CRUELLA -REBELDE SIN CAUSA
SPIRAL: SAW -MÁS DE LO MISMO
La saga Saw nació en el año 2004 con una rompedora película -antes fue un cortometraje- firmado por James Wan -uno de los directores más potentes del terror actual- y Leigh Whannell -guionista y director a tener en cuenta tras El hombre invisible (2020)-. El éxito llevó a la sobreexplotación del concepto original, con Darren Lynn Bousman como encargado de dirigir tres secuelas inmediatas -dos de ellas todavía con guiones de Whannell-. Luego llegarían cuatro películas más, realizadas por diferentes directores, en las que, como es habitual en cualquier serie de ficción, el argumento acabó agotándose. A través de ocho películas, Saw ha repetido su esquema argumental, con variaciones, ofreciendo casi siempre lo mismo: un asesino psicópata cree hacer justicia -en la línea de Seven (1995)- sometiendo a sus víctimas pecadoras a trampas mortales que tienen un componente de decisión moral. Paulatinamente, el atractivo de estas películas, de argumentos y personajes clonados y difíciles de distinguir -al menos para mí- se decantó hacia las trampas, cada vez más complejas y sangrientas. Tras un intento de reboot en 2017, la saga se reactiva ahora en 2021 con un rostro inesperado, el del cómico Chris Rock. Lamentable o afortunadamente -según cómo se mire- esa es la única novedad de una cinta que viene firmada, otra vez, por Darren Lynn Bousman y por los guionistas de la octava entrega, Pete Goldfinger y Josh Stolberg. En ella nos encontramos, cómo no, con una nueva serie de asesinatos, de alguna manera, relacionados con el detective Zeke Banks que encarna Rock. La historia se desarrolla con los giros sorprendentes -es un whodounit- a los que nos tiene acostumbrados la franquicia. Hay una ración razonable de gore, que en algunos momentos resulta verdaderamente incómodo. Y en general todo funciona en una película, que sin embargo decepcionará a los que busquen algo nuevo o diferente. Estamos ante una entrega más de Saw, que a pesar de un intento de dotar de vida a la historia introduciendo el tema de la corrupción policial, funciona como una máquina sin alma. Me parece destacable el ritmo que adquiere la historia en algunos momentos, sobre todo en su desenlace que llega a ser trepidante. La presencia de actores de renombre va desde el acierto -Max Minghella- a lo desafortunado: Samuel L. Jackson distrae más que otra cosa. Creo que Chris Rock cumple, pero no he podido evitar imaginarme al cómico haciendo uno de sus irónicos monólogos mofándose de los clichés de esta película.
LA MUJER EN LA VENTANA -REALIDAD Y FICCIÓN
JUPITER´S LEGACY -EL OLIMPO DE LOS SUPERHÉROES
La serie presenta a un grupo de superhéroes, equiparables a la Liga de la Justicia, en dos líneas temporales diferentes. Por un lado, un presente de ambigüedad moral y héroes envejecidos, y por otro, unos años 40 en los que esperamos encontrar inocencia e idealismo. Estas dos líneas se irán desarrollando paralelamente para narrar el origen del grupo de superhéroes y en la actualidad, las consecuencias de que uno de los jóvenes heroicos haya acabado con la vida de un peligroso supervillano. El protagonista es The Utopian, Sheldon Sampson (Josh Duhamel) un trasunto de Superman que encarna el máximo poder y también los mayores valores morales. Una actitud de rectitud absoluta que provocará conflictos en su familia, con su mujer, Lady Liberty, Grace Kennedy-Sampson (Leslie Bibb); su hija, Chloe Sampson (Elena Kampouris), su hijo, The Paragon, Brandon Sampson (Andrew Horton) y su hermano, Brainwave, Walter Sampson (Ben Daniels). Así, este supergrupo funciona como una familia disfuncional -solo que con superpoderes-. El problema de la adaptación que hace Steven S. DeKnight -Spartacus: Sangre y Arena (2010-2013)- es que llega tarde. La idea de una aproximación 'adulta' al género de los superhéroes no es nueva, ni mucho menos: en 1986 Alan Moore y Alan Gibbons firmaban Watchmen, a la que Jupiter´s Legacy debe mucho. Desde entonces, además de una adaptación cinematográfica de Zack Snyder -Watchmen (2009)- y una estupenda serie de televisión firmada por Damon Lindelof, ya hemos visto otras derivaciones de la creación de Moore, incluyendo macarradas como The Boys o The Umbrella Academy. Así, sabiendo que Jupiter´s Legacy -publicada originalmente en 2013- no propone nada nuevo, se podría haber intentado ir un poco más allá. Pero el supuesto comentario 'adulto' sobre los superhéroes que hace esta serie se queda en clichés muy gastados, como un alto nivel de violencia, el consumo de alcohol y drogas, o escenas de sexo gratuitas. Por ejemplo, toda la subtrama protagonizada por el personaje de Chloe me parece francamente aburrida. Lo peor es que todo eso lo hemos visto ya incluso en series Marvel como Jessica Jones, y con mejores ideas y personajes. Incluso series recientes de Marvel Studios como Bruja Escarlata y Visión resultan, al menos, más originales.
