Luke -Rafe Spall fue elegido mejor actor en el festival de Sitges 2017- y sus amigos atraviesan una temprana crisis de los cuarenta cuando un episodio de crimen urbano pone en duda su hombría. Esto convierte unas vacaciones de placer -que podrían haber sido las de los protagonistas de Hostel (2005)- y que eran un vano intento de recuperar las sensaciones de su juventud, en un viaje mucho más personal para honrar la memoria de un amigo. The Ritual no ofrece absolutamente nada nuevo, es otra vez la historia de un grupo de urbanitas enfrentados a la naturaleza -nos podemos remontar hasta el Deliverance-Defensa (1972) de Jon Boorman- y por tanto, a sus propios instintos salvajes, perdidos tras miles de años de civilización. Este grupo de amigos -fondones, sedentarios y adictos al tabaco- se internarán en un bosque donde encontrarán extraños símbolos -como los de El proyecto de la bruja de Blair (1999)- y señales de un inquietante culto pagano -como en The Wicker Man (1973)-. El pastiche -también hay elementos de Depredador (1987)- funciona y resulta entretenido, aunque el dibujo de los personajes no es precisamente memorable y el final, más o menos predecible. Lo mejor de The Ritual es cuando lo onírico invade lo real: los árboles del bosque en el que se extravían los protagonistas se transforman en las estanterías del pequeño supermercado donde ocurre el crimen del prólogo. Como diciendo que debajo del barniz de civilización que es el asfalto de nuestras ciudades, permanece todavía oculta la crueldad seca de la naturaleza. Coherente con esta idea es el diseño -bastante original e inquietante- de la amenaza que deben enfrentar los protagonistas. Quizás el mensaje esencial de este pequeño film de género debemos buscarlo en la ausencia -casi total- de figuras femeninas: las parejas de los personajes casados sirven únicamente como ataduras de las que estos cuatro colegas intentan escapar.
THE RITUAL -EL FIN DEL PATRIARCADO
Luke -Rafe Spall fue elegido mejor actor en el festival de Sitges 2017- y sus amigos atraviesan una temprana crisis de los cuarenta cuando un episodio de crimen urbano pone en duda su hombría. Esto convierte unas vacaciones de placer -que podrían haber sido las de los protagonistas de Hostel (2005)- y que eran un vano intento de recuperar las sensaciones de su juventud, en un viaje mucho más personal para honrar la memoria de un amigo. The Ritual no ofrece absolutamente nada nuevo, es otra vez la historia de un grupo de urbanitas enfrentados a la naturaleza -nos podemos remontar hasta el Deliverance-Defensa (1972) de Jon Boorman- y por tanto, a sus propios instintos salvajes, perdidos tras miles de años de civilización. Este grupo de amigos -fondones, sedentarios y adictos al tabaco- se internarán en un bosque donde encontrarán extraños símbolos -como los de El proyecto de la bruja de Blair (1999)- y señales de un inquietante culto pagano -como en The Wicker Man (1973)-. El pastiche -también hay elementos de Depredador (1987)- funciona y resulta entretenido, aunque el dibujo de los personajes no es precisamente memorable y el final, más o menos predecible. Lo mejor de The Ritual es cuando lo onírico invade lo real: los árboles del bosque en el que se extravían los protagonistas se transforman en las estanterías del pequeño supermercado donde ocurre el crimen del prólogo. Como diciendo que debajo del barniz de civilización que es el asfalto de nuestras ciudades, permanece todavía oculta la crueldad seca de la naturaleza. Coherente con esta idea es el diseño -bastante original e inquietante- de la amenaza que deben enfrentar los protagonistas. Quizás el mensaje esencial de este pequeño film de género debemos buscarlo en la ausencia -casi total- de figuras femeninas: las parejas de los personajes casados sirven únicamente como ataduras de las que estos cuatro colegas intentan escapar.
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