Lleva el amor en el pinganillo |
-NO HAY SPOILERS, LO PUEDES LEER-
¿Por qué resulta mucho más fácil sentirnos identificados con un libro, una canción, o una película, que con una persona real? ¿Por qué escuchamos en una canción algo como...
The signals we send
Are deflected again
We’re still connected
But are we even friends?
...y sentimos que la persona que escribió estos versos nos entiende mejor que nadie? A mí me pasa.
Nos pasamos el día escuchando hablar a otras personas, decenas de ellas, sin conectar con ninguna. Personas reales, de caras blandas, que sólo repiten frases que han escuchado de otras personas, frases que han leído en el periódico, frases que saben que hay que decir en determinados momentos, frases que no significan nada. Pero escuchamos a un personaje, en una película, decir...
“Es esa cosa cuando estás con alguien, y le amas, y ese alguien lo sabe, y también te ama y tú lo sabes... pero estáis en una fiesta... y cada uno habla con otras personas, y te ríes y brillas... y miras al otro lado de la habitación y captas la mirada del otro -pero no de una manera posesiva, o precisamente sexual- sino porque... esa es tu persona en esta vida. Y es gracioso y triste, pero sólo porque esta vida tiene un final... y es ese mundo secreto que existe ahí, en público, pero sin que nadie lo note, sin que nadie más lo conozca."
...escuchamos esto y nos sentimos completamente identificados. Al menos yo.
En Her, Theodore (Joaquin Phoenix), se dedica profesionalmente a escribir cartas de amor por encargo. Escribe firmando como personas que probablemente no saben expresar los sentimientos que desean transmitir a sus seres queridos. Pero él consigue que sus clientes se emocionen mucho más que si leyeran algo escrito por la persona que realmente aman.
Theodore es escritor, porque el amor son las palabras. Pero no sólo las palabras que escuchamos de la otra persona cuando estamos juntos. Más bien las palabras que escuchamos en nuestras cabezas, con la voz de Scarlett Johansson. Nosotros, igual que Theodore, vivimos en el futuro, y por eso el amor también son las palabras que escribimos en WhatsApp, esperando desesperadamente ver el double check; los mensajes privados que escribimos en Facebook, o los tuits que lanzamos al espacio, pero que sólo queremos que lean esos ojos que brillan cuando nos miran.
El amor sólo existe, de verdad, en nuestra cabezas. Allí es muy puro, en esos diálogos ficticios que mantenemos cuando ella no está. Y por eