La primera buena -e inquietante- idea que propone No respires, es la de un portarretratos colocado al revés sobre la mesilla de una casa a oscuras. Si la función del género llamado thriller es mantenernos en tensión -también podemos hablar del suspense- esta película cumple sin duda con su cometido. Estamos ante una experiencia cinematográfica que se apoya en constantes giros de guión sorprendentes, pero que, además, van sumiendo la película en la oscuridad, literal y figurada. En sus mejores momentos, el film cruza la finísima línea hacia otro género, ese que intenta directamente asustarnos: el terror. Vamos, que si te atreves a verla, probablemente lo vas a pasar mal. A pesar de un inicio convencional, que presenta a sus protagonistas y sus motivaciones, No respires funciona de maravilla en cuanto los tres jóvenes ladrones de casas irrumpen en una misteriosa vivienda para efectuar un último gran golpe. Estamos ante un viraje de 180 grados con respecto al subgénero llamado home invasion, en el que individuos con intenciones sádicas penetran el hogar de una familia -burguesa-. Aquí ocurre más bien lo contrario, en un argumento sencillo pero con resonancia mitológica, la de Odiseo intentando huir de la gruta del cíclope Polifemo tras dejarle ciego. El film funciona a un nivel puramente cinematográfico y es aquí cuando toca hablar de su director, el uruguayo Federico Álvarez, que se atrevió a debutar, nada menos, que encargándose del remake del clásico Posesión infernal (Sam Raimi, 1981). Apadrinado por el propio director de aquella, creo que Álvarez salió más que airoso de aquel reto. Ahora, en su segunda película, el uruguayo vuelve a ser producido por Raimi y se muestra aquí como su alumno aventajado. Álvarez utiliza más de una solución visual -de dirección y de montaje- característica de su mentor. Posesión infernal era una película de terror que partía de un cliché -unos jóvenes pasan un fin de semana en una cabaña poseída- al que Raimi despojaba de todo lo superfluo para fabricar un film que era un tour de force visual que acaba siendo casi una parodia del cine de terror, algo ya evidente en la secuela, Terroríficamente muertos (1987). Federico Álvarez consigue en No respires algo similar -aunque sin intenciones paródicas- utilizando largas secuencias sin diálogos en las que los protagonistas luchan por sobrevivir, fabricando varios momentos en los que la tensión es máxima, y jugando ingeniosamente con los movimientos de cámara, las angulaciones, el sonido y sobre todo la luz. Lo que no tiene el uruguayo es el retorcido sentido del humor de Raimi, ni el atrevimiento de convertir a sus protagonistas en meras caricaturas, como lo es el famoso antihéroe de Evil Dead, Ash (Bruce Campbell). Las justificaciones morales de cada personaje son lo peor de No respires y aunque Álvarez afirme que en su película nadie es "bueno" creo que lo que dice realmente es que incluso los villanos, en el fondo, tienen sus razones. Por último, mencionar el gran secreto de la película, un giro verdaderamente sórdido que da pie a una escena francamente desagradable, que ha despertado alguna polémica. Lo que vuelve a recordarme al viejo Raimi, aquel que rodó cómo las ramas de un árbol agredían sexualmente a una de las protagonistas de Posesión infernal. Aquella escena, por cierto, fue censurada en varios países, pero se recrea en el remake de Federico Álvarez.
NO RESPIRES (FEDE ÁLVAREZ, 2016)
La primera buena -e inquietante- idea que propone No respires, es la de un portarretratos colocado al revés sobre la mesilla de una casa a oscuras. Si la función del género llamado thriller es mantenernos en tensión -también podemos hablar del suspense- esta película cumple sin duda con su cometido. Estamos ante una experiencia cinematográfica que se apoya en constantes giros de guión sorprendentes, pero que, además, van sumiendo la película en la oscuridad, literal y figurada. En sus mejores momentos, el film cruza la finísima línea hacia otro género, ese que intenta directamente asustarnos: el terror. Vamos, que si te atreves a verla, probablemente lo vas a pasar mal. A pesar de un inicio convencional, que presenta a sus protagonistas y sus motivaciones, No respires funciona de maravilla en cuanto los tres jóvenes ladrones de casas irrumpen en una misteriosa vivienda para efectuar un último gran golpe. Estamos ante un viraje de 180 grados con respecto al subgénero llamado home invasion, en el que individuos con intenciones sádicas penetran el hogar de una familia -burguesa-. Aquí ocurre más bien lo contrario, en un argumento sencillo pero con resonancia mitológica, la de Odiseo intentando huir de la gruta del cíclope Polifemo tras dejarle ciego. El film funciona a un nivel puramente cinematográfico y es aquí cuando toca hablar de su director, el uruguayo Federico Álvarez, que se atrevió a debutar, nada menos, que encargándose del remake del clásico Posesión infernal (Sam Raimi, 1981). Apadrinado por el propio director de aquella, creo que Álvarez salió más que airoso de aquel reto. Ahora, en su segunda película, el uruguayo vuelve a ser producido por Raimi y se muestra aquí como su alumno aventajado. Álvarez utiliza más de una solución visual -de dirección y de montaje- característica de su mentor. Posesión infernal era una película de terror que partía de un cliché -unos jóvenes pasan un fin de semana en una cabaña poseída- al que Raimi despojaba de todo lo superfluo para fabricar un film que era un tour de force visual que acaba siendo casi una parodia del cine de terror, algo ya evidente en la secuela, Terroríficamente muertos (1987). Federico Álvarez consigue en No respires algo similar -aunque sin intenciones paródicas- utilizando largas secuencias sin diálogos en las que los protagonistas luchan por sobrevivir, fabricando varios momentos en los que la tensión es máxima, y jugando ingeniosamente con los movimientos de cámara, las angulaciones, el sonido y sobre todo la luz. Lo que no tiene el uruguayo es el retorcido sentido del humor de Raimi, ni el atrevimiento de convertir a sus protagonistas en meras caricaturas, como lo es el famoso antihéroe de Evil Dead, Ash (Bruce Campbell). Las justificaciones morales de cada personaje son lo peor de No respires y aunque Álvarez afirme que en su película nadie es "bueno" creo que lo que dice realmente es que incluso los villanos, en el fondo, tienen sus razones. Por último, mencionar el gran secreto de la película, un giro verdaderamente sórdido que da pie a una escena francamente desagradable, que ha despertado alguna polémica. Lo que vuelve a recordarme al viejo Raimi, aquel que rodó cómo las ramas de un árbol agredían sexualmente a una de las protagonistas de Posesión infernal. Aquella escena, por cierto, fue censurada en varios países, pero se recrea en el remake de Federico Álvarez.
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