Godless es una estupenda ficción dramática, con grandes personajes e interpretaciones fantásticas, un conflicto emocionante y un final sobresaliente. Y si eres un amante del western, Godless es un auténtico festín que prácticamente lo abarca todo, desde los fundadores del género como John Ford hasta autores como Clint Eastwood, pasando, por supuesto, por Sergio Leone. Lo más refrescante es que esta serie no juega al llamado western crepuscular, sino que nos muestra el género como si siguiera vivo, optimista y lleno de energía. La serie está escrita y dirigida por Scott Frank, guionista que ya demostró su querencia por el cine del Oeste en Logan (2017), lo que le valió una nominación al Óscar. Produce Steven Soderberg, para el que Frank firmó el guión de Un romance muy peligroso (1998) -lo que le supuso también ser nominado por la Academia de Hollywood-. Frank tiene muy claros los arquetipos del western que quiere utilizar. El pistolero de buen corazón, Roy Goode (Jack O'Connell); la mujer hecha a sí misma en un mundo de hombres, Alice Fletcher (Michelle Dockery); un tema que se expande en esa magnífica idea de un pueblo de mujeres, La Belle, que han perdido a sus maridos; el sheriff crepuscular que se enfrenta a su último duelo, Bill McNue (Sct McNairy); el mestizo que debe integrar su herencia india entre los blancos, el niño Truckee (Samuel Marty); y por supuesto, el bandido, un inmenso Jeff Daniels como Frank Griffin, malo malísimo, con alzacuellos de cura y tintes de extremismo religioso -que recuerda al apocalíptico Guy Pearce del western feminista Brimstone (2016)-. Estamos ante 'una del Oeste', sin duda, pero Godless es también una serie del siglo XXI, que se ajusta a las estrategias narrativas post-Perdidos. Los misterios juegan un papel importante: la identidad de Goode -que aparece de la nada como el famoso hombre sin nombre de Leone o Eastwood-; la naturaleza de la relación de Goode con el peligroso Griffin; la muerte de todos los hombres del pueblo de La Belle; la identidad del asesino del marido de Alice; la razón por la que McNue pierde la visión; el paradero de un botín de dinero robado; la carta sin abrir de Goode; todas estas son pequeñas interrogantes que se van aclarando poco a poco, pero que mantienen fija la atención del espectador.
El primer episodio es un -estupendo- largometraje que apenas sirve como presentación de los protagonistas y para plantear conflictos, además de reunir a todos los personajes en las mismas coordenadas geográficas. En Godless nos reencontramos con los paisajes infinitos, los caballos que representan la libertad, los tiroteos y el relato de un asalto al tren que parece sacado directamente del western más clásico: The Great Train Robbery (Edwin S. Porter, 1903) es considerada la primera película del género, la primera película de acción y la primera en utilizar el montaje paralelo.
"Cuando la leyenda se convierte en hecho, imprime la leyenda" le dicen a James Stewart en El hombre que mató a Liberty Valance (1962). El segundo episodio de Godless utiliza un tema fordiano -recordemos también al cronista (Sal Rubinek) que acompañaba al personaje de Gene Hackman en Sin Perdón (1992)- como el de las leyendas del viejo Oeste, exageradas por la prensa. Aquí tenemos a un periodista de ojo lloroso, A.T. Grigg (Jeremy Bobb), sin escrúpulos. Estamos en época de fake news: Grigg no tiene reparos en publicar una historia inverosímil sobre Goode arrastrando un ataúd, que es además un guiño al spaghetti western, Django (Sergio Corbucci, 1966). Con Trump en la Casa Blanca, no debe ser casualidad que el bandido Griffin pretenda que la historia se escriba a su medida. Luego, el relato del bandido sobre cómo perdió a su familia es simplemente portentoso, con la voz en off de Jeff Daniels aclarando las, hasta ese momento, oscuras razones de la crueldad de su personaje, que adquiere instantáneamente una nueva dimensión, aristas que le alejan del simple villano y que explican, encima, el título de la serie: sin Dios. Igualmente interesante es la lucha de las mujeres del pueblo de La Belle por demostrar que pueden sobrevivir sin hombres: el desarrollo del personaje de Mary Agnes McNue (Merritt Wever), que decide convertirse en un hombre, vestir como ellos, amar como ellos.
El tercer capítulo se centra en el aprendizaje -vital- tema que hace pensar en los westerns de Henry Hathaway. Vemos a Goode aprendiendo a leer -la educación y la capacidad de leer desencadena gran parte de los conflictos en esta miniserie-. Pero también Goode enseña a Truckee a montar, a encajar humillaciones, a ser un hombre. Recordemos que Frank citaba literalmente el western clásico Raíces profundas (George Stevens, 1953) en la mencionada Logan. Eso sin mencionar la idea de un prostíbulo convertido en colegio. Otro personaje fantástico es el joven Whitey Winn (Thomas Brodie-Sangster), cuyo recorrido es maravilloso: aparece primero como un fanfarrón adolescente, luego demuestra que sabe disparar, pero que no es tan rápido como una mujer -Mary Agnes- y que sabe encajar la derrota. Además, aprende a tocar el violín en un pueblo de afroamericanos, porque se ha enamorado de la hija de uno de ellos. Destaquemos como otra virtud de la serie la querencia por el relato oral, como cuando McNue reconstruye el tiroteo entre Goode y Griffith; o cuando Hiram (Russell G. Jones) le cuenta a Winn quiénes son los soldados 'búfalo'. Hay momentos hermosos en Godless, como la concienzuda secuencia que nos muestra la doma de un caballo; y también aterradores, como la estupenda escena en la que el marshall John Cook (Sam Waterson) se cruza con los hombres de Griffin en la oscuridad. Otro gran tema, la idea de que una empresa, la compañía minera, Quicksilver, puede comprar un pueblo, aportar seguridad privada, sustituir a la Ley y a los políticos. ¿Pero quién los controla a ellos?
