AMERICAN HORROR STORY: ROANOKE -CHAPTER 2


CHAPTER 2 (21 DE SEPTIEMBRE DE 2016) -AVISO SPOILERS-

La segunda entrega de esta sexta temporada de AHS ofrece lo que tanto nos ha gustado de la serie, pero quizás revela también cierto agotamiento de la fórmula. La primera impresión del capítulo es que el argumento se mantiene fiel a la historia principal sobre las apariciones de los fantasmas de la colonia perdida de Roanoke. Se reincide en los sucesos extraños, que los protagonistas interpretan como montajes para asustarles de una familia de paletos que quiere echarles de su territorio. Una mera excusa para que no abandonen la casa. Tenemos también el primer encuentro con los miembros de la colonia: vemos las caras familiares de Kathy Bates, Wes Bentley y ¿Lady Gaga? en una especie de aquelarre o sacrificio en el que volvemos a ver al escalofriante cabeza de cerdo. Pero la escena no es más que un cebo, ya que la historia no avanza más sobre lo que parece ser el misterio central de la serie. Luego, aparece un nuevo personaje, Flora (Saniyya Sidney), que recupera el tema de la infancia abandonada -muy presente en AHS: Hotel- pero además interpreta un papel clásico en el cine de casas encantadas, el del niño que establece contacto con el más allá y habla con un amigo imaginario que resulta ser un espectro. Esto lo hemos visto ya en Terror en Amityville (1979) y Expediente Warren (2013). Ahora bien, este desarrollo de la historia principal apunta a que esta trama sobre la casa encantada no tiene mucho más recorrido. Quizás por eso, el resto del episodio introduce la primera de las fugas narrativas habituales de la serie. Se trata de otro nuevo personaje, el doctor Elias Cunningham, al que da vida otro habitual de la serie, Denis O´Hare. Este profesor, refugiado en un búnker que los protagonistas descubren, desvela su historia introduciendo el elemento de found footage que ya vimos en la entrega anterior. De paso, el personaje sirve de narrador para introducir otra nueva historia, la de las enfermeras asesinas Bridget y Miranda, ahora fantasmas que habitan la casa, que comienza a parecerse peligrosamente a la de AHS: Murder House.

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NARCOS -TEMPORADA 2- (NETFLIX, 2016)



Tras obligarme a ver la segunda temporada de Narcos, tengo que pedir perdón. Sé que es la serie de moda, la serie que mola, pero yo no encuentro esas virtudes que parecen haber encandilado a todos. Para desahogarme un poco, a modo de terapia personal, comparto con vosotros mis problemas con esta ficción. Eso sí, leed con cuidado, que algún spoiler habrá. Vamos a ello. Lo primero, hay que lamentar la gran oportunidad desperdiciada de haberle dedicado 20 episodios a un personajazo como Pablo Escobar, sin haber conseguido construir un personaje de ficción redondo. La serie aprovecha el miedo que provocaba el narcotraficante en la vida real, pero no se preocupa en construir acciones dramáticas dentro de la ficción para justificarlo. Un buen ejemplo es la escena en la que Pablo escapa de prisión sin disparar una sola bala. El momento resulta cool, pero, en la serie, no le hemos visto hacer demasiadas cosas a Pablo para sustentar el terror que le permite semejante hazaña. O para entender la lealtad de sus esbirros, que son los que verdaderamente ejecutan los asesinatos. Vemos a Pablo escupir insultos y amenazas por teléfono, pero su body count es más bien escaso. Quizás por eso repite su nombre constantemente, para que no olvidemos a qué peligroso criminal de la vida real representa. Un reiterativo "Yo soy Pablo Escobar" que solo sirve para generar memes en Internet. Pablo es el personaje principal, vale, pero el problema es que funciona como un antagonista en esta segunda parte de Narcos, es decir, no lleva prácticamente la iniciativa. Se dedica a reaccionar, a defenderse, y a huir. Eso no da miedo. Por otro lado, la estrategia para humanizar al personaje es sumamente repetitiva y poco inspirada: vemos a Escobar demostrando una y otra vez un impostado cariño hacia su mujer y sus hijos. El problema es que los guionistas tampoco han construido las relaciones entre los personajes como para que nos resulte creíble esta familia. Y no quiero ni hablar de lo que ya sabéis: el brasileño Wagner Moura sigue sin saber hablar español. Resumiendo, me cuesta respetar a Pablo Escobar.



Luego está el policía antinarcóticos Steve Murphy (Boyd Holbrook), un personaje que no puede ser menos interesante, aunque vaya "de guay" cuando habla como la voz en off que sirve de narrador en Narcos. Su conflicto principal -en los primeros episodios- es intentar retener a su familia en Colombia. Algo absurdo, ya que corren peligro. ¿No habíamos quedado en que Pablo Escobar da mucho miedo? Por eso mismo, menos coherente resulta que luego el temible Escobar se esfuerce por sacar a sus seres queridos del país, para protegerles. ¿Pretendían los guionistas algún tipo de simetría entre protagonista y antagonista?. No lo sé. En todo caso, tenemos a un personaje cuyo conflicto principal no se entiende demasiado. ¿Por qué está tan empeñado en darle caza a Escobar?. No lo explican. Hay una foto, tremenda -podéis verla en Internet- en la que el verdadero Murphy posa junto al cadáver de Escobar, como si se tratase de un trofeo de caza. Dicha foto es utilizada en Narcos, tramposamente, junto a la recreación de la imagen con actores. Pero de lo que no parecen darse cuenta los guionistas es que no nos han contado quién es ese agente Murphy capaz de hacerse semejante foto con el cadáver de un ser humano. A ese Murphy me habría gustado conocerle.



Con un protagonista y un antagonista desperdiciados, Narcos, encima, se pierde siguiendo a personajes secundarios: sicarios de poca monta -La Quica (Diego Cataño)-, chicas inocentes que se mezclan sin querer con el hampa -Maritza (Martina García)- y tíos listos -Limón (Leynar Gomez)- que pasan de cometer delitos "menores" a pegar tiros sin demasiada justificación. También está la evolución del hijo cobarde de un alto cargo militar, Hugo Martínez Jr. (Sebastián Vega), que resulta muy predecible. Todas estas subtramas encima se desdibujan conforme avanza la historia y acaban cerrándose en falso. La serie, para colmo, maltrata a sus mejores personajes. Merecían más las contradicciones de Horacio Carrillo (Maurice Compte) -Nuestro hombre en Madrid- militar de métodos fascistas, sin contrapartida real, creado para la ficción. O el otro agente de la DEA, Javier Peña (Pedro Pascal), mucho más atractivo que Murphy, pero que recibe un inexplicable tratamiento de personaje secundario (aunque se perfila como protagonista de la tercera temporada).




