WOLF CREEK 2 (GREG MCLEAN,2014)


-AVISO SPOILERS-

Mick Taylor (John Jarratt) -un paleto australiano xenófobo que tortura turistas- va camino de convertirse en el nuevo Freddy Krueger y por ello damos gracias.


La segunda parte de Wolf Creek (Greg Mclean, 2005) apuesta por un tono de comedia casi cartoon - ahí están esos canguros estrellándose contra el camión de Taylor- y si la primera entrega seguía el modelo actualizado de La Matanza de Texas (Tobe Hooper, 1974) -jóvenes que se pierden en una carretera y son torturados por un representante de un orden más primitivo- la inspiración para esta secuela parece ser un episodio del Coyote y el Correcaminos. Eso sí, en este caso, es el Coyote el que se sabe todos los trucos.


Wolf Creek 2 es una película muy divertida, llena de giros sorprendentes y de buenas ideas: convierte la clásica escena de tortura en un concurso de preguntas y respuestas ¡sobre la historia de Australia! Quizás su final resulta abrupto, sin duda anticlimático, pero coherente con un conjunto que busca sobre todo la sorpresa y la frescura.

CRUEL & UNUSUAL (MERLIN DERVISEVIC, 2014)



Uno de los principales aciertos de Cruel & Unusual -que para mí tiene varios- es la idea de que nadie se considera a sí mismo una mala persona. Todos nos creemos los protagonistas positivos -los héroes- de nuestra propia película, y siempre encontramos alguna excusa para justificar cuando, inevitablemente, hacemos daño a otras personas.












Edgar (David Richmond-Peck) es un hombre más bien repelente que aparece en una versión del infierno bastante original para enfrentarse a sus pecados. Pero él está convencido de que es inocente, y de que su presencia en el Hades obedece a un error burocrático. Poco a poco iremos descubriendo las extrañas reglas de esta dimensión infernal: principalmente que el castigo de los pecadores es revivir una y otra vez el día en que sus acciones los condenaron.


Cruel & Unusual es una mezcla de Atrapado en el tiempo (Harold Ramis,1993) y una versión cruel de Más allá de los sueños (Vicent Ward, 1998) que utiliza el humor negro para suavizar el hecho de que sus protagonistas han cometido terribles crímenes que deberían convertirlos en seres despreciables ante nuestros ojos. Pero el otro gran acierto de la película es que intenta comprender a personajes que han perpetrado los peores crímenes, y les permite la posibilidad de redimirse. Y como alternativa a la culpa y al castigo inútil, propone que una buena acción -un sacrificio- puede compensar los pecados cometidos.

THE SACRAMENT (TI WEST, 2013)


-AVISO SPOILERS-

Si Eli Roth hizo Hostel (2005) bajo la premisa de que sólo un 12% de los estadounidenses tienen pasaporte y para explotar el miedo al extranjero, en The Sacrament -producida por él y dirigida por Ti West- unos pasaportes, escondidos en una caja fuerte, sirven como estremecedor signo de que algo oscuro se oculta tras la fachada de una congregación cristiana.


The Sacrament se desarrolla en un país extranjero no revelado, como Hostel, pero el miedo no es al "otro", sino al compatriota que se ha decidido por un estilo de vida diferente. Los reporteros que se interesan por Eden Parish no desconfían porque pueda tratarse de una secta destructiva: lo que les resulta sospechoso es que alguien se atreva a proponer otra forma de vida. Parece molestarles sobre todo que los que viven allí se hayan despojado de sus posesiones materiales y que les acusen de imperialistas. La única razón por la que justifican que alguien decida vivir así, al margen de la sociedad estadounidense, es que se trata de individuos desesperados.


La película deja claro que al menos un porcentaje de las personas que viven en Eden Parish prefieren volver a Estados Unidos. Pero también sugiere que lo enciende la rebelión es la presencia de los reporteros y sobre todo de su cámara. Y es también la llegada de los intrusos la excusa que buscaba Padre (un inquietante Gene Jones) para desatar el infierno. Para preferir sacrificarlo todo antes que sucumbir a un final que seguramente sabe inevitable. El terror en The Sacrament proviene de los extremos a los que puede llegar un ser humano convencido por una idea. Y de que resulten creíbles.

EXTRATERRESTRIAL (THE VICIOUS BROTHERS, 2014)


-ATENCIÓN SPOILERS-

La cabaña en el bosque, un esquema gastado que tuvo su última vuelta de tuerca posible en Cabin in the woods (Drew Goddard, 2012) es el esquema argumental elegido por los Vicious Brothers para su nueva película Extraterrestrial, nombre compartido, en inglés, con la Extraterrestre (2011) de Nacho Vigalondo.


La novedad que proponen los directores es que la amenaza, esta vez, no es un bruto con una máscara de hockey, ni una posesión infernal, sino los extraterrestres más clásicos de las leyendas urbanas sobre platillos volantes, abducciones y exploraciones anales. 


El giro funciona, hasta cierto punto, y gana enteros según la trama cambia su escenario del bosque a las naves alienígenas. Pero la película tiene problemas de tono: a veces parece inexplicablemente seria, y a veces se deja llevar por el humor -ahí está Michael Ironside- sin decidirse por uno u otro. Todo desemboca en un final que hace recordar, y mucho, al de REC 3: Génesis (Paco Plaza, 2012). A destacar, escenas tan ingeniosas como la del platillo volante que sirve de paraguas para los indefensos protagonistas.

FRACTURED (ADAM GIERASCH, 2013)


Con un planteamiento interesante -aunque no demasiado original- en el que el protagonista despierta de un coma sin recordar nada de su pasado, Fractured comienza muy fuerte gracias a las enigmáticas imágenes de pesadilla que persiguen a Dylan (Callum Blue) y que le obligan a indagar en su pasado.


La película tiene una estética y una banda sonora noventera que le da cierto encanto y un aire pasado de moda que se puede disfrutar. Pero el desarrollo de la historia, en el que Dylan investiga su pasado, está lastrado por diálogos inocentes -con su psiquiatra y con un cura salido de la nada- y sobre todo por su apuesta por no continuar con el planteamiento sobrenatural sino por los derroteros de un thriller convencional más bien poco interesante. Es una pena que los autores no hayan decidido explorar más esa dimensión infernal en la que entra y sale un aterrorizado -y algo llorica- Dylan. Para el recuerdo, la manera en la que atisba el lado oscuro de su vida anterior: descubre que le gusta que le metan el dedo en el culo. En serio. 


Uno de los reclamos de la película, la presencia de un Vinnie Jones pasado de rosca -protagoniza una escena gore que rompe el tono de la historia- también parece desaprovechada. El final, lejos de ser satisfactorio, resulta apresurado. Lo mejor, la escena en la que Jones da de comer a las gaviotas, que caen fulminadas al tragar trozos de pan envenenados.

THE ZERO THEOREM (TERRY GILLIAM, 2013)

I’m a weirdo
-AVISO SPOILERS-

En Snowpiercer (Bong Joon-Hoo, 2013) John Hurt interpreta a un personaje cuyo nombres es Gilliam, seguramente un guiño al único Monty Python nacido en Estados Unidos. Probablemente, Terry Gilliam podría haber firmado un proyecto como Snowpiercer, que comparte varios elementos con su última obra, The Zero Theorem.

What the hell am I doing here?
Ambas películas nos presentan a un personaje enfrentado al sistema en un futuro distópico; comparten a la actriz Tilda Swinton en el papel de un estrafalario personaje que aporta una dosis de humor a la historia; y un antagonista -Ed Harris en Snowpiercer, Matt Damon en la de Gilliam- que resulta una mezcla del Gran Hermano orwelliano y el Mago de Oz. Además, las dos historias coinciden en proponer como única salida la destrucción del sistema para empezar de cero. Nunca mejor dicho.

I don’t belong here
Pero el tono de la película de Gilliam es mucho más existencial y metafísico que la del coreano Bong Joon-Hoo. No encontraremos en The Zero Theorem escenas de acción, ni la idea de que su personaje principal, Quohen Leth (Christoph Waltz), está destinado a derrocar la opresión del sistema: la película incluye una broma sobre otro referente ineludible como The Matrix (Los hermanos Wachowski, 1999): Quohen no es "el elegido".

