¿Quién es Leos Carax? Se trata de un nombre artístico que mezcla el suyo verdadero, Alex, y la palabra Óscar, por los famosos premios cinematográficos. Dos palabras, Alex y Óscar que pueden resumir la obra de este cineasta 'maldito' francés. Su personalidad está siempre en el centro de sus ficciones: su protagonistas suelen responder al nombre de Alex, y suelen ser interpretados por su álter ego, el actor Denis Lavant, al que hemos visto madurar en pantalla como si fuera el Antoine Doinel de Carax. La cinefilia y las referencias cinematográficas serán la otra constante del autor francés. En 1984, con solo 24 años, Carax firmaba su ópera prima, la estupenda Chico conoce chica, rodada en blanco y negro, una suerte de resurrección de la Nouvelle Vague: la de los primeros años, esa que salía a las calles de París a buscar la verdad que elude los decorados, contando pequeñas historias de amor, con sus tiempos muertos y sus continuas referencias a la cultura pop, a la música -por ejemplo, la de David Bowie, uno de los ídolos de Carax-. Aquí se presenta el esquema central del cine de Carax: dos seres desesperados se encuentran y se enamoran en una historia de amour fou. Los personajes de Carax encienden cigarrillos constantemente y viven al margen de la sociedad, haciendo del mobiliario urbano de París su campo de juegos: puentes, pasarelas, farolas, estaciones de metro. Chico conoce chica está repleta de hallazgos visuales y de diálogos poéticos -y está disponible en Filmin-.
Dos años después Carax estrenaba Mala sangre (1986), de nuevo con Lavant pero ahora incorporando a Juliette Binoche como heroína romántica e introduciendo el color, en una propuesta que de nuevo bebe de la Nouvelle Vague, pero esta vez de la que miraba los géneros americanos -en este caso el policíaco- como Al final de la escapada (1960) o Made in U.S.A (1966), con Michel Piccoli como mafioso, introduciendo elementos de ciencia ficción -a lo Alphaville (1965)- y aprovechando las dotes físicas de Lavant para una vibrante secuencia de baile con el Modern Love de David Bowie -que Noah Baumbach homenajearía en Frances Ha (2012) valiéndose de Greta Gerwig-. Mala sangre también resulta visualmente apabullante y se puede ver en Filmin. En 1991, Carax cerraba una trilogía del amor en París con Los amantes del Pont Neuf, de nuevo con Denis Lavant y Juliette Binoche, en una historia más reposada, más madura, más interesada en el drama de sus personajes, que acaba de nuevo en el amor loco y proponiéndose como heredera de L'Atalante (1934) de Jean Vigo. Una película de presupuesto desorbitado y de rodaje complicado que dejó a Carax en dique seco hasta 1999. Pola X, protagonizada por el malogrado Guillaume Depardieu, parece reflejar la travesía por el desierto del propio Carax: un escritor joven, exitoso y famoso decide aislarse de todos tras descubrir un secreto familiar. La historia, basada en Pierre o la ambigüedades de Herman Melville, aunque con un arranque novedoso en un entorno rural, con personajes privilegiados y relaciones incestuosas -la madre que interpreta Catherine Deneuve- acaba volviendo a las coordenadas del cine anterior de Carax: a París, a lo urbano, y a la lucha de un personaje roto de amor, al margen de la sociedad y de comportamiento destructivo. En esta línea se presenta, diez años después, el enigmático ser que protagoniza el segmento Merde en la película de episodios Tokyo! (2008). El extraño y asqueroso sujeto al que da vida, de nuevo, Denis Lavant, se pasea por las calles de la capital japonesa sembrando el terror -con la música de Godzilla (1954)- representando todo lo que nos aterroriza, nos escandaliza o incomoda: la falta de civismo, de higiene, fumar, derrochar el dinero o la violencia y el terrorismo, todo en tono de farsa y rodado en vídeo digital. Cuatro años después, Leos Carax se despertaba en un pijama verde en Holy Motors (2012) para soñar de forma inconexa a un millonario inversor -el señor Óscar, de nuevo Denis Lavant- que se transforma en diversos personajes: una anciana, una criatura digital o de nuevo M. Merde, para raptar a Eva Méndez, ponerle un burka y convertirla en la Virgen. Un enigmático derroche de imaginación en una fantástica película -disponible en Filmin- que habla de la vida, de la ficción, de las máscaras y claro, del cine, con un discurrir surrealista -digamos que cercano a David Lynch- con guiño incluido al clásico Los ojos sin rostro (1960) de Georges Franju.
En todas las películas de Leos Carax hay una secuencia musical, en la que los personajes cantan o en la que asistimos a un breve concierto: recordemos el extraño grupo de música experimental en Pola X o los acordeonistas de Holy Motors. En esta última cinta vemos además una secuencia que parece extraída directamente de un musical, interpretada por Kylie Minogue, que anticipa Annette, estrenada en el Festival de Cine de Cannes y que le ha valido a Carax el premio al mejor director. De la historia y de la música se encargan los hermanos Ron y Russell Mael, mejor conocidos como Spark, que han conseguido también el reconocimiento en Cannes a la mejor banda sonora. Estos tres artistas aparecen en persona al principio de Annette para introducirnos en un musical, más bien una ópera, y en una película que responde a la atípica personalidad de Carax. En ella volvemos a encontrar el amor romántico como base de la historia: un cómico, Henry McHenry -estupendo Adam Driver- y una cantante de ópera, Ann Defrasnoux (Marion Cotillard), forman la pareja perfecta: talentosos, exitosos, guapos y famosos. Pero ojo, porque a partir de este planteamiento, la historia se desarrolla de una forma muy oscura, incómoda, distanciada -el personaje de Annette, los diálogos recitativos- que nos obliga a mirar en el abismo de la naturaleza humana. Nos hace mirar sobre todo los demonios de la personalidad masculina. Todo esto desactiva la historia romántica y nos lleva a terrenos insospechados que invitan más a la reflexión que al disfrute. Esto mientras Carax despliega su acostumbrada narrativa visual llena de ideas, de imágenes preciosas de pura fantasía sobrenatural que acompañan a la música, de recursos de planificación, iluminación y escenografía, en un hermoso espectáculo para una historia trágica, aunque no exenta de humor. Carax nos sorprende con una film en la línea amarga y valiente del Charlie Kaufman de Anomalisa (2015) y Estoy pensando en dejarlo (2020). Henry es el típico héroe romántico de Carax: apasionado, provocador, muy atractivo, pero también inseguro y autodestructivo. En obras anteriores de Carax, sus personajes masculinos tenían comportamientos cuestionables en aras del amor: manipuladores, celosos, violentos e incluso llegaban a cometer asesinatos. Dichos comportamientos eran pasados por alto, perdonados, al formar parte de una ficción que no pretende ser realista, ni cuestionar actitudes reales, sino crear una fantasía cinematográfica. En Annette, sin embargo, Carax parece entonar el mea culpa y somete a su protagonista a las consecuencias de su masculinidad tóxica, su violencia y sus excesos, hasta un final anticlimático, devastador, pero, quizás, necesario.