa. Todas estas escenas funcionan muy bien, excepto, ay, la de Arya Stark (Maisie Williams) cuya historia resume los defectos de la serie. El entrenamiento de la joven a manos de los hombres sin rostro de Braavos nos vuelve a regalar la enésima escena de lucha contra Waif (Faye Marsay). ¿Cuántas veces hace falta ver caer a Arya? ¿Cuántas veces le van a decir que no está preparada?. Para colmo, la pequeña de los Stark recibe el encargo de matar a una actriz, lo que nos lleva a presenciar una representación teatral en clave de sátira que recrea momentos de la primera temporada. No tiene mucho sentido alargar tanto dicha escena en una serie tan cargada de personajes.

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THE FLASH -TEMPORADA 2- INVINCIBLE


INVINCIBLE (17 DE MAYO DE 2016) -AVISO SPOILERS-

Los guionistas de The Flash tienen una gran pericia a la hora de dirigir nuestra atención creando expectativas para luego sorprendernos. En el cliffhanger del episodio anterior salían suficientes metahumanos de Tierra-2 como para llenar una temporada entera. Esos villanos aparecen al principio de este capítulo en una espectacular batalla campal contra la policía de Central City. Pues bien, The Flash (Grant Gustin) vence a todos sus enemigos de un plumazo. Lo que nos quieren hacer creer es que Barry es invencible. El héroe se muestra muy confiado a pesar de las advertencias de todo el mundo a su alrededor, especialmente de su padre, Henry Allen (John Wesley Shipp). Barry no hace caso, pero, la verdad, es que todo parece salirle bien. Y en el episodio ocurren un montón de cosas que nos distraen de lo que sabemos que va a ocurrir. Aparece la doppelganger de Laurel Lance (Katie Cassidy) -Canario Negro, fallecida en Arrow- que responde al nombre de Black Syren. Caitlin Snow (Danielle Panabaker) tiene alucinaciones paranoicas con Zoom (Teddy Sears). Cisco Ramon (Carlos Valdes) tiene visiones con pájaros muertos, descubre sus propios poderes, y se disfraza de Reverb junto a Caitlin -Killer Frost- para detener a la mencionada villana. Jesse Wells (Violette Beane) cree firmemente que es metahumana. Wally West (Keiynan Lonsdale) consigue ser un héroe, por una vez, salvando a Flash. Además, los protagonistas crean un dispositivo capaz de desactivar a todos los visitantes del mundo paralelo, al mismo tiempo. Incluso Zoom sale huyendo. Y hasta Barry le pide a Iris West (Candice Patton) una primera cita romántica. Todo bueno. Como colofón, un guiño a la serie The Flash de los años 90: juntan a los dos protagonistas de aquella, John Wesley Shipp, y Amanda Pays -la doctora McGee-. Una delicia. Todo parece feliz. Pero claro, no podía ser. No solo vemos imágenes de lo que parece ser la destrucción de Tierra-2, sino la posible muerte de un personaje muy querido a manos de Zoom. Nos han vuelto a engañar.

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X-MEN: APOCALIPSIS (BRYAN SINGER, 2016)



