CIELO DE MEDIANOCHE -HACIA EL FIN DEL MUNDO
EL PADRE -LO QUE QUEDA DE LA VIDA
SOUL -EL SENTIDO DE LA VIDA
La muerte ha sido el tema recurrente de las últimas películas animadas de Pixar y quizás desde el magnífico prólogo de Up (2009), pero también en la decididamente crepuscular Toy Story 3 (2010), y por supuesto en Coco (2017), pero también en Cars 3 (2017) -que jubila a Rayo McQueen- y hasta Toy Story 4 (2019) y Onward (2020). Todas hablan de alguna manera de dejar atrás etapas de la vida o a personas queridas. En Soul, por primera vez, la muerte acontece en primera persona, es el protagonista el que fallece, lo que permite otro delicioso despliegue de imaginación por parte de los guionistas y diseñadores de Pixar para ofrecernos una visión de cómo puede ser el más allá y bajo qué reglas funciona. Joe (Jamie Foxx) es un músico frustrado que ha tenido que conformarse con ser profesor de música. Justo cuando aparece su gran oportunidad, aparece el fatídico destino que truncará su vida. Pero Joe no se dará por vencido, porque está convencido de que su papel en la vida todavía no se ha cumplido. Esta es la clave del film dirigido por Pete Docter -Del revés (2015)- y Kemp Powers, que, pese al planteamiento de la historia -y de mi propio artículo- es una película que en realidad habla sobre la vida y su sentido. Y lo hace de una forma maravillosa e imaginativa. Con una animación 3D sobrecogedoramente realista en sus texturas y efectos de luz, pero tan expresiva, ágil e imaginativa como la buena animación tradicional en 2D -ahí están las figuras bidimensionales encargadas de coordinar el más allá, que son cartoon experimental y abstracto- Soul brilla con una técnica y un buen gusto que se antojan insuperables. Mencionemos la magnífica forma en la que nos introducen en el mundo de la música: ver a Joe tocar el piano y transportarse a través de la notas resulta subyugante. Eso por no hablar de su apartado musical y su banda sonora, en los que se nota un cuidado especial. Si bien Soul puede ser algo heterogénea en su desarrollo, pasando por varias etapas muy diferentes en la historia, Pixar vuelve a asombrarnos y a dejarnos claro que son de los mejores animadores actuales. Su mensaje, que la vida está hecha de pequeños momentos y que no se trata de cumplir sueños y ambiciones -por bonitos que sean- a toda costa.
VOCES -TERROR ESPAÑOL
Voces es un sólido producto de terror español, una cinta entretenida, con algo de ambición que trasciende su naturaleza comercial. La película dirigida por Ángel Gómez Hernández y escrita por Santiago Díaz es claramente una explotación del filón iniciado por James Wan -uno de los mejores directores del terror actual- con Insidious (2010) y sobre todo, con The conjuring (2013). Pero el director -y autor de la idea original- demuestra pasión por el género y que sabe que Wan no ha salido de la nada y que también tiene deudas: con Terror en Amityville (1979) y Poltergeist (1982), entre otras referencias -como Al final de la escalera (1980)- bien colocadas en esta cinta disponible en Netflix. Voces engaña un poco, porque su premisa promete apoyarse en las populares psicofonías, pero, en realidad, sus sustos consisten en las apariciones fantasmales de toda la vida. Hay secuencias de sobresaltos muy bien construidas y efectivas, otras menos, pero en general, la película tienen un nivel bastante alto. Su reparto de actores es, también, sólido: Rodolfo Sancho, Belén Fabra, el niño Lucas Blas, Ramón Barea, Ana Fernández, Nerea Barros y un imprescindible del Fantástico patrio como Javier Botet. Como he dicho antes, la película no propone nada nuevo, y cumple con las constantes del género: una familia se muda a una nueva vivienda, ocurren hechos extraños, un experto en parasicología se ofrece a ayudarles, se descubre una vieja maldición. No falta de nada. Pero Hernández consigue que esta reiteración parezca fresca y sobre todo, efectiva, aportando, además, elementos autóctonos que enriquecen el misterio central. Con un final arriesgado, que cierra la historia de forma perfecta, Voces deja con ganas de más y nos hace desear una secuela centrada en Germán y Ruth. ¿Por qué no?