You’re so fucking special
Todo lo contrario, el protagonista es un ser solitario, que espera una llamada telefónica con la esperanza de que le desvele el sentido de la vida. Pero Gilliam no permite que su protagonista encuentre consuelo existencial en la amistad (David Thewlis), en el amor (Melanie Thierry), o en la paternidad (Lucas Hedges). Para entender a Quohen hay que escuchar atentamente la letra de la canción Creep, que en la versión lounge de Karen Souza -Gilliam ha reconocido que no sabía que el original era de Radiohead- funciona como el tema musical de Brazil (1985). Según el director, la letra parece haber sido escrita para su película, y expresa su tema a la perfección: la vida no tiene ningún sentido.

I wish I was special
Quohen Leth se siente repulsivo, un bicho raro, que no pertenece al lugar en el que le ha tocado vivir. Querría ser especial, pero sabe que no lo es, y por eso acaba destrozando su pequeño mundo -martillo en mano- para acabar su existencia siendo tragado por un agujero negro. Quohen abraza la nada, y decide convertirse en el Dios de un universo de bolsillo habitado únicamente por él mismo.

BIG BAD WOLVES ( AHARON KESHALES, NAVOT PAPUSHADO, 2013)

Que Tarantino haya dicho -siempre demasiado entusiasta- que se trata de la mejor película del 2013 ha jugado a su favor a la hora de llevar espectadores a las salas, pero seguramente el hype provocará la decepción de algunos. A pesar de esto, se trata de una película notable, que tiene momentos en los que la tensión se hace casi insoportable, sobre todo durante esa larga escena de tortura que recuerda, precisamente, a Reservoir Dogs (Quentin Tarantino, 1992).


El argumento, en el que un padre secuestra al presunto asesino de su hija pequeña para vengarse, y tiene que enfrentarse al policía encargado de la investigación, es idéntico al de Prisioneros (Denis Villeneuve, 2013). Incluso encontramos también esos sótanos que esconden el lado oscuro de los personajes principales. Pero si la película de Villeneuve es un thriller con trasfondo religioso, la película de los israelíes es una comedia negra, negrísima, que recuerda, de nuevo, a Tarantino.


Como curiosidad, las evidentes alusiones al cuento de Caperucita Roja: los lobos del título; la víctima vestida de rojo; esa abuelita judía que intuimos por teléfono; y el padre del protagonista, que aparece en la cabaña con una escopeta de caza para arrancarle la piel al lobo.

COMMUNITY (2009-2014)


Mucho menos popular que otras sitcoms de calidad inferior, Community (Dan Harmon, 2009-2014) escondía –ha sido cancelada- momentos tan divertidos como el capítulo que dedican a parodiar a Glee (2009) serie que se había convertido en blanco habitual de las puyas de los personajes.


Lo bonito es que no se han conformado con hacer una parodia de la muy parodiable serie sobre coros adolescentes, sino que han ocultado en su interior la estructura de un clásico de la ciencia ficción.


Los personajes de Community van cayendo poco a poco infectados por el virus Glee como los españoles se han ido convirtiendo este año en espectadores de Ocho Apellidos Vascos (Emilio Martínez Lázaro, 2014). Quedamos pocos. Y tenemos miedo.

GODZILLA Y 2001:UNA ODISEA DEL ESPACIO


Godzilla (Gareth Edwards, 2014) a pesar de sus defectos, contiene varias secuencias memorables, estéticamente arrebatadoras. Una que me ha calado hondo es el salto en paracaídas HALO (High Altitude-Low Opening)  que aparece al principio de este tráiler…



Las imágenes se apoyan en el réquiem de Gyorgy Ligeti, famoso por esta otra película...


GODZILLA (GARETH EDWARDS, 2014)


-AVISO SPOILERS-

La gran sorpresa del nuevo Godzilla (Gareth Edwards, 2014) es que apuesta por la versión del monstruo en la que este no es una amenaza, sino una criatura relativamente pacífica que defiende a la Humanidad, aunque sea de rebote. Pero hagamos un poco de historia...


