Tres frases devastadoras se quedan en la memoria tras ver una película tan dura y tan verdadera como La hija de un ladrón. El valiente debut de Belén Funes habla con rigor y sin tremendismo de temas olvidados por los políticos: la precariedad laboral, el precio inalcanzable de la vivienda, la falta de oportunidades y perspectivas para la juventud, las familias desestructuradas como la sociedad misma. La protagonista, Sara, es objeto de todos estos problemas sociales, además tiene una discapacidad, y se empeña en sobrevivir siendo una madre (casi) soltera. Y no se queja. Lucha. Cuando ya conocemos a Sara, nosotros, que hemos pagado una entrada demasiado cara para ir al cine, la escuchamos decir “soy una persona normal”. Esa idea resume la fuerza de una película que nos echa a la cara las realidades que cotidianamente evitamos. De hecho, la mayoría suele ir al cine para escapar de ellas y es muy valioso que Funes nos obligue a afrontarlas. Hacía falta. La siguiente frase de esta sorprendente ópera prima se la dice Sara a su nueva compañera en una vivienda social: “muchos querrían estar en nuestro lugar”. Tras esto, sí todavía os quedan fuerzas, tendréis que asistir a un desenlace en el que Sara, por fin, expone lo que lleva dentro, en una última frase que impide cualquier consuelo al salir de la sala. Por si fuera poco, la película cuenta con la explosiva presencia de Eduard Fernández y de su hija, Greta. La tensión en cada escena entre ellos es tremenda y de una veracidad violenta, muy incómoda. Lo que da pie a una cuarta frase del personaje de Sara, que seguro comparte con Greta, la actriz: dice sobre su padre que “lo llevo en la cara”. La hija de un ladrón no es una notable ópera prima, es posiblemente la mejor película española del año.
Tres frases devastadoras se quedan en la memoria tras ver una película tan dura y tan verdadera como La hija de un ladrón. El valiente debut de Belén Funes habla con rigor y sin tremendismo de temas olvidados por los políticos: la precariedad laboral, el precio inalcanzable de la vivienda, la falta de oportunidades y perspectivas para la juventud, las familias desestructuradas como la sociedad misma. La protagonista, Sara, es objeto de todos estos problemas sociales, además tiene una discapacidad, y se empeña en sobrevivir siendo una madre (casi) soltera. Y no se queja. Lucha. Cuando ya conocemos a Sara, nosotros, que hemos pagado una entrada demasiado cara para ir al cine, la escuchamos decir “soy una persona normal”. Esa idea resume la fuerza de una película que nos echa a la cara las realidades que cotidianamente evitamos. De hecho, la mayoría suele ir al cine para escapar de ellas y es muy valioso que Funes nos obligue a afrontarlas. Hacía falta. La siguiente frase de esta sorprendente ópera prima se la dice Sara a su nueva compañera en una vivienda social: “muchos querrían estar en nuestro lugar”. Tras esto, sí todavía os quedan fuerzas, tendréis que asistir a un desenlace en el que Sara, por fin, expone lo que lleva dentro, en una última frase que impide cualquier consuelo al salir de la sala. Por si fuera poco, la película cuenta con la explosiva presencia de Eduard Fernández y de su hija, Greta. La tensión en cada escena entre ellos es tremenda y de una veracidad violenta, muy incómoda. Lo que da pie a una cuarta frase del personaje de Sara, que seguro comparte con Greta, la actriz: dice sobre su padre que “lo llevo en la cara”. La hija de un ladrón no es una notable ópera prima, es posiblemente la mejor película española del año.
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