HOTEL TRANSILVANIA 3 -MONSTRUOS DEL TODO INCLUIDO


Hotel Transilvania 3 es la animación más bonita para la peor historia posible. El argumento vuelve a centrarse en varias familias de monstruos -básicamente los clásicos de la Universal con algunos agregados marginales de otras mitologías- que se comportan, en realidad, como familias normales. La idea no es ni mucho menos nueva, recordemos The Munsters (1964-1966), pero creo que en esta tercera entrega el monstruo, metáfora de lo diferente, del marginado, del otro, ha perdido ya toda su carga de transgresión. Obviamente, estamos ante un espectáculo familiar, pero se le podría haber sacado más partido a la mitología de cada uno de ellos. Aquí, Drácula es un padre soltero en busca de ligue, Frankenstein un calzonazos ludópata, el hombre y la mujer lobo son padres desesperados por una camada incontrolable, deseosos de algo de tiempo libre. Estos conflictos no tienen nada de malo en sí mismos, pero tampoco hay mala leche en estas vacaciones masificadas a las que se someten estas coloridas criaturas de la noche. Lejos de la mirada mordaz de Tati en Las vacaciones del señor Hulot (1953), aquí los monstruos se entregan desenfrenadamente a los placeres burgueses de la pulserita del todo incluido. La trama es una comedia romántica familiar de lo más predecible y conservadora, los chistes son irregulares, y los referentes culturales muy poco edificantes: no os vais a creer la canción española que eligen para cerrar la película. Una pena porque, como he dicho al principio, la animación me ha parecido maravillosa. La técnica del 3D es puntera -como cualquier producto digno de esta época dominada por Pixar- y su realismo quita el hipo: los efectos de luz, las texturas, la fisicidad de telas, cabellos y del agua del mar. Pero, además, hay una voluntad sorprendente y que recibo gratamente, la de buscar la plasticidad y capacidad expresiva el casi perdido arte de la animación en dos dimensiones, la de los cartoons clásicos de Warner Bros -impagable la secuencia con los gremlins- Hanna-Barbera y sobre todo a los de la UPA, dibujos animados olvidados hoy que en su momento eran puro arte moderno.

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