Cuando Bryan Singer dirigió la seminal X-Men (1999) el cine de superhéroes estaba en pañales. Quizás por eso se contuvo en aquella película, dotándola de un tono de ciencia ficción low cost y evitando todo lo posible los disfraces chillones. En 2016 hemos visto a Chris Evans vestir un traje con los colores de la bandera de Estados Unidos y Marvel Studios ha puesto muy alto el listón con sus films: pueden ser mejores o peores, pero todos son muy entretenidos. En X-Men: Apocalipsis, Singer decide ir contracorriente manteniendo la frialdad y la contención de aquellas primeras entregas firmadas por él. Hay poca acción en este nuevo capítulo de abultado metraje que reincide en los trajes negros y sobrios para los héroes, a pesar de que su villano luzca un aparatoso maquillaje azul. Singer alarga demasiado su trama, que no tiene ningún ritmo y solo en el tercio final regala un poco de espectáculo. El problema quizás es que la plantilla de personajes es demasiado extensa. Xavier (James McAvoy) y Magneto (Michael Fassbender) han perdido el protagonismo que tuvieron en X-Men: Primera Generación (2011) -que sigue siendo la mejor de una franquicia que se compone ya de 9 entregas- aunque el guionista Simon Kinberg tenga la necesidad de convertir de nuevo a este último en víctima de un régimen totalitario, antes del nazismo y ahora del comunismo detrás del telón de acero. Mística tampoco tiene demasiado desarrollo, interpretada por una Jennifer Lawrence que parece aburrida. Por un lado se reintroducen personajes como Cíclope, Jean Grey o Tormenta para conectar con la trilogía original, pero al mismo tiempo aparecen otros como Rondador Nocturno o el Ángel que contradicen lo visto en aquellas. Por último, creo que Olivia Munn no dice ni una sola palabra en su papel de Psylocke. Por lo tanto, no hay acción, pero tampoco se profundiza en los personajes y, de hecho, Singer recurre a flashbacks de escenas de las películas anteriores para extraer algo de la emoción perdida de aquellas.


Aún así, X-Men: Apocalipsis tiene numerosos aciertos. Singer hace bien en mezclar géneros. El peplum, en el prólogo en el antiguo Egipto; el terror, en los momentos protagonizados por Apocalipsis, un villano cercano a Drácula o a la Momia; el cine de catástrofes, en un espectacular tercio final que tiene acción y efectos especiales como no se habían visto nunca en una película de esta franquicia. Rondador Nocturno (Kodi Smith-McPhee) es un claro homenaje a Michael Jackson y protagoniza momentos que nos hacen recordar lo mejor de X-Men 2 (2003); Mercurio (Evan Peters) vuelve a robarse el show como en X-Men: Días del futuro pasado (2014) y no puedo olvidar la fantástica aparición de Arma-X. Eso sí, Singer se permite la chulería de hacer salir a sus personajes de un pase de El retorno del Jedi (1983) y hacerles decir que las terceras partes siempre son las peores. El dardo no solo va contra los ewoks, sino contra X-Men: La decisión final (2006) tercera y desastrosa entrega dirigida por Brett Ratner cuando Singer decidió dirigir Superman Returns (2006), otro fiasco, por cierto. Alguien debería recordarle al director de Sospechosos Habituales (1995) que X-Men: Apocalipsis se puede considerar también la tercera parte de una nueva saga.


Apocalipsis, creado en los cómics en 1986 por el matrimonio de artistas Louise y Walter Simonson, es un poderoso y antiguo mutante que cree que debe poner a prueba a la Humanidad con catástrofes periódicas para asegurar la supervivencia del más fuerte -los mutantes- una idea que ahora puede tener otra lectura: se trata de una metáfora del capitalismo y sus cíclicas crisis. Pero encontramos otra visión posible en esta película ¿No es Apocalipsis (Oscar Isaac) un fundamentalista de Oriente Medio con el objetivo de destruir el mundo por “decadente”? Por último, la historia se sitúa en 1983, un período de fuerte recesión económica mundial y con el incidente conocido como Able Archer 83, "considerado por muchos historiadores como el más cercano a una guerra nuclear mundial, desde la Crisis de los misiles en Cuba de 1962", que ya vimos en X-Men: Primera Generación (2011). 

ANGRY BIRDS, LA PELÍCULA (CLAY KAYTIS, FERGALL REILLY, 2016)


