CAPITÁN PHILLIPS (PAUL GREENGRASS, 2013)


-AVISO SPOILERS-

Capitán Phillips enfrenta a dos héroes en una misma historia. Dos capitanes rivales, con objetivos excluyentes. Muse (Barkhad Abdi) quiere lo que tiene Richard Phillips (Tom Hanks): su barco, y su propia vida.

El primero es presentado hablando con su mujer de las perspectivas de futuro de sus hijos. Phillips teme que su hijo tenga que enfrentarse a un mundo demasiado hostil en la Universidad. Muse no tiene futuro, ni esperanza: duerme abrazado a su fusil automático. 

Muse arriesga su vida casi cada día como pirata. Pero no es el dueño del botín que consigue. Trabaja para una mafia mayor, que le explota de manera inhumana. Richard Phillips se supone libre, pero ha abrazado una ética de trabajo que le lleva a exponerse a todo tipo de peligros para que la mercancía llegue lo más rápido posible a su destino.

El director, Paul Greengrass, maneja a la perfección la tensión de las escenas de persecución, abordaje y secuestro. Pero los piratas no nos hacen temer por la vida del Capitán Phillips y su tripulación. Desnutridos, mal armados, y poco organizados, los somalíes dan más pena que otra cosa. Hay que temer mucho más la eficacia asesina de la marina estadounidense, y la frialdad con la que la psicólogo de emergencias atiende a Richard Phillips cuando todo ha terminado. 

Lo que realmente nos da miedo de esos piratas es que tienen razón en odiarnos. Tienen razón en querer quitarnos lo que tenemos. Porque no lo merecemos. Porque somos felices cada día, y ellos no.

GUÍA TURÍSTICA DE LOS MONSTRUOS GIGANTES


Existe el turismo: masas de borregos empujadas de un lugar al siguiente para dejar dinero en las arcas de los aprovechados. Y luego está el turismo molón que yo os propongo: visitar lugares emblemáticos de nuestra civilización que hayan sido destruidos por un monstruo gigante en glorioso celuloide.

EL EDIFICIO EMPIRE STATE
King Kong (Merian C. Cooper 1933 y Peter Jackson 2005)
La Isla Calavera no sale en los mapas, así que mejor coger un vuelo directamente hacia Nueva York, y patearse a fondo Manhattan imaginando a pie de calle a la Octava Maravilla del Mundo trepando por el rascacielos. Si queréis subir, os recomiendo el New York Pass para evitar colas.

EL PUENTE GOLDEN GATE
Surgió del fondo del mar (Robert Gordon, 1955)
Si vais a San Francisco, el puente colgante es visita obligada. Podéis perseguir a una rubia que morirá de todas maneras... o disfrutar de las vistas imaginando a un pulpo gigante aferrándose a la estructura con sus colosales tentáculos. Un panorama para matar.

LA TORRE DE LONDRES Y EL BIG BEN
Gorgo (Eugène Lourié,1961)
Os propongo un paseo por la zona más céntrica de Londres, disfrutando de un fish'n'chips, imaginando a Gorgo cargándose la Torre, el Big Ben, y todo lo que se le ponga por delante. Tan ricamente.

CONEY ISLAND
La Bestia de los Tiempos Remotos (Eugène Lourié, 1953)
"Coney Island es una península, antaño una isla, en el extremo sur de Brooklyn, Nueva York, con una gran playa sobre el Océano Atlántico." Dicho así, no mola demasiado, pero ¿Y si os digo que tenéis que ir para rendir homenaje al lugar en el que el Rhedosaurus encontró su final? Así cambia la cosa ¿no? ¿no?

EL COLISEO ROMANO
A 20 millones de millas de la Tierra (Nathan Juran, 1957)
Al típico turista que visita Roma le gusta imaginar a los gladiadores en el coliseo. Yo prefiero pensar en Ymir, un alienígena al que unos astronautas llevaron de Venus a Sicilia. No fue una buena idea. 