A continuación, la serie, además de desarrollar los conflictos ya planteados, dibuja de forma convincente y humana la relación entre Griffith y Goode, enseñándonos cómo se conocieron, desvelando su verdadera relación. Estremece ver cómo Griffith vuelca en Goode sus experiencias pasadas y todavía más, cómo el joven ha repetido lo que le enseñó el criminal, con Truckee. El penúltimo episodio funciona como clímax emocional antes del gran final, y habla de momentos emotivos en el pasado de los personajes, de rupturas y separaciones. El capítulo final de esta miniserie, de 120 minutos de duración, es un puro clímax. Frank ha planteado de manera soberbia quiénes son sus personajes y lo que se juegan. Solo queda por contar el enfrentamiento definitivo entre ellos. Primero la tensa espera, en la que los bandos se sitúan poco a poco sobre el tablero de juego, luego, un larguísimo tiroteo que, aunque demuestra que Frank no es el mejor director de secuencias de acción, brilla por su planteamiento argumental. El desenlace lleva los conflictos personales de los personajes a una conclusión emotiva y hermosa. Creo que Godless es una miniserie de mucha calidad, pero, para los amantes del western, es imprescindible.
"Cuando la leyenda se convierte en hecho, imprime la leyenda" le dicen a James Stewart en El hombre que mató a Liberty Valance (1962). El segundo episodio de Godless utiliza un tema fordiano -recordemos también al cronista (Sal Rubinek) que acompañaba al personaje de Gene Hackman en Sin Perdón (1992)- como el de las leyendas del viejo Oeste, exageradas por la prensa. Aquí tenemos a un periodista de ojo lloroso, A.T. Grigg (Jeremy Bobb), sin escrúpulos. Estamos en época de fake news: Grigg no tiene reparos en publicar una historia inverosímil sobre Goode arrastrando un ataúd, que es además un guiño al spaghetti western, Django (Sergio Corbucci, 1966). Con Trump en la Casa Blanca, no debe ser casualidad que el bandido Griffin pretenda que la historia se escriba a su medida. Luego, el relato del bandido sobre cómo perdió a su familia es simplemente portentoso, con la voz en off de Jeff Daniels aclarando las, hasta ese momento, oscuras razones de la crueldad de su personaje, que adquiere instantáneamente una nueva dimensión, aristas que le alejan del simple villano y que explican, encima, el título de la serie: sin Dios. Igualmente interesante es la lucha de las mujeres del pueblo de La Belle por demostrar que pueden sobrevivir sin hombres: el desarrollo del personaje de Mary Agnes McNue (Merritt Wever), que decide convertirse en un hombre, vestir como ellos, amar como ellos.
El tercer capítulo se centra en el aprendizaje -vital- tema que hace pensar en los westerns de Henry Hathaway. Vemos a Goode aprendiendo a leer -la educación y la capacidad de leer desencadena gran parte de los conflictos en esta miniserie-. Pero también Goode enseña a Truckee a montar, a encajar humillaciones, a ser un hombre. Recordemos que Frank citaba literalmente el western clásico Raíces profundas (George Stevens, 1953) en la mencionada Logan. Eso sin mencionar la idea de un prostíbulo convertido en colegio. Otro personaje fantástico es el joven Whitey Winn (Thomas Brodie-Sangster), cuyo recorrido es maravilloso: aparece primero como un fanfarrón adolescente, luego demuestra que sabe disparar, pero que no es tan rápido como una mujer -Mary Agnes- y que sabe encajar la derrota. Además, aprende a tocar el violín en un pueblo de afroamericanos, porque se ha enamorado de la hija de uno de ellos. Destaquemos como otra virtud de la serie la querencia por el relato oral, como cuando McNue reconstruye el tiroteo entre Goode y Griffith; o cuando Hiram (Russell G. Jones) le cuenta a Winn quiénes son los soldados 'búfalo'. Hay momentos hermosos en Godless, como la concienzuda secuencia que nos muestra la doma de un caballo; y también aterradores, como la estupenda escena en la que el marshall John Cook (Sam Waterson) se cruza con los hombres de Griffin en la oscuridad. Otro gran tema, la idea de que una empresa, la compañía minera, Quicksilver, puede comprar un pueblo, aportar seguridad privada, sustituir a la Ley y a los políticos. ¿Pero quién los controla a ellos?
A continuación, la serie, además de desarrollar los conflictos ya planteados, dibuja de forma convincente y humana la relación entre Griffith y Goode, enseñándonos cómo se conocieron, desvelando su verdadera relación. Estremece ver cómo Griffith vuelca en Goode sus experiencias pasadas y todavía más, cómo el joven ha repetido lo que le enseñó el criminal, con Truckee. El penúltimo episodio funciona como clímax emocional antes del gran final, y habla de momentos emotivos en el pasado de los personajes, de rupturas y separaciones. El capítulo final de esta miniserie, de 120 minutos de duración, es un puro clímax. Frank ha planteado de manera soberbia quiénes son sus personajes y lo que se juegan. Solo queda por contar el enfrentamiento definitivo entre ellos. Primero la tensa espera, en la que los bandos se sitúan poco a poco sobre el tablero de juego, luego, un larguísimo tiroteo que, aunque demuestra que Frank no es el mejor director de secuencias de acción, brilla por su planteamiento argumental. El desenlace lleva los conflictos personales de los personajes a una conclusión emotiva y hermosa. Creo que Godless es una miniserie de mucha calidad, pero, para los amantes del western, es imprescindible.
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