HOST -TERROR CONFINADO
Host pasa por ser la película de terror sorpresa de este 2020. Se trata de un film muy efectivo, que de forma muy inteligente se aprovecha de la situación que hemos vivido este año durante la pandemia. Una delirante sesión espiritista a través de videoconferencia, en la que todos los participantes están confinados en sus casas -como lo estuvieron los actores en el rodaje- es el giro que propone este film dirigido por Rob Savage con respecto a la clásica historia de fantasmas. Obviamente, la película ofrece una buena ración de sustos, de todo tipo, en sus reducidos 55 minutos de duración. Esta es otra buena idea: el mediometraje dura lo que dura una sesión gratuita en Zoom. El film está diseñado para ser visto en la pantalla del ordenador, para ser consumido por la generación millennial, y su éxito le ha servido para dar el salto a las salas de cine. Dicho esto, creo que la concentrada duración juega en contra: los sustos y las apariciones en este subgénero del terror se benefician de la expectativa, de la atmósfera, de la espera a que algo ocurra y eso aquí no existe. Lo que quizás es un efecto buscado para satisfacer a unos espectadores habituados a memes y vídeos de corta duración en Tik Tok. Host funciona como un estupendo comentario sobre el lenguaje propio de la comunicación a través de las redes y creo que ahí están sus mejores ideas: cuando explora elementos como los filtros o los fondos de las videollamadas que permiten que el mismo personaje aparezca dos veces en plano, provocando un efecto fantasmagórico -esto ocurre también cuando una de las chicas se conecta al mismo tiempo a través del ordenador y del móvil, creando una extraña duplicidad-; por no hablar de los cortes, lags o las desconexiones. Pero estos hallazgos visuales se quedan en la superficie: Host es una puesta al día de El proyecto de la bruja de Blair (1999), deudora también de Paranormal Activity (2007), y es el enésimo found footage, que sigue sin encontrar una excusa contundente para que los aterrorizados protagonistas sigan grabando. Por último, echo de menos una historia: la película no elabora ninguna mitología, no explica más que someramente el origen de los sustos y lo hace de una forma muy general, por lo que estamos ante mecánicas apariciones de rostros terroríficos, pero sin contenido, como la inquietante máscara que aparece flotando, sin nada detrás.
WONDER WOMAN 1984 -CREERÁS QUE UNA MUJER PUEDE VOLAR
MARTIN EDEN -CINE PRIMITIVO
THE MANDALORIAN -TEMPORADA 2 -MÁS Y MEJOR
El segundo episodio, The Passenger, continúa la trama en Tatooine y nos devuelve el Star Wars de muñecos y muppets: volvemos a la mítica cantina, Baby Yoda hace de las suyas, y el personaje episódico es una inmensa lagartija que es puro scifi retro. Una batalla espacial contra un par de X-Wings en plan patrulla espacial nos lleva a lo más cerca que vamos a estar de un cruce entre Star Wars y Alien. Los huevos que encuentran en el planeta helado y la aparición de unas terroríficas arañas dotan al relato de texturas de puro horror. Dirige Peyton Reed -Ant-Man (2015)-.
La tercera entrega, The Heiress, dirigida por Bryce Dallas Howard, que ya se encargó de un episodio en la primera temporada, demuestra aquí de nuevo su buen ojo con la cámara, con movimientos elegantes y dinámicos, sobre todo cuando la acción se traslada a una enorme nave imperial que transporta un arsenal de armas. The Mandalorian, como la mayoría de las entregas de Star Wars, pertenece al género aventurero, un tono que queda patente en la imagen del barco pesquero surcando un mar alienígena, en el encuentro con criaturas exóticas -los Quarren y los Mon Calamari- en los muelles, el enfrentamiento con monstruos marinos, o el abordaje pirata de la ya mencionada nave. El resto del episodios se redondea con referencias a la mitología de Star Wars que siguen siendo emocionantes: los jedi, más mandalorianos, los Stormtroopers. Ojo a las conexiones con las series animadas The Clone Wars (2008) y Rebels (2014).
El estupendo veterano Carl Weathers se pone detrás de la cámara en The Siege, como su título indica, una entrega de acción seca, de tensión mantenida, en el que el Mandaloriano (Pedro Pascal) se une a Cara Dune (Gina Carano) y Greef Karga -el propio Weathers- para el asalto a una vieja base imperial poblada, cómo no, por los acostumbrados Stormtroopers. Eso sí, el argumento está repleto de conexiones con la última trilogía de Star Wars en las que yo, me pierdo un poco. Pero que los interesados pueden encontrar en los foros de Internet.
La otra mente creativa detrás de The Mandalorian es Dave Filoni, director, guionista y productor de la serie animada Star Wars: The Clone Wars. En el episodio titulado Jedi, Filoni recupera a un personaje muy querido de su serie, Ahsoka Tano, que en imagen real adquiere los rasgos de Rosario Dawson. Pero, más allá del fan service, el capítulo es uno de los más oscuros de la serie, que recupera la inspiración de la saga de George Lucas en el cine de samuráis de Akira Kurosawa -Yojimbo (1961)- y en su derivación mediterránea, el spaghetti western de Sergio Leone. Con momentos tan importantes como la revelación del origen y el nombre de Baby Yoda, estamos ante una de las entregas de mayor impacto de la segunda temporada y de la serie. Eso sin mencionar la presencia de Michael Biehn.