Elegida por mi hijo siguiendo el inapelable criterio de que en el cartel sale un "pájaro rojo" -su color favorito de siempre- Angry Birds convierte en narración, en personajes, en motivaciones, la mecánica abstracta de uno de los videojuegos más populares y adictivos de la historia. Probablemente lo que engancha de utilizar un tirachinas para arrojar a pájaros malhumorados contra sucesivas estructuras arquitectónicas es nuestro apetito de destrucción: ver caer a los cerdos derribando sus edificios seguramente satisface algún oscuro deseo reprimido. La película entiende esa energía y por eso su protagonista -Red, con la voz de Santiago Segura en español- es un inconformista rodeado de aborregados pájaros que no encuentra su lugar en una sociedad de un buenrrollismo que esconde superficialidad e hipocresía. Hay cierta ambigüedad en esta idea, algo que se agradece, de un guión firmado por Jon Vitti, bregado en series como El Show de Larry Sanders, El Rey de la Colina, The Office o Los Simpsons. Que no es poco. Los personajes no son tan redondos como los de una película Pixar -ni la animación es tan lograda- pero el destructivo clímax que reproduce fielmente los modos del videojuego merece la pena -y debe ser una gozada en 3D-. Me ha gustado sobre todo el mensaje del film: la reivindicación de la rabia como emoción útil que no debe ser reprimida siempre. A veces conviene enfadarse, indignarse, defenderse. Y oye, cualquier película que mantenga quieto a mi hijo de dos años y medio es una obra maestra.

ANTES DE APOCALIPSIS: X-MEN (2000-2016)


Primero fueron los cómics. Los X-Men nacieron en 1963 de la mano del tándem que lo inventó prácticamente todo en Marvel: Stan Lee y Jack Kirby. Esa primera encarnación, estaba compuesta por el Profesor X y sus alumnos Cíclope, Marvel Girl, la Bestia, el Hombre de Hielo, y el Ángel. Su principal enemigo era Magneto y su Hermandad de Mutantes Diabólicos. El concepto era que estos superhéroes mutantes habían nacido con poderes y, por tanto, eran diferentes y marginados por una sociedad intolerante. Sin embargo, Lee y Kirby no pusieron mucho interés en la nueva serie y abandonaron pronto la colección.


El éxito para los X-Men no llegaría hasta los años setenta, cuando Len Wein y Dave Cockrum renovaron por completo la serie con una nueva generación de personajes: Lobezno, Tormenta, Coloso, Rondador Nocturno, Banshee, cada uno de una nacionalidad diferente. Sin embargo, Len Wein dejó enseguida la colección en manos del guionista Chris Claremont, que, junto al dibujante canadiense John Byrne, convertiría la cabecera en un clásico en los años 80. Es en este período cuando surgen las historias más relevantes de los personajes que han servido de inspiración a las películas: el misterioso origen de Lobezno como Arma X; la Saga de Fénix Oscura; los Días del Futuro Pasado. En los 90, los mutantes fueron los superhéroes más populares de Marvel Comics. En el año 2000 se convirtieron en celuloide.


X-Men (Bryan Singer, 2000)
Bryan Singer venía de prometer mucho tras Sospechosos Habituales (1995) y Verano de Corrupción (1998) y esa promesa parece cumplirse en secuencias notables de esta película como el prólogo sobre Magneto (Ian McKellen) en un campamento nazi; la lucha entre mutantes en la estación de tren; y los apuntes terroríficos de la mutación del senador Kelly (Bruce Davison). Destaca el esfuerzo por darle un trasfondo a la historia en la que el mutante representa a los marginados, sobre todo judíos e inmigrantes: ahí está la batalla final en la Isla Ellis. Synger apuesta por una película más bien pausada, demasiado seria, muy elegante, en la que sin embargo chirrían elementos como el look circense de la Hermandad de Mutantes Diabólicos y algunas peleas bastante torpes: sobre todo la de Lobezno (Hugh Jackman) contra Dientes de Sable (Tyler Mane). Aún así, es el primer eslabón en el camino a la madurez del cine de superhéroes tras la seminal Superman (1978) de Richard Donner, y apartándose de los excéntricos Batman de Tim Burton. Para bien y para mal, debemos a X-Men gran parte del auge actual de las películas de superhéroes.