En su origen, Godzilla (Ishiro Honda, 1954), nació como una catástrofe. La película rodada en blanco y negro por Ishiro Honda -ayudante habitual de Akira Kurosawa- tenía la textura de una pesadilla: era la memoria traumática japonesa de la tragedia de Hiroshima y Nagasaki en 1945. Apenas un año más tarde, en Godzilla Contraataca (Motoyoshi Oda, 1955) el papel del monstruo cambiaba ligeramente: se enfrentaba a otra criatura, Anguirus, y no sólo a la Humanidad. En su siguiente película, el dinosaurio radioactivo se medía a un monstruo norteamericano: King Kong. El irresistible atractivo que tenía Godzilla para los niños hizo que sufriera, a lo largo de casi 30 películas, múltiples variaciones, una clara infantilización, y hasta tres remakes: uno en 1985, otro en 1999, y uno americano, el de Roland Emmerich en 1998.


El interés de Hollywood por Godzilla (1954) -Gojira para los japoneses- fue inmediato. Dueños de su propia tradición de monster movies -el referente más claro es El Monstruo de los Tiempos Remotos (Eugene Lourie, 1953)- los norteamericanos vieron negocio en la película japonesa y decidieron americanizarla. Para ello, rodaron escenas adicionales en las que un periodista estadounidense interpretado por Raymond Burr -conocido por La Ventana Indiscreta (Alfred Hitchcock, 1954) o la serie Perry Mason (1957)- era insertado en la trama de la original nipona. Un cometido inverso al del japonés Ken Watanabe en este nuevo remake norteamericano de 2014.


En 1994, el guionista Kurt Busiek y el artista Alex Ross crearon Marvels, una serie limitada de cinco cómics que le otorgaba el protagonismo a un hombre común, y se lo quitaba a los famosos superhéroes de la casa de las ideas: Spiderman, Lobezno, o el Capitán América. El punto de vista de la historia se trasladaba a un periodista que presenciaba los hitos más importantes de la historia del Universo Marvel y que sólo podía ser un testigo impotente de los mismos.


Una operación similar es la que llevan a cabo J.J. Abrams, Drew Goddard y Matt Reeves en Monstruoso (2008) que es básicamente Godzilla visto desde la altura de una temblorosa cámara de vídeo doméstica. Sus protagonistas son personas normales -ni militares, ni científicos- que viven la catástrofe de refilón y que no participan en un conflicto que les supera. La estrategia del Godzilla de 2014 es parecida a la de Monstruoso. Los gigantescos monstruos permanecen ajenos a los conflictos humanos individuales, como si fueran dioses, y si sus acciones destruyen ciudades enteras, es por pura casualidad. La existencia de un film tan popular como Monstruoso bien podría haber llevado a los productores del nuevo Godzilla a evitar redundar y a ofrecer algo más enfrentado al saurio con dos criaturas, los M.U.T.O, cuyo diseño recuerda, por cierto, al del Clover de la película de Reeves.


Muy atrás han quedado los simpáticos e inocentes combates entre monstruos gigantes de la Toho sobre detalladas maquetas. El director de la nueva Godzilla, Gareth Edwards, evita enseñarnos la lucha desde el punto de vista de los colosos: siempre interpone ventanas, ruinas, o cabezas humanas llenas de asombro. Los gigantes se pelean en otro plano. Y aunque el protagonista de la historia, Ford Brody (Aaron Taylor-Johnson), es un militar que se implica -de manera algo forzada- en todos los acontecimientos, lo que Edwards quiere contarnos es una historia de padres e hijos. La idea no difiere demasiado de lo que hizo en su anterior película: esa historia de amor con gigantescos cefalópodos alienígenas de fondo que es Monsters (2010).


