Da igual lo que digáis, nadie sabía qué esperar exactamente de una idea como poner Barbie y Greta Gerwig en la misma frase. La directora de Lady Bird (2017) y Mujercitas (2019) se embarcaba en una idea tan absurda como la de 'adaptar' a la famosa muñeca a una pantalla de cine. El resultado de semejante atrevimiento es un triunfo. Barbie tenía el potencial de ser una película de culto mala y de estética kitsch. En su lugar, Barbie de Greta Gerwig -quien colabora al guión con Noah Baumbach- es una estupenda comedia. En ella, Barbie -fantástica Margot Robbie- cobra conciencia de su mortalidad y descubre el absurdo de su existencia, en un claro guiño a El mito de Sísifo de Albert Camus. Una vez 'despierta' al absurdo de su vida de plástico, Barbie tendrá que viajar al 'mundo real' para descubrir que su matriarcado rosa no se parece a nuestra sociedad. En ella, Ken -hilarante Ryan Gosling-, descubre también una realidad desconocida, un mundo en el que los hombres dominan el tinglado. Esas son, en mi opinión, las dos mejores ideas de la película de Gerwig: que Ken vive en Barbieland en una situación de discriminación similar a la de las mujeres en nuestro mundo, y esto da pie a una sangrante sátira sobre lo masculino. Quizás la mejor que se haya hecho. No hablo de machismo, ni de masculinidad tóxica, sino de poner en pantalla lo ridículos que somos los hombres. Y el que esté libre de pecado, que tire la primera piedra. No seré yo. Lo más sorprendente de Barbie es la libertad con la que parece haber sido hecha, permitiéndose Gerwig poner en pantalla las ideas que todos tenemos sobre la famosa muñeca y el modelo inalcanzable que es; poniendo en solfa a una Mattel, productora de la cinta, que aparece como un atajo de ejecutivos locos -todos hombres- liderados por Will Ferrell y haciendo la labor arqueológica de sacar a relucir los juguetes menos exitosos -y vergonzosos- de la compañía. Dos horas de diversión maginificamente fotografiada -por el mexicano Rodrigo Prieto, últimamente colaborador habitual de Scorsese- con referencias a 2001: Una odisea del espacio (1968) y a El Padrino (1972) que harán sentir vergüenza a todos los cinéfilos -masculinos- y con una reflexión emotiva sobre aprender a aceptarse a uno mismo. Greta Gerwig consigue incluso introducirnos en ese bonito mundo femenino, de madres e hijas, de recuerdos compartidos, de miedos enfrentados, al que solo tenemos acceso cuando una artista nos presenta una obra desde su perspectiva personal.
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