X-Men 2 (Bryan Singer, 2003)
En la secuela, todas las dudas de la entrega anterior se convierten en certezas. La primera secuencia en la que Rondador Nocturno (Alan Cumming) intenta matar al presidente de los Estados Unidos en la Casa Blanca es un estupendo ejemplo de planificación que aprovecha visualmente los poderes de teletransportación del "elfo". Pero además, hay grandes ideas en la película, como la secuencia en la que los jóvenes mutantes visitan un museo de historia natural: cuando el Profesor Charles Xavier (Patrick Stewart) se ve obligado a paralizar a todos los humanos para evitar que sus pupilos sean descubiertos, convierte a los homo sapiens en estatuas equivalentes a los maniquíes de los neandertales extintos en los dioramas del museo, los mutantes, el homo superior, son el siguiente paso en la evolución. Además, se juega con el poder simbólico del mutante como metáfora de cualquier minoría marginada: la escena en la que el Hombre de Hielo, Bobby Drake (Shawn Ashmore) confiesa a su familia su verdadera naturaleza es equiparable a la salida del armario de un joven homosexual a unos padres retrógrados.


X-Men: La decisión final (Brett Ratner, 2006)
Tras firmar X-men 2, Bryan Singer estaba en la cúspide de su carrera profesional y artística. Quizás por eso decidió abandonar la franquicia mutante, sin concluir la trilogía, y emprender un proyecto todavía más ambicioso: Superman Returns (2006). El reboot del hombre de acero fue un rotundo fracaso: nadie comprendió el tono de homenaje a la película original de Richard Donner y Christopher Reeves (Superman, 1978). La carrera de Synger fue cuesta abajo desde entonces hasta, paradójicamente, X-Men: Días del futuro pasado (2014). Eso sí, anotemos en su haber la estupenda serie House (2004-2012). En todo caso, después de X-Men 2, el sustituto de Synger lo tenía difícil. Brett Ratner -conocido por la trilogía Hora Punta (1998-2007) de Jackie Chan- se hizo cargo del rodaje con el proyecto muy avanzado, y eso se nota. Esta tercera parte es la más floja de la trilogía, recuperando defectos de la primera como los villanos ridículos, Juggernaut (Vinnie Jones). La realización de Ratner no es tan elegante como la de Synger, y las ideas de puesta en escena en La decisión final son mucho más convencionales. A la película le falta ingenio y trabajo para dramatizar situaciones que se resuelven con meros diálogos.


X-Men orígenes: Lobezno (Gavin Hood, 2009)
Este spin-off es la peor película de la franquicia. Siendo el personaje de Lobezno (Wolverine) el más atractivo de la galería mutante -tanto en las películas como en los cómics- era lógico sacar provecho de su misterioso pasado. Explorar el pasado de los personajes con frecuencia ofrece un resultado contrario al esperado: en lugar de profundizar en su historia, se consigue aligerarla al quitarle la carga de misterio que espoleaba nuestra imaginación. En el caso de Lobezno (Hugh Jackman), la trama nace directamente de X-Men 2, repitiendo Stryker como villano que mueve los hilos (Danny Huston sustituye a Brian Cox) y añadiendo a un Víctor Creed (Liev Schreiber) que poco tiene que ver con el Dientes de Sable (Tyler Mane) de la primera X-Men. La vida de Logan abarca décadas, lo que obliga a una estructura episódica e inconexa. Al personaje protagonista no se le otorga el empaque suficiente para cohesionar la historia, y a su antagonista, Creed, tampoco se le da una motivación clara. Aún así, hay algún acierto aislado, como la sugerente secuencia de combate en la que Logan y Creed luchan en varios conflictos bélicos a través de la historia; o el apunte macarra de enfrentar las garras de Lobezno contra las hélices de un helicóptero.


X-Men: Primera Generación (Matthew Vaughn, 2011)
Tras la película sobre Lobezno, se estaba preparando otra titulada X-Men Origins: Magneto. No llegó a concretarse como tal, pero acabó convirtiéndose en esta precuela más ambiciosa, en la que, a pesar de desvelar la primera clase de alumnos mutantes que entrenó un joven Xavier (James McAvoy), tiene como verdadero protagonista a Magneto (Michael Fassbender). Matthew Vaughn, director de Kick-Ass (2010), consigue una película de superhéroes -con el tono de una aventura de espías en la Guerra Fría- que mantiene la gravedad de las primeras películas de Synger (que controla el proyecto como productor y aporta la historia original) pero consigue la ligereza y el humor necesarios para crear un divertimento prácticamente perfecto. Todo esto, además, consiguiendo enlazar las cuatro películas anteriores creando una sensación de universo -más o menos- coherente. Gran parte de la calidad del film se debe a la credibilidad que aporta el talento de sus actores principales, Fassbender a la cabeza. "No estás solo" es la frase más hermosa de la película, y además resume el espíritu de los X-Men: la diferencia. La mejor entrega de la franquicia.