LA CATEDRAL DE CUENCA
El Valle de Gwangi (Jim O´Connolly, 1968)
Si el valle en el que unos cowboys encuentran a Gwangi no existe, el México que sale en la película tampoco: en realidad fue rodada en Cuenca. El clímax ocurre dentro de la Catedral, por lo que ya podéis incluir a nuestro alosaurio favorito en vuestras oraciones.

PSICOANÁLISIS STAR WARS


Star Wars y yo. Lo que viene a continuación intenta demostrar que mi vida puede ser interpretada utilizando como herramienta las películas de La Guerra de las Galaxias.


Todo comenzó con los muñequitos. Nací un 25 de Mayo de 1975, y Star Wars fue estrenada dos años después, un 25 de Mayo de 1977. Obviamente, a tan corta edad, no me iban a llevar a un cine, por lo que mi introducción a La Guerra de las Galaxias fue a través de las figuritas de Kenner. De niño, el único juguete que pedía eran los muñequitos de Star Wars. Eso me convirtió en un coleccionista compulsivo que necesita controlarlo todo, tenerlo todo. Una verdadera obsesión que me ha costado mucho superar: todavía hoy si comienzo un libro o una serie de televisión tengo que acabarlos, aunque no me gusten.


Pero las figuritas tuvieron otro efecto en mí, mucho más positivo. Cada figura era un personaje, pero como no había visto las películas, yo tenía que inventarme su historia ¿Quién era bueno y quién era malo? Luke y Darth Vader, eran fáciles, pero... ¿Y Boba Fett? ¿Quién era ese? Inventarme las historias de todos esos personajes desconocidos disparó mi imaginación. Eso me convirtió en un mentiroso compulsivo, y me dio herramientas para lo que ahora es mi profesión. 


Mi primera experiencia con Star Wars, la película, fue una bobina de Súper 8 que mi padre proyectaba en la pared. Era maravillosa, pero no estaba completa: faltaba la batalla final en la Estrella de la Muerte. Eso convirtió a mi padre, al que sólo veía los fines de semana, en el ser-mágico-que-hace-aparecer-star-wars-en-la-pared. Siendo ya más mayor, mi madre me llevó a ver un reestreno de Star Wars, por fin completa, y en un cine de verdad. Ya me la sabía de memoria, pero por primera vez pude ver la batalla final, que no estaba en Súper 8, y que conectó directamente con otra pasión infantil: los videojuegos. La Guerra de las Galaxias tenía todo lo que un niño podía desear: aventura, fantasía, y un final feliz. Yo era Luke.


Casi enseguida llegó El Imperio Contraataca (1980) con un montón de emociones nuevas. Pero nada superaba a la frase "Yo soy tu padre". Era el sueño de todo hijo de padres divorciados. Que tu padre se hubiese ido de casa para ser el malo más malo de la galaxia... molaba. La identificación con Luke daba un paso más allá: él sufría lo mismo que yo.


El Regreso del Jedi (1983) tiene mala fama ahora, pero en su momento fue simplemente perfecta. La secuencia de las motos en los bosques de Endor era suficiente para cualquier niño. La mala prensa es culpa de Kevin Smith: todos vimos Clerks (1994), y todos queremos hacernos los listos haciendo chistes sobre los ewoks. Pero para un niño, Jedi es una película genial. Además, mi identificación con Luke fue completa: era un chaval que intentaba NO ser su padre... y al final lo conseguía. A pesar de ese logro, la película acaba con regusto amargo: en la celebración final, Luke se queda solo y algo triste (su soledad siempre me recordó a la de Frodo al final de El Señor de los Anillos). Aquello era el final de la infancia. No más Star Wars.


Pero al llegar a los complicados 30, en mayo de 2005, Star Wars volvía para acompañarme. Fielmente fui al estreno del Episodio III de Star Wars. Era el final de las odiadas -pero compradas en dvd y bluray- precuelas. La nueva trilogía representa los sueños de la infancia que no se cumplieron, y una tremenda decepción vital (y cinematográfica). El héroe que sustituye a Luke, Anakin Skywalker, me hizo ver que, destruidas mis falsas esperanzas infantiles, me había dejado llevar por el lado oscuro: me había convertido en un adulto. La frase ahora sería: Yo soy mi padre.


