GAMBITO DE DAMA -LA COMUNIDAD AJEDRECISTA
MADRE OSCURA -TERROR MATERNAL
En algunas de esas maravillosas películas juveniles de cine fantástico de los años 80 -como E.T., el extraterrestre (1982)- el protagonista adolescente sufría por la ausencia de su padre -fallecido, separado o desaparecido- y la figura de la madre era presentada como sinónimo de protección, pero también de lo cotidiano, de la normalidad. Esto es así también en la estupenda Noche de miedo (1985), comedia de terror de vampiros que tiene algunas coincidencias argumentales con la película que nos ocupa, Madre oscura. Curiosamente, aquí la figura ausente para el protagonista, Ben (John-Paul Howard), es la materna: la premisa de la historia es el terror que puede suponer que esa madre protectora se convierta en un monstruo depredador. Dirigida por los hermanos Brett y Drew T. Pierce -Deadheads (2011)- Madre oscura es una estupenda cinta de terror, muy directa en sus planteamientos. Uno de los elementos más atractivos de su historia es la fabricación de un monstruo -una suerte de bruja del bosque- con un modus operandi específico y sus propias reglas. Su propia mitología, vaya. Destaquemos también el mencionado espíritu ochentero, que se traduce en el esfuerzo por establecer la simpatía del público por sus personajes, especialmente el del héroe, pero también secundarios como el padre (Jamison Jones) o la clásica amiga/interés romántico (Piper Curda). Añadamos una buena ración de sustos y una criatura resultona y ya tenemos todos los ingredientes necesarios para satisfacer a los fans. La película es puro entretenimiento, pero permite también una segunda lectura sobre la problemática relación del protagonista con el género femenino, en su historia personal de coming of age: desde su propia madre -que aparece solo referencialmente- pasando por amigas, posibles novias, una vecina sexy y, por supuesto, una madrastra. El guión, hábilmente, esconde algunos giros sorpresa que redondean la propuesta y propone en su subtexto una desconfianza en lo femenino que puede provocar una conversación interesante.
LO QUE HACEMOS EN LAS SOMBRAS -VAMPIROS DOMÉSTICOS
En la primera temporada, la acción se desencadena por la llegada de un antiguo señor de los vampiros, el barón Afanas, interpretado por el experto en monstruos Doug Jones, como un Nosferatu desfasado y aterrador, que necesariamente choca con la modernidad y que exige a los protagonistas la absurda aspiración de dominar el mundo. Esta idea resulta infantil e inocente por parte de los vampiros, lo que contrasta con su naturaleza depredadora y despiadada, un contraste en el que la serie reincide una y otra vez. Los protagonistas de Lo que hacemos en las sombras son como niños, se les compara constantemente con frikis, nerds o jugadores de rol, como adultos que siguen recurriendo a la fantasía para sobrevivir en un mundo complejo y deshumanizado, todo esto bien expresado en el episodio City Council y luego en Citizenship. El tercer capítulo es una reiteración de ideas presentes en el largometraje original, como el enfrentamiento con los hombres lobo; pero también incluye mi subtrama favorita de la serie, protagonizada por Colin Robinson, quien encuentra a otro vampiro energético en su oficina, Evie -perfecta Vanessa Bayer-, dando pie a ideas brillantes sobre las relaciones humanas y sobre ciertos individuos tóxicos. Luego, una salida de marcha incide en la idea del vampiro discotequero, casi un cliché del género en los últimos tiempos -pensemos en el prólogo de Blade (1998); la idea del amor eterno que cruza 'océanos de tiempo' -popularizada en el film de Francis Ford Coppola sobre Drácula- aparece en Animal Control, cuando Nadja se reencuentra con Gregor (Jake McDorman). El séptimo capítulo incluye un juicio vampírico que da pie a numerosos guiños cinéfilos, empezando por los cameos de los propios Waititi y Clement, pero también de Tilda Swinton -que fue vampira en Solo los amantes sobreviven-, Wesley Snipes -nada menos que Blade-, Danny Trejo -Abierto hasta el amanecer-, o Evan Rachel Woods -True Blood-. El humor de la serie es prácticamente blanco, si no fuera por los excesos sangrientos o por los chistes burros presentes, por ejemplo, en el episodio titulado The Orgy, que explora la faceta sexual del vampiro, presente desde sus orígenes literarios como Carmilla (1872) de Sheridan Lefanu o el propio Drácula de Stoker. Este episodio, por cierto, tiene la genial idea de incluir a un Babadook en la mencionada fiesta. La primera temporada finaliza con Ancestry, un episodio que revela los sorprendentes orígenes de Guillermo.
