UNA GRAN MUJER -HERIDAS DE GUERRA


Una gran mujer es la segunda película del ruso Kantemir Balagov -tras Demasiado cerca (2017)- que le ha valido el premio a la mejor dirección en la sección Un Certain Regard del Festival de Cannes y que ha sido la elegida para representar a su país en los Oscar. Balagov sitúa su historia -más bien un estudio de personajes- en 1945, justo después de la Guerra. El film es un drama de seres rotos, todos tienen un trauma, una cicatriz, una herida de guerra. Las dos actrices protagonistas, Vasilisa Perelygina Viktoria Miroshnichenko, de físicos peculiares -especialmente la altísima Miroshnichenko- se contraponen como la vida -que quiere engendrar una- y la muerte, que se cruza trágicamente, una y otra vez, en el camino de la otra. Tiene algo de apocalíptico y de desesperanzado el escenario de esta película, un hospital para soldados, lisiados, mutilados, que han sobrevivido a la guerra pero sin futuro a pesar de ser tratados como héroes: cuando a uno de ellos se le saltan los puntos al aplaudir a la funcionaria que les visita para felicitarles. Estamos ante una película de largas pausas que obligan a los actores a no abandonar sus emociones delante de la cámara: cuando el soldado (Konstantin Balakirev) recibe trágicas noticias, su rostro va expresando un dolor que permanece en el interior. Porque estos supervivientes están ya anestesiados ante la tragedia. Película incómoda de habitaciones decadentes de paredes cubiertas de desconchado papel pintado y suelo de listones de madera que suenan como un escenario teatral. Porque casi no hay música en la banda sonora, sino la respiración entrecortada de Iya y un ruido agudo que nos indica que padece otra de sus ausencias. Incluso el personaje más cuerdo y humano de todos, Nikolay Ivanovich (Andrey Bykov), esconde el deseo de dejarse llevar por la locura tras haber sufrido el horror de la guerra en una película en la que la muerte es tan incómoda como el sexo que debería engendrar vida.

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