La inconsistencia de los personajes de Narcos es manifiesta en el episodio titulado Exit El Patrón. En este, el sicario Blackie (Julián Díaz) lleva a cabo un salvaje atentado con un coche bomba en el que mueren decenas de civiles, incluyendo familias y niños. La masacre repercute en la imagen pública de Pablo Escobar, como se encarga de señalar la machacona narración en off. Un plano de Blackie nos enseña al criminal mirando en la televisión las consecuencias del atentado, pero no sabemos si siente algún remordimiento. En una escena posterior, Blackie intenta comprobar que la familia de Pablo Escobar, custodiada por la policía, se encuentra bien. Entonces sí demuestra tener la sensibilidad suficiente para engañar a su patrón por teléfono, mintiéndole al decirle que está viendo a su mujer y a sus hijos sanos y salvos, mientras cae detenido. Es decir, un asesino que hemos visto acabar fríamente con la vida de varias familias, tiene ahora la inteligencia emocional y la empatía suficientes para consolar al cerebro detrás del sangriento atentado.



Otro ejemplo de la torpeza de Narcos es cómo los guionistas nos dicen que Pablo Escobar le tiene miedo al expeditivo coronel Horacio Carrillo: utilizan un sueño, en el que el militar mata a la mujer de Pablo, Tata (Paulina Gaitan). Un sueño, es decir, una escena inventada en la que puede pasar cualquier cosa, que se puede insertar en cualquier momento de la trama sin necesidad de una construcción dramática que la justifique. Lo único más fácil para los guionistas habría sido escribir un diálogo en el que Escobar dijese: "Le tengo miedo a Carrillo". Hay, hacia el final de la temporada, otro sueño, que intenta ser humorístico, en el que Escobar se imagina a sí mismo como presidente de Colombia. Con esto intentan hablarnos de las ilusiones perdidas de un Escobar acorralado. El punchline de la escena, lo más "gracioso", es ver a César Gaviria fumándose un porro.



En Narcos casi todo ocurre de forma mecánica, según unos giros preconcebidos por sus guionistas y no como consecuencia de las acciones de los personajes. En el episodio en el que Escobar tiende una emboscada, precisamente al coronel Carrillo, esto ocurre de la forma más tramposa posible, con el solo fin de sorprendernos y sin obedecer a ninguna lógica dramática. A las inconsistencias y a la pereza argumental hay que añadir una realización plana, interpretaciones de culebrón -lamento ser peyorativo- como la de Judy Moncada (Cristina Umaña) o la peluca imposible de Hermilda Gaviria (Paulina García), madre de Escobar. ¿Qué es entonces Narcos? Ya he dicho que no consigue ser el retrato definitivo de un terrible criminal. Tampoco es la historia de un policía enfrentado a la vileza humana en un país extraño. Además, la serie incide más bien poco en las consecuencias del narcotráfico, sociales, políticas, o humanas. Narcos es todo forma y muy poco contenido. Se echa mano de las socorridas imágenes de archivo de los informativos de la época cada vez que falla el ritmo o falta presupuesto. Otra muleta narrativa es la voz en off, que en la primera temporada intentaba acercar la serie a la brasileña Ciudad de Dios (2002), pero que pierde fuerza en esta segunda entrega, que parece haber asimilado algunas ideas visuales de Sicario (2015). Además, el episodio Deutschland 93, con su intriga basada en detener a la familia de Escobar en un aeropuerto alemán, parece mirar a Argo (2012). Para acabar con las "influencias", Nuestra finca, una entrega que intenta explorar el origen familiar y psicológico de Pablo Escobar, evoca momentos de comunión con la naturaleza, a lo Terrence Malick, que resultan vergonzosos. Para terminar, las referencias al realismo mágico en el último episodio, Al fin cayó, parecen pretenciosas y vacías. En Narcos ilustran esta tendencia artística y literaria nada menos que con el estrafalario portero de la selección colombiana, René Higuita, realizando una parada con los pies.

EL HOMBRE DE LAS MIL CARAS (ALBERTO RODRÍGUEZ, 2016)


No se le puede pedir más a una película que lo que ofrece El hombre de las mil caras, cinta que nadie debería perderse de un Alberto Rodríguez que demuestra un gran momento de forma. Esperemos que ello se traduzca en más obras, en más buen cine. Estamos ante un film "de guión", de guión trabajadísimo, que casi obliga a la puesta en escena a ser más funcional, lo que no quiere decir que el director no ofrezca ideas visuales con su habitual talento. Estamos ante un thriller absorbente, con un ritmo tremendo pero profundo, como esos planos ralentizados que Rodríguez utiliza en lugar de los típicos planos cortos picados que no dicen nada. El montaje consigue un ritmo trepidante, deteniéndose. Increíble. La acción nunca para, pero respira y la trama es clarísima. Nunca te perderás en los vericuetos de esta historia de mentiras sobre mentiras de la España de los años 90. Pero tampoco sentirás que te llevan de la mano. Hay varios elementos argumentales -el cuadro que lleva a cuestas el protagonista, por ejemplo- que calan profundamente y que no se subrayan en absoluto, sino que se dejan libres a nuestra interpretación. Por todo esto, El hombre de las mil caras se hace larga, pero en el buen sentido: la historia es rica, se cuenta mucho en poco tiempo, tiene la densidad de los -grandes- clásicos del cine. Bastante tendrían que aprender los guionistas de esa serie cool -pero vacía- Narcos, sobre cómo se utilizan aquí la voz en off y las imágenes de archivo para ambientar una época reciente. Lo más difícil en una historia como esta es mantener ágil el tempo narrativo sin que los personajes acaben siendo meros títeres. Aquí se consigue darle carne a tres individuos memorables: Francisco Paesa (Eduard Fernández), el protagonista; Luis Roldán (Carlos Santos), el personaje principal; y Jesús Camoes (José Coronado), el punto de vista narrativo. En ellos descubriremos, además, el subtexto del film. El hombre de las mil caras habla de sinvergüenzas como los de ahora, sí, la película no podía ser más pertinente, pero también resulta atemporal, porque habla de España. Y de los españoles. Alberto Rodríguez y su guionista Rafael Cobos ofrecen una mirada crítica, dura pero tierna, sobre estos hombres sin escrúpulos, capaces de todo por dinero -y por el lujo, el estatus, el poder y el poder fardar- pero a los que les cuesta mucho renunciar a una sola cosa, a su país. En este sentido, hay que rendirse ante el mcguffin más perfecto de la historia del cine español, y también de la historia real de una España en la que todos los sinvergüenzas amenazan con "tirar de la manta". Hablo del maletín de Roldán, que supuestamente contiene los secretos ocultos de la democracia: los pecados del Gobierno, de la oposición y hasta de la Familia Real.