En la segunda temporada se retoman los problemas de Guillermo, entrañable personaje atrapado entre la lealtad a los vampiros a los que sirve -pero al que en realidad ningunean- y el descubrimiento de su linaje como descendiente del más famoso cazador de vampiros. Resurrection es un divertido capítulo que presenta a un zombie, encarnado por Haley Joel Osment -ese niño que en ocasiones veía muertos-. Como su título indica, Ghosts introduce la figura de los fantasmas en la serie y un divertido misterio ¿Tienen fantasma los vampiros? Brain Scrambles es una sátira de la sociedad estadounidense y de las relaciones de pareja que presenta como excusa argumental una fiesta para ver la Super Bowl, nombre que provoca un malentendido entre los vampiros. Pero lo mejor del capítulo es la introducción de un grupo de cazavampiros que, por supuesto, no son más que un puñado de frikis que parecen aficionados a los juegos de rol. Los guiños al frikismo son recurrentes en esta serie. The Curse juega con la inocencia de los vampiros y con el que crean, lógicamente, en la magia, para hablar de algo tan idiota como las cadenas de correos electrónicos, que los no muertos, por supuesto, interpretan de forma literal. El mejor episodio de toda la serie es Colin's Promotion, en el que el vampiro energético consigue enormes poderes al ser ascendido. Su puesto como jefe le permitirá absorber más energía que nunca en una sátira divertidísima de los ambientes de oficina que lamentablemente conocemos y sufrimos. On the Run tiene a un hilarante Mark Hamill como Jim, el vampiro, pero lo mejor es la tapadera que se inventa Laszlo como Jackie Daytona, esperpéntico personaje que juega con los tópicos de la América profunda, y que merecería una serie propia. The Return marca el regreso de Simon, que vuelve a aparecer con una corte de vampiros estrafalarios como el Conde Rápula o Elvis Vampiro. Tres subtramas conviven en Collaboration, primero la idea de que los 'familiares' de los vampiros nunca serán convertidos, aparece expresada en dos personajes relacionados con Guillermo: Benjy (Jack O'Connell), el olvidado sirviente de Nandor de los años 70 y la frívola Celeste (Greta Lee), que sí ha conseguido convertirse en vampira gracias a su ama. Además, Nadja y Lazslo reviven su carrera musical con temas sospechosamente familiares. Witches introduce en la serie a las brujas, lo que permite una serie de gags bastante divertidos sobre aquelarres. Para acabar, Noveau Theatre des Vampires cierra la temporada con una nueva reunión de vampiros y el cameo de uno de los creadores de la serie, Jemaine Clement. El final de la temporada podría haber sido más espectacular, pero desde luego deja varias incógnitas abiertas sobre lo que veremos en la siguiente entrega.
NUEVO ORDEN -REVOLUCIÓN MEXICANA
MALCOLM & MARIE -NOCHE DE ESTRENO
SWALLOW -LA MUJER PERFECTA
NOTICIAS DEL GRAN MUNDO -LIBERTAD DE PRENSA
BLACK BEACH -PRIMER Y TERCER MUNDO
NO MATARÁS -FALSO CULPABLE
AKELARRE -JÓVENES Y BRUJAS
PALM SPRINGS -ATRAPADOS EN EL TIEMPO
EL CHICO -VUELVE AL CINE 100 AÑOS DESPUÉS
BABY -LA MADRE TERRIBLE
Juanma Bajo Ulloa está nominado al mejor director en los premios Goya 2021 por Baby, sorprendente film que prescinde de los diálogos para contar la historia de una madre adicta a las drogas que pierde a su bebé a manos de un siniestro grupo. La decisión del director, de no hacer hablar a sus personajes, le permite brillar en un film rico en imágenes poderosas, simbólicas, bellamente fotografiadas por Josep M. Civit. También hay que destacar el diseño de sonido, muy creativo, que adjudica ruidos a los diferentes personajes -la campanilla de la bicicleta que anuncia al albino que interpreta Natalia Tena- y por supuesto la música, de Bingen Mendizábal y Koldo Uriarte, también nominados al Goya. Baby entra por los ojos y tiene un diseño artístico y de vestuario sobresalientes -una pena que no se hayan visto recompensados con nominaciones en los Goya-. Estamos ante un estimulante regreso de Juanma Bajo Ulloa al universo de películas como Alas de mariposa (1991) y La madre muerta (1993). Baby parte de un planteamiento realista, muy sórdido, describiendo el ambiente de una joven adicta a las drogas -la británica Rosie Day- para luego adentrarse en el terreno de la fantasía, a través de un bosque animado por todo tipo de insectos y animales y hasta llegar al sombrío caserón habitado por una bruja, la estadounidense Harriet Sansom Harris, que despojada de diálogos se hace dueña del gesto. Dirige bien a sus actores Juanma Bajo Ulloa, consiguiendo que 'hablen' sin emitir una sola palabra, utilizando sus rostros y sus cuerpos. Con elementos del cuento de hadas y del relato de terror gótico, el gran tema de la historia parece ser la maternidad, o más bien, el arquetipo de la madre terrible, la dualidad entre la vida y la muerte. Baby solo cojea en su argumento, demasiado redundante -en mi opinión- en el largo pasaje en el que la protagonista se infiltra en la vivienda de los estrafalarios -y aterradores- villanos. Aún así, la película consigue conjugar de una forma poco habitual la tragedia, una increíble crueldad, con la belleza de sus imágenes.