Lobezno Inmortal (James Mangold, 2013)
Si la primera aventura en solitario de Lobezno es un actioner con exceso de testosterona, en esta segunda película el mutante canadiense se nos pone tierno. Al ser una continuación directa de X-Men: La decisión final, el pobre Logan (Hugh Jackman) se recupera del trauma de haber tenido que matar al amor de su vida: Jean Grey (Famke Janssen). En ese estado de puchero continuo, Lobezno se enamora de una nueva mujer, Mariko Yashida (Tao Okamoto), la heredera de un poderoso clan japonés. Entre ambos amores, poco metraje queda para las escenas de acción. La historia está basada en una "novela gráfica" de Chris Claremont y Frank Miller, que proponía una aventura japonesa del mutante que servía para enfrentar su lado animal con la contención emocional y el sentido del honor nipón. Pero poco de esto encontramos en la película, que convierte un argumento sencillo en algo complejo haciendo aparecer personajes cuya función en la trama no está nada clara: sobran. A destacar los incomprensibles poderes precognitivos de Yukio (Rila Fukushima). Es verdad que Lobezno Inmortal tiene el doble de calidad que X-Men orígenes: Lobezno, pero es la mitad de entretenida.


X-Men: Días del Futuro Pasado (Bryan Singer, 2014)
El director Bryan Singer vuelve a dirigir una película sobre los X-Men 14 años después, y se nota el paso del tiempo: los efectos especiales ahora le permiten atreverse con una película mucho más ambiciosa que abarca varias épocas, futuros distópicos, recreaciones históricas y robots gigantes. Días del futuro pasado tiene una historia compleja, que presta atención a varios personajes a la vez, pero que consigue mantener el equilibrio y el interés durante casi todo su metraje: apenas pierde un poco el rumbo durante el segundo acto con alguna reiteración innecesaria. El protagonismo recae en Lobezno (Hugh Jackman), el personaje principal es Mística (Jennifer Williams), pero en el corazón dramático de la historia está la pérdida de fe de Charles Xavier (James McAvoy). La espectacular escena protagonizada por el veloz Quicksilver (Evan Peters) en el Pentágono es una puesta al día de la de Rondador Nocturno (Alan Cumming) en la Casa Blanca en X-Men 2 (2003). Y es que Synger parece utilizar esta película para despedir definitivamente la trilogía original, recuperando incluso a personajes fallecidos en La decisión final (2006).


DEADPOOL (TIM MILLER, 2016)
Me gusta Deadpool, porque no la considero una parodia de una película de superhéroes. Sé que hay un comentario irónico sobre el género -presente ya en los cómics- sé que Ryan Reynolds rompe la cuarta pared y habla de la franquicia de los X-Men, que se burla de Hugh Jackman y se acuerda del Ferris Bueller de Todo en un día (John Hughes, 1986) en la mejor escena postcréditos de una película Marvel (aunque esto sea Fox). Sé todo eso. Pero creo que hay más. Deadpool está muy bien escrita y dirigida, tiene mucho ingenio. La primera secuencia de acción es brutal, graciosa y violenta. La película se esmera en que su tono paródico no convierta a su historia en intrascendente. Y lo consigue haciendo que cada golpe sea duro. Que nos duela cada tiro. La otra forma que tiene el film de implicarnos es desarrollando a sus personajes: la larga secuencia en la que Wade y Vanessa (Morena Baccarin) se enamoran es divertida y verdaderamente romántica. Cuando descubrimos el conflicto principal del personaje, este realmente ha llegado a importarnos. Deadpool puede parecer una parodia, pero la verdad es que no se limita a burlarse de los clichés del género. De hecho, gran parte de lo que hace realmente bien esta película es que tiene un lenguaje adulto, en el sentido de que no ha sido censurada para resultar apta para los niños. Así, en Deadpool se dicen tacos, se cortan cabezas, salen tetas, por primera vez un superhéroe es sodomizado y se habla con naturalidad, los diálogos -brillantes- se parecen a las cosas que diría una persona normal. Un par de referencias a los Monty Python son el último ingrediente necesario para ganarme completamente. El único pero, la asignatura siempre pendiente en las películas Marvel: el villano. Podría haber sido mejor. Ajax (Ed Skrein) mola, pero me he pasado toda la película esperando que apareciera su jefe.

