Primero fueron los cómics. Los X-Men nacieron en 1963 de la mano del tándem que lo inventó prácticamente todo en Marvel: Stan Lee y Jack Kirby. Esa primera encarnación, estaba compuesta por el Profesor X y sus alumnos Cíclope, Marvel Girl, la Bestia, el Hombre de Hielo, y el Ángel. Su principal enemigo era Magneto y su Hermandad de Mutantes Diabólicos. El concepto era que estos superhéroes mutantes habían nacido con poderes y, por tanto, eran diferentes y marginados por una sociedad intolerante. Sin embargo, Lee y Kirby no pusieron mucho interés en la nueva serie y abandonaron pronto la colección.
El éxito para los X-Men no llegaría hasta los años setenta, cuando Len Wein y Dave Cockrum renovaron por completo la serie con una nueva generación de personajes: Lobezno, Tormenta, Coloso, Rondador Nocturno, Banshee, cada uno de una nacionalidad diferente. Sin embargo, Len Wein dejó enseguida la colección en manos del guionista Chris Claremont, que, junto al dibujante canadiense John Byrne, convertiría la cabecera en un clásico en los años 80. Es en este período cuando surgen las historias más relevantes de los personajes que han servido de inspiración a las películas: el misterioso origen de Lobezno como Arma X; la Saga de Fénix Oscura; los Días del Futuro Pasado. En los 90, los mutantes fueron los superhéroes más populares de Marvel Comics. En el año 2000 se convirtieron en celuloide.
X-Men (Bryan Singer, 2000)
Bryan Singer venía de prometer mucho tras Sospechosos Habituales (1995) y Verano de Corrupción (1998) y esa promesa parece cumplirse en secuencias notables de esta película como el prólogo sobre Magneto (Ian McKellen) en un campamento nazi; la lucha entre mutantes en la estación de tren; y los apuntes terroríficos de la mutación del senador Kelly (Bruce Davison). Destaca el esfuerzo por darle un trasfondo a la historia en la que el mutante representa a los marginados, sobre todo judíos e inmigrantes: ahí está la batalla final en la Isla Ellis. Synger apuesta por una película más bien pausada, demasiado seria, muy elegante, en la que sin embargo chirrían elementos como el look circense de la Hermandad de Mutantes Diabólicos y algunas peleas bastante torpes: sobre todo la de Lobezno (Hugh Jackman) contra Dientes de Sable (Tyler Mane). Aún así, es el primer eslabón en el camino a la madurez del cine de superhéroes tras la seminal Superman (1978) de Richard Donner, y apartándose de los excéntricos Batman de Tim Burton. Para bien y para mal, debemos a X-Men gran parte del auge actual de las películas de superhéroes.
X-Men 2 (Bryan Singer, 2003)
En la secuela, todas las dudas de la entrega anterior se convierten en certezas. La primera secuencia en la que Rondador Nocturno (Alan Cumming) intenta matar al presidente de los Estados Unidos en la Casa Blanca es un estupendo ejemplo de planificación que aprovecha visualmente los poderes de teletransportación del "elfo". Pero además, hay grandes ideas en la película, como la secuencia en la que los jóvenes mutantes visitan un museo de historia natural: cuando el Profesor Charles Xavier (Patrick Stewart) se ve obligado a paralizar a todos los humanos para evitar que sus pupilos sean descubiertos, convierte a los homo sapiens en estatuas equivalentes a los maniquíes de los neandertales extintos en los dioramas del museo, los mutantes, el homo superior, son el siguiente paso en la evolución. Además, se juega con el poder simbólico del mutante como metáfora de cualquier minoría marginada: la escena en la que el Hombre de Hielo, Bobby Drake (Shawn Ashmore) confiesa a su familia su verdadera naturaleza es equiparable a la salida del armario de un joven homosexual a unos padres retrógrados.