LOS SIETE MAGNÍFICOS (ANTOINE FUQUA, 2016)



Los siete magníficos tiene la gran ventaja de ser el único western que veremos este año en las salas de cine. La película original de John Sturges, en 1960, tuvo que competir con El sargento negro de John Ford, El Alamo de John Wayne y Los que no perdonan de John Huston, entre otras. Quizás, por eso, lo más apreciable de esta nueva versión es que contiene los elementos más reconocibles de "una del oeste". Aquí están los pistoleros, el sheriff cobarde, los granjeros indefensos, los indios, los grandes paisajes y varios duelos en los que sobrevive el más rápido en desenfundar. La película de Antoine Fuqua -que ya trabajó con Denzel Washington y Ethan Hawke en Training Day (2001)- recupera el western más clásico -y desfasado- de villanos muy malos, héroes capaces de grandes hazañas y cowboys guapos de dientes perfectos. Aquí no encontramos la gravedad de Clint Eastwood en Sin perdón (1992), ni la mirada personal de un autor como Quentin Tarantino en Los odiosos ocho (2015). Fuqua echa polvo sobre las botas de sus cowboys y empapa de sudor los rostros de sus actores, pero estamos ante un western espectacular y muy limpio, de balazos sin sangre. Eso a pesar de que los guionistas -Richard Wenk y Nic Pizzolatto de True Detective- enturbian el pasado de los siete (anti)héroes y se guardan bajo la manga una venganza de spaghetti western. Aún así, este remake es casi tan inocente como la versión de 1960 y como la fanfarria del tema musical principal, cuyos ecos se escuchan modernizados en la banda sonora de James Horner y Simon Franglen. Tema famoso, por cierto, por haber sido utilizado en los anuncios de Marlboro: paradójicamente, Yul Brynner, murió de cáncer de pulmón. Estos nuevos Siete Magníficos intentan actualizarse, cambiando precisamente al cowboy de negro que fue Brynner por Denzel Washington. Tenemos también a una mujer guapa (Haley Bennett) que no es víctima sino de armas tomar. El malo ya no es un bandido mexicano, sino un ambicioso empresario interpretado por un estupendo Peter Sarsgaard. Hay además un asiático, Billy Rocks (Byung-Hun Lee), que debe ser un guiño al verdadero film original detrás de todo esto: Los siete samuráis (1954). La película de Akira Kurosawa es una obra maestra y el mayor valor de estos olvidables siete magníficos sería que algún espectador la descubriera, picado por una sana curiosidad cinéfila. El argumento básico en el que un grupo de héroes marginados defiende a un pueblo oprimido ha ido mutando de aquellos samuráis a estos vaqueros -la película de 1960 contó con varias secuelas y Brynner recreó a su personaje, robotizado, en Almas de metal (Michael Chrichton, 1973)- ha conquistado las estrellas -Los siete magníficos del espacio (1980)- sin olvidar al televisivo Equipo A (1983-1987) -bautizados en Latinoamérica como Los Magníficos- y hasta metamorfoseados en la simpática Bichos (1998) de Pixar. Volviendo al remake que nos ocupa, estos nuevos siete, multirraciales, se completan con un indio americano -interpretado por Martin Sensmeier con aires de mohicano- bautizado con un nombre muy interesante: Cosecha Roja. Es también el título de una novela policíaca escrita por Dashiell Hammett que inspiró a Kurosawa para hacer otra película de samuráis, Yojimbo (1961), film que sería plagiado por Sergio Leone para inaugurar el spaghetti western con Por un puñado de dólares (1964).

BETTER CALL SAUL - TEMPORADA 2- KLICK


KLICK (18 DE ABRIL DE 2016) -AVISO SPOILERS-

El final de la segunda temporada de Better Call Saul es el capítulo definitivo sobre la relación entre el protagonista, Jimmy McGill (Bob Odenkirk) y su hermano mayor, Chuck (Michael McKean). Un flashback define claramente la relación entre ambos: Chuck es responsable y se queda junto a su madre enferma. Pero las últimas palabras de la mujer son para Jimmy -¿Hay algo más humano que eso?- hecho que Chuck oculta. El que, inexplicablemente, la madre prefiera a su hijo más problemático se refleja luego cuando el becario Ernesto (Brandon K. Hampton) miente para salvar a Jimmy y darle coartada cuando Chuck le acusa de haber manipulado sus documentos. Ernesto debería ser leal a Chuck, le conviene servirle (es su jefe) y encima estaría diciendo la verdad. ¿Por qué miente entonces? Jimmy es menos recto que Chuck, pero más humano y quizás, por eso, le prefieren a él. La nobleza de Jimmy vuelve a quedar patente cuando se vuelca a cuidar a Chuck, olvidando todas las rencillas. Jimmy, de hecho, acaba complaciendo a su hermano al contarle la verdad: que efectivamente manipuló sus papeles para hacerle perder el caso. Chuck se retrata cuando descubrimos que le ha grabado a traición. Por eso odiamos a Chuck, a pesar de que sus actos sean legales y hasta justos. Menudo final de temporada.

EPISODIO ANTERIOR: NAILED

BETTER CALL SAUL -TEMPORADA 2- NAILED


NAILED (11 DE ABRIL DE 2016) -AVISO SPOILERS-

Payoff. Me refiero a lo que recibimos como espectadores al comienzo de este episodio cuando se despejan las dos incógnitas del anterior.  Descubrimos qué preparaba Mike (Jonathan Banks) con la manguera y los clavos y lo que pretendía Jimmy (Bob Odenkirk) al falsificar varios documentos de los archivos del banco Mesa Verdad de su hermano Chuck (Michael McKean). Y esto se desvela sin explicaciones, sin recapitular sobre lo ocurrido anteriormente, exigiéndonos una buena memoria. "Que se joda el espectador medio", diría David Simon. El argumento de este episodio se estructura en tramas paralelas protagonizadas por Mike y Jimmy respectivamente. Primero, vemos los resultados de sus trampas. Una es muy física y algo violenta: Mike atraca el camión de helados de los narcos que lleva dos episodios vigilando. La otra es una trampa más intelectual, una argucia legal orquestada por Jimmy para simular un error del bufete de Chuck que ocasiones que su cliente pierda su confianza. En ambos casos se trata de una estrategia del débil contra el gigante. Ambas son grandes victorias aunque no derrotan definitivamente al enemigo. Luego vemos también escenas equivalentes en las que Mike y Jimmy se enfrentan a las sospechas de sus contrincantes. Nacho (Michael Mando) sabe que Mike perpetró el atraco y este ni siquiera lo niega. Pero lo que me parece soberbio de esta serie es cómo consigue situarnos en un relativismo moral que nos lleva a simpatizar con Jimmy cuando Chuck le echa en cara lo que ha hecho. Sabemos que Jimmy es culpable, sabemos que Chuck está más capacitado para llevar el caso que se disputan y que es injusto que lo pierda. Pero estamos del lado de Jimmy. El discurso final de Kim (Rhea Seehorn) a Chuck, en el que defiende a Jimmy, es emocionante. Descubrir luego que Kim sabe que Jimmy es culpable del engaño es muy divertido. Pero todo tiene un precio: luego tenemos que afrontar las consecuencias de las dos trampas. Las que tiene que soportar Mike son muy duras: la muerte de inocentes. Jimmy, en cambio, corre a borrar cualquier evidencia de lo que ha hecho. Y volvemos a estar de su lado. De alguna manera, aunque Chuck es legal, trabajador y ético, lo percibimos como alguien malvado que debe ser derrotado por cualquier medio posible. Jimmy, al que percibimos débil, recibe nuestras simpatías a pesar de su picardía. Entonces entra en juego un elemento muy importante en esta serie y en la anterior Breaking Bad: el azar. Chuck sufre un mareo tras la frustración de ver cómo su hermano se saldrá con la suya. Un mareo que le hace desvanecerse y caer, golpeándose la cabeza en lo que parece un accidente mortal. 

CAPÍTULO ANTERIOR: FIFI

BETTER CALL SAUL -TEMPORADA 2- FIFI


FIFI (4 DE ABRIL DE 2016) -AVISO SPOILERS-

Un virtuoso plano secuencia abre este episodio demostrando que Better Call Saul es de las pocas series de la ficción televisiva actual que se preocupa en utilizar una planificación cinematográfica. La escena nos lleva a través de la frontera entre México y Estados Unidos -imposible no pensar en el plano secuencia inicial de Sed de mal (Orson Welles, 1958) por su idéntico escenario- y nos hace seguir un camión de helados convirtiéndonos en testigos de cómo los agentes de aduana lo revisan. Sospechamos que la carga oculta drogas -venimos de Breaking Bad- pero no es así. La secuencia tiene una estupenda idea de guión: el conductor es en realidad un asesino a sueldo que busca un arma escondida en el desierto y marca con palitos de helado cada trabajo -cada asesinato- realizado. Y hay muchos palitos. A partir de aquí todo es bueno en este episodio. La complicidad que despierta Kim (Rhea Seehorn), un personaje con el que nos identificamos completamente y cuyo entusiasmo compartimos en su intento por emprender su propio bufete. Kim nos gana vendiéndose a los clientes del banco Mesa Verde. Por eso compartimos su decepción cuando Chuck (Michael McKean) le roba este cliente, aunque no podamos más que reconocer la sabiduría legal de este personaje interesantísimo por sus matices psicológicos y único por su extraña alergia a todo lo electrónico. Por último, también están los momentos de humor, como las argucias de Jimmy (Bob Odenkirk) para grabar un anuncio engañando a las Fuerzas Aéreas y utilizar la imagen de Fifi, el único bombardero de la Segunda Guerra Mundial que sigue operativo. Todo funciona en este episodio, que se permite el lujo de plantear tres escenas muy elaboradas que dejan abiertas incógnitas. Los seguimientos de Mike (Jonathan Banks) precisamente al camión de helados que hemos visto al inicio y que tiene algo que ver con los negocios del tío de Tuco. La ingeniosa falsificación de los documentos de Mesa Verde que hace Jimmy. Y la extraña manguera de clavos que confecciona Mike, aprovechándose de la inocencia de su nieta, que le ayuda en una escena tan tierna como escalofriante.

CAPÍTULO ANTERIOR: INFLATABLE

BETTER CALL SAUL -TEMPORADA 2- INFLATABLE



INFLATABLE (28 DE MARZO DE 2016) -AVISO SPOILERS-

Inflatable es probablemente el mejor episodio de la segunda temporada de Better Call Saul. Y probablemente uno de los mejores de toda la serie. Y seguramente de cualquier serie. Es un buen ejemplo de cómo esta ficción da prioridad a las decisiones morales de los personajes. Estas decisiones van modificando y construyendo a los protagonistas, cuyas evoluciones constituyen el principal interés dramático de la historia. Esto es así desde Breaking Bad, en la que Walter White (Bryan Cranston) pasa de ser un simple profesor de química a un peligroso criminal. Aquí, primero, un flashback nos muestra cómo Jimmy McGill (Bob Odenkirk), siendo apenas un niño, comenzó su "carrera" como timador de poca monta. El pequeño Jimmy ve a un estafador engañando a su padre, aprovechándose de su buena fe. Es un momento revelador porque podemos ver cómo Jimmy decide no ser como su progenitor. Decide que el mundo se divide en timadores y víctimas, siendo estos los trabajadores honestos que creen que el esfuerzo tendrá como recompensa la felicidad. No para Jimmy.


Buscando el contraste con Jimmy, los guionistas utilizan al personaje del expolicía Mike (Jonathan Banks), un matón a sueldo con un estricto código ético que ahora debe tomar también una decisión moral: dejar libre al narco, Tuco Salamanca, cambiando su declaración a cambio de dinero. Mike no es precisamente feliz con esta decisión, pero sobre todo no soporta las justificaciones de Jimmy, que hace su papel de abogado sin escrúpulos. Es interesante que, gracias a Mike, vemos las acciones de Jimmy desde fuera, sin el compromiso emocional que tenemos con él por ser nuestro protagonista. Gracias a Mike vemos a Jimmy de una forma más objetiva. Mike -como Jesse (Aaron Paul) en Breaking Bad con respecto a Walter White- nos permite ver claramente que lo que hace el protagonista de la serie, está mal. Algo similar ocurre con Kim (Rhea Seehorn), que ha decidido cambiar de bufete. En esta decisión, que le pide su corazón, pesa la culpa de un crédito estudiantil concedido por sus empleadores. Kim siente que tiene una deuda, mientras que Jimmy, que también quiere renunciar a su trabajo, decide hacer todo lo posible por cobrar una gratificación que, obviamente, no merece. Sin embargo, como he dicho antes, Jimmy es nuestro protagonista y estamos comprometidos emocionalmente con él. Si hasta ahora ese vaso de café que no encaja en su coche era el leitmotiv de su infelicidad, aparece en este episodio la imagen de un muñeco hinchable -Inflatable- que parece ser una metáfora visual de la situación del abogado. Un muñeco publicitario, algo ridículo, esclavo del viento, que se agita según soplan corrientes de aire fuera de su control. La imagen es sugerente, pero enseguida descubrimos que los guionistas van un paso por delante de nosotros. Jimmy no se ve reflejado en el muñeco, sino que sus colores chillones le sirven de inspiración para vestirse de la forma más estrafalaria posible. Su objetivo es escandalizar a sus jefes del bufete, provocando un despido injustificado que le permita cobrar la compensación que tanto desea. Al mismo tiempo, esos trajes de colores imposibles son el primer paso del personaje hacia la transformación en el Saul Goodman que conocemos de Breaking BadJimmy consigue su objetivo, y ahora el muñeco no parece ser presa del viento sino bailar con la música que da ritmo a la secuencia. Como espectadores, nos alegramos de que Jimmy haya logrado su objetivo. Nos resulta divertida su atrevida estrategia. Pero, una vez más, un sutil cambio en el punto de vista matiza moralmente lo ocurrido. La reacción del jefe de Jimmy, Clifford Main (Ed Begley Jr.) nos sorprende: no entiende la actitud de Jimmy para conseguir ser despedido de una empresa que le ha dado una oportunidad y le ha tratado bien. En este momento sentimos la misma vergüenza que el protagonista. Sentimos que se ha comportado como un imbécil. Pero los guionistas vuelven a demostrarnos que están muy por delante de nosotros cuando revelan que Jimmy quería la gratificación para pagar la deuda de Kim. ¿El fin justifica los medios?. Lo cierto es que es descubrir esto nos permite seguir simpatizando con el personaje. Pero la cosa no acaba aquí. Porque también se desvela que Jimmy no quiere pagar la deuda de Kim simplemente para que ella sea libre y pueda trabajar en otro bufete. Lo que quiere realmente es abrir su propio despacho de abogados con ella. Es decir, Jimmy tiene un interés personal, sentimental y egoísta. Hace lo que hace por amor, pero en sus acciones hay un elemento de manipulación. Kim es un gran personaje y responde a esto poniendo a Jimmy ante otra decisión moral: ¿Qué clase de abogado va a ser? Él promete honestidad, pero se mira el anillo de su amigo fallecido, Marco, su compañero de timos. Un anillo que es un símbolo de otra decisión moral, que marcó la primera temporada. Paralelamente, en el episodio ocurre algo similar a todo esto con Mike. El expolicía ha dejado libre al peligroso Tuco por dinero. Pero descubrimos que con esto pretende pagar la casa de su nuera y de su nieta. Otra vez, quizás, el fin justifica los medios.