No se trata solo de comparar, sino de establecer que Jupiter´s Legacy no aporta nada nuevo. Aún así, el gran defecto de la serie es su pobreza dramática. El diseño de los personajes resulta muy poco interesante y solo funciona como reflejo de los superhéroes tradicionales: las referencias a Superman son constantes, incluyendo los flashbacks ubicados a finales de los años 30, en la gran depresión, precisamente cuando el personaje fue creado por Siegel y Shuster. Por si fuera poco, la dos líneas temporales en las que avanza la trama no tienen suficientes puntos de conexión para que resulten interesantes: lo que ocurre en el pasado no se refleja realmente en el presente hasta muy avanzada la temporada, por lo que las dos historias parecen desconectadas. Además, el relato del origen de los héroes se alarga tanto que resulta frustrante. En definitiva, mucho tendrá que cambiar esta serie para que su segunda temporada remonte mi interés y eso que el concepto de convertir a Superman en una suerte de Zeus, en el padre de un grupo de díscolos dioses griegos, era un referente de lo más atractivo.
OXÍGENO -EN PRIMER PLANO
AQUELLOS QUE DESEAN MI MUERTE -LLAMARADAS
ESTE CUERPO ME SIENTA DE MUERTE -PONTE EN MI LUGAR
EJÉRCITO DE LOS MUERTOS -AMÉRICA
Zack Snyder vuelve al cine con Ejército de los muertos, un film en el que el director de Sucker Punch (2011) hace una suerte de resumen de su filmografía anterior. Así, Snyder vuelve a la temática de su debut, Amanecer de los muertos (2004), pero también incluye guiños a sus obras más conocidas, como 300 (2007) o La Liga de la Justicia (2020). El argumento plantea una epidemia zombie en Estados Unidos, que ha sido contenida en la ciudad de Las Vegas. Un grupo de exmilitares aceptará la misión de regresar allí para recuperar 200 millones de dólares, pero, claro, tendrá que enfrentarse a los muertos vivientes. Un planteamiento sencillo, que curiosamente es idéntico al de la película surcoreana Península (2020), estrenada recientemente -y comentada en Indienauta-. A estas alturas, ya sabemos qué esperar de Zack Snyder: El ejército de los muertos brilla en su planteamiento visual, con secuencias de acción trepidantes y espectaculares de videojuego. Volvemos a comprobar la capacidad de Snyder para fabricar imágenes potentes, de mucha violencia y 'más grandes que la vida'. Pero además, aquí el director parece relajarse en una cinta divertida, muy colorida gracias a lo hortera de su escenario y con un sentido del humor que se agradece -aunque no funcione del todo-. Snyder divierte cuando se pone 'videoclipero', en la mezcla de imágenes espectaculares y temas pop que usa como contrapunto, que se ha convertido en una de sus señas de estilo. Pero quizás, solo quizás, Snyder se cree un mejor 'Dj' de lo que es, y se pueden cuestionar temas musicales tan obvios como Viva las Vegas o el Zombie, de Cranberries. Donde creo que falla claramente Snyder es en el desarrollo dramático de las situaciones y sobre todo de sus personajes -el ya manido grupo de expertos en diferentes especialidades, con atributos y estéticas que los distinguen a unos de otros-. El metraje de los films de Snyder suele ser abultado por su estilo de puesta en escena, en la que se recrea sobre todo en la acción física, con un uso tan virtuoso como excesivo del ralentizado. Pero aquí no ocurre exactamente eso: si Ejército de los muertos dura dos horas y cuarenta y ocho minutos es por un torpe desarrollo de los personajes, en un claro esfuerzo por insuflar sentimientos y emociones a una trama que no los requiere. Hay largas escenas en las que la acción se detiene completamente para que el protagonista, el mercenario Scott Ward (Dave Bautista) exprese sus sentimientos hacia su hija Kate (Ella Purnell) o hacia su compañera María Cruz (Ana de la Reguera). Hay en esta cinta secuencias demasiado largas, predecibles y torpes, como las que componen la subtrama protagonizada por el guardia de seguridad abusivo Burt Cummings (Theo Rossi).