X-Men: La decisión final (Brett Ratner, 2006)
Tras firmar X-men 2, Bryan Singer estaba en la cúspide de su carrera profesional y artística. Quizás por eso decidió abandonar la franquicia mutante, sin concluir la trilogía, y emprender un proyecto todavía más ambicioso: Superman Returns (2006). El reboot del hombre de acero fue un rotundo fracaso: nadie comprendió el tono de homenaje a la película original de Richard Donner y Christopher Reeves (Superman, 1978). La carrera de Synger fue cuesta abajo desde entonces hasta, paradójicamente, X-Men: Días del futuro pasado (2014). Eso sí, anotemos en su haber la estupenda serie House (2004-2012). En todo caso, después de X-Men 2, el sustituto de Synger lo tenía difícil. Brett Ratner -conocido por la trilogía Hora Punta (1998-2007) de Jackie Chan- se hizo cargo del rodaje con el proyecto muy avanzado, y eso se nota. Esta tercera parte es la más floja de la trilogía, recuperando defectos de la primera como los villanos ridículos, Juggernaut (Vinnie Jones). La realización de Ratner no es tan elegante como la de Synger, y las ideas de puesta en escena en La decisión final son mucho más convencionales. A la película le falta ingenio y trabajo para dramatizar situaciones que se resuelven con meros diálogos.
X-Men orígenes: Lobezno (Gavin Hood, 2009)
Este spin-off es la peor película de la franquicia. Siendo el personaje de Lobezno (Wolverine) el más atractivo de la galería mutante -tanto en las películas como en los cómics- era lógico sacar provecho de su misterioso pasado. Explorar el pasado de los personajes con frecuencia ofrece un resultado contrario al esperado: en lugar de profundizar en su historia, se consigue aligerarla al quitarle la carga de misterio que espoleaba nuestra imaginación. En el caso de Lobezno (Hugh Jackman), la trama nace directamente de X-Men 2, repitiendo Stryker como villano que mueve los hilos (Danny Huston sustituye a Brian Cox) y añadiendo a un Víctor Creed (Liev Schreiber) que poco tiene que ver con el Dientes de Sable (Tyler Mane) de la primera X-Men. La vida de Logan abarca décadas, lo que obliga a una estructura episódica e inconexa. Al personaje protagonista no se le otorga el empaque suficiente para cohesionar la historia, y a su antagonista, Creed, tampoco se le da una motivación clara. Aún así, hay algún acierto aislado, como la sugerente secuencia de combate en la que Logan y Creed luchan en varios conflictos bélicos a través de la historia; o el apunte macarra de enfrentar las garras de Lobezno contra las hélices de un helicóptero.
X-Men: Primera Generación (Matthew Vaughn, 2011)
Tras la película sobre Lobezno, se estaba preparando otra titulada X-Men Origins: Magneto. No llegó a concretarse como tal, pero acabó convirtiéndose en esta precuela más ambiciosa, en la que, a pesar de desvelar la primera clase de alumnos mutantes que entrenó un joven Xavier (James McAvoy), tiene como verdadero protagonista a Magneto (Michael Fassbender). Matthew Vaughn, director de Kick-Ass (2010), consigue una película de superhéroes -con el tono de una aventura de espías en la Guerra Fría- que mantiene la gravedad de las primeras películas de Synger (que controla el proyecto como productor y aporta la historia original) pero consigue la ligereza y el humor necesarios para crear un divertimento prácticamente perfecto. Todo esto, además, consiguiendo enlazar las cuatro películas anteriores creando una sensación de universo -más o menos- coherente. Gran parte de la calidad del film se debe a la credibilidad que aporta el talento de sus actores principales, Fassbender a la cabeza. "No estás solo" es la frase más hermosa de la película, y además resume el espíritu de los X-Men: la diferencia. La mejor entrega de la franquicia.
