EL ESCUADRÓN SUICIDA -LOS QUE VAN A MORIR TE VACILAN


James Gunn traslada a DC Comics la fórmula que tan bien le ha funcionado en Marvel con los dos volúmenes de Guardianes de la Galaxia en El Escuadrón Suicida, secuela/reinicio de la desastrosa película de David Ayer de 2016. Gunn formula una comedia pura con superhéroes, alejándose del tono pretendidamente oscuro, grave y épico de DC, cuyo concepto de lo 'adulto' pasa por hacer películas francamente aburridas. Gunn escribe un argumento de gags constantes, mezclando el humor bobo, el escatológico y el absurdo que ha desarrollado toda su carrera. Al igual que en Marvel, juega con personajes de segunda fila, lo que le permite una mayor libertad de acción: Harley Quinn (Margot Robbie) es la única estrella, y le cambian a Will Smith -que fue Deadshot- por Idris Elba, dando vida a un personaje equivalente en Bloodsport. Tampoco está atado aquí Gunn por la férrea continuidad de Marvel, por lo que se puede permitir una escabechina de personajes poco conocidos, y un tono menos familiar: se le va la mano con la violencia, convirtiendo la sangre y el gore en un recurso cómico más o menos eficaz. Gunn repite aquí también su querencia por los personajes digitales, que tan buenos resultados le han dado con Groot (Vin Diesel) y Rocket (Bradley Cooper): ahora son Weasel -su hermano Sean Gunn- y sobre todo King Shark -Sylvester Stallone- con los que sigue desarrollando una comicidad única, en la que solo está a su altura Taika Waititi, quien, por cierto, hace un breve papel en esta película. Gunn, además, se atreve con una superficial sátira política -presente en los cómics originales- que cuestiona la política exterior de Estados Unidos y se ríe de las repúblicas bananeras fabricadas y derribadas por los propios estadounidenses según la coyuntura histórica. También se atreve con el superhéroe fascista, c
on un John Cena como Peacemaker, con un traje tan ridículo como el del protagonista de otra película suya, Super (2010). En El escuadrón suicida, James Gunn se mantiene fiel a su estilo, no se olvida de su actor fetiche, Michael Rooker, y aunque tenga que jugar con los elementos estéticos del blockbuster, impone su sentido del humor gamberro y arriesgado -el personaje de Polka-Dot Man (David Dastmalchian)- y se permite un final en clave de cine trash, un kaiju eiga de saldo que nos devuelve al Gunn que escribió el guión de Tromeo y Julieta (1996) para la Troma. Y a pesar de toda esa libertad creativa, consigue que la película no se le vaya de las manos, y que los personajes nos sigan resultando entrañables -aunque quizás no al nivel de los de Guardianes de la Galaxia-. Un triunfo.

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