LONGLEGS -EL TERROR ESTÁ CONTIGO


El llamado cine expresionista alemán, el de películas como El gabinete del doctor Caligari (1920), El Golem (1920), Nosferatu (1922), El estudiante de Praga (1926), Fausto (1926) o El testamento del doctor Mabuse (1933), está hecho de historias macabras y oscuras en las que ocurren terribles crímenes y asesinatos. En ellas aparecen personajes poseídos, sonámbulos, dobles malignos y muñecos que parecen tener vida. Es recurrente la imagen de un personaje que se refleja en un espejo, o la presencia de claves secretas de la magia, la cábala y el ocultismo. Los villanos son enloquecidos megalómanos que intentan destruir el orden establecido, cuya maligna presencia excede los límites de su persona y que parecen estar en todas partes. Aquellas eran películas en las que los escenarios, los decorados, los maquillajes exagerados, la estética, es tan importante como la trama misma: casas que parecen estar vivas, pasillos infinitos, escaleras que ascienden a la locura, habitaciones claustrofóbicas, muebles imposibles dibujados con líneas que se cruzan, y escenarios como manicomios, prisiones, y talleres o laboratorios donde se fabrican seres artificiales o se invocan demonios y seres fantásticos. Y me resulta curioso que varias de estas obsesiones expresionistas que aparecieron hace un siglo en el cine de la Alemania pre-Hitler estén presentes en el cine de Osgood Perkins, autor de Gretel & Hansel (2020), cuya obra coincide con estos temas macabros y cuyo cine tiene también algo de arquitectónico, como el de Fritz Lang. En la estupenda Longlegs (2024) la desorientada protagonista se mueve por espacios que provocan angustia aunque se trate de lugares cotidianos, inofensivos y apacibles, como un barrio residencial. El ojo de Perkins hace que una casa muy blanca parezca salirse de la pantalla, como si refulgiera con el fuego del infierno. Y los otros lugares que aparecen en la pantalla no son mejores: una granja abandonada oculta un secreto ominoso, pero incluso en el hogar de la agente Harker (Maika Monroe) del FBI, una lámpara asimétrica ilumina el pasillo de forma inquietante. Longlegs es una película sobre una investigación criminal que, como siempre, acaba revelando cosas sobre la propia investigadora, y aquí Perkins nos lleva de la mano junto a su protagonista, que va siguiendo el rastro de los cuerpos de las víctimas asesinadas, cuyas muertes responden a una extraña numerología, y que va encontrando cartas escritas en lenguaje cifrado cuyo significado nadie conoce. Y aunque las incógnitas se van revelando, Perkins siempre mantiene el misterio de lo no explicado, permanece la imposibilidad de comprender el mal absoluto que lo devora todo aunque nos empeñemos en celebrar fiestas de cumpleaños y en mantener la inocencia de nuestras hijas guardando para siempre sus juguetes infantiles. El desenlace siempre será el mismo. Longlegs es una película de ritmo desasosegante, de atmósfera inquietante, de poderosas imágenes de terror puro que revelan a un director en pleno dominio de su arte. Celebremos a un siempre entregado Nicolas Cage, aquí liberado bajo una gruesa capa de maquillaje, pero también a una fantástica Alicia Witt, con un personaje que merece su propia película.



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