Lobezno Inmortal (James Mangold, 2013)
Si la primera aventura en solitario de Lobezno es un actioner con exceso de testosterona, en esta segunda película el mutante canadiense se nos pone tierno. Al ser una continuación directa de X-Men: La decisión final, el pobre Logan (Hugh Jackman) se recupera del trauma de haber tenido que matar al amor de su vida: Jean Grey (Famke Janssen). En ese estado de puchero continuo, Lobezno se enamora de una nueva mujer, Mariko Yashida (Tao Okamoto), la heredera de un poderoso clan japonés. Entre ambos amores, poco metraje queda para las escenas de acción. La historia está basada en una "novela gráfica" de Chris Claremont y Frank Miller, que proponía una aventura japonesa del mutante que servía para enfrentar su lado animal con la contención emocional y el sentido del honor nipón. Pero poco de esto encontramos en la película, que convierte un argumento sencillo en algo complejo haciendo aparecer personajes cuya función en la trama no está nada clara: sobran. A destacar los incomprensibles poderes precognitivos de Yukio (Rila Fukushima). Es verdad que Lobezno Inmortal tiene el doble de calidad que X-Men orígenes: Lobezno, pero es la mitad de entretenida.
X-Men: Días del Futuro Pasado (Bryan Singer, 2014)
El director Bryan Singer vuelve a dirigir una película sobre los X-Men 14 años después, y se nota el paso del tiempo: los efectos especiales ahora le permiten atreverse con una película mucho más ambiciosa que abarca varias épocas, futuros distópicos, recreaciones históricas y robots gigantes. Días del futuro pasado tiene una historia compleja, que presta atención a varios personajes a la vez, pero que consigue mantener el equilibrio y el interés durante casi todo su metraje: apenas pierde un poco el rumbo durante el segundo acto con alguna reiteración innecesaria. El protagonismo recae en Lobezno (Hugh Jackman), el personaje principal es Mística (Jennifer Williams), pero en el corazón dramático de la historia está la pérdida de fe de Charles Xavier (James McAvoy). La espectacular escena protagonizada por el veloz Quicksilver (Evan Peters) en el Pentágono es una puesta al día de la de Rondador Nocturno (Alan Cumming) en la Casa Blanca en X-Men 2 (2003). Y es que Synger parece utilizar esta película para despedir definitivamente la trilogía original, recuperando incluso a personajes fallecidos en La decisión final (2006).
DEADPOOL (TIM MILLER, 2016)
Me gusta Deadpool, porque no la considero una parodia de una película de superhéroes. Sé que hay un comentario irónico sobre el género -presente ya en los cómics- sé que Ryan Reynolds rompe la cuarta pared y habla de la franquicia de los X-Men, que se burla de Hugh Jackman y se acuerda del Ferris Bueller de Todo en un día (John Hughes, 1986) en la mejor escena postcréditos de una película Marvel (aunque esto sea Fox). Sé todo eso. Pero creo que hay más. Deadpool está muy bien escrita y dirigida, tiene mucho ingenio. La primera secuencia de acción es brutal, graciosa y violenta. La película se esmera en que su tono paródico no convierta a su historia en intrascendente. Y lo consigue haciendo que cada golpe sea duro. Que nos duela cada tiro. La otra forma que tiene el film de implicarnos es desarrollando a sus personajes: la larga secuencia en la que Wade y Vanessa (Morena Baccarin) se enamoran es divertida y verdaderamente romántica. Cuando descubrimos el conflicto principal del personaje, este realmente ha llegado a importarnos. Deadpool puede parecer una parodia, pero la verdad es que no se limita a burlarse de los clichés del género. De hecho, gran parte de lo que hace realmente bien esta película es que tiene un lenguaje adulto, en el sentido de que no ha sido censurada para resultar apta para los niños. Así, en Deadpool se dicen tacos, se cortan cabezas, salen tetas, por primera vez un superhéroe es sodomizado y se habla con naturalidad, los diálogos -brillantes- se parecen a las cosas que diría una persona normal. Un par de referencias a los Monty Python son el último ingrediente necesario para ganarme completamente. El único pero, la asignatura siempre pendiente en las películas Marvel: el villano. Podría haber sido mejor. Ajax (Ed Skrein) mola, pero me he pasado toda la película esperando que apareciera su jefe.