THE CROWN -EL PRECIO DEL PODER
El segundo capítulo, Margaretology es una deliciosa dramatización de la supuesta rivalidad entre Elizabeth y Margaret (Helena Bonham Carter). Una vez más, Morgan nos presenta hechos históricos como la crisis económica de Reino Unido y la visita real a Estados Unidos -fantástico Clancy Brown como Lyndon B. Johnson- desde la óptica de las frustraciones personales de Margaret -siempre una segundona en la Familia Real británica- y de los celos de Elizabeth por el carácter más sociable y desenfadado de esta. Conflictos personales y política internacional en un drama de altísima calidad.
La tercera entrega, Aberfan, es un drama portentoso que de una forma valiente y emocionante describe la tragedia del pueblo del mismo nombre, ubicado en Gales, que en 1966 sufrió la muerte de 144 personas tras el colapso de una escombrera en una mina de carbón. Con una narrativa ejemplar, se nos muestra primero a los alumnos de un pequeño colegio, emocionados por aprenderse una canción para una actuación escolar; conocemos a su profesor y a sus familias, lo justo para que estos niños nos resulten importantes de cara a la tragedia que vendrá enseguida. El episodio cuenta con varios momentos que ponen la piel de gallina: el silencio cuando los rescatadores detienen su actividad, en mitad de la noche, intentando escuchar alguna llamada de auxilio; la forma en que Morgan describe el dolor de las familias, a través de Lord Snowdown (Bern Daniels) y luego del duque de Edimburgo (Tobias Menzies); y cómo todo esto le sirve al guionista para hablar de un problema personal de la reina; el recurso de la canción que entona todo el pueblo como muestra de dolor; el plano final de la lágrima de la reina. No se puede hacer mejor.
De hecho, el siguiente episodio, baja el nivel casi inevitablemente: Bubbikins parece menos inspirado, aunque cuestiona la necesidad -y el gasto que supone- cualquier monarquía y plantea un personaje interesante en la monja y princesa Alice (Jane Lapotaire), madre del príncipe Phillip. The Crown suele gravitar entre el hecho histórico y el drama personal de sus protagonistas: en Coup, la reina sueña con otra vida dedicada a la hípica mientras su tío político, Lord Mountbatten -estupendo Charles Dance- está a punto de liderar un golpe de Estado, conspiración a la que Elizabeth pone fin con una facilidad que demuestra cuál es su verdadero lugar. Tywysog Cymru es un fantástico episodio protagonizado por el príncipe Carlos (Josh O´Connor) que convierte el complejo problema de los nacionalismos -en este caso, galés- en un reflejo de la problemática personal de alguien que no es libre -ni feliz- por pertenecer a la Familia Real y que debe representar un papel. Muy original me parece Moondust, que hace coincidir la llegada del hombre a la Luna en 1969 con la crisis de la madurez del príncipe Phillip (Tobias Menzies). Dangling Man reincide en la incomodidad del príncipe Carlos, como miembro de la realeza, quien se identifica con el exiliado Duque de Windsor (Derek Jacobi) que se encuentra en los últimos de días de su vida. Imbroglio se ocupa de nuevo del príncipe Carlos, metido esta vez en un 'lío amoroso' con Camila Shand (Emerald Fennell) que obviamente repercutirá en la cuarta temporada. Por último, Cri de Coeur reitera las insatisfacciones personales de los miembros de la Familia Real británica. En este caso vuelve a ser la protagonista la princesa Margaret (Helena Bonham Carter), cuyo matrimonio se derrumba. Su fuga hacia una felicidad -efímera- se ve truncada por su condición de princesa.