THE KNICK -TEMPORADA 2- THERE ARE RULES


THERE ARE RULES (20 DE NOVIEMBRE DE 2015) -AVISO SPOILERS-

"Hay reglas" es el título de este episodio, que refleja el conflicto central de toda la serie. Esas reglas, a veces no escritas, que limitan a los individuos de una sociedad creando diferencias muchas veces injustas o limitando la posible felicidad del individuo. Ese "hay reglas" es lo que impide que el afroamericano, Garrison Carr (Ntare Guma Mbhao Mwine), se opere en el hospital, en el Knick, para desesperación de Algernon Edwards (André Holland). Probablemente las mismas reglas conservadoras llevan al absurdo de que el doctor Everett Gallinger (Eric Johnson) se vea obligado a cenar con el médico que trató el desequilibrio mental de su mujer arrancándole los dientes. La serie se aprovecha de nuestras ideas como espectadores actuales, que sabemos que es discriminatorio que no se opere a alguien por su raza; o que se permita a un médico utilizar métodos bárbaros para curar a un paciente. Por eso nos indigna que Gallinger se siente en la misma mesa que el doctor Henry Cotton (John Hodgman), personaje real, por cierto. Nosotros sabemos que sus técnicas no tienen sentido, como sabemos que los experimentos con la hipnosis que hace John Thackery (Clive Owen) tampoco tienen ninguna base científica. También sabemos que la radioterapia con la que Bertie Chickering (Michael Angarano) intenta desesperadamente salvar a su madre del cáncer, es la técnica adecuada. Pero claro, a principios del siglo XX dicha técnica estaba todavía por desarrollar, por lo que los intentos de Bertie son temerarios y necesariamente clandestinos. Aún teniendo razón, a Bertie no le queda más remedio que dimitir, porque "hay reglas" sobre probar nuevos tratamientos en pacientes humanos. Esas mismas normas son las que la hermana Harriet (Cara Seymour) rompe al ayudar a las mujeres a evitar embarazos no deseados o al mudarse a vivir con el camillero Tom Cleary (Chris Sullivan). Algo natural hoy en día, que personas de diferentes sexos compartan piso, era entonces escandaloso. Tampoco entendemos hoy que alguien pueda tener un contrato de propiedad sobre dos hermanas siamesas para explotarlas como espectáculo de circo.

CAPÍTULO ANTERIOR: WHIPLASH

THE KNICK -TEMPORADA 2- WHIPLASH


WHIPLASH (13 DE NOVIEMBRE DE 2015) -AVISO SPOILERS-

El "latigazo" al que se refiere el título del episodio, un dolor en el cuello, aparece mencionado en la primera cita entre el acaudalado Henry Robertson (Charles Aitken) y la enfermera Lucy Elkens (Eve Hewson). Antes, este ha enseñado a sus amigos de clase alta una película pornográfica rodada por él mismo en un primitivo cinematógrafo. Una imagen morbosa que quizás podemos relacionar con el experimento que lleva a cabo el doctor John Thackery (Clive Owen) -delante de un público de científicos- que busca las zonas de placer en el cerebro al descubierto de un paciente adicto a la morfina. El vínculo entre ambas tramas es Lucy, examante de Thackery y la encargada de buscar marcas de jeringuillas en sus brazos y piernas -sus centros de "placer"- que además tiene un conocimiento suficiente -por su experiencia en el prostíbulo de Ping Wu (Perry Yung)- de cómo complacer a Robertson.


