La ganadora del Gran Premio del Jurado en el festival de Cannes está en Netflix, y eso ya no puede sorprender a nadie. Atlantique es la primera película de ficción de la directora Mati Diop, cineasta franco-senegalesa con experiencia como documentalista (y actriz). Aquí firma una sorprendente historia ambientada en Senegal, en Dakar, una curiosa mezcla de denuncia social, historia de amor y relato fantástico. Ada (Mame Bineta Sane) es una joven obligada a casarse con Omar (Babacar Sylla), que pertenece a una adinerada familia. Pero Ada está enamorada de Souleiman (Traore), un simple obrero. La historia se activa cuando a la partida trabajadores a la que pertenece Souleiman, que trabajan en la construcción de un rascacielos, reclama su salario a los capataces, mientras el empresario responsable de la obra les da largas. Atlantique aborda temas como la desigualdad social, que en Senegal, en el tercer mundo, alcanza extremos absurdos, pero también nos habla de una cultura retrógrada y machista, de matrimonios concertados, apoyada en la religión islámica. Aborda, también, el capitalismo salvaje y global que obliga a los jóvenes a lanzarse al mar en busca de una mínima oportunidad de mejorar sus vidas. Mencionemos la poderosa imagen de una discoteca en la que solo hay mujeres, porque los hombres se han marchado en una patera rumbo a España. Atlantique es un drama presidido por la imagen del mar y por el constante sonido de las olas. Ese mar que puede representar la esperanza de una vida mejor, es fotografiado por Diop como una masa oscura, escarpada, que tiene que ver con lo desconocido, con el subconsciente, con el mundo de los espíritus. El elemento fantástico de esta película la convierte en algo completamente diferente a la mera denuncia social. Lo sobrenatural es introducido por Diop como si formara parte del orden natural de las cosas. Como si a pesar de la presencia constante de los teléfonos móviles, unos vínculos primitivos con el mundo espiritual no se hubieran perdido, y volviesen para ejercer una justicia de la que los hombres son ya incapaces. Mati Diop presenta mundos contrapuestos, el de los privilegiados y el de los desfavorecidos, pero también fabrica una tercera realidad, irracional, fantástica, quizás más verdadera, más importante, que quizás solo existe gracias al cine.
ATLANTIQUE -EL OTRO MUNDO
La ganadora del Gran Premio del Jurado en el festival de Cannes está en Netflix, y eso ya no puede sorprender a nadie. Atlantique es la primera película de ficción de la directora Mati Diop, cineasta franco-senegalesa con experiencia como documentalista (y actriz). Aquí firma una sorprendente historia ambientada en Senegal, en Dakar, una curiosa mezcla de denuncia social, historia de amor y relato fantástico. Ada (Mame Bineta Sane) es una joven obligada a casarse con Omar (Babacar Sylla), que pertenece a una adinerada familia. Pero Ada está enamorada de Souleiman (Traore), un simple obrero. La historia se activa cuando a la partida trabajadores a la que pertenece Souleiman, que trabajan en la construcción de un rascacielos, reclama su salario a los capataces, mientras el empresario responsable de la obra les da largas. Atlantique aborda temas como la desigualdad social, que en Senegal, en el tercer mundo, alcanza extremos absurdos, pero también nos habla de una cultura retrógrada y machista, de matrimonios concertados, apoyada en la religión islámica. Aborda, también, el capitalismo salvaje y global que obliga a los jóvenes a lanzarse al mar en busca de una mínima oportunidad de mejorar sus vidas. Mencionemos la poderosa imagen de una discoteca en la que solo hay mujeres, porque los hombres se han marchado en una patera rumbo a España. Atlantique es un drama presidido por la imagen del mar y por el constante sonido de las olas. Ese mar que puede representar la esperanza de una vida mejor, es fotografiado por Diop como una masa oscura, escarpada, que tiene que ver con lo desconocido, con el subconsciente, con el mundo de los espíritus. El elemento fantástico de esta película la convierte en algo completamente diferente a la mera denuncia social. Lo sobrenatural es introducido por Diop como si formara parte del orden natural de las cosas. Como si a pesar de la presencia constante de los teléfonos móviles, unos vínculos primitivos con el mundo espiritual no se hubieran perdido, y volviesen para ejercer una justicia de la que los hombres son ya incapaces. Mati Diop presenta mundos contrapuestos, el de los privilegiados y el de los desfavorecidos, pero también fabrica una tercera realidad, irracional, fantástica, quizás más verdadera, más importante, que quizás solo existe gracias al cine.
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