¿Y el futuro? Ahora que George Lucas se ha ido, J.J. Abrams será el director de la siguiente trilogía. Yo confío plenamente en él. Y el Episodio VII de Star Wars se estrenará en 2015... justo a tiempo para mi crisis de los 40.

CONTENIDO EXTRA 1
Se critica mucho la gran cantidad de personajes que aparecen en cada película de Star Wars. Se ha dicho hasta la saciedad que es una estrategia de George Lucas para vender figuras. Pero los muñequitos son la demostración de lo mejor de Star Wars: que es un Universo de ficción profundo, verosímil, y muy atractivo. Algo que no ha logrado ninguna otra saga. Sólo el Universo Marvel había conseguido algo similar (curiosamente, Marvel y Star Wars son ahora propiedad de Disney).  

LA EDAD QUE HAY QUE TENER PARA VER "GIRLS"


-CUIDADO SPOILERS-

Cada vez que veo Girlsuna serie que disfruto, tengo una desagradable sensación: estoy mayor. Más que una sensación, es una certeza. Las chicas que protagonizan la serie de HBO tienen veintipocos años y yo casi 40. Encima, según avanza la serie, voy conociendo más a los personajes, y me encariño con ellas, y me parecen cada vez más atractivas, lo que aumenta mi sensación de ser un viejo verde. Por suerte, debe haber más viejos verdes viendo la serie, porque alguien ha pensado en nosotros y nos ha dedicado un personaje (se le debe haber ocurrido a Judd Apatow).


Nuestro personaje se llama Ray -Alex Karpovsky, que debe ser más joven que yo, aunque parece haber decidido esconder su verdadera edad- y básicamente es un fracasado con más de 30 años que odia a todo el mundo. Nivel de identificación: 7

Ray mantuvo una relación con Shoshanna (Zosia Mamet) que le dejó tirado para "vivir". Obviamente, Ray sigue enamorado de Shoshanna, que nació en 1988, y que pasa de él completamente. Nivel de identificación: 8

En el tercer capítulo de la tercera temporada, Ray habla con su antiguo jefe, que se ha jubilado dejándole al mando de su cafetería. Sospechamos que es lo más lejos que Ray llegará profesionalmente, pero él aspira a más: es capaz de hablar de Ingmar Bergman. Nivel de identificación: 9

El exjefe de Ray -un tío obsesionado con su propia muerte- lleva una camiseta que es el primer guiño del episodio a nuestra generación viejuna: pone "The World is a Vampire". Más tarde, Ray asiste al cumpleaños de Hannah (Lena Dunham) -el personaje cumple 25, la persona real tiene unos todavía insultantes 27- y no puede evitar sentirse fatal al ver a Shoshanna. Por eso, decide emborracharse, y pide una canción a la DJ de la fiesta: Bullets with butterfly wings de Smashing Pumpkins. El primer verso de esa canción es "The World is a Vampire". Pero Ray y sus gustos tienen poco que ver con su entorno. El editor de Hannah, David Pressler-Goings (John Cameron Mitchell) decide interrumpir su canción, y pedir otra que le gusta más. Ray se enfada, se queja agriamente con la DJ, y luego pide explicaciones a David. Sin futuro, frustrado, despechado, y amargado, Ray busca pelea, pero en el fondo sólo quiere ser castigado: consigue que David le pegue una paliza. Nivel de identificación: 10

EL LOBO DE WALL STREET (MARTIN SCORSESE, 2013)