GHOSTS - LAS RUINAS
VALHALLA RISING -EL SALÓN DE LOS CAÍDOS
De las pocas cosas buenas que ha tenido la pandemia para los amantes del cine es el regreso de las reposiciones: la oportunidad de ver en pantalla grande películas antiguas o que no se habían estrenado en nuestro país. Es el caso de Valhalla Rising, película de 2009 del director danés Nicolas Winding Refn, cuyos trabajos posteriores sí han gozado de distribución en nuestro país tras el éxito de Drive (2011), cinta que le permitió acceder a un público más amplio. Winding Refn es un autor peculiar, cinéfilo y algo friki, cuyas obras parten de una propuesta de género -el thriller, la acción, el terror- para luego cobrar forma bajo una mirada de autor en la que se le da prioridad a una estética muy potente. Es el caso de Valhalla Rising, que podríamos encuadrar en una película de 'vikingos' o de aventuras medievales -el director dice haber concebido la idea cuando tenía 17 años- en la que un violento guerrero mudo y tuerto -encarnado por el actor de moda, Mads Mikkelsen- se enfrenta a un mundo desolado, de fríos paisajes inabarcables en los que viven hombres casi salvajes, bárbaros sin rumbo que siempre recurren a las armas para resolver sus conflictos. Esto en cuanto a la idea de base, porque la narración adopta una forma casi contemplativa, con largos planos en los que Winding Refn se recrea en los paisajes de montañas, lagos y ríos -la película fue rodada en Escocia- y en los rostros de sus actores, convertidos también en terrenos a explorar. Más que narrar, Winding Refn plasma 'cuadros' que, la verdad, merecen una pantalla grande. Eso sí, la película tiene un desarrollo más bien reposado, a pesar de un itinerario ágil en el que los personajes se mueven constantemente y de las cruentas batallas que se producen. Por cierto, no se escatima en detalles gore cuando se producen las muertes de los combatientes, que caen degollados, destripados o con la cabeza abierta. Siguiendo los pasos de Sergio Leone en sus western o de George Miller en la saga de Mad Max, Winding Refn nos presenta a un hombre sin nombre cuyo único rasgo humano es perdonarle la vida a un niño. El director menciona también referentes como Andréi Tarkovski y Alejandro Jodorowsky -El topo (1970)- porque define su película como un film de ciencia ficción sin ciencia, existencialista, que permite a los protagonistas un viaje imposible que provoca el choque total de culturas y religiones: la cruz de los cristianos contra el deseo de morir luchando de los paganos. Solo así se accede al salón del Valhalla.
LA MUJER DEL INFIERNO -PECADO ORIGINAL
Dice el mitógrafo Joseph Campbell en el estupendo libro/entrevista El poder del mito que la única religión que culpa a la mujer de todos los males del mundo es la judeocristiana, que responsabiliza a Eva de la expulsión del paraíso tras la ingesta del fruto prohibido. El propio Campbell recuerda también a Pandora, otra mujer creada por los dioses -o titanes- para liberar los problemas del mundo al abrir la famosa 'caja' o recipiente. En la película de terror indonesia La mujer del infierno, se plantea también a una mujer como la gran responsable de una macabra maldición que ha caído sobre un pueblo habitado por vecinos más bien inquietantes. Escrita y dirigida por Joko Anwar, experimentado realizador curtido en varios géneros, el film nos presenta a dos amigas, Maya (Tara Basro) y Dini (Marissa Anita) que viajan al pueblo de una de ellas para reclamar una herencia. La historia se va desenrollando poco a poco, siempre en tono terrorífico, mientras se va desvelando el pasado de las jóvenes y del propio pueblo. Un pasado oscuro y sobrenatural, contado en clave de cuento, que vuelve para cobrarse una macabra venganza. Tras un prólogo que es un estupendo ejercicio de tensión, la película se desarrolla en el mencionado pueblo, desplegando una interesante imaginería de apariciones, torturas, asesinatos y extrañas tradiciones. Referentes sorprendentes para el espectador occidental -al menos para mí- que nos sumergen en un exótico folclore terrorífico de brujas, hombres corruptos y amores prohibidos. Me resulta llamativo que la película haya sido seleccionada por Indonesia para competir en los Oscar a la mejor película extranjera, no por la calidad de la cinta, sino porque el terror no suele ser un género apreciado en estos premios. Está disponible en Amazon Prime Video.
SIN REMORDIMIENTOS -EN BUSCA DEL ENEMIGO
Cualquier cosa que firme Taylor Sheridan merece mi atención: su nombre aparece como guionista de la adaptación de Tom Clancy, Sin remordimiento, que ha estrenado Amazon Prime Video. Sheridan es el guionista de la estupenda Comanchería (2016) -por la que fue nominado al Oscar- y también de los estupendos films de acción Sicario (2015) y Sicario: El día del soldado (2018) -y acaba de estrenar en cines Aquellos que desean mi muerte-. Películas muy sólidas, que desde los géneros -el thriller, el western, la acción- abordan temas como la crisis económica, la desigualdad, o los conflictos políticos internacionales. Una combinación de máximo interés, que encontramos de nuevo en Sin remordimiento, otro estupendo ejercicio de género, con elementos del cine de espías. Sheridan colabora de nuevo con el director italiano Stefano Sollima -Gomorra: La serie- para contarnos la historia de un Navy Seal, John Kelly (Michael B. Jordan), experimentado en misiones militares en zonas de conflicto, que debe vengar la muerte de su pareja y compañeros, lo que le lleva, claro, a descubrir una conspiración a escala global. Con una narrativa eficaz, sorprende la planificación de Sollima, que evita los tics del cine de acción reciente prescindiendo de la espectacularidad, del esteticismo, de los ralentizados, de la cámara en mano o el montaje abrupto, para plasmar la violencia -y la muerte- de una forma seca, rápida, sin recrearse en ella. El protagonista es una máquina de matar -me creo completamente a Jordan en el papel- acostumbrado a las situaciones de riesgo, que no realiza ningún movimiento superfluo. Como los personajes de Sicario, es un profesional de la muerte, que apunta, dispara, mata y sigue su camino en busca de un nuevo enemigo. Eso sí, hay que reconocer que aquí encontramos al héroe más hiperbólico del cine de Sheridan -supongo que una característica heredada de Clancy- ya que Kelly es un auténtico superhombre indetenible. Con clara vocación de convertirse en una nueva franquicia -hay más de una basada en la obra de Clancy en cine y videojuegos- estamos también ante la propuesta más comercial y convencional de Sheridan, lo que no resta su calidad. Pero sí es cierto que la resolución de la trama, la revelación del enemigo oculto de Kelly, nos lleva a terrenos ya conocidos y a temas ya tratados en el cine de acción reciente, lo que me impide entusiasmarme del todo con esta película.
QUO VADIS, AIDA? -LA GUERRA
THEM -TERROR Y RACISMO
No sorprende a nadie que el director, guionista y productor, Jordan Peele, reconozca haberse inspirado en una obra seminal del cine de terror como La noche de los muertos vivientes (1968) de George A. Romero. Aquella ofrecía una experiencia de terror puro, creaba el mito moderno del zombie, pero además poseía una gran capacidad perturbadora, permitiendo lecturas sociológicas e incluso políticas. Para Peele, el que el protagonista fuera un afroamericano -y su sorprendente final- debió sembrar la semilla de su estupenda Déjame salir (2017), en la que la lectura en clave del conflicto racial en Estados Unidos es inevitable. Peele ha seguido cultivando esa vía de mezclar géneros como el terror y la ciencia ficción con un comentario social en películas como Nosotros (2019), en el remake de la serie Dimensión desconocida -especialmente en episodios como Replay o Point of Origin- y en la serie Territorio Lovecraft. En esa misma corriente se inscribe la potente Them -inevitable relacionar su título con el Nosotros de Peele- creada por el guionista Little Marvin. En ella se mezcla el racismo de los años 50 en Estados Unidos con el terror sobrenatural de una casa encantada -algo que también hace pensar en la reciente Casa ajena (2020)-. Una mezcla explosiva porque está realmente bien planteada. Los protagonistas son una familia afroamericana, los Emory -interpretados por Deborah Ayorinde, Ashley Thomas, Shahadi Wright Joseph y Melody Hurd- que tras un hecho traumático se enfrenta a una nueva vida en un vecindario de raza blanca, donde son recibidos por los vecinos -sobre todo Alison Pill, y también Liam McIntyre, Pat Healy y John Patrick Jordan- de una forma terrorífica. La serie expone así dos tipos de miedo: uno muy real, al racismo, a la violencia, a la marginación y a la humillación que proviene de un poder externo opresor; y el miedo a lo sobrenatural y a la muerte. La serie juega en cada capítulo con los dos tipos de terror: la familia protagonista no solo sufre una discriminación brutal, sino que además, cada miembro tiene que lidiar con apariciones que no sabes si existen realmente o son el producto del miedo: puro terror psicológico. Los momentos de discriminación y violencia racista son extremos y probablemente no son aptos para todos los espectadores. Por otro lado, las terroríficas apariciones están entre la efectividad y lo inquietante del cine de James Wan y un terror más estético, al parecer deudor de David Lynch -como confiesa el propio show runner, Little Marvin-. Si bien estos dos mundos conviven dentro del argumento y están muy conseguidos, la verdad es que el terror real acaba por eclipsar a los horrores fantásticos. La serie no solo habla de racismo, sino que contiene un comentario más amplio sobre el uso y el abuso del poder: en la sociedad, en el ambiente laboral, en las relaciones de pareja, además de denunciar también el machismo y la homofobia.