Henry Robertson tiene sin embargo un grave problema cuando una explosión en los túneles del metro  causa varios heridos. Este decide ser humanitario y no cobrar a los heridos que atiende el Knick. Esto provoca un enfrentamiento entre Henry y su padre (Grainger Haines) que se opone a la inversión en el metro, o lo que es lo mismo, se opone al progreso. Un conflicto similar al de Bertie Chickering Jr. (Michael Angarano) con su progenitor, que, sin embargo acepta finalmente someter a su mujer, enferma de cáncer, a un tratamiento experimental. Antes hemos visto cómo la novia -judía- de Bertie se ganaba a su suegra contando chistes -precisamente- de judíos. Los mismos a los que Everett Gallinger (Eric Johnson) quiere esterilizar para evitar que se "reproduzcan", amparándose en la siniestra pseudociencia de la eugenesia. En la sociedad que describe The Knick hay machismo, racismo y un capitalismo salvaje que convierte a las personajes en mercancías. Los judíos que quiere eliminar Gallinger son una "carga" y la prostituta que desea Herman Barrow (Jeremy Bobb) un bien que debe comprar al chino proxeneta Ping Wu. Barrow necesita (mucho) dinero para ser feliz: para dejar a su mujer y a sus hijos, para comprar un piso de lujo y también al objeto de su amor, Junia (Rachel Korine).

CAPÍTULO ANTERIOR: WONDERFUL SURPRISES

FEAR THE WALKING DEAD -TEMPORADA 2- SICUT CERVUS


SICUT CERVUS (15 DE MAYO DE 2016) -AVISO SPOILERS-

Los elementos religiosos han ido creciendo con el tiempo tanto en The Walking Dead -ahí está el padre Gabriel (Seth Gilliam)- como en este spin-off. Recordemos que las primeras escenas de esta serie ocurrían en una iglesia -momento que reaparece aquí en un flashback de Nick Clark (Frank Dillane)-. La fe católica se utiliza también como rasgo de los personajes latinos, claramente estereotipados: Ofelia Salazar (Mercedes Mason) reza y cree comunicarse con su madre fallecida; mientras su padre, Daniel Salazar (Rubén Blades) tiene un oscuro pasado como torturador de un régimen dictatorial en una república bananera. Más divertido es el inicio, con una parroquia entera de mexicanos creyentes que sucumbe a la infección zombie, pero de una forma curiosa: lloran sangre como esos supuestos milagros en imágenes religiosas. Luego descubriremos que el cura, los monaguillos y los feligreses fueron asesinados por Celia Flores (Marlene Forte), cuyo modus operandi consiste nada menos que en envenenar las hostias. Es Celia la que aporta algo de diversión al episodio, con su extraña forma de entender la vida ultraterrena en la que confían todos los cristianos, en lo que parece una interpretación demasiado literal del Día de los Muertos. La revelación de que Celia mantiene encerrados a un grupo de zombies de sus seres queridos y amigos, no sorprende demasiado. Por otro lado, la muerte de Thomas Abigail (Dougray Scott) resulta anticlimática con respecto al trayecto que ha hecho el barco del mismo nombre en los episodios anteriores: han llegado hasta aquí para nada. Por cierto, el tiempo que tarda una persona infectada en morir y convertirse en zombie es directamente proporcional a la necesidad de los guionistas: puede ser instantáneo si hace falta, o alargarse todo un episodio, como aquí. Por último, las dudas que podamos tener sobre si Chris Manawa (Lorenzo James Henrie) se ha desquiciado y tiene intenciones asesinas, más que por la ambigüedad de la historia, parecen producto de la torpeza narrativa. Chris agudiza el conflicto central de la serie, al dividir a la familia que forman Travis Manawa (Cliff Curtis) y Madison Clark (Kim Dickens) en bandos según sus hijos biológicos.

