Un traficante de armas -algo friki- le ofrece al asesino a sueldo, Lorne Malvo (Billy Bob Thornton), un "kit de supervivencia zombie" al que recurrir en el hipotético caso de un holocausto. Malvo rechaza el producto, ya que no cree que el mundo pueda ser un lugar peor. Ni siquiera con zombies. Este pequeño chiste del guionista Noah Hawley hace explícito que los muertos vivientes de las películas, cómics, series y novelas, son metáforas de una sociedad masificada, manipulable, consumista e ignorante. Vivimos ya entre zombies. En Fargo, Lorne Malvo se mueve como si fuera el único superviviente del Apocalipsis, entre descerebrados muertos vivientes a los que mata impune y fácilmente.
Pero Malvo no es el único. La ayudante de policía Molly Solverson (Allison Tolman) seguramente también siente que vive rodeada de zombies. Debe sentirse además, muy sola, como demuestra su encuentro con una antigua compañera de instituto que no hace más que hablar sobre sí misma (y le cuenta una grotesca anécdota sobre una araña). En su trabajo, Molly no recibe tampoco ninguna comprensión. Para ella es obvio que Lester (Martin Freeman) está implicado de alguna manera en las cuatro muertes que siguen sin resolver en el pueblo. Pero Molly debe seguir las reglas de un "juego" impuesto por incompetentes. Primero, obviamente, debe atender a los procedimientos policiales. Pero sobre todo, debe lidiar con la autoridad de su -estúpido- jefe, Bill (Bob Odenkirk). Éste encarga a Molly la investigación de la muerte del hombre que apareció congelado en la carretera y en calzoncillos (vemos un flashback que narra cómo ocurrió todo). La intención de Bill es distraer a Molly para que deje en paz a Lester: pero es tan inepto que no se da cuenta de que todas las muertes están relacionadas. Molly ha jugado siempre según las reglas, pero ahora comienza a saltárselas: le tiene una trampa a Lester para comprobar su reacción ante una foto de Lorne Malvo.
Romper las reglas, pensar de forma independiente, puede parecer muy satisfactorio, pero requiere cierta fortaleza mental, espiritual, para superar la culpa. Hemos sido educados, socializados, para cumplir con las normas, aunque puedan parecer absurdas. Trascender eso, es difícil. El policía Gus Grimly (Colin Hanks) dejó escapar al asesino Lorne Malvo. Su decisión está justificada si pensamos que el valor más importante de la existencia es la propia vida, y que Gus ponía en riesgo la suya deteniendo a Malvo. Pero el policía, a pesar de esto, se siente culpable.
El problema de la culpa tiene que ver con el título del episodio. Se trata de un koan zen que habla de dos monjes que viajan. Uno de ellos ayuda a una mujer a cruzar un camino cubierto de lodo. Al llegar al templo, el otro monje le recrimina al primero el haber ayudado a la dama, algo prohibido para ellos. Éste responde diciendo: "Yo dejé a la chica en el camino ¿Por qué sigues tú cargando su peso?". Gus dejó pasar a Malvo, pero decide finalmente confesar su error. Curiosamente es su hija -una adolescente "madura", es decir, socialmente integrada- la que le dice cómo debe actuar adecuadamente: debe ir en persona a hablar con la policía de Bemidji. Es difícil entender la lógica de los borregos.
El problema de la culpa tiene que ver con el título del episodio. Se trata de un koan zen que habla de dos monjes que viajan. Uno de ellos ayuda a una mujer a cruzar un camino cubierto de lodo. Al llegar al templo, el otro monje le recrimina al primero el haber ayudado a la dama, algo prohibido para ellos. Éste responde diciendo: "Yo dejé a la chica en el camino ¿Por qué sigues tú cargando su peso?". Gus dejó pasar a Malvo, pero decide finalmente confesar su error. Curiosamente es su hija -una adolescente "madura", es decir, socialmente integrada- la que le dice cómo debe actuar adecuadamente: debe ir en persona a hablar con la policía de Bemidji. Es difícil entender la lógica de los borregos.
Mientras Gus y Molly se ven obligados a jugar según las reglas, el personaje principal de la serie, Lorne Malvo, es capaz de imponer las suyas propias. Malvo es contratado para descubrir al que chantajea al empresario Stavros Milos (Oilver Platt). Y él lo ve todo claramente, mientras los ineptos que le rodean parecen ciegos. Malvo identifica rápidamente al chantajista: es el entrenador personal de la futura exmujer de Stavros. Pero decide, además, que éste es un idiota y se hace con el control del chantaje. Malvo comienza a hacer de la vida de Stavros un infierno y la lectura que hace del pasaje bíblico sobre Moisés nos anuncia su futuro plan.
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