La cuarta temporada arranca con Gold Stick, episodio marcado por una nueva primera Ministra, Margaret Thatcher -nada menos que Gillian Anderson-, prometiendo formar una interesante pareja con la reina Elizabeth. El guión introduce de forma tangencial la amenaza del grupo terrorista IRA, para luego plantear, de nuevo, el conflicto sentimental del príncipe Carlos, que sigue detrás de Camilla Parker Bowles y que, por fin, se encontrará con Diana (Emma Corrin). La mejor secuencia nos muestra tres escenarios diferentes, en los que vemos a la reina, al príncipe Carlos y lord Mountbatten realizando esas actividades que relacionamos con la privilegiada realeza: caza, pesca y navegación. Con solo intercalar estos tres escenarios se consigue una tensión tremenda que lleva a un desenlace trágico.
The Balmoral Test plantea, en tono de humor, una prueba a la que somete la Familia Real británica a sus invitados. Los primeros en sufrir dicho examen son la primera ministra Margaret Thatcher y su marido, Denis (Stephen Boxer). Luego será el turno de Diana Spencer, con un resultado algo diferente, que marcará el futuro de esta serie (y de la historia). En un momento del episodio, el príncipe Carlos (Josh O´Connor) señala a Diana que Verdi es recordado por las historias románticas de sus óperas, menospreciadas en su contenido político sobre la unificación de Italia. Es este un mensaje colocado por Peter Morgan para que no nos dejemos llevar -del todo- por el morbo de la trágica historia de amor entre Diana y Carlos: en la secuencia final escuchamos La Traviata, cuando Thatcher desmantela el Gobierno para componer un nuevo equipo, más acorde a sus fines y a su ideología reaccionaria.
Irónicamente titulado Fairytale, el tercer episodio de la cuarta temporada se centra en el compromiso matrimonial de Diana Spencer y el príncipe Carlos. Es un capítulo duro, que muestra el aislamiento de Diana en el seno de la Familia Real desde el primer momento, y sus problemas con la bulimia, además del patente desinterés de Carlos por ella, ya que el príncipe sigue prendado de Camilla Parker Bowles (Emerald Fennell). Hay que resaltar la sombra trágica que planea sobre esta historia, cuyo amargo desenlace, en la vida real, ya conocemos. Con este conocimiento, por supuesto, juega hábilmente Peter Morgan.
Favourites es un episodio que bien podría resumir qué es The Crown: conflictos personales que repercuten en la política británica. Así, el extravío del hijo de Margareth Thatcher en el rally París-Dakar se amplifica nada menos que provocando la desigual guerra de las Malvinas entre Gran Bretaña y Argentina. Pero además, el dolor de la primera ministra por la incertidumbre del paradero de su hijo remueve la conciencia de Elizabeth, que descubre que no conoce realmente a sus propios vástagos y que no tenía ni idea de lo que sufrían simplemente por formar parte de la Familia Real británica. Material dramático de primera calidad.
Fagan es el mejor episodio de la cuarta temporada de The Crown y puede ser uno de los mejores de toda la serie. La narración adopta el punto de vista de un fracasado, Michael Fagan (Tom Brooke), un hombre de clase obrera que lo ha perdido todo, empezando por su trabajo, su familia, su autoestima y su esperanza. Es una víctima, por así decirlo, de las políticas liberales de Margaret Thatcher. Marginado y excluido, Fagan decide nada menos que entrar en el palacio de la Familia Real para hablar, cara a cara, con la reina Elizabeth y que esta, por primera vez, pueda escuchar a la 'gente corriente'. El episodio expone de forma brillante la eterna pregunta: ¿Tiene la culpa Fagan de su fracaso vital o es una víctima del sistema? La respuesta es que importa poco ante una cuestión más importante ¿Debe el Estado abandonar a los menos afortunados o, incluso, a los que 'no se esfuerzan'? Y de esos polvos podría haber surgido el lodo del Brexit.
Terra Nullius es un estupendo episodio que funciona como un eco del capítulo Hyde Park Corner, en el que la reina Elizabeth y su marido hacían un largo viaje en el que se mezclaba su papel político con sus conflictos como pareja. Ese papel lo hacen ahora el príncipe Carlos y Diana, que visitan Australia para remontar la popularidad de la corona. El conflicto está entre el carácter cercano y mundano de Diana, contrapuesto a la distancia y frialdad de la Familia Real, por no mencionar que Carlos sigue enamorado de Camila Parker Bowles. Un culebrón de máxima calidad.