CAPÍTULO ANTERIOR: CAPTIVE

THE KNICK -TEMPORADA 2- WONDERFUL SURPRISES


WONDERFUL SURPRISES (6 DE NOVIEMBRE DE 2015) -AVISO SPOILERS-

El progreso enfrentado a las ideas conservadoras. Esta es una buena forma de resumir el conflicto principal en The Knick, una serie más enfocada hacia las ideas que a provocar emociones. Esta lucha entre lo nuevo y lo tradicional se refleja como un juego de espejos en todas las tramas y personajes. Empezando por la resistencia a la innovación científica, al fin y al cabo, el Knick es un hospital. El doctor Thackery (Clive Owen) recupera su pasión -romántica- por Abigail (Jennifer Ferrin) y se deja llevar por su obsesión -médica- para curarla de la sífilis -una enfermedad mal vista por la mentalidad conservadora, de la que ella no tiene realmente culpa-. Thackery es un personaje excesivo -recordemos su adicción a las drogas, al sexo- y arriesga la vida de ella, además de su propia carrera profesional, enfrentándose a todos los que se oponen a sus ideas. No es difícil leer entre líneas y llegar a la conclusión de que el mensaje es que los cambios requieren grandes sacrificios.


El que fuera aprendiz de Thackery, Bertie (Michael Angarano), se estrella con una resistencia similar cuando intenta tratar el cáncer de su madre. Su nuevo mentor, el doctor Zinberg (Michael Nathanson) es reacio a experimentar nuevos métodos médicos. Esto probablemente hará que Bertie vuelva a Thackery, tras un proceso de maduración: vemos su primera vez con una prostituta y cómo su padre le invita a un cigarro y  a whisky, símbolos de que ya le considera un "hombre adulto".


En la serie "lo nuevo" puede ser también "lo justo". El doctor Algernon Edwards (André Holland) se ve obligado a llevar a su mujer (Zaraah Abrahams) -la "maravillosa" sorpresa del título- a un local exclusivo para afroamericanos. Lo interesante aquí es la contradicción: Edwards no ama a Opal, pero no se divorcia de ella. Decide respetar las normas de una sociedad que le maltrata por el color de su piel. El racismo se refleja también en el doctor Gallinger (Eric Johnson) que comienza a interesarse en teorías -felizmente- superadas como la eugenesia, llegando al extremo de defender la esterilización de las razas "inferiores". En realidad, Gallinger siente celos profesionales de Edwards y con ellos alimenta su racismo.


Otra de las revoluciones sociales que aborda The Knick es el feminismo, muy presente esta temporada. Cornelia, (Juliet Rylance) se enfrenta a su familia política, que le impide desarrollar su activismo social -una preocupación por los desfavorecidos- por lo que investiga a escondidas la muerte del inspector Speight. En el mismo sentido, Cornelia ayuda a la hermana Harriet (Cara Seymour) a salir de prisión por practicar abortos ilegales. Para conseguir esto, Tom Cleary (Chris Sullivan) tiene que chantajear a las mujeres -de clase alta- que se han beneficiado de los servicios de la monja abortista. El mensaje es, por tanto, que las clases poderosas mantienen unas reglas que hipócritamente se saltan cuando les conviene. Esta es la misma clase pudiente que impide el acceso de arribistas como Barrow (Jeremy Bobb), cuyas posibilidades se truncan por la muerte -absurda- de su valedor, el doctor Mays (Ben Livingston).


Tampoco lo tiene fácil Lucy (Eve Hewson), que a pesar de estudiar medicina -y saberse muy lista- tiene asumido que solo puede ser una enfermera. Esta resignación es la que lleva a Lucy a quejarse de que todos los hombres la han decepcionado y a creer que merece algo mejor. Su mayor pretendiente, Henry (Charles Aitken), utiliza el recién inventado cinematógrafo para hacer pequeñas películas pornográficas. Progreso técnico, sí, pero machismo, también. La enfermera que se quita la ropa, por cierto, es interpretada por Emily Kinney, la que fuera Beth en The Walking Dead.