-AVISO SPOILERS-
El que posiblemente sea el mejor episodio de la segunda temporada de The Knick, el penúltimo, se centra en un personaje secundario, pero de gran importancia para expresar los temas de fondo de la serie. Narrativamente, se revela el hecho fundacional que da pie a esta historia, el cómo se conocieron el mencionado personaje, el capitán August Robertson (Grainger Hines) y el protagonista, el doctor John Thackery (Clive Owen). Sabíamos que el primero tenía una deuda con el segundo, que pagó contratándole en su hospital. El flashback que inicia este capítulo cuenta el primer encuentro entre ambos en la selva de Nicaragua, a finales del siglo XIX. Allí descubrimos a Robertson como un capitalista aventurero, al borde de la muerte, que pide a Thackery que le salve la vida. Los negocios de Robertson, las mercancías que transporta, han causado una epidemia entre los nativos. Esta breve secuencia se proyecta en el presente, cuando Robertson, en la obra de su nuevo hospital, se enfrenta a su hija, Cornelia (Juliet Rylance), que le acusa de sobornos, corrupción y asesinatos. Pero, sobre todo, de introducir en el país, ilegalmente, a inmigrantes enfermos, causando, una vez más, una epidemia en los barrios marginados. Pero Robertson, al igual que en Nicaragua, asegura no ser consciente de ser culpable de esos contagios. Es un emprendedor, ingenuo y optimista, empeñado en que su nuevo hospital salvará vidas y será su legado. El mensaje aquí bien podría ser que a pesar de las buenas intenciones del capitalista... el capitalismo lleva dentro el germen de la corrupción. Sobre todo nos dicen que es perjudicial para los menos favorecidos. Robertson salvó la vida in extremis en Nicaragua, pero ahora muere cuando su hospital en construcción se quema hasta los cimientos. Sospechamos que el responsable del incendio puede ser Herman Barrow (Jeremy Bobb), el administrador arribista que, chantajeado por su exmujer, necesita que las obras del hospital no concluyan para poder seguir robando dinero. Otra táctica capitalista, la de crear una falsa crisis para luego reactivar la economía. Quemar un hospital para luego construirlo otra vez.
Las otras tramas del episodio, aunque más enfocadas a desarrollar el argumento, no desmerecen. Thackery descubre que sus adicciones finalmente le han pasado factura: debe ser operado, pero se niega. La decisión es coherente con esa pulsión suicida que siempre ha caracterizado al personaje. También es poderosa la escena en la que la enfermera Lucy Elkens (Eve Hewson) le cuenta a su padre, pastor religioso, moribundo todos sus pecados, tras descubrir que este también tiene sus vicios. La hermana Harriet (Cara Seymour) sigue sin perdonar a Tom Cleary (Chris Sullivan) por estar enamorado de ella. El doctor Everett Gallinger (Eric Johnson) le gana la partida a uno de los personajes más castigados, no ya de esta serie, sino de cualquier ficción que yo haya visto. Algernon Edwards (André Holland) pierde el juicio por la denuncia contra Gallinger por las vasectomías ilegales que ha llevado a cabo en los "idiotas" judíos. Edwards intenta pelearse con Gallinger -el boxeo callejero era su fuerte- pero también aquí cae derrotado y humillado.
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