Apuntamos desde ya en la carrera de Gareth Edwards su querencia por sacar monstruos gigantes apareándose como rasgo de autor. Lo hizo en Monsters y lo repite en Godzilla en una de las escenas más valientes de la película. Y si el director consigue que semejante imagen no resulte risible es por el tono serio y solemne que impera durante todo el metraje: no hay un sólo chiste (en comparación, el Godzilla de Roland Emmerich es una comedia). Edwards utiliza como ancla emotiva al personaje encarnado por Bryan Cranston -que lleva una horrible peluca porque tendría la cabeza afeitada tras Breaking Bad- que definitivamente podría haber tenido una mayor presencia en la película. Su papel es el de ser la cara de las víctimas de esas tragedias que hemos visto en los telediarios recientemente. Porque el monstruo ha dejado de ser una metáfora de Hiroshima y Nagasaki (aunque su sombra sigue presente) y se convierte en la fuerza de la naturaleza que regresa imparable para restaurar el equilibrio. No por casualidad, la película se esmera en citar desastres naturales recientes como el terremoto de Japón de 2011; el huracán Katrina de 2005; el tsunami de Tailandia de 2004, y sin olvidar, por supuesto, el 11S de Nueva York de 2001. Tragedias recientes que están en el subconsciente de todos y que  los autores de Godzilla (2014) utilizan buscando un eco en nuestra memoria emocional.

LA VENGANZA DE LOS MONSTRUOS GIGANTES


Ya se ha estrenado Godzilla (Gareth Edwards, 2014) y si no la estabais esperando como locos, no sé qué sentido tiene vuestra vida. Como conozco a más de una que va de madura y desprecia las películas de monstruos gigantes, os regalo una lista con 10 de las que más me gustan. De nada.

King Kong (Merian C. Cooper, Ernest B. Shoedsack, 1933)
No es que sea un clásico del cine, es que el cine fue inventado para se pudiera hacer King Kong. Uno de los pocos mitos puramente cinematográficos.
El monstruo de tiempos remotos (Eugene Lourié, 1953)
Es el modelo en el que luego se inspira Godzilla (Ishiro Honda, 1954), y el Rhedosaurio, en ese blanco y negro de serie B, me parece irresistible. Además, es el símbolo de la amistad de toda una vida entre Ray Harryhausen y Ray Bradbury.
King Kong contra Godzilla (Ishiro Honda, 1962)
El subgénero del kaiju-eiga es muy exigente con el espectador: requiere que te creas a un hombre enfundado en un traje de goma pisoteando maquetas de Tokyo. Eso sí, si lo consigues, para mí eres buena persona.
Big Man Japan (Hitoshi Matsumoto, 2007)
Un documental sobre un tío que crece hasta los 30 metros de altura para enfrentarse a grotescos monstruos gigantes. Posthumor en clave kaiju-eiga (os vais a aprender la palabrita).
Pacific Rim (Guillermo del Toro, 2013)
Un enorme juguete del que sólo podrás disfrutar si todavía no has matado a tu niño interior. Los "auto-Herodes" mejor abstenerse.
A 20 millones de millas de la Tierra (Nathan Juran, 1957)
La historia se inspira en el modelo de King Kong, pero el monstruo, Ymir, da mucha más pena porque le conocemos desde pequeñito. Y eso une.
El Valle de Gwangi (Jim O´connolly, 1969)
Esta película es pan con nocilla una tarde de domingo. Un valle perdido, vaqueros, dinosaurios y un caballo pequeñito. Es la mitad del nombre de este -patético- blog. Ahora sólo os queda descubrir a "las novias".
El Mundo Perdido: Jurassic Park (Steven Spielberg, 1997) 
Es a Jurassic Park (1993) lo que el Templo Maldito (1984) es a En Busca del Arca Perdida (1981). Menos ñoña, más oscura, y muy divertida. Y el protagonista es Jeff Goldblum ¿qué más queréis?
Cloverfield (Matt Reeves, 2008)
Es kaiju-eiga en clave de found footage y eso pone la perspectiva a la altura de la mirada humana. Los edificios que se derrumban parecen más grandes. Y sale Lizzy Caplan.
The Host (Bong Joon-Ho, 2006)
Si no conocéis a Bong Joon-Ho luego no vayáis de cinéfilos. El director surcoreano acaba de estrenar Snowpiercer y es uno de los imprescindibles del cine actual. The Host es su Tiburón, y además funciona a todos los niveles.

