HAN SOLO: UNA HISTORIA DE STAR WARS -EL BUENO, EL WOOKIEE Y EL MALO


Han Solo compensa su naturaleza de episodio menor en la serie galáctica creada por George Lucas con una sana intención de divertir. Hay que olvidarse entonces de la épica de la saga de los Skywalker, pero también de su gravedad. Creo que esta es la primera secuela de Star Wars (1977) que recupera su tono ligero y aventurero, para siempre representado por la sonrisa de Han Solo a los mandos del Halcón Milenario, acompañado del peludo Chewbacca. Esta precuela/spin-off  sorprende por lo libre que es, precisamente por mantenerse al margen de la historia principal de la famosa space opera. Nadie mejor que Lawrence Kasdan -guionista de El imperio contraataca (1980) y de En busca del arca perdida (1981)- (y su hijo Jon) para escribir un texto que clava a los personajes que ya conocemos, bien canalizados por los nuevos actores. Alden Ehrenreich hace lo que puede para convertirse en un canalla socarrón de buen corazón, Donald Glover está gracioso como Lando Calrissian, Jonas Suotamo nos devuelve al mejor Chewbacca. Luego están los personajes específicos de esta historia, con poco margen para su desarrollo, pero bien defendidos por Emilia Clarke, Woody Harrelson, Thandie Newton y Paul Bettany. Nunca sabremos qué habrían hecho con este material Chris Miller y Phil Lord -La Lego Película (2014)- despedidos por no dar con el tono requerido por los productores para la franquicia. Seguramente habríamos visto una obra con algo más de personalidad. Pero el sustituto, un veterano Ron Howard -que ya hizo Willow (1988) para Lucas- cumple de sobra, aunque sin brillar, y nos regala un paseo por los géneros del cine clásico, desde el noir -la femme fatale que es Emilia Clarke- instalándose en el western -el asalto al tren, los guiños a Sergio Leone y sus pistoleros pícaros- pasando de puntillas por el bélico -las trincheras de Senderos de gloria (1957)- y proponiendo sobre todo aventura (espacial). Para ello, el texto recicla situaciones y frases muy conocidas de la trilogía original -algunas casi calcadas- en su empeño de reconstruir, de forma fetichista, los elementos característicos del personaje central: la pistola, el compañero, el vehículo, las hazañas y hasta el corazón roto. La película vuela alto cuando se desarrolla de forma independiente, pero resulta algo mecánica en su esfuerzo para llegar a un desenlace que encaje con el Episodio IV. Lo que menos me ha convencido es la música de John Powell, que palidece cuando se recuperan los temas conocidos de John Williams, esos que llevamos en el alma, y que levantan la película en volandas. Por último, Han Solo se olvida un poco de la maldad fascista del Imperio, al menos en sus formas estéticas, pero mantiene de fondo el tema de la opresión, la rebelión y la libertad. Porque cuando el que manda es el Mal, los criminales acaban siendo los buenos de la función.

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