THE WINDS OF WINTER (26 DE JUNIO DE 2016) -AVISO SPOILERS-
Tras ver el último episodio de Juego de Tronos tengo sentimientos encontrados. Es verdad que pasan un montón de cosas importantes en este capítulo. Incluso demasiadas, sobre todo cuando la queja más recurrente sobre esta serie es que el argumento no avanza, o da demasiados rodeos perdiéndose en la maraña de subtramas y en la multitud de personajes. Aquí se cierran un montón de cabos sueltos. Concluyen historias que fueron planteadas, en algunos casos, nada menos que en el primer episodio de la primera temporada. Pero todo tiene un lado malo. Luego explicaré mis quejas de viejo gruñón. Pero antes, veamos lo bueno.
Lo primero es que llega el invierno, joder. Llevamos no sé cuántos años repitiendo como bobos "winter is coming" y ahora resulta que "winter has come". Igual nos esperábamos otra cosa ¿No?. Pero claro, la llegada del invierno, en general, no es un suceso precisamente espectacular, sino como se muestra aquí, algo más bien melancólico. Seguimos. Daenerys Targaryen (Emilia Clark) por fin reúne a sus navíos, a sus ejércitos, a sus aliados y a sus dragones para marchar a la conquista del Trono de Hierro. Es el primer paso que da en esa dirección desde la primera temporada. Llevábamos mucho tiempo esperando. Eso sí, en el camino, deja tirado al guaperas de Daario Naharis (Michiel Huisman), en un giro típico de Juego de Tronos, que anula todo el desarrollo del personaje. Habrá que ver si luego le recuperan o si esto es el equivalente a su muerte. Por el contrario, en una revelación algo brusca, parece que Tyrion Lannister (Peter Dinklage) -ahora "Mano de la Reina"- se ha enamorado de Daenerys. No tengo muy claro cuándo pudo ocurrir esto, pero vale. Por último, vemos cómo Lord Varys (Conleth Hill) recluta a dos aliados, Olenna Tyrell (Diana Riggs) y Ellaria Sand (Indira Varma), personajes que se estaban quedando muy colgados en la serie. Lo mismo ocurre con Theon (Alfie Allen) y Yara Greyjoy (Gemma Whelan), embarcados también en el bando de Daenerys.
Temblamos al ver a Samwell Tarly (John Bradley) y a Gilly (Hannah Murray), pero esta vez protagonizan una secuencia corta que parece aportar algo a la historia. El apocado Samly intenta inscribirse como el nuevo Lord Comandante de la Guardia de la Noche y recibe la recompensa con la que sueña todo empollón: el acceso a una biblioteca con más libros de los que podrá leer en su vida. Vale. Luego aplaudimos que, por fin, Arya Stark (Maisie Williams) comienza a consumar su venganza contra los que han matado a varios miembros de su familia, en este caso se trata de Walder Frey (David Bradley). Parece que el larguísimo entrenamiento con los Hombres sin Rostro de Braavos ha servido para algo. Sin embargo, la escena anterior a esta me ha parecido chapucera. Veamos. Una camarera guapa sonríe al todavía más guapo Jaime Lannister (Nikolaj Coster-Waldau), llamando la atención del no tan guapo Bronn (Jerome Flynn). Jaime no está interesado en ligar, pero le echa una mano a Bronn. Pero, por alguna razón, no elige a la camarera guapa, sino a otras dos chicas. ¿Alguien se preguntó en este momento por qué?. Yo sí. Claro, luego descubrí que la camarera guapa era en realidad Arya. Por eso "casualmente", Jaime se fija en las otras. Flojo.
Cersei Lannister (Lena Headey) se convierte, al fin, en la mala malísima que parecía que podía llegar a ser desde el primer capítulo. Está bien que justifiquen el aumento de su maldad con la muerte de sus hijos. Verla con ese masculino atuendo, sentándose en el Trono de Hierro, custodiada por varios caballeros-muertos-vivientes es lo más Star Wars que ha pasado en Juego de Tronos. Antes, la hemos visto cargarse a los pesados de los gorriones, incluido el Gorrión Supremo (Jonathan Pryce) -y sorpresivamente a Margaery Tyrell (Natalie Dormer)- en la mejor secuencia del episodio, cargada de tensión, muy cinematográfica, casi sin diálogos y dándole una gran importancia a la música. Bien.
También dan sus frutos las -hasta ahora- inútiles visiones de Bran Stark (Isaac Hempsted Wright) que en sus viajes astrales era un mero espectador de la juventud de su padre. Ahora, por fin, descubrimos uno de los grandes misterios de la serie ¿Quién es la madre de Jon Snow (Kit Harrington)? He leído por ahí que esta fue la pregunta que le hizo George R. R. Martin a los guionistas David Benioff y D.B. Weiss antes de permitirles adaptar su obra. Obviamente, acertaron. Yo no lo hubiera adivinado, mucho menos con los datos que da la serie. La subtrama, por llamarla de alguna manera, que relaciona a la hermana del joven Eddard Stark (Robert Aramayo) con Rhaegar Targaryen siempre ha estado en segundo plano, contada en diálogos. Creo que es la primera vez que vemos a Lyanna Stark (Aisling Franciosi) lo que dificulta que la recordemos como personaje. Lo importante, en todo caso, es que Jon Snow ha dejado de ser un bastardo. Y me corrijo: esto es lo más Star Wars que ha pasado en Juego de Tronos. En todo caso, sin saberse esto, ya le han proclamado Rey del Norte, por lo que su legitimidad sanguínea tampoco era demasiado necesaria. ¿Cuál es el mensaje? Antes, Jon Snow era el bastardo que a fuerza de sacrificio, principios, honor y honestidad, llegaba a Rey. ¿Qué nos quieren decir ahora cuando descubrimos que tiene sangre azul en las venas?. Sea como sea, Snow se quita de encima a la mujer roja, Melisandre (Carice van Houten), pero habrá que ver qué pasa con los coqueteos de su hermana Sansa Stark (Sophie Turner) con Meñique (Aidan Gillen).
Es una pasada que se hayan cerrado todas estas tramas. Las piezas están listas sobre el tablero para una gran partida de ajedrez, una gran batalla, que puede tener lugar en la próxima temporada. Pero que hayan, finalmente, dado un cierre a todas estas historias, cumpliendo las promesas argumentales de la primera temporada, tiene un sabor amargo: el de lo predecible. Hasta ahora, es verdad, que Juego de Tronos no avanzaba. Era una especie de historia río sin final a la vista. Y eso también molaba. Ahora vislumbramos un final bastante claro. Habrá que ver si nos sorprenden.
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