El primer episodio de la tercera temporada de Sherlock tiene que superar el lastre del cliffhanger del final de la segunda temporada. Lo consigue evitando dar una única respuesta a la pregunta que había dejado en el aire: ¿Cómo consigue fingir su muerte el detective?
El cliffhanger consiste en colocar al protagonista de la ficción en una situación imposible, sin salida, sin solución. Pero es un truco muy viejo. Lo verdaderamente satisfactorio del cliffhanger no es cómo se resuelve, sino lo que se activa en nuestra imaginación entre el final de una temporada y la siguiente. En ese período probablemente habremos pensado en mil soluciones, mil finales, y eso es lo bonito del truco. Decepcionarse luego porque los guionistas de la ficción no colmen nuestras expectativas es poco productivo. Pero ocurre: ahí está el final de Lost, que le ha costado el Twitter a Damon Lindelof. Esto lo sabe bien Steven Moffat, y en este capítulo de Sherlock decide jugar con varias versiones de cómo el detective podría haber conseguido fingir su muerte. Sólo una es "real", pero todas son válidas.
El cliffhanger consiste en colocar al protagonista de la ficción en una situación imposible, sin salida, sin solución. Pero es un truco muy viejo. Lo verdaderamente satisfactorio del cliffhanger no es cómo se resuelve, sino lo que se activa en nuestra imaginación entre el final de una temporada y la siguiente. En ese período probablemente habremos pensado en mil soluciones, mil finales, y eso es lo bonito del truco. Decepcionarse luego porque los guionistas de la ficción no colmen nuestras expectativas es poco productivo. Pero ocurre: ahí está el final de Lost, que le ha costado el Twitter a Damon Lindelof. Esto lo sabe bien Steven Moffat, y en este capítulo de Sherlock decide jugar con varias versiones de cómo el detective podría haber conseguido fingir su muerte. Sólo una es "real", pero todas son válidas.
El segundo capítulo se centra en la relación entre los personajes de Sherlock (Benedict Cumberbatch) y Watson (Martin Freeman). Una boda, el evento social por excelencia -y el más vergonzoso- sirve de marco para dejar en evidencia las carencias del detective sociópata con resultados humorísticos, pero tan bien emotivos. La relación que mantienen Sherlock y Watson en la serie es una metáfora de la oposición entre razón y emoción que nos divide a todos. Recordemos parejas similares como el Capitán Kirk y Spock, House y Wilson, o incluso Sheldon y Leonard. Este mismo año Cumberbatch y Freeman ya se había enfrentado como Smaug y Bilbo en El Hobbit: la desolación de Smaug.
El tercer y último capítulo de la temporada ofrece un villano, Charles Magnussen (Lars Mikkelsen) absolutamente pulp, pero completamente actualizado para nuestros días. Además, Moffat vuelve a jugar con nuestras expectativas. Cuando Sherlock y Watson enfrentan al villano en el clímax final, el espectador ha imaginado ya el desenlace. Pero el guionista va un paso por delante y hace que Magnussen verbalice ese final hipotético, pero lógico y esperado por todos, para luego dar un giro sorpresa que nos lleva a un nuevo cliffhanger: otra situación sin salida. Cuando nos hemos resignado a esperar hasta la cuarta temporada para descubrir la solución, descubrimos que Moffat ha vuelto a engañarnos: resuelve el conflicto en el epílogo, y nos propone un nuevo gancho para la siguiente tanda de episodios: el regreso del villano más clásico del personaje.
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