"Estar sobrio es un coñazo. Quiero suicidarme cada día". Como Uno de los nuestros (1990) pero completamente pasada rosca, así es El Lobo de Wall Street. Expansiva, excesiva y loca, hay que verla para creerla. Con un ritmo agotador que acumula situaciones sin parar, Scorsese utiliza todos los recursos de la historia del cine para contarnos la vida de Jordan Belfort (Leonardo DiCaprio): un despliegue de movimientos de cámara, transiciones, formatos, rupturas de la cuarta pared, coreografías, efectos especiales, flashbacks y un chorrazo de música pop. Lo increíble es que El Lobo de Wall Street es una comedia histérica mientras sus protagonistas están colocados. Los actores se mantienen en un estado de euforia parecido al de una fiesta universitaria de Animal House (John Landis, 1978) y se enfrascan en conversaciones de humor absurdo que poco -más bien nada- hacen avanzar la trama: la reunión para contratar un número con enanos o la conversación con Max Belfort (Rob Reiner) sobre prostitutas y su... vello púbico. La escena en la que Jordan pierde el control de sus músculos, por estar demasiado puesto, parece sacada de una comedia de los hermanos Farrelly. Eso sí, para conseguir que la comedia funcione, Scorsese mantiene fuera de plano a las víctimas de las fechorías de estos corredores de bolsa sin escrúpulos: suponemos que más de una familia lo habrá perdido todo para que Belfort pueda comprarse un Ferrari. Pero eso no es lo importante. Lo importante es el cine. El cine como expresión de nuestros deseos. Solía ser un cowboy, Superman, James Bond o el violento gánster de Goodfellas. Pero ya nadie cree en ellos. Ya no hace falta alejarse tanto de la realidad: los que dirigen el cotarro ya no son los políticos (caducos), ahora son estos 'brokers' los que simbolizan lo que todos queremos ser. Porque en el fondo sabemos que nada tiene sentido, que todo está permitido, y que si tuviéramos la oportunidad de salir de abajo, le venderíamos preferentes a un viejo inocente... o nos casaríamos con la Infanta. Por suerte, no hemos tenido la oportunidad de caer en la tentación de hacer el mal, y nos consolamos con pensar que somos honestos comentando indignados lo que leemos en los periódicos mientras viajamos en el metro, rodeados de gente fea y mal vestida. Somos borregos, somos rebaño, y sólo podemos soñar con ser lobos... ¿o no?

NYMPHOMANIAC VOL. 1 (LARS VON TRIER, 2013)


Comienza con varios minutos en negro. Luego largos planos de un callejón, en silencio. Y de repente, estalla "Rammstein" estridente y metálico. Tan incómodo como un despertador a las 4:55 de la madrugada. Lars Von Trier quiere ahuyentarnos de su película. Quiere ponernos a prueba. Quiere espabilarnos para que pongamos atención.

Pero lo que nos va a contar es muy bonito, casi inocente, y sobre todo lúdico, incluso divertido. A mí me ganó en el momento en el que Joe relata cómo coge detalles visuales de los pasajeros del tren -mientras se masturba- con los que crea las piezas de un puzzle que juntas forman al ser amado que echa de menos.

Es uno de los episodios sexuales que Joe (Charlotte Gainsbourg) confiesa a Seligman (Stellan Skarsgard). Pero éste no ve nada malo en ellos y critica que de su educación religiosa, Joe se haya quedado con lo peor: el concepto del pecado.

El sexo está ahí, es explícito, puede desagradar a alguno -al que tendremos que dejar de hablar por mojigato- pero si sumamos todo lo "porno" -de la versión recortada- no da para mucho. En cambio hay momentos de gran belleza que sí perduran en la memoria -el camino de Joe hacia el hospital bajo los versos de Poe- y una frase que sigue resonando en mi cabeza: "Sólo estamos esperando a que nos den permiso para morir". Sin duda.

UNA INTERPRETACIÓN COMPLETAMENTE EQUIVOCADA DE “GRAVITY” (ALFONSO CUARÓN, 2013)


Supongamos que eres tan tolai que has ido a ver "Gravity" en dos dimensiones, y no has podido disfrutar de la "experiencia". Te verás obligado a buscar otras cosas en la película: imágenes nada subliminales que cuentan una historia diferente...

Sandra Bullock en posición fetal


-CUIDADO SPOILERS-

Esta imagen de Ryan Stone (Sandra Bullock) en posición fetal, en la estación espacial soviética, no es en absoluto casual. El personaje ha renunciado a la vida por la muerte de su hija. Su personalidad apagada y cobarde contrasta con la -cargante- vitalidad de su compañero Matt Kowalski (George Clooney). 


