No hace falta asomarse demasiado a las redes sociales para darse cuenta de nuestra patética necesidad de atención. Dijo Jean Paul Sartre que "el infierno son los otros": cuando miramos el mundo somos el punto central de lo que nos rodea, hasta que aparece el 'otro' y descubrimos que es tan protagonista de su vida como nosotros. Lo que seguramente no intuyó Sartre es la lucha en la que estamos enfrascados hoy para tener más followers y más likes que el 'otro'. En la película noruega Sick of Myself el director Kristoffer Borgli nos presenta a una pareja joven, Signe (Kristine Kujath Thorp) y Thomas (Eirik Saether), cuya necesidad de aparentar y de ser el centro de atención es patológica. ¿Qué están dispuestos a hacer para convertirse en la envidia de los demás? La película funciona como una comedia de humor negrísimo en la que veremos hasta qué extremos absurdos es capaz de llegar Signe para ser popular. La cinta juega con la vergüenza ajena, con lo incómodo y lo grotesco, llegando a rozar el body horror, no demasiado lejos de David Cronenberg. Borgli sigue la línea de directores como Lars von Trier, Yorgos Lanthimos o Ruben Östlund, aunque su comedia es más bien jugetona y sobre todo, muy entretenida. Lo que no quiere decir que sus gags no expongan lo ridículo que somos en las redes sociales y cómo funciona nuestra sociedad actualmente y sus absurdos valores. Sick of Myself cuestiona qué significa ser transgresor hoy en día y también la agobiante necesidad actual de ser políticamente correctos e inclusivos. En un mensaje grabado por Borgli para la cadena de cines Renoir, el director explica, con cara muy seria, que ha leído críticas que sugieren que la inteligencia del espectador está directamente relacionada con si se ríe con su película, o no. ¿Tendrá razón?
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