CAPÍTULO ANTERIOR: BALI HA'I

AMERICAN HORROR STORY: ROANOKE -CAPÍTULO 1-



CAPÍTULO 1 (14 DE SEPTIEMBRE DE 2016) -AVISO SPOILERS-

Por fin se ha estrenado -en Fox- la nueva temporada de American Horror Story, desvelando el gran misterio que nos traída de cabeza desde el final de la anterior -AHS: Hotel- su argumento. La colonia de Roanoke, también conocida como la colonia perdida, fue un asentamiento de colonos británicos en Carolina del Norte, que desapareció sin dejar rastro a finales del siglo XVI. Este hecho histórico inexplicado y convertido en leyenda sirve de inspiración a Brad Falchuk y Ryan Murphy para esta una nueva entrega de su serie. Si esta antología de terror usualmente utiliza a los mismos actores en cada entrega, interpretando a diferentes personajes, aquí nos encontramos con una pequeña innovación: dos actores en el mismo papel. Lo explico. En este primer episodio, la pareja protagonista formada por Matt y Shelby se desdobla. Primero, los "reales" cuentan lo que les ha pasado, como si estuviéramos ante un programa de televisión o un documental. André Holland -de The Knick- y la habitual de AHS, Lily Rabe, hablan directamente a la cámara en formato entrevista. Su narración da pie a una supuesta dramatización, en la que Cuba Gooding Jr. y Sarah Paulson dan vida también a Matt y Shelby. La idea es divertida, funciona bien para generar tensión, pero no es más que un envoltorio. Ahora bien, la historia en sí, lo que cuenta este primer capítulo de la sexta temporada, está francamente bien. Falchuk y Murphy evitan los excesos estéticos y surrealistas de la estupenda AHS: Hotel y optan por una historia de fantasmas más clásica. Eso sí, recurren como siempre al pastiche terrorífico que tanto nos gusta. Una pareja decide vivir en el campo tras un perturbador episodio de violencia callejera que provoca, además, la pérdida de un embarazo, tema recurrente en el género y en esta serie. Esto da pie a la arquetípica película de fantasmas, centrada en una vivienda con pasado oscuro -desde Amityville (1979) a Expediente Warren (2013)- con elementos de found footage, como la aparición de un extraño vídeo casero, las cámaras de seguridad colocadas por Matt -al estilo de Paranormal Activity (2007)- y sin olvidar El proyecto de la bruja de Blair (1999) -las extrañas figuras hechas con ramitas, resultan muy familiares y, por cierto, casi simultáneamente se ha estrenado en cines la tardía secuela Blair Witch, de Adam Wingard ¿Casualidad?-. Todo esto redondea un episodio que quizás no sea brillante, pero sí muy divertido y que parece anticipar una temporada más centrada en una historia principal y con menos fugas narrativas de las acostumbradas en AHS. El próximo misterio: ¿Qué papel interpreta Lady Gaga?

TEMPORADA ANTERIOR: AMERICAN HORROR STORY: HOTEL

EL PRINCIPITO, PARA ADULTOS



El principito seguramente forma parte de la infancia de la mayoría de nosotros -ha sido traducida a más de 250 idiomas y dialectos- pero en el film dirigido por Mark Osborne -realizador de Kung Fu Panda (2008)- la novela corta más famosa de Antoine de Saint-Exupéry sirve únicamente como una -pequeña- historia dentro de la historia. Es verdad que, en principio, el clásico infantil no es precisamente el material ideal para una película de animación. Más poética, filosófica y metafórica que narrativa, El principito no tiene la estructura en tres actos del guión de Hollywood medio. Seguramente es por eso que aquí la apuesta es crear una nueva historia alrededor de la obra de Saint-Exupéry, en la que vemos a la protagonista, una pequeña niña (Mackenzie Foy), viviendo en un mundo ordinario -y gris- muy parecido al nuestro. Algo así como los suburbios de Eduardo Manostijeras (1990). El encuentro de la niña con un mentor, el Aviador (Jeff Bridges) -un Saint-Exupéry envejecido, cercano a Don Quijote- le abrirá las puertas de la imaginación y la fantasía. Estamos ante un guión que desarrolla los conflictos recurrentes del cine infantil de Hollywood: el paso de la infancia a la madurez, la ausencia del padre, el individualismo. Nada que no hayamos visto antes en E.T. El extraterrestre (1983), Big (1988), Toy Story (1995), o Del Revés (2015). Aunque también es cierto que, en cierto modo, estos temas recogen las preocupaciones de El principito, obra que diferencia al adulto del niño según vea un sombrero... o un elefante tragado por una pitón. En esencia, la historia de la película iguala el paso a la madurez con la aceptación de la muerte, pero aboga por mantener vivo al famoso "niño interior". Todo esto se nos cuenta con la animación y el look que imperan comercialmente gracias a gigantes como Pixar. Lo más interesante, sin embargo, está en los pasajes de El Principito que la niña va leyendo durante la historia y que probablemente son la verdadera razón por la que hemos pagado la entrada. Esta parte del relato se presenta en una delicada stop motion que copia el trazo de las acuarelas y dibujos con las que el propio Saint-Exupéry ilustró su obra. Es aquí donde encontramos la adaptación fiel -y hermosa- del original. Pero se trata de escenas de corta duración que, siendo sinceros, rompen bastante la estética del largometraje. A esto hay que añadir la discutible licencia que se toman los guionistas al continuar la historia clásica en un nuevo planeta que parece inspirado en la cuadriculada sociedad que dibuja el Jacques Tati de Playtime (1967). Que cada uno decida si esta opción es válida. Sea como sea, creo que la propuesta de una "adaptación" de El Principito en las coordenadas de la animación actual más comercial se hace pensando en esos adultos sin imaginación que la propia película critica. Para que los padres no se aburran con un film "demasiado" poético. Creo que los niños, mucho más abiertos, habrían aceptado sin problemas la estructura episódica y el tono y la estética del original. Por eso, lo mejor que se puede hacer tras salir de la sala de cine, es leer a nuestros hijos la novela original de Saint-Exupéry.

