LOS DOMINGOS -TERROR RELIGIOSO


Me imagino a la directora Alauda Ruiz de Azúa con una sonrisa perversa tras estrenar Los domingos (2025) en las salas de cine y dejar, en la mente del espectador, un montón de preguntas incómodas. Su película sigue la línea de la ambigüedad y de sugerir más que contar que ya encontramos en la magnífica miniserie Querer (2924) y que poco tiene que ver con su ópera prima, Cinco lobitos (2022), estupendo drama que conseguía encandilar a los espectadores con humanidad y emoción. La tercera película de la directora apuesta por la frialdad y la distancia para contarnos la historia de una adolescente que decide ser monja y el cataclismo que eso provoca en su familia. Las relaciones de parentezco son el interés central de la obra, todavía temprana, de esta autora nacida en Baracaldo. Pero el calor y la ternura de su mencionada primera cinta han desaparecido de sus historias. Tras encarar una comedia romántica por encargo de Netflix, Eres tú (2023), 
Alauda Ruiz de Azúa parece estar siguiendo la senda de crueles observadores de la realidad como Kubrick, Haneke o el primer Lanthimos. En Los domingos la protagonista es una mujer madura, Maite (Patricia López Arnáiz), cuyo punto de vista se mantiene durante casi toda la historia, ya que no se desvela demasiado sobre lo que pasa dentro de la cabeza del personaje principal, su sobrina Ainara (Blanca Soroa), la niña que decide apartarse del mundo para vivir en un convento de clausura y de cuyas motivaciones solo se nos dan pistas externas. El tercer vértice de este drama familiar es el padre de Ainara, Iñaki (Miguel Garcés), personaje también misterioso y distante, un enigma sin resolver. El argumento se centra sobre todo en los dos personajes femeninos, cuya evolución transcurre de forma paralela: Ainara se encuentra dividida entre seguir su vocación religiosa o vivir una vida normal. Lo primero, en pleno siglo XXI, parece una decisión extrema y sospechosa. En la película vemos siempre desde fuera a los curas y monjas que aparecen como personajes: la sonriente madre superiora a la que da vida Nagore Aranburu tampoco da pistas sobre si es una bondadosa líder espiritual o una pérfida manipuladora. La cámara nos muestra la rutina de las hermanas en el convento de forma objetiva, pero reflejando, claro, un escenario de paz, despojado de conflictos, un lugar que parece seguro y ordenado. Alauda Ruiz de Azúa establece una comparación entre el convento y el mundo adolescente de Ainara, donde encontramos lo típico: teléfonos móviles, reguetón y juegos con bebidas alcohólicas. Todo parece conducir, por cierto, a una sola cosa: el sexo. En esta comparación podemos encontrar una primera pista sobre el sentido de Los domingos: la vocación religiosa es una postura extrema, claro, pero la alternativa, una existencia corriente, haciendo lo que todo el mundo, en una sociedad que parece haber sido despojada de valores, de ilusiones y de sentido, no resulta atractiva. El espejo del futuro de Ainara es su tía Maite, una madre que apenas se relaciona con su hijo y que parece haberse desenamorado de su pareja (Juan Minujín). La crisis existencial de Maite, su mala relación con su pareja y con su hermano, no ofrecen, desde luego, un referente atractivo para su sobrina. Alauda Ruiz de Azúa coloca a este personaje en una suerte de film de terror psicológico, en el que, como Rosemary, solo ella ve que su sobrina podría ser víctima de una conspiración. En Los domingos, la directora condena el modelo tradicional que establece la familia como pilar de la sociedad, pero, al mismo tiempo, reconoce que no existe una alternativa. No hay salvación posible.

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