Juego de Tronos abusa de los anticlímax. Por ejemplo, en este episodio, la misión de Brienne de Tarth (Gwendoline Christie) mola. La guerrera lleva una misteriosa carta de Sansa Stark (Sophie Turner) para pedirle ayuda al Pez Negro, Brynden Tully (Clive Russell), sitiado en un castillo por Jaime Lannister (Nikolaj Coster-Waldau). Queremos que Brienne tenga éxito porque es un personaje carismático que, hasta ahora, tampoco es que haya hecho demasiado. En general, siempre tengo la sensación de que los personajes de esta serie son infrautilizados, algo lógico: hay muchos y no hay tiempo para todos en cada episodio. Vale. Pero resulta decepcionante que Brienne fracase. Ya hemos visto a Tully negarse a pactar con Jaime, por lo que es frustrante verle rechazar otra vez una posible salida al sitio. Y sobre todo, al final, la cosa acaba con Brienne y su escudero escapando por la puerta de atrás. ANTI-ÉPICO ¿De qué ha valido todo lo que nos han contado entonces? Obviamente, se trata de un efecto buscado, pero creo que la serie, de vez en cuando, debería darnos alguna alegría. No hace falta desmitificar constantemente. Por otro lado, la escena del reencuentro entre Brienne y Jaime mola, y retrata al Lannister como un hombre justo y con honor. Justo después, le vemos en una escena todavía mejor en la que amenaza al cautivo Edmure Tully (Tobias Menzies) y consigue que este recupere el castillo. La escena está muy bien, pero creo que es contradictoria con lo que acabamos de ver y con la evolución del personaje durante todo este tiempo. ¿Jaime es justo o es un cabrón? En todo caso, los que esperabais una batalla por la recuperación del castillo os habéis quedado con las ganas. Otro anticlímax.
En este tono anticlimático que tiene Juego de Tronos, la subtrama que más me fastidia con diferencia es la de Arya Stark (Maisie Williams). Qué cosa más desesperante. Veamos. Tras completar su entrenamiento para convertirse en un Hombre sin Rostro de Braavos, la niña decide no matar a su objetivo, la actriz Lady Crane (Essie Davis), por lo que aparentemente todas las veces que le vimos recibir palos de su instructora, Waif (Faye Marsay), no habrían valido para nada -en el transcurso de esta historia, además, Arya se ha quedado ciega y ha recuperado la vista sin que ello tenga mayores consecuencias en la historia o en el personaje-. Ahora vemos cómo la niña se recupera de las heridas del último ataque de Waif, gracias a la ayuda de la actriz. ¿Qué pasa entonces? Pues que Lady Crane muere de todas formas, lo que le resta importancia a la decisión moral de Arya. Para colmo, la niña derrota luego -por fin- a Waif ¡Durante una elipsis! Así que tampoco tenemos la ansiada satisfacción de ver cómo le patea el culo. O quizás es una forma muy sutil de decirnos que Arya sí aprendió algo de su ceguera, ya que apaga una vela para enfrentarse a Waif a oscuras. Lo peor de todo es que enseguida descubrimos que todo lo que ha pasado formaba parte del plan de Jaqen H´ghar (Tom Wlaschiha), así que, después de todo, Arya sí que se convierte en un Hombre sin Rostro. Solo que ella ya no quiere. Y a estas alturas ya nos da igual.
Hay que decir que el uso del anticlímax puede estar bien de vez en cuando. Uno de nuestros personajes preferidos, Tyrion Lannister (Peter Dinklage) se ha pasado varios capítulos utilizando -por fin- su cacareada inteligencia diplomática para mantener en pie el reino de Daenerys Targaryen (Emilia Clarke) en su ausencia. Le hemos visto hacer pactos con el enemigo, reinstaurar la esclavitud, darle de comer a los dragones y ahora le enseña cómo contar chistes a Gusano Gris (Jacob Anderson) y a la guapísima Missandei (Nathaniel Emmanuel). Tyrion siempre resulta divertido de ver, pero su historia reciente parece un intento de hacer algo con el personaje, lo que sea, hasta el regreso de la madre de los dragones. Como en efecto ocurre. Todo lo que le hemos visto hacer al enano no ha servido de nada, pero al menos Daenerys hace una aparición triunfal, en plan salvadora del reino, que está francamente bien. Pero también es verdad que la cosa sería mucho más épica si, en lugar de poner a Tyrion a contar chistes, hubiésemos visto al reino al borde del desastre. Vamos, que nos hubiesen dado alguna razón para preocuparnos mínimamente. Pero no seamos negativos. Hay cosas que me han gustado en este episodio: la persecución de Arya por las calles de Braavos; la venganza de Sandor Clegane (Rory McCann) -menuda bestia parda- y el que por fin veamos en acción a su hermano -ahora zombie- Gregor Clegane (Hafþór Júlíus Björnsson). Pero claro, siendo esto Juego de Tronos, lo más probable es que le corten la cabeza a Clegane -a cualquiera de los dos- justo antes de obtener una gran victoria. Viva el anticlímax.
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