Nada menos que Robert Rodríguez firma el episodio The Tragedy un despliegue de acción pura, vibrante, que se hace corto. Tiroteos con Stormtroopers, francotiradores y coberturas en rocas en una colina que recuerdan al buen western. Pero lo mejor, si me permiten, es la (re)aparición de Boba Fett -mi juguete favorito de niño- en toda su gloria, como nunca le habíamos visto -sus apariciones en la trilogía original de Star Wars son muy breves- pero sí como le habíamos soñado desde pequeños.
The Believer es el mejor capítulo de la segunda temporada de The Mandalorian y quizás de toda la serie. Escrito y dirigido por Rick Famuyiwa, creo que recupera el tono de Rogue One (2016), equiparando el planeta en el que se desarrolla la acción con Vietnam, o cualquier otro país castigado por el colonialismo de las grandes potencias. La trama recupera al personaje de Mayfeld (Bill Burr) que evoluciona para verbalizar un discurso mucho más maduro del acostumbrado en Star Wars: para los nativos del planeta, la Nueva República es lo mismo que el Imperio, un poder invasor. Además, Mayfeld expone un punto de vista inédito en el universo de ficción creado por Lucas: ser del Imperio o de los rebeldes puede depender sencillamente de dónde hayas nacido y de tus circunstancias, una idea apoyada en la celebración que presenciamos dentro de la base imperial, muy similar a las victorias rebeldes que hemos visto desde Una nueva esperanza (1977). A pesar de estas ideas, el capítulo tiene un giro estupendo en el discurso del oficial Valin Hess -interpretado por el turbio Richard Brake- que es la misma esencia del fascismo y que recupera ideas ya expresadas por el personaje de Werner Herzog en la primera temporada.
Para un fan de Star Wars, el último episodio de esta segunda temporada, The Rescue, es una maravilla. Dirigido de nuevo por Peyton Reed, el argumento vuelve a ser de acción pura: batallas espaciales, tiroteos con Stormtroopers, y peleas con sables. Destaquemos a esos Dark Troopers herederos de Terminator y el mejor fan service posible: la aparición del personaje más importante de la saga, la del más querido y una escena post créditos que nos transporta de vuelta a El retorno del Jedi. ¿Se puede pedir más?
LOS EUROPEOS -LAS DOS ESPAÑAS
SOUND OF METAL -EL SONIDO DEL SILENCIO
DEVS -EL MODERNO PROMETEO
NIEVA EN BENIDORM -MELODRAMA DEL CAMBIO CLIMÁTICO
MY MEXICAN BRETZEL -F DE FALSO
My Mexican Bretzel es una contundente reflexión sobre lo real, lo contado y sobre el poder de la imagen en contraposición a la palabra escrita. Se trata de un (falso) documental que se ha convertido en la película española más insólita del año. La directora Nuria Giménez Lorang compone un film experimental y rupturista, que fabrica una historia cuya experiencia está entre la lectura y el visionado de una película: no hay diálogos, ni voz en off, sino que debemos leer los pensamientos de la protagonista impresos, como subtítulos, sobre las fantasmagóricas imágenes de archivo. Por esto, la sala de cine se convierte en un lugar muy extraño, silencioso, en el que tenemos la peculiar sensación de convertir en colectiva la solitaria lectura de un diario íntimo. A partir de viejas películas vacacionales de su abuelo, esta autora crea personajes, familias, amores, un gurú inventado que suelta perlas de sabiduría y juega a la ficción dentro de la ficción, a la mentira dentro de la mentira, en la tradición del Orson Welles de F for Fake (1973) -aunque la directora reconozca otras influencias, como la de David Lynch-. Nada existe en esta película más que en la cabeza de su autora y de su protagonista, Vivian Barrett, y sin embargo, el resultado es una reflexión sobre la vida que parece verdadera y real. En este juego cobra especial importancia la imagen filmada, justificada argumentalmente en la obsesión del personaje de León por registrarlo todo con su cámara. Este esfuerzo documentalista puede llevar a pensar que lo que vemos es real, pero entonces entra en juego el contrapunto de la palabra escrita -la del diario de Vivian- que revela que la cámara de León capta solo la superficie de lo real y no la esencia de los sujetos filmados, no lo que realmente ocurre detrás de sus sonrisas de felicidad, en las idílicas imágenes de vacaciones de verano. Una idea que se proyecta sobre nuestras vidas actuales, de falso bienestar, de vidas bajo el dictado de las imágenes que nos persiguen desde nuestros dispositivos y redes sociales.