Participa en la Sección Oficial del Festival de Sitges, la australiana Relic, una soprendente ópera prima de Natalie Erika James, producida por los marvelianos hermanos Russo y el actor Jake Gyllenhaal. La óptica femenina de la directora es, en mi opinión, el ingrediente más interesante de un relato de horror existencial. La película se desarrolla primero como un drama familiar, en el que tres generaciones de mujeres se encuentran: la desaparición de la matriarca familiar, Edna (Robyn Nevin), provoca el reencuentro de su hija Kay (Emily Mortimer) y su nieta, Sam (Bella Heatcote) en la casa de su infancia. De forma inteligente, James enfrenta a sus personajes a miedos que nos tocan a todos: la decadencia biológica, la vejez, la enfermedad mental y, por supuesto, la muerte. Estos elementos se mezclan, sin embargo, con imágenes de corte sobrenatural que nos introducen en un relato de terror psicológico en el que no sabemos qué es real y qué es producto del delirio. Relic es una película de ruidos, de sombras, de movimientos captados con el rabillo del ojo, rozando así el film de casas encantadas. Le falta algo de pulso a la directora para fabricar sustos efectivos, aunque sí se muestra competente generando una atmósfera cargada, asfixiante. Quizás, eso sí, el ritmo del film se resiente por un desarrollo pausado, en el que la tensión se va acumulando muy poco a poco, pero que recompensa al espectador en su tramo final. James y el guionista Christian White se inspiran en el Poe de La caída de la casa Usher, pero también en los espacios físicamente imposibles de Lovecraft, e incluso sorprenden con momentos de body horror en los que las humedades que hacen visible la podredumbre de la casa familiar parecen contagiarse a los cuerpos en decadencia.
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