En la estupenda Las cosas que decimos, las cosas que hacemos, el amor es definido no como un elevado sentimiento al que podemos aspirar para acceder a la felicidad plena, sino como un inconveniente. En la historia que dirige y escribe Emmanuel Mouret, el amor romántico aparece en el peor momento posible: cuando no es correspondido, cuando se tiene ya una pareja estable o cuando la tiene el objeto de nuestro deseo, o incluso, cuando se está esperando un hijo. ¿De qué sirve enamorarse en todas estas situaciones? Mouret teje varias deliciosas historias que se van cruzando, protagonizadas por personajes diferentes pero todos, y esto es el gran logro de la película, resultan humanos y hasta entrañables. Creo que es una película muy francesa porque trata con ligereza asuntos que se podrían vivir de forma trágica, como el rechazo, la ruptura sentimental, el abandono, o el desamor. Un estupendo reparto da vida a personajes de lo más variados: Camélia Jordana, Niels Schneider, Vincent Macaigne, Jenna Thiam, Émilie Dequenne -ganadora del premio César-, Guillaum Gouix, Julia Piaton, Jean-Baptiste Anoumon, Fanny Gatibelza, Claude Pommereau, Louis-Do de Lencquesaing, Milla Savarese y Lise Lomi. Ellos dan vida a pequeñas y enrevesadas historias que van desde la comedia romántica tipo Love Actually (2003) hasta el romanticismo arrebatado y dramático de Breve encuentro (1945). Los escenarios, que se prestan al romanticismo cotidiano y que van desde París hasta el campo, y una banda sonora compuesta de piezas clásicas -Vivaldi, Mozart, Debussy, Chopin- hacen que esta película sea una experiencia estética de lo más placentera. Como su título indica, el film opone la imagen que damos en sociedad -echad un vistazo a las redes sociales y solo veréis parejas felices- a lo que realmente hacemos -infidelidades o, en el caso de los más discretos, soñar con el verdadero amor en secreto-. ¿Se puede ser feliz, resignándose a amar a otra persona, mientras se mantiene una relación conveniente con un compañero de vida? Esa es la cuestión sobre la que reflexiona Mouret, pero, eso sí, evitando cargar las tintas gracias al uso del humor y apostando por una resignación práctica y realista. Quedará en el ánimo del espectador si el amor es un inconveniente que aparece en el momento menos oportuno, y que debe ser descartado como un capricho, o si el sentimiento romántico es una directriz que debemos seguir a toda costa, sacrificando algunas comodidades, para ser verdaderamente felices.
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