Los episodios dedicados a la princesa Margaret son prácticamente un subgénero dentro de The Crown. The Heredetary Principle reincide en la insatisfacción de la princesa por ser una segundona, una incomodidad existencial que aquí se agrava por una nueva rebaja de sus privilegios y porque un problema de salud la obliga a abandonar las adicciones que la mantenían distraída: los hombres, el alcohol y el tabaco. Desesperada por encontrarle sentido a su vida, Margaret decide concentrarse en resolver un misterio interesante, el de unas primas con discapacidad psíquica que permanecían ocultas, relegadas y a las que incluso se las creía muertas. El episodio se sostiene sobre la excelente interpretación de Helena Bonham Carter, cuyo personaje vuelve a descender a los infiernos. Los trapos sucios de la Familia Real.
Beneficia a la figura de la reina Elizabeth el episodio 48:1, en el que la soberana se muestra partidaria de la lucha contra el apartheid en Suráfrica, en detrimento de la de Margaret Thatcher, primera ministra que se opone aquí a cualquier sanción contras las políticas racistas de ese país. Este enfrentamiento entre dos figuras históricas que se decanta claramente a favor de la reina, se compensa con el feo episodio de la dimisión del escritor Michael Shea (Nichola Farrell), cuya cabeza debe caer para no manchar la reputación de la Corona tras el impulsivo gesto de la reina que pretendía afear la conducta de la primera ministra. El episodio funciona como un amargo comentario sobre el poder y sobre cómo, en política, incluso las buenas intenciones, acaban en el fango de la injusticia.
Avalanche es la crónica de los problemas matrimoniales entre Diana y Carlos, que reciben un toque de atención cuando el príncipe se queda atrapado en una avalancha y se teme por su vida. El episodio retrata a la pareja con sus defectos: infidelidades varias de Diana y la de siempre de Carlos con Camilla. Se narra, además, una sorprendente revelación -al menos para mí- sobre la personalidad de Diana: su afición al espectáculo, a cantar y bailar de una forma poco menos que ridícula. Un episodio de puro cotilleo y morbo. Lo que no tiene nada de malo.
Por último, en War, una foto de la Familia Real británica, en la que solo Diana aparece con gesto serio, es la imagen que resume las tramas que se han desarrollado en las últimas dos temporadas entre el príncipe Carlos y ella. La relación parece rota en un jugoso episodio de peleas conyugales que cierra la cuarta temporada y despide al elenco de actores que nos han acompañado en los últimos 20 episodios. Le decimos también adiós a Margareth Thatcher -estupenda Gillian Anderson- con una emotiva escena que demuestra, de nuevo, cómo Peter Morgan no olvida nunca que sus personajes son seres humanos, además de figuras políticas que jugaron papeles muy importantes -no siempre positivos- en la historia reciente de su país.
EXPLOTA EXPLOTA -MÚSICA Y CENSURA
Con la sana intención de entretener, Explota Explota parte de una idea que tenía que ocurrírsele a alguien tarde o temprano: un musical con las canciones popularizadas por Rafaella Carrà en España -y en Italia, claro-. La elección del repertorio musical no solo es una jugada comercial muy hábil -varias generaciones conocen estas canciones, auténticos clásicos del karaoke de toda la vida- sino que marca el tono de la película dirigida por el debutante Nacho Álvarez. Las canciones de Carrà marcaron una época inocente y optimista, que también escondía un tiempo oscuro de represión. Sobre esta dualidad se sostiene la historia que firman Eduardo Navarro y David Esteban Cubero, partiendo de una idea original del propio Álvarez. 'La Carrà' fue progresista y feminista -para su época- y rompió tabúes, precisamente en TVE, en cuyos estudios ocurre Explota Explota, que, perdonen el chiste malo, explota esa nostalgia convirtiendo aquella época en una explosión de color, ropa hortera y pelucones -la película está nominada al Goya por su diseño de vestuario y maquillaje y peluquería-. Como en todos los musicales, aparece aquí una realidad idealizada, en la que el amor entre un joven censor de televisión, Pablo (Fernando Guallar) y una adorable aspirante a bailarina, María (Ingrid Garcí Jonsson), es lo más importante del mundo. Como suele ocurrir en las comedias románticas, la amiga graciosa se roba el show, y aquí cumple -como siempre- una eficiente Verónica Echegui, nominada al Goya como mejor actriz de reparto. El resto del elenco de actores se completa con unos cumplidores Pedro Casablanc, Fernando Tejero y Natalia Millán. Pero al conjunto le falta chispa y a los números musicales -abundantes- les falta brío en la puesta en escena y unos números de baile más trabajados.