SNOWPIERCER (BONG JOON-HOO, 2013)

-AVISO SPOILERS-

Uno de los valores de la ciencia ficción "seria" es el de servir de parábola de la realidad utilizando la fantasía. Snowpiercer plantea un Apocalipsis ecológico en el que toda la tierra se ha helado, lo que obliga a la Humanidad a refugiarse en un arca de Noé con la forma de un tren imparable. Dentro de ese tren que nunca se detiene encontramos un esquema muy simple del sistema capitalista: los pobres malviven en el vagón de cola y los ricos gozan de groseros privilegios en la primera clase. El maquinista es el poder, y la locomotora, Dios.


Curtis (Chris Evans) tendrá que abrirse paso -a hostias- a lo largo de todo el tren, en una película trazada como una línea perfecta, como un largo travelling continuo hasta llegar al centro máximo del poder. Se le puede achacar a Snowpierce que su mensaje es demasiado claro -como en Eliysum (Neil Blomkamp, 2013)- y que su premisa, algo descabellada, la convierte en el relato simplificado hasta la abstracción de una revolución.

Precisamente, esa revolución iniciada por Curtis se revela inútil, al descubrirse que ha sido gestada dentro del propio sistema. Wilford (Ed Harris) es un Mago de Oz que desde la locomotora controla el sistema y sabe que necesita revoluciones periódicas -una crisis de vez en cuando- para mantener el equilibrio. Lo mismo que cuando Neo (Keanu Reeves) se enfrenta al Arquitecto (Helmut Bakaitis) en Matrix Reloaded (The Wachowski Brothers, 2003). La revolución ha sido asimilada, empaquetada y vendida por el propio sistema.


Lo que propone Snowpiercer es mear fuera del tiesto. Un elemento caótico como el personaje adicto a las drogas Namgoong Minsu (estupendo Kang-ho Song) ha entendido que la solución no es derrocar a Wilford para buscar a un líder benigno como Curtis. Eso es seguir pensando dentro del sistema. La clave es descubrir cuál es la mentira sobre la que se basa todo. En el caso de Snowpiercer, se trata del miedo a vivir en el mundo helado fuera del tren. Es el mismo miedo que mantiene cautivos a los protagonistas de El Bosque (M. Night Shyamalan, 2003) y a los de THX 1138 (George Lucas, 1971). El mayor logro del sistema es conseguir que creamos que estamos atrapados. Que no hay salida.

MAD MEN -TEMPORADA 7- 2001:UNA ODISEA DEL ESPACIO

Hay varias referencias a 2001: una odisea del espacio (Stanley Kubrick, 1968) en el cuarto episodio de la última temporada de Mad Men. El primer guiño es el propio título The Monolith, que revela su pertinencia en los primeros minutos del episodio.


Esa puerta negra del ascensor con el que se encuentra Don Draper (Jon Hamm) recuerda sin duda al famoso monolito negro de la obra maestra de Kubrick.


En la película de 1968, el monolito tiene un origen extraterrestre y es un catalizador de la evolución de la humanidad: de simio a hombre y luego a hijo de las estrellas. En este capítulo de Mad Men la evolución irrumpe en la agencia de publicidad con la forma de un ordenador IBM.


El ordenador aparece como símbolo del cambio, y de que Don Draper se está quedando obsoleto. El gran tamaño de la máquina obliga a la agencia a eliminar la sala donde los creativos parían sus mejores ideas. La computadora es, además, otra referencia a 2001, en la que el superordenador HAL 9000 se rebela contra los astronautas e intenta matarles. El complejo de Frankenstein.


Por último, cuando la junta directiva de la agencia discute si deben asignar una cuenta a Don, Roger Sterling le describe como un simio que lleva demasiado tiempo en su cueva sin golpear a otro simio. A Don se le acaba el tiempo, y debe evolucionar o desaparecer.


En el siguiente capítulo, The Runaways, hay una referencia más a 2001. Un trastornado Michael Ginsberg (Ben Feldman), obsesionado con el nuevo ordenador de la agencia, cree ver a Jim Cutler (Harry Hamlin) y a Lou Avery (Allan Havey) hablando detrás de un cristal. Como no puede oírles, Ginsberg lee sus labios, tal como hace el ordenador HAL 9000 con los astronautas Poole (Gary Lockwood) y Bowman (Keir Dullea).