El adolescente como minoría marginada y oprimida. En los años sesenta, Stan Lee estaba cansado de crear orígenes para sus superhéroes de cómic -Los Cuatro Fantásticos, Hulk, Spiderman- y se le ocurrió que sus nuevos personajes podrían nacer, directamente, con superpoderes. Esos fueron los X-Men, cuyas versiones iniciales en papel eran 5 adolescentes mutantes -Cíclope, Jean Grey, el Ángel, el Hombre de Hielo y la Bestia- que, como Spiderman en sus inicios, solían enfrentarse a villanos que representaban el mundo de los adultos. Ese componente de rebeldía adolescente, que permitía que aquellos cómics conectasen con sus lectores infantiles, se perdió parcialmente en la versión cinematográfica de Fox: la necesidad de utilizar estrellas más o menos reconocidas llevó a buscar adultos para encabezar el reparto, pero aún así, los estudiantes del profesor X eran bastante jóvenes, como el Hombre de Hielo o Pícara (Anna Paquin), atractiva mutante incapaz de tocar a nadie, mucho menos a su posible novio. La protagonista de Mentes poderosas, Ruby Daly (Amandla Stenberg) también tiene poderes increíbles y tampoco se atreve a tocar a otros seres humanos. Su historia se inscribe en esa tendencia que convierte a los adolescentes en el centro del relato, y los transforma en un grupo marginado, equiparable a los afroamericanos, homosexuales, las mujeres o los mencionados mutantes de Marvel. Los vampiros de Crepúsculo, los protagonistas de Los juegos del hambre o de El corredor del laberinto, todos tienen en común ese enfrentamiento generacional, el estar apoyados en un fenómeno editorial para 'jóvenes adultos' -aquí una trilogía de Alexandra Bracken- además de un componente romántico importante. El escenario es una distopía de corte fascista, en la que niños y adolescentes son perseguidos por sus peligrosas habilidades, y en la que no se puede confiar en los adultos. Mentes poderosas propone atractivas fantasías juveniles: chavales que escapan de sus casas y de sus reglas -aquí campos de concentración- para encontrar un mundo libre sin figuras de autoridad. La película toca todas esas teclas en una historia bien contada, dirigida con efectividad por Jennifer Yuh Nelson -Kung Fu Panda 2 y 3- y bien interpretada por unos chavales guapos y simpáticos: Harris Dickinson, Miya Cech, Patrick Gibson y Skylan Brooks. Actores tan jóvenes que hacen mayor a una treintañera como Mandy Moore (y a Gwendoline Christie de Juego de tronos). La película ofrece a su público lo que se supone que quiere, una historia de maduración, con personajes identificables -que leen Harry Potter- y que buscan el primer beso, el primer amor. Hay momentos de cierta fuerza, como ese de auténtica pesadilla cuando unos padres no reconocen a su propia hija; o el romántico clímax que no desvelaré. Lo que se echa en falta en este producto impecable es, precisamente, un mínimo desequilibrio, algún apunte oscuro, algo de personalidad que aporte carisma. Algo de rebeldía juvenil.
MENTES PODEROSAS -REBELDES CON CAUSA
El adolescente como minoría marginada y oprimida. En los años sesenta, Stan Lee estaba cansado de crear orígenes para sus superhéroes de cómic -Los Cuatro Fantásticos, Hulk, Spiderman- y se le ocurrió que sus nuevos personajes podrían nacer, directamente, con superpoderes. Esos fueron los X-Men, cuyas versiones iniciales en papel eran 5 adolescentes mutantes -Cíclope, Jean Grey, el Ángel, el Hombre de Hielo y la Bestia- que, como Spiderman en sus inicios, solían enfrentarse a villanos que representaban el mundo de los adultos. Ese componente de rebeldía adolescente, que permitía que aquellos cómics conectasen con sus lectores infantiles, se perdió parcialmente en la versión cinematográfica de Fox: la necesidad de utilizar estrellas más o menos reconocidas llevó a buscar adultos para encabezar el reparto, pero aún así, los estudiantes del profesor X eran bastante jóvenes, como el Hombre de Hielo o Pícara (Anna Paquin), atractiva mutante incapaz de tocar a nadie, mucho menos a su posible novio. La protagonista de Mentes poderosas, Ruby Daly (Amandla Stenberg) también tiene poderes increíbles y tampoco se atreve a tocar a otros seres humanos. Su historia se inscribe en esa tendencia que convierte a los adolescentes en el centro del relato, y los transforma en un grupo marginado, equiparable a los afroamericanos, homosexuales, las mujeres o los mencionados mutantes de Marvel. Los vampiros de Crepúsculo, los protagonistas de Los juegos del hambre o de El corredor del laberinto, todos tienen en común ese enfrentamiento generacional, el estar apoyados en un fenómeno editorial para 'jóvenes adultos' -aquí una trilogía de Alexandra Bracken- además de un componente romántico importante. El escenario es una distopía de corte fascista, en la que niños y adolescentes son perseguidos por sus peligrosas habilidades, y en la que no se puede confiar en los adultos. Mentes poderosas propone atractivas fantasías juveniles: chavales que escapan de sus casas y de sus reglas -aquí campos de concentración- para encontrar un mundo libre sin figuras de autoridad. La película toca todas esas teclas en una historia bien contada, dirigida con efectividad por Jennifer Yuh Nelson -Kung Fu Panda 2 y 3- y bien interpretada por unos chavales guapos y simpáticos: Harris Dickinson, Miya Cech, Patrick Gibson y Skylan Brooks. Actores tan jóvenes que hacen mayor a una treintañera como Mandy Moore (y a Gwendoline Christie de Juego de tronos). La película ofrece a su público lo que se supone que quiere, una historia de maduración, con personajes identificables -que leen Harry Potter- y que buscan el primer beso, el primer amor. Hay momentos de cierta fuerza, como ese de auténtica pesadilla cuando unos padres no reconocen a su propia hija; o el romántico clímax que no desvelaré. Lo que se echa en falta en este producto impecable es, precisamente, un mínimo desequilibrio, algún apunte oscuro, algo de personalidad que aporte carisma. Algo de rebeldía juvenil.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario