OUTCAST -TEMPORADA 1- ALL ALONE NOW


ALL ALONE NOW (17 D EJUNIO DE 2016) -AVISO SPOILERS-

Algo despistado me deja el tercer episodio de la nueva serie de Robert Kirkman. Primero, me ha molestado el inicio en el que el nuevo "poseído" (Lee Tergesen) intenta violar y mata a la esposa de su mejor amigo (Erin Beute). El maltrato a mujeres y niños comienza a saturarme. Cuestiones personales aparte, mi primera impresión ha sido la de que Outcast adquiría una estructura episódica, con un nuevo, e interesante, caso: el de un policía que siempre había sido un héroe y que de repente se convierte en un auténtico malvado sin redención posible. Me gustaría que Outcast tuviese este ritmo narrativo de resolver pequeños argumentos en cada capítulo, manteniendo abiertas otras tramas más extensas, sobre el origen de los "poderes" de Kyle (Patrick Fugit) o sobre la razón por la que le persiguen los demonios. Pero creo que los cabos sueltos comienzan a ser aburridos. La subtrama que viene del episodio anterior, sobre los extraños sacrificios animales en el bosque, parece salida de la nada y no veo que vaya a ninguna parte, sobre todo porque no se relaciona -de momento- con el protagonista o con la historia principal. Peor me ha parecido la subtrama del acosador de la hermana de Kyle (Wrenn Schmidt) que vuelve a la ciudad, Rome. Estamos de nuevo ante un acto machista que, en principio, tampoco se relaciona con demonios o exorcismos. Por último, hay una escena suelta en la que el misterioso hombre del sombrero se afeita. Y nada más. Es verdad que el actor, Brent Spiner, y la atmósfera, resultan perturbadores, pero en términos de la historia la escena no parece aportar más que recordarnos la existencia de este personaje. Siendo honesto, todos estos retazos de historia, que ahora parecen inconexos, luego podrían tener un desarrollo satisfactorio. El problema es que el argumento principal, la posesión del mencionado policía, tampoco parece llevar a ninguna parte. No hay exorcismo. Los poderes de Kyle parece que no funcionan: demasiado pronto nos hacen dudar de un poder que todavía desconocemos. La fe del reverendo Anderson (Philip Glenister) se tambalea, y se plantea el misterio de su hijo. Lo peor para mí: se pone en duda la realidad de la posesión, cuando en principio, la existencia de demonios y poseídos ha sido inapelable en los dos episodios anteriores. Intentar volver ahora al terror psicológico no creo que tenga demasiado interés. El único acierto del capítulo es establecer un tono, una atmósfera que transmite que el mal se está apoderando de Rome. Pero tienen que pasar más cosas.

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