EN CUERPO Y ALMA- DE RESES Y CIERVOS


La metáfora de la película de la directora Ildikó Enyedi parece clara: nuestra sociedad es un matadero en el que somos vacas fría y mecánicamente sacrificadas. Para sobrevivir, es necesario estar mínimamente anestesiado. Tener un brazo -y una mano- insensibles, haber renunciado a las relaciones sentimentales. Como Endre (Géza Morcsányi). Este, no por casualidad, advierte a un nuevo trabajador de la cárnica que dirige, Sanyi (Ervin Nagy), de que su impulsividad, su exceso de energía, acabará por pasarle factura. La clave de la película bien podría estar en si Endre tiene razón, o no, en su diagnóstico obre Sanyi. Por otro lado, tenemos a Mária (Alexandra Borbély). Ella, para sobrevivir se vale de una condición innata -síndrome de Asperger, quizás- que le impide involucrarse con nada, ni con nadie. Justamente por eso, Mária es muy eficiente en su profesión, es perfecta para trabajar en un matadero, aunque eso signifique ser rara para los demás. Estos dos seres solitarios se encontrarán, por casualidad y de la forma más mágica posible. Nominada a mejor película extranjera en los Oscar por Hungría, ganadora del Oso de Oro en el pasado Festival de Berlín, esta película se desarrolla lentamente y necesita tiempo para que todos los elementos que la conforman vayan encajando y cobren sentido. Pero vale la pena esperar. En cuerpo y alma nos dice que el refugio de todos nosotros son los sueños. En ellos podemos dejar de ser vacas destinadas al matadero. Podemos ser ciervos en libertad que se acarician con sus hocicos.

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