TENET -EN BUSCA DEL TIEMPO INVERTIDO
LA BODA DE ROSA -TODO QUEDA EN FAMILIA
Siempre he pensado que lo más complicado del mundo, lo que más talento y oficio requiere es la sencillez. Contar una historia, sin más, sin complicarse la vida, sin recurrir a giros dramáticos exagerados, sin pretensiones. Contar una historia con personajes humanos sobre sentimientos con los que podemos sentirnos identificados. La historia de La boda de Rosa no puede ser más sencilla: una mujer decide dejar de vivir para los demás y empezar a preocuparse de sí misma. Para conseguirlo, en lugar de mandar a la mierda a todos los que se aprovechan de su generosidad -su padre, sus hermanos, su hija- Rosa decide casarse consigo misma. Una idea que puede parecer descabellada, pero, como suele ocurrir con todo lo que parece descabellado en la pantalla, ha ocurrido en la vida real. Esta es la premisa para que la directora Icíar Bollaín construya una película que acaba ganando nuestra simpatía planteando situaciones en las que nos reconocemos. Porque todos tenemos una familia, con sus conflictos, sus alegrías y sus miserias. Aquí, el clan protagonista está muy bien representado por los actores Candela Peña, Sergi López, Nathalie Poza, Ramón Barea y Paula Usero, todos convincentes en sus papeles de seres humanos con defectos y problemas. Y no hace falta nada más. Buenas interpretaciones y un guión firmado por Bollaín y Alicia Luna con un oído muy fino para el diálogo. Todo se conjuga para que sus 99 minutos pasen volando entre sonrisas y ojos húmedos, algo que puede parecer sencillo pero es tremendamente difícil de conseguir.
MOFFIE -MASCULINIDAD TÓXICA
Siempre he evitado la camaradería masculina, esos grupos de 'amigos' -ahora son chats- en los que se habla mal y pronto, en los que se suelen escuchar comentarios y bromas machistas, homófobas y racistas. Como si lo políticamente correcto estuviese prohibido, los corrillos de hombres muchas veces se convierten en un 'quién dice la mayor burrada' y en mirar de reojo preguntándose si el chiste esconde una convicción real más que reprobable. De esa masculinidad tóxica, llevada al extremo, nos habla Moffie -término traducible como 'maricón' en afrikáans- una película dirigida por Oliver Hermanus, cineasta nacido en Ciudad del Cabo, que nos habla del servicio militar en África del Sudoeste Alemana -hoy Namibia-. En los años 80, los jóvenes reclutados en ese país, eran sometidos a un riguroso entrenamiento, que conllevaba los típicos abusos de autoridad. Los militares imponían a los soldados un código basado en la supremacía blanca -el Apartheid- y el desprecio de la raza negra. Además, se castigaba la homosexualidad y todo lo que oliera a comunismo. En resumen, un credo del odio, inculcado a base de torturas a unos jóvenes desorientados y asustados, que intentaban sobrevivir, en el mejor de los casos, y en el peor de ellos, acababan sufriendo brutales tratamientos psiquiátricos. La mayoría acababa uniéndose a un sistema autoritario, violento, irracionalmente cruel, cuyo único propósito es mantener el poder. En este ambiente infernal conocemos a Nicholas (Kai Luke Brummer), un joven que apenas parece estar descubriendo su homosexualidad cuando es obligado a convivir con los peores defectos de la masculinidad. Nicholas tendrá que sobrevivir a vejaciones, agresiones y ejercer él mismo una violencia que va contra su propia naturaleza, mientras se ve obligado a ocultar su verdadero yo. Al final comprobará que nadie sale indemne del fascismo, y también será testigo del fracaso de esa masculinidad, que crea hombres incapaces de conectar con sus propios sentimientos. Bien dirigida por Hermanus, que adapta las memorias de André Carl van der Merwe, con estupendos actores jóvenes, a Moffie le falta algo de intensidad en su devastador clímax y quizás la presencia de algún actor maduro con mayor capacidad de dejar huella. A pesar de estos defectos, estamos ante una película notable.
ADORATION -PARAÍSO PERDIDO
El despertar a la vida adulta y la pérdida de la inocencia son la materia prima de una buena parte de la ficción, en cualquier formato. Una temática que ha dado varias obras importantes y que sigue aportando variaciones de interés. Hay incluso un término anglosajón para denominar un subgénero dedicado al tema, el coming of age. En la película que nos ocupa, el director belga Fabrice du Welz firma en Adoration un drama sobre el descubrimiento del mundo adulto, pero lo hace desde una perspectiva original que acerca su film, de estética naturalista, al cine de textura Fantástica e incluso de terror. Paul es un adolescente -interpretado por un magnífico Thomas Gioria -Custodia compartida (2017)- cuya vida cambia cuando conoce a Gloria -también fantástica Fantine Hardin- una chica ingresada en la clínica psiquiátrica en la que vive Paul con su madre. Gloria, que sufre un delirio paranoico de puro terror psicológico, hará partícipe a Paul de su fantasía alucinada y lo embarcará en una fuga hacia ninguna parte. Du Welz fabrica con una cámara de 16 mm hermosas imágenes de cómo los dos niños se enfrentan a la supervivencia, a la naturaleza, a la muerte, al sexo. El director representa el mundo adulto como una serie de coordenadas inamovibles, que entendemos desde nuestra perspectiva, pero que también comprendemos desde la inocencia de los adolescentes, que sienten auténtico terror, como Hansel y Gretel, ante las realidades de la madurez. Utilizando el agua como elemento simbólico -ríos, lagos, la lluvia- Du Welz habla de libertad y del amor incondicional. Tan emocionante y profunda como triste y terrorífica, Adoration es una excelente aportación a un subgénero transitado ya por muchos y grandes autores.