The Cloverfield Paradox es la tercera entrega de la franquicia más desconcertante -y estimulante- del cine comercial. Estrenada directamente en Netflix, por sorpresa, su productor, J.J Abrams -Perdidos, Fringe- aplica en esta saga su famoso paradigma de la caja misteriosa: no sabemos realmente de qué va Cloverfield y sus misterios siguen sin explicarse del todo. Tampoco sabemos cómo será cada nueva entrega -que encima se ruedan en secreto- la primera, Monstruoso (2008), era un kaiju-eiga desde una perspectiva found footage -Godzilla grabado con cámara doméstica-; la segunda, Calle Cloverfield 10, un paranoico ejercicio de tensión en el reducido espacio de un búnker apocalíptico; y esta, Paradox se inscribe en el subgénero de tripulaciones atrapadas en naves espaciales -como Event Horizon o la reciente Life-. Esto es Alien sin bicho y la incógnita de lo que ocurre en la estación espacial Cloverfield es lo que nos mantiene interesados. El argumento sorprende con giros sci-fi verdaderamente extraños, aunque el film se resiente por unos personajes sin demasiada garra. Y eso que el casting está formado por muy buenos actores como Gugu Mbatha-Raw -Belle (2013)- David Oyelowo -Selma (2014)- Daniel Brühl, John Ortiz, Chris O´Dowd, Zhang Ziyi y Elizabeth Debicki, ninguno bien aprovechado. Si en Monstruoso desconocíamos el origen de las criaturas y en Calle Cloverfield 10 lo que ocurría fuera del búnker, aquí vamos descubriendo poco a poco las consecuencias de un misterioso experimento para salvar al mundo, e intuimos su relación con el resto de films. Si bien es cierto que esta tercera película no sorprende ni tiene la calidad de sus antecesoras -se echa de menos la personalidad de Matt Reeves o Dan Trachtenberg- Paradox es una digna película de género que reincide, como sus predecesoras, en usar el fin del mundo como marco para un conflicto humano, una pérdida sentimental que imposibilita la felicidad de sus protagonistas.
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