BETTER CALL SAUL -TEMPORADA 2- BALI HA'I



BALI HA'I (21 DE MARZO DE 2016) -AVISO SPOILERS-

Hay que reconocer el mérito de los guionistas y directores de Better Call Saul para mostrarnos una y otra vez, de diferentes maneras, que Jimmy McGill (Bob Odenkirk) no está a gusto con su vida. Odia su trabajo en un importante bufete y aquí le vemos incapaz de pegar un ojo en el piso que la empresa ha alquilado para su comodidad. Es significativo que Jimmy se traslade hasta su viejo despacho/casa en el negocio coreano de manicura para, en su viejo catre, conseguir, por fin, dormir. En el mismo sentido, Jimmy tiene problemas para encajar su vaso de café en el que coche que el bufete le ha facilitado. El vaso encaja a la perfección en su viejo y desvencijado vehículo de abogado fracasado. Mientras tanto, Kim sigue sin decidir quién quiere ser. Su relación sentimental con Jimmy la aleja de la carrera de éxito que desea. Pero quizás con él sería más feliz. Mientras Kim sigue dudando, le llega una oferta inesperada. Kim es leal y no se deja convencer, pero un nuevo desprecio de sus jefes la convence. Es interesante cómo los guionistas nos dicen, visualmente, el cambio de parecer de ella. Cuando se reúne con Rick Schweikart (Dennis Boutsikaris), que pretende contratarla, éste le ofrece una bebida servida en una taza de cobre. Kim rechaza dicha bebida, como también desestima luego la oferta laboral. En la escena siguiente, vemos a Kim sentada en una barra, bebiendo exactamente la misma bebida en la taza de cobre. Luego, acepta la invitación de lo que parece ser un adúltero. Esto nos hace pensar que ella ha aceptado la oferta laboral, pero además, sentimentalmente, ha decidido alejarse de Jimmy. Pero no es así. Enseguida Kim llama a Jimmy para que le ayude a timar al incauto mujeriego. Tras reconciliarse con Jimmy, este finge que también es feliz con su nuevo trabajo. Pero la escena final le desmiente: rompe el posavasos de su coche para que su vaso de café encaje. Intentará adaptarse, pero a su manera.


Me gusta mucho el ingenio con el que los guionistas consiguen que Mike (Jonathan Banks) consiga derrotar a jóvenes narcotraficantes mucho más jóvenes y violentos, valiéndose de su experiencia e inteligencia. Le vemos volver a casa tras comprar un nuevo felpudo y papel carbón, que utilizará para detectar si los matones de Tuco están intentando tenderle una emboscada. Mike se ve amenazado nada menos que por otros viejos conocidos de Breaking Bad, los hermanos Salamanca (Luis y Daniel Moncada), que parecen salidos de una película de los Coen. Mike es un viejo -en el buen sentido- de vuelta de todo. Está por encima de la vida y la muerte y eso le da fuerza para enfrentarse a todo y negociar. Le saca 50 mil dólares a fulano. Pero luego le da la mita a Nacho (Michael Mando) por no haber podido cumplir su parte del trato. Esa es la fuerza de un personaje como Mike, que a pesar de vivir en las sombras, se rige por un estricto código moral.

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SON OF ZORN (FOX, 2016)


Son of Zorn es una nueva comedia de Fox que realmente tenéis que ver... para creer. La idea de la serie es realmente difícil de explicar y creo que en ello radica su absoluta genialidad. Lo voy a intentar. Lo primero que hay que decir es que Son of Zorn mezcla imagen real con animación. Zorn es un bárbaro de dibujos animados que tiene un hijo y una exmujer -reales- en los suburbios del Orange County en California. Estamos entonces ante una mezcla de comedia costumbrista y fantasía heroica. Un choque entre Modern Family (2009) y He-Man y los Masters del Universo (1983). Zorn es un dibujo animado -en dos dimensiones y ni siquiera es realista- que resulta ser el exmarido de Edie (Cheryl Hines, de El Show de Larry David) y el padre de Alan (Johnny Pemberton), un adolescente que ha crecido con la vergüenza de las extrañas costumbres de un padre, además, ausente. ¿No es esa idea suficiente para querer ver esta serie?. Ahora bien, Zorn, con la voz de Jason Sudeikis -conocido cómico del SNL- no es exactamente He-Man. No estamos ante un héroe positivo, infantil, sino ante una bestia parda que tiene más que ver con una serie animada algo menos conocida y con un tono más adulto, como Thundarr el Bárbaro (1980). Pero aún así me quedaría corto. El personaje es básicamente, Conan el Bárbaro, y quizás el de la versión en cómic que hizo Marvel sobre la creación de Robert E. Howard en los años 70, mucho más violenta de lo que fue nunca un dibujo animado de la televisión de los 80. Lo que quiero decir es que Zorn es un personaje que parodia una serie animada... que nunca ha existido. Y que apela a la nostalgia sobre algo que nunca tuvimos. Porque nos habría encantado ver dibujos tan sangrientos -y graciosos- como Zorn.


