Sé que habéis visto Fargo. Y sé que probablemente habéis disfrutado con la serie sin darle demasiadas vueltas a su sentido más profundo. No pasa nada. Se puede ser espectador de una obra y apreciar su calidad sin necesidad de comprenderlo todo, igual que se puede vivir y ser feliz, sin ser consciente del sentido de la existencia. Pero quiero permitirme, humildemente, "despertaros". Al menos en lo que respecta a esta serie. Lo que vais a leer a partir de ahora es mi mirada sobre Fargo que, quizás, no sea más que una interpretación completamente equivocada.
Noah Hawley -creador y guionista de la serie- se inspira en la película homónima de 1996, reflejando el tono, los escenarios, la música, sus personajes y sus situaciones. Pero parece levantar su historia criminal -al menos en esta primera temporada- sobre una base filosófica existencialista. Hay que decir que los hermanos Coen no han tenido nada que ver con esta producción, pero el existencialismo de ésta resultaría coherente con al menos una parte de su filmografía: desde la también protagonizada por Billy Bob Thornton, El hombre que nunca estuvo allí (2001), hasta la reciente A propósito de Llewyn Davis (2013). Sin olvidar Un hombre serio (2009) cuya referencia al principio de la incertidumbre de Schrödinger y su gato vivo/muerto podría tener mucho que ver con el dilema del cocodrilo -y su niño comido/salvado- que da título a este episodio piloto.
Albert Camus (1913-1960) en El mito de Sísifo (1942), plantea el absurdo de la existencia humana. Afirma que la mayoría de nosotros vive sin tener conciencia de lo más importante: la muerte. Si no creemos en Dios, ni en la trascendencia del alma, la muerte es el final de todo. Un final seco, frío, desesperante. Esa consciencia debería cambiar completamente nuestra manera de entender el mundo, ya que todos nuestros actos sumados, sean cuales sean, siempre nos llevarán al mismo resultado: la nada. Eso cambia también el valor moral de nuestras acciones. Puedes ser fiel a tu pareja durante 10 años o un infiel sin escrúpulos, da lo mismo, al final morirás. No hay Cielo, ni hay Infierno. Esto querría decir que el asesinato no es mejor ni peor que donar dinero a una ONG. Obviamente, la mayoría de la gente no piensa así. Se guían por códigos morales prácticos y a menudo cambiantes. Básicamente, hacen lo que sea para pertenecer a un grupo: esos son los borregos. Pero hay otras personas que, coherentemente con esa conciencia de la muerte, actúan sin ataduras morales o éticas. Personas que entienden mejor su papel en el orden de las cosas porque saben que todo es... absurdo.
Fargo, la película, nos presenta a una mujer policía, Marge Gunderson (Frances McDormand), con una gran capacidad deductiva, que se mueve entre personajes pintorescos, intelectualmente limitados, pertenecientes a la llamada América profunda. Fargo, la serie, opera en el mismo sentido y divide a sus personajes en dos clases. Algunos parecen inteligentes, otros, no tanto. Lo que creo que diferencia la serie de la película es que Hawley apoya esa diferencia en un concepto similar a la conciencia del absurdo que propone Camus. En la serie, algunos personajes parecen haber "despertado" a la realidad de la existencia -los que han salido de la caverna, según la alegoría de Platón- mientras que otros -la mayoría- prefieren seguir contemplando sombras. Siguiendo esta división, los hombres y mujeres que viven en el universo de Fargo son constantemente comparados con animales. Yo los dividiría en lobos y borregos. Por último, en este universo de silenciosos parajes nevados, no existe Dios, sino una incertidumbre moral.
Albert Camus (1913-1960) en El mito de Sísifo (1942), plantea el absurdo de la existencia humana. Afirma que la mayoría de nosotros vive sin tener conciencia de lo más importante: la muerte. Si no creemos en Dios, ni en la trascendencia del alma, la muerte es el final de todo. Un final seco, frío, desesperante. Esa consciencia debería cambiar completamente nuestra manera de entender el mundo, ya que todos nuestros actos sumados, sean cuales sean, siempre nos llevarán al mismo resultado: la nada. Eso cambia también el valor moral de nuestras acciones. Puedes ser fiel a tu pareja durante 10 años o un infiel sin escrúpulos, da lo mismo, al final morirás. No hay Cielo, ni hay Infierno. Esto querría decir que el asesinato no es mejor ni peor que donar dinero a una ONG. Obviamente, la mayoría de la gente no piensa así. Se guían por códigos morales prácticos y a menudo cambiantes. Básicamente, hacen lo que sea para pertenecer a un grupo: esos son los borregos. Pero hay otras personas que, coherentemente con esa conciencia de la muerte, actúan sin ataduras morales o éticas. Personas que entienden mejor su papel en el orden de las cosas porque saben que todo es... absurdo.
