El escritor y dramaturgo francés Florian Zeller escribe y dirige -adaptando su propia novela- El padre, que propone convertir la terrible experiencia del alzheimer en un mecanismo argumental. El protagonista, Anthony Hopkins, es un anciano que ya no reconoce la realidad que le rodea. La película está planteada como una historia de terror psicológico, en la que dudamos de todo lo que percibe el protagonista, Anthony, y experimentamos cómo él mismo vive en un constante desconcierto. El tiempo, la fisonomía de los que le rodean, todo cambia constantemente alrededor de Anthony, provocando una terrible sensación de terror existencial. Todo se enrarece y los gestos más cotidianos resultan inquietantes, como sacados de contexto, despojados de sentido, convertidos en un teatro del absurdo que provoca un tremenda desazón. El texto de Zeller da saltos temporales y utiliza muy bien la repetición de ciertos elementos: frases, ideas, acciones, para desorientarnos, cosa que consigue. Solo al final del relato colocaremos a Anthony en su momento justo, en su lugar y adjudicaremos los roles correctos a los que lo rodean, interpretados por un elenco más que competente: la estupenda Olivia Colman, un diabólico Mark Gatiss, además de Imogen Poots, Rufus Sewell y Olivia Williams. Anthony Hopkins brilla en un papel pensado para él que aprovecha su estilo descarnado de interpretación y su capacidad para cambiar de registro con un par de gestos. Me quedo con el constante asomarse a la ventana y descorrer cortinas de su personaje, buscando que la luz disipe la confusión en la que se encuentra sumido, mirando hacia afuera desde la prisión en la que se ha convertido su propia mente.
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