Los críticos ya están diciendo que Son of Zorn es un chiste que se agota de inmediato. Y es verdad que toda la comicidad proviene de la idea inicial. Pero el concepto de mezclar las tensiones típicas de una familia desestructurada moderna -en clave de humor- con la espada y la brujería es tan extraña que tiene que ser una genialidad. Lo mejor es que en ningún momento del episodio piloto se explica el origen de Zorn y nadie parece asombrarse por su naturaleza animada. Se da por sentado. Así que, con solo un episodio emitido en Estados Unidos, hay que darle a esta ficción algo de margen. Producida por Phil Lord y Christopher Miller, autores de una genialidad como La Lego película (2014) -creedme- la serie ha sido creada por Reed Agnew y Eli Jorne, guionistas de cosas tan raras como la versión americana de Wilfred -en la que Elijah Wood tiene un perro que es un tío disfrazado de perro- o de algo tan inclasificable como The Andy Milonakis Show (2005). Hay que aplaudir que Fox se arriesgue con un producto tan original y que siga apostando por la animación políticamente incorrecta para adultos tras Los Simpsons (1989), Futurama (1999) y Padre de Familia (1999). Lamentablemente, no creo que Son of Zorn tenga demasiado éxito y probablemente será cancelada enseguida, por lo que se postula desde ya como la próxima serie de culto. ¿La veremos en España?

BETTER CALL SAUL -TEMPORADA 2- REBECCA



REBECCA (15 DE MARZO DE 2016) -AVISO SPOILERS-

En el primer plano de este episodio vemos a Chuck (Michael McKean) cambiando una bombilla y con ello los brillantes guionistas de Better Call Saul ya nos tienen enganchados. ¿Qué está pasando? ¿Se ha curado Chuck de su extraña alergia a todos los aparatos eléctricos? No. Estamos ante un flashback. Chuck todavía no sufría esa extraña condición -¿psicológica?- que le obliga a vivir aislado y en penumbras. La fotografía de esta primera secuencia es genial porque anticipa esa oscuridad en la que vivirá el Chuck que conocemos. Una historia también se puede narrar visualmente. Lo que nos cuentan aquí es la visita de Jimmy (Bob Odenkirk) a casa de su hermano, todavía casado con Rebecca (Ann Cusack) -personaje que da título a este episodio-. El desarrollo de la secuencia conecta con esa primera imagen cuando Jimmy hace chistes sobre abogados -¿Cuántos se necesitan para cambiar una bombilla?-. Chuck lo tiene todo, su hermano es un fracaso, pero aún así, envidia la capacidad de Jimmy de ser gracioso, humano. De hacer reír a Rebecca.


Me gusta Kim (Rhea Seehorn) y su frase -contundente- a Jimmy: "Tú no me salvas. Yo me salvo". Jimmy tiene una doble vida, como Tony Soprano, Don Draper y Walter White. Pero su compañera femenina, Kim, no está dispuesta a tragar como las parejas de esos otros protagonistas masculinos que he nombrado: Carmela Soprano, Betty o Megan Draper y Skyler White. Kim manda a la mierda a Jimmy a la primera falta. Y eso me gusta. En este episodio la vemos tomando la iniciativa y buscando la manera de recuperar el favor de sus jefes en el bufete de abogados. Favor que ha perdido por su relación con Jimmy y por sus métodos poco ortodoxos. Si prestáis atención, seguramente os habréis dado cuenta de que las escenas que establecen el castigo profesional de Kim la colocan trabajando horas extra en la oficina, casi en la oscuridad. Es la misma iluminación que hemos visto en las escenas previas de Chuck. Ambos personajes habrían sido perjudicados por Jimmy.


Jimmy es infeliz. Tiene todo lo que un abogado podría querer, como demuestra la conversación en los servicios con un viejo conocido de la profesión: "Bastardo con suerte" le dice. Sin embargo, Jimmy es infeliz. La "becaria" (Jessie Ennis) que le persigue a todos los sitios para evitar que cometa irregularidades le impide ser él mismo. Por eso no puede ser feliz. Porque no es él. Está viviendo la vida de su hermano Chuck. Quizás por esto escuchamos enseguida una versión de My Way, en español, interpretada por los Gipsy Kings, sobre las imágenes de Kim, que sigue buscando la forma de redimirse. Kim lo consigue. Se salva a sí misma. A su manera. Pero su método, eficiente, pulcro y honesto, no es suficiente para ganarse el favor de su jefe, Howard Hamlin (Patrick Fabian). Antes, tenemos que volver a las penumbras de Chuck, en las que celebra el logro de Kim. A continuación, un empleado del bufete apaga todas las luces del edificio para que Chuck pueda entrar a su despacho a trabajar. La única que sigue trabajando en las oficinas es Kim. Ambos personajes se encuentran y llegan a la conclusión de que tienen en común el sentirse agraviados por la forma de actuar de Jimmy. Chuck revela entonces -si creemos en sus palabras- que su rencor hacia su hermano es tan profundo como el dolor de la muerte de su padre. El intento de Chuck de poner a Kim en contra de Jimmy es el cliffhanger de esta trama: un simple plano de ella sopesando lo que acaba de escuchar. El resto del episodio lo protagoniza Mike (Jonathan Banks), que tiene un encuentro con un viejo conocido de Breaking Bad, el tío de Tuco, Héctor Salamanca (Mark Margolis), -ese personaje que parecía salido de una película de los hermanos Coen- antes de verse postrado en una silla de ruedas. Héctor le propone a Mike evitar que Tuco se pase media vida en prisión, a cambio de dinero. Al igual que con Kim, un plano de Mike cavilando sobre qué hacer cierra el episodio. No recuerdo ninguna otra serie que dé tanta importancia a las decisiones -morales, éticas- de los personajes.

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BETTER CALL SAUL -TEMPORADA 2- GLOVES OFF


GLOVES OFF (7 DE MARZO DE 2016) -AVISO SPOILERS-

Gloves off recoge el guante -perdonen el chiste malo- justo donde acaba el episodio anterior, con la duda de si Mike (Jonathan Banks) acepta el encargo del narco Nacho (Michael Mando). Para potenciar la intriga, los guionistas deciden enseñarnos lo ocurrido después de que Mike ha completado el trabajo: tiene en sus manos un sobre con una fuerte suma de dinero, un llavero de plata con la forma de dos pequeños guantes de boxeo y la cara destrozada. ¿Qué ha hecho Mike? O más bien ¿A quién ha matado? Enseguida descubrimos que, efectivamente, Nacho quiere matar a alguien, nada menos que a Tuco (Raymond Cruz). Y que le encarga su asesinato a Mike. Los que hemos visto Breaking Bad sabemos que Tuco no morirá asesinado por el expolicía. Por eso el interés de esta trama no puede ser ver cómo falla Mike. Esto no es Valkiria (Bryan Singer, 2008). El gancho aquí es descubrir cómo se las arregla Mike para solucionar el problema de Nacho, cobrar el dinero y no matar a Tuco.


