Estrenada en Netflix, Oxígeno se puede resumir fácilmente como una variación de Buried (2010) de Rodrigo Cortés. La premisa es prácticamente la misma: en este caso, una mujer despierta encerrada en una cámara, aparentemente en un hospital, y pronto descubre que se le acaba el oxígeno necesario para respirar. A partir de este momento es complicado hablar de la película dirigida por el francés Alexandre Aja -Alta tensión (2003) o la reciente Infierno bajo el agua (2019)- sin desvelar detalles de su argumento, que el espectador debería ir descubriendo poco a poco. Sí puedo decir que me parece una decisión afortunada darle el protagonismo a la actriz Mélanie Laurent, que en mi opinión posee un rostro que merece permanecer en primer plano durante los 100 minutos del metraje de esta película. Laurent es una actriz capaz de expresar la vulnerabilidad necesaria para emocionar al público ante semejante situación de desesperación y también de hacer creíble la inteligencia que necesita la heroína de este relato para intentar escapar del encierro. Aja utiliza sus limitados recursos de escenografía para mantenernos en tensión y sale airoso -perdonen el chiste- del reto. La investigación que emprende la protagonista sobre su situación y sobre cómo eludir su destino resulta absorbente y bien urdida. Eso sí, el espectador curtido en el género -ojo spoiler- de la ciencia ficción será capaz de adivinar los giros del argumento escrito por Christie LeBlanc. Puede que Oxígeno no sea una película memorable, pero desde luego es efectiva y, además, de forma intencionada o no, refleja los miedos actuales que estamos viviendo en pandemia: la sensación de encierro, la necesidad de escapar, el miedo a la muerte y la idea de que nos falta aire para respirar. Miedos primarios a los que hay que añadir ideas más abstractas, como la desorientación ante un mundo que parece haber cambiado de la noche a la mañana y una tremenda crisis de identidad ante una nueva situación que nos hace pensar en el apocalipsis. Miedos que, curiosamente, aparecen también en otra película estrenada en Netflix estos días, La mujer en la ventana. No debe ser casualidad, sino el signo de los tiempos.
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