Fargo, la película, nos presenta a una mujer policía, Marge Gunderson (Frances McDormand), con una gran capacidad deductiva, que se mueve entre personajes pintorescos, intelectualmente limitados, pertenecientes a la llamada América profunda. Fargo, la serie, opera en el mismo sentido y divide a sus personajes en dos clases. Algunos parecen inteligentes, otros, no tanto. Lo que creo que diferencia la serie de la película es que Hawley apoya esa diferencia en un concepto similar a la conciencia del absurdo que propone Camus. En la serie, algunos personajes parecen haber "despertado" a la realidad de la existencia -los que han salido de la caverna, según la alegoría de Platón- mientras que otros -la mayoría- prefieren seguir contemplando sombras. Siguiendo esta división, los hombres y mujeres que viven en el universo de Fargo son constantemente comparados con animales. Yo los dividiría en lobos y borregos. Por último, en este universo de silenciosos parajes nevados, no existe Dios, sino una incertidumbre moral.
Hay cuatro personajes principales en el primer capítulo de Fargo. Cuatro personajes que viven rodeados de imbéciles (o de borregos). Empecemos con el sheriff, Vern Thurman (Shawn Doyle), un buen policía, inteligente, eficiente -algo parsimonioso- que ama a su mujer a pesar de que ella no parece ser demasiado lista: lleva las pequeñas decisiones sobre la decoración de la habitación de su bebé hasta límites kafkianos. Vern pertenece al grupo de los que han "despertado". Ve las cosas más claras que los demás, y ha decidido dedicarse a defender a los vecinos de su comunidad, Bemidji, en Minnesota. Aunque sean idiotas. Digamos que Vern Thurman está del lado del "bien". Del otro lado está el personaje más importante de Fargo: Lorne Malvo (Billy Bob Thornton), un asesino a sueldo que se mueve entre nosotros, burlándose y matándonos. No hay un equivalente a Lorne Malvo en la película de 1996. Es la aportación de Noah Hawley y el vehículo para este discurso subterráneo existencialista. Malvo no es un asesino porque sea "malo", sino porque se ha dado cuenta de que "no hay reglas". Se cree, se sabe, superior. Como Raskolnikov en Crimen y Castigo (Fiódor Dostoievski, 1866) aunque con una mayor pericia para quitar la vida a sus víctimas. Y ningún remordimiento, lo que nos hace pensar en el superhombre de Friedrich Nietzsche (1844-1900). En el mismo sentido, recordemos Asesinos Natos (Oliver Stone, 1994), con guión de Quentin Tarantino, film en el que su protagonista, Mickey Knox (Woody Harrelson), asegura que ha "evolucionado" y que el asesinato es "puro" y "está en la naturaleza". Lorne Malvo se guía, sin duda, por la misma filosofía. Es un lobo entre corderos.
Los dos personajes antes mencionados sirven de mentores a otros dos. Lester Nygaard (Martin Freeman) -primo hermano del Jerry Lundegaard (William H. Macy) de la película original- es el clásico pringado que se deja pisar por el "otro", por ese que descubrió con horror Sartre que era también sujeto y no solo objeto. Lester vive humillado por su mujer, por su jefe y por el que fuera el abusón del instituto, Sam Hess (Kevin O´Grady). Porque nuestra estúpida sociedad se sigue rigiendo por las reglas -adolescentes- del instituto. Esto es así hasta que Lester se topa con Malvo. El encuentro es casual porque en Fargo -en un universo sin Dios- el azar es muy importante. Lester conoce a Malvo y éste le abre los ojos. Le "despierta". Le demuestra que ha estado siguiendo unas reglas que no tienen sentido y le anima a romperlas. Le anima a matar, colocándose así por encima del rebaño. Y Lester lo hace: asesina a su mujer.
El otro personaje que cambia en este primer capítulo es Molly (Allison Tolman), que será la antagonista principal de Lester. La ayudante del sheriff hacía su trabajo de una forma rutinaria. Casi perezosa. Pero Vern Thurman, su jefe, le enseña a pensar: esto se demuestra cuando le explica lo ocurrido en la escena del crimen de la carretera. Un poco más tarde, la muerte del propio Vern -asesinado por Malvo- "despierta" a Molly, que se encuentra cara a cara con el fin de la existencia y no puede seguir viviendo como si nada. Sería como intentar creer en los Reyes Magos tras descubrir que son los padres. Molly ya no puede volver atrás, aunque su padre, Lou Solverson (Keith Carradine), le ofrezca un trabajo de camarera: una vía rápida para regresar a la seguridad del rebaño. Pero Molly y también Lester son ahora conscientes del absurdo de la existencia. Dos muertes cercanas han rasgado el velo de la realidad para ellos, dejando al desnudo un universo frío, sin sentido. Según Camus, "este divorcio entre el hombre y su vida, entre el actor y su decorado, es propiamente el sentimiento de lo absurdo". Estos personajes, una vez "despiertos", no pueden "adormecerse" de nuevo. Igual que espero yo que no volváis a ver Fargo de la misma manera tras haber leído estas líneas.
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