Ese conflicto es el núcleo del episodio, que continúa la historia del anterior, Amarillo. En la reseña previa, decía que Mike y Jimmy (Bob Odenkirk) han comenzado una doble vida. Ocultan una forma de actuar ilegal e inmoral a sus seres queridos. Pero hay una diferencia ética entre ambos personajes. Aquí, Mike se sacrifica para actuar correctamente -se deja golpear salvajemente por Tuco- para cobrar el dinero que necesita para su nuera, sin cometer un acto inmoral, a pesar de que la víctima es un peligroso criminal. Mike demuestra aquí una integridad -es casi el héroe de un western- de la que Jimmy parece carecer. Su hermano, Chuck (Michael McKean) le echa en cara que para él, "el fin justifica los medios". Jimmy -como Mike- intenta sacrificarse para salvar a Kim (Rhea Seehorn), perjudicada por sus engaños. Pero su esfuerzo no convence, porque para Jimmy dejar la abogacía no es un verdadero sacrificio. De hecho, sospechamos que sería una liberación.

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LOVE (NETFLIX, 2016)



¿Qué es el amor? Por una vez esa pregunta tiene respuesta: Amor es una serie de Judd Apatow producida para Netflix. Apatow, rey de la nueva comedia americana, autor de Virgen a los 40 (2005) y de Y de repente tú (2015)- propone una serie, Love, que no es exactamente una comedia romántica. O más bien, sí lo es, aunque no cuando te lo esperas. Apatow tiene su ritmo. El argumento clásico de "chico conoce chica, chico pierde chica, chico recupera chica", está presente. Pero entre cada una de esas frases ocurren un montón de cosas. La pareja protagonista ni siquiera se conoce en el primer episodio, y no comienzan a enamorarse hasta el... pero no quiero hacer espoilers. Hablemos mejor de esos protagonistas. Micky es Gillian Jacobs, a la que adoramos desde Comunity (2009) y a la que también vimos en la cuarta temporada de Girls (2012), producida por Apatow. Jacobs puede parecer la típica rubia guapa, pero, si la miras bien, no lo es. Sus ojos hinchados, su nariz respingona y una sonrisa algo escéptica la alejan de la belleza clásica sosa, pero le aportan un físico especial. Con su ceño fruncido, sus labios en eterno puchero y sus andares patosos, Jacobs resulta graciosa de mirar. En la ficción, Mickey es una tía cañón, eso es innegable, pero lleva a cuestas inseguridades, adicciones y la tendencia a emparejarse con tíos problemáticos. Esos "malotes" que tratan mal a la chica de tus sueños, que pasan de ella, y que refuerzan la imagen cruel que ella tiene de sí misma. Mickey es la víctima en su propia película -un melodrama- que siempre está en busca del amor, pero que mantiene una colección de exnovios resentidos que la culpan de haberles jodido la vida. Este personaje inmaduro, peterpanesco, es recurrente en Apatow, aunque normalmente se trate de un tío. Hay por tanto una inversión de roles entre los protagonistas. Hablemos entonces de él. Gus es Paul Rust, algo parecido a un nerd salido de Sillicon Valley (2014). Un tío tímido, inocente, cuya novia le deja por ser "falsamente" amable. Que Gus se fije en un pibón como Mickey le condena irremediablemente a ser un pagafantas, pero es entonces cuando la serie juega en contra de las expectativas. Mickey tiene una nariz imposible, es delgaducho y parece que el término "viejoven" se inventó pensando en él. Si Mickey, aún siendo un bellezón, se fija en él, es porque quiere cambiar de guión y conocer a un tío majo.



Love se cuestiona entonces si entre estas dos personas puede surgir el amor. La serie afronta los típicos problemas de pareja, como que tu chica considere que tus intereses son estúpidos e infantiles, o crea que tus amigos son unos frikis. Nos ha pasado a todos. Love es una serie sobre pequeños eventos cotidianos que nos resultan familiares -conversaciones amorosas por whatsapp, cenas románticas en restaurantes que no son nada románticos, fiestas incómodas, mirar compulsivamente las redes sociales del otro-. Nos sentimos cercanos a estos personajes aunque vivan en Los Angeles y se dediquen al showbusiness -Apatow habla de lo que sabe y como suele ser habitual, introduce cameos, como el de Mr. E -Mark Oliver Everett de Eels-, el del cómico Andy Dick o incluso su propia hija, Iris-. Eso sí, hay que tener paciencia con esta serie, porque tarda en tomar cuerpo. Judd Apatow suele hacer películas demasiado largas -para ser comedias- en las que no parece haber algo claro que contar. Pero al final del metraje acabas cogiéndole cariño a los personajes. Acabas deseando saber más de ellos. Quizás por eso, el formato seriado es el ideal para las historias expansivas de Apatow. Así, al final de Love, ver a Micky y a Gus nos hace preguntarnos qué es el amor. ¿Por qué hemos elegido a la persona que tenemos al lado, viendo la tele con nosotros?. Ese no es un logro menor¿El momento que me enganchó? Cuando Gus le sugiere a Mickey que pida una canción en un bar y ella elige Blister in the Sun de Violent Femmes.

BETTER CALL SAUL -TEMPORADA 2- AMARILLO


AMARILLO (29 DE FEBRERO DE 2016) -AVISO SPOILERS-

Uno de los temas recurrentes de la ficción televisiva reciente es el de la identidad escindida entre la esfera pública y la privada. Tony Soprano intentaba parecer un padre de familia y un empresario honesto, cuando en realidad era un violento mafioso. Don Draper, exitoso publicista y hombre de familia, era un mujeriego alcohólico cuyo mismo nombre era falso. Walter White era un profesor de química, padre y enfermo de cáncer, que ocultaba su transformación en productor de drogas. Esta doble identidad no esconde una labor bienhechora como en la ficción superheróica. Curiosamente, en esos superhéroes tan en boga actualmente en cine y televisión, la dualidad no es demasiado relevante. Por el contrario, los personajes de los que hablo -a los que podéis agregar a Carrie Mathison y a Francis Underwood- ocultan una vida moralmente repudiable. En Better Call Saul, de manera muy sutil, Jimmy McGill (Bob Odenkirk) está siguiendo el camino de Walter White hacia una doble vida que decide ocultar a su pareja sentimental, Kim (Rhea Seehorn). Jimmy ha decidido que el fin justifica los medios y aquí demuestra que es incapaz de seguir el código ético de su profesión para captar a esos ancianos que dice querer defender de los abusos de una gran cadena de residencias para la tercera edad. Cuando vemos a Jimmy ocultar sus tácticas para captar demandas de ancianos a Kim, sabemos que es el principio del fin. Estamos ante una precuela, por lo que conocemos de antemano que Jimmy se convertirá en un abogado sin escrúpulos -en Breaking Bad- y que cambiará incluso de nombre. Saul Goodman será su nueva identidad, como Heissenberg es la de Walter White.


La otra trama del episodio, protagonizada por Mike (Jonathan Banks) sigue un recorrido casi idéntico. Mike quiere ayudar a su nuera, Stacey (Kerry Condon) y por ello comenzará también una doble vida como matón a sueldo. ¿Hasta dónde será capaz de llegar? En el próximo episodio veremos si acepta la propuesta del narco Nacho (Michael Mando).

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