"Me quiero morir"


Para superar el trauma de la pérdida, Ryan tendrá que "volver a nacer". Pero no está por la labor. En un momento clave de la historia, se rinde, y decide dejarse morir. Pero ahí está el sonriente Kowalski que le dice a Ryan: ya sé que en el espacio se está muy bien (en el vientre materno) pero tienes que luchar (nacer). Ella le hace caso, y consigue reingresar en la atmósfera terrestre y caer en el mar (el líquido amniótico). Salir de la cápsula debajo del agua es como el parto: sale mojada y casi desnuda (esto sigue siendo Hollywood). En los planos finales de la película vemos sus "primeros pasos", torpes sobre la playa, como los de un bebé.


Soy un espermatozoide

Si aceptamos todo esto, entonces los astronautas que salen al principio serían ¡espermatozoides! que flotan por el espacio (perivitelino), y que tienen que llegar a una cápsula espacial (el óvulo). Sólo sobrevive Sandra Bullock, porque sólo un espermatozoide puede fecundar (y porque tiene que coger el Óscar). 

Sabemos que nada de esto es correcto. Pero, oye ¿Quién sabe?

UNA INTERPRETACIÓN COMPLETAMENTE EQUIVOCADA DE "ALIEN" (RIDLEY SCOTT, 1979)

Yo tampoco sé decir "Sigourney Weaver"

Entender el "Alien" de Ridley Scott como la metáfora de una historia de amor: el enamoramiento ocurre de improviso, por meter las narices donde no se debe, probablemente por estar en el momento equivocado, en el lugar equivocado: en un planeta chungo.

Cómodo, cómodo, no puede estar.
El facehugger como metáfora de ese primer beso que nos sorprende, baboso y torpe, que nos inocula un elemento extraño en el cuerpo que nos convierte en algo diferente... y condenado a sufrir.

Esto es amor...
El amor entendido como un xenomorfo que va creciendo dentro de nosotros, y finalmente se abre paso, revienta el corazón, rompe las costillas y el tórax... y escapa. Huye. Y nos deja vacíos, huecos, como cáscaras sin vida. Quizás la escena más gore de "Alien" es en realidad una metáfora del amor. Sabemos que nada de esto es correcto. Pero, oye ¿Quién sabe?

A PROPÓSITO DE LLEWYN DAVIS (JOEL & ETHAN COEN, 2013)


-AVISO SPOILERS-

Al principio de "A Serious Man"(2009) el profesor de matemáticas Larry Gopnik plantea a sus alumnos la paradoja del gato, del físico austríaco Erwin Schrödinger -según la Wikipedia- "Una caja cerrada y opaca contiene un gato en su interior, una botella de gas venenoso y un dispositivo, el cual contiene una partícula radiactiva con una probabilidad del 50% de desintegrarse en un tiempo dado, de manera que si la partícula se desintegra, el veneno se libera y el gato muere. Al terminar el tiempo establecido, hay una probabilidad del 50% de que el gato esté muerto, y la misma probabilidad de que esté vivo". "En la interpretación de los «muchos mundos» («many-worlds»), formulada por Hugh Everett en 1957, el gato está vivo y muerto a la vez pero en ramas diferentes del universo: ambas son reales, pero incapaces de interactuar entre sí debido a la decoherencia cuántica".

En la nueva película de los hermanos Coen, Llewyn Davis -un cantante folk fracasado- abre la puerta del piso de un matrimonio de amigos que suele prestarle el sofá para dormir... y se le escapa el gato. Esto ocurre en la segunda escena de la película, y Llewyn pasará buena parte del resto de la historia buscando desesperadamente a ese gato, y con la incertidumbre de si está vivo... o muerto. No lo descubriremos hasta el final de la historia.

La incertidumbre acompañará al personaje durante toda la película. No sabrá si el hijo que espera Jean (Carey Mulligan) es realmente suyo, o de Jim (Justin Timberlake). Tampoco sabrá que habría pasado si hubiera desviado su camino por la carretera que lleva a Akron, en la que vive un hijo que sí es suyo, y de cuya existencia no supo nada hasta pasados dos años. La única certeza que parece tener Llewyn es la de su propio talento... que nadie más aprecia. Pero tampoco sabremos qué habría ocurrido si hubiera conseguido cambiar de vida y embarcarse como marinero.

Joel Coen, en una entrevista a "El País", afirmaba que alguien le dijo que "en realidad sólo se pueden contar tres historias. Una es la Odisea, otra es chico encuentra chica y no me acuerdo de cuál es la tercera". Cuando Llewyn descubre que el gato ha vuelto por su cuenta a su hogar, descubre también que el felino se llama Ulises. "O Brother!" (2000) era una adaptación muy libre de la Odisea, como también debe serlo "El viaje increíble" (1963) una película Disney cuyo póster constituye uno de los mejores chistes de "A propósito de Llewyn Davis".

La odisea de Llewyn no le lleva a ningún lugar. El músico parece condenado a repetir su vida, a tocar en los mismos sitios, a pedir un techo a los mismos amigos. Esfuerzos inútiles que no llevan a nada. Al final de la película, vemos de nuevo a Llewyn despertando en el piso de ese matrimonio de amigos que suele prestarle el sofá para dormir. Y le vemos por segunda vez abrir la puerta para salir: pero en esta ocasión, el gato no escapa. Somos testigos de otra rama del universo, igual de real, en la que el gato no escapó. Quizás la suerte de Llewyn cambie esta vez.

CONTENIDO EXTRA - EL MITO DE SÍSIFO

He leído en varias críticas que el bucle en el que se ve atrapado Llewyn Davis recuerda a Sísifo (el esfuerzo inútil). Si pensamos que a los Coen les va el rollo existencialista -ahí está "El hombre que nunca estuvo allí" (2001)- y nos acordamos del "Mito de Sísifo" de Albert Camus, hay que pensar en el suicidio. Es el tema central del libro: el único problema filosófico realmente serio es el suicidio, según el argelino. Y es el tema de fondo de la película: los caminos no tomados. Su pareja artística, su otra cara, se suicidó. Acabó con su vida. Llewyn ha decidido seguir viviendo y sufriendo ¿vale la pena?

EL HOBBIT: LA DESOLACIÓN DE SMAUG (PETER JACKSON, 2013)


-AVISO SPOILERS-

"El Hobbit: la desolación de Smaug" comienza con un plano que necesariamente tiene que ser una declaración de intenciones: un breve cameo del director, Peter Jackson, que parece decir: "Aquí estoy yo". El neozelandés da la cara por una película cuyo principal problema es su condición de precuela de la historia que cuenta "El Señor de los Anillos", pero que al mismo tiempo es una secuela de esas mismas películas: hay numerosas referencias a la trilogía anterior. Por otro lado, su metraje es excesivo -verla tiene el mismo efecto que tragarse de golpe media temporada de "Juego de Tronos"- y aún así, la sensación es que nos cuentan demasiadas cosas en poco tiempo. Jackson renuncia completamente a la economía dramática: por un lado adultera el material original creando nuevas situaciones, y por otro se muestra demasiado fiel al texto -¿Hacen falta tantos enanos?- Por si fuera poco, rescata a Legolas de la trilogía de los anillos, y crea nuevos personajes como Tauriel (Evangeline Lilly). Tampoco se justifica la inclusión de un nuevo antagonista en esta secuela -Bolg- cuyo rol se solapa con el del orco pálido -Azog- de la primera película. Por último, se incluyen subtramas destinadas a enlazar estas tres películas con la trilogía de "El Señor de los Anillos": por allí asoma su ojo Sauron.


Pero... a pesar de todo eso... por encima de todo eso... "El Hobbit: La desolación de Smaug" es defendible por su condición de aventura fantástica que recupera el sentido de la maravilla. Una odisea en la que cada parada en el camino significa el peligroso encuentro con seres salidos de la imaginación que obstaculizan el viaje del héroe. Una estructura deudora de las viejas películas de Ray Harryhausen: por ejemplo, en "Jasón y los Argonautas" (1963) los héroes viajan en busca del vellocino de oro, pero antes deben enfrentarse a Talos, el gigante de Bronce; al ataque de las arpías; al mortal desfiladero de las Simplégides; a la Hidra que custodia el tesoro; y por último, a los esqueletos guerreros. De manera muy similar, "El Hobbit" no escatima las peripecias: el ataque de los orcos, las arañas del bosque, el encuentro con el hombre oso, la aparición de los elfos, y por último, el esperado enfrentamiento con el dragón Smaug.


Hay otro argumento más para defender la película. Hace no demasiados años, una adaptación cinematográfica de "El Señor de los Anillos" (1955) era imposible. La Tierra Media que describía Tolkien sólo podía existir en las páginas de una novela... y en la imaginación de sus lectores. Pero entonces llegó "Star Wars" (1977). La película de George Lucas demostró que se podía crear un universo fantástico complejo y creíble en una pantalla de cine, y lo hizo contando una historia muy similar a la de Tolkien: un granjero -Luke/Frodo- se embarca en una aventura bajo la tutela de un mago -Ben Kenobi/Gandalf- para enfrentarse al mal -El Emperador/Sauron- y vencer la tentación del Lado Oscuro/del Anillo Único. Un año después de "La Guerra de la Galaxias", aparecía la única adaptación de "El Señor de los Anillos" que parecía posible en 1978: la película animada de Ralph Bakshi que se quedó inconclusa. Diez años más tarde, dicen los rumores que Lucas produjo "Willow" (1988) al no poder hacerse con los derechos de "El Hobbit".


Pero lo cierto es que no fue hasta el año 2001 cuando Peter Jackson pudo llevar a cabo la adaptación de la trilogía de Tolkien. Y esto fue posible gracias a los efectos especiales digitales, que ya habían sido probados en el "Episodio I" de Star Wars. Aún así, el neozelandés prefirió utilizar los medios de la trilogía original de Lucas -maquetas y maquillajes- todo lo que fuera posible... hasta que apareció Gollum (Andy Serkis) que necesariamente tenía que ser un personaje generado por ordenador. Y visto el éxito del mismo, Jackson abrazó una tecnología que le haría cumplir otro sueño: el de hacer un remake de "King Kong" (2005). Esta nueva versión funcionaba muy bien como aventura... pero también demostraba que los efectos digitales son mucho más realistas, sí, pero precisamente por ello fallan a la hora de recrear la magia de lo fantástico. El rudimentario stop motion del "King Kong" original (1933) -o el de "Jason y los Argonautas"- está mucho más cerca de reproducir esas texturas oníricas que parecen sacadas de nuestro subconsciente.


Y sin embargo, una obra como "El Hobbit", sólo era posible gracias a esos efectos digitales, capaces de crear universos fantásticos sin límite. Peter Jackson se ha entregado completamente a la imagen digital: era inevitable tras Avatar (2009) y tras "Las aventuras de Tintín" (2011). La mayor prueba de esto es que dos de los orcos antagonistas -Azog y Bolg- fueron interpretados primero por actores caracterizados que luego han sido sustituidos por personajes generados por ordenador. Una decisión discutible, pero hasta cierto punto coherente. Jackson ha renunciado al realismo, y pinta a sus criaturas fantásticas sobre la pantalla. En "La desolación de Smaug", el neozelandés ha conseguido crear imágenes muy bellas: los enanos envueltos en la tela de las arañas gigantes; la transformación de oso a hombre de Beorn; los orcos sobre los tejados de La Ciudad del Lago; el dragón durmiente bajo su tesoro...

CONTENIDO EXTRA - EVANGELINE LILLY-
El casting de la actriz como la hermosa Tauriel es sin duda un chiste sobre ese romance -detrás de las cámaras de "Lost"- que nos hizo exclamar WTF!

CONTENIDO EXTRA - SHERLOCK-
Espectacular el enfrentamiento entre el colosal dragón Smaug (Benedict Cumberbatch) con Bilbo (Martin Freeman) en un guiño seriéfilo que sólo se puede disfrutar en versión original.

CONTENIDO EXTRA -PREPARAOS-
La secuencia en el río, en la que los enanos flotan en barriles es equivalente a la persecución en Bagghar de "Las Aventuras de Tintín" o al plano secuencia que enlaza a todos los superhéroes en "The Avengers" durante la batalla final con los extraterrestres. Hay que prepararse para que encontrar algo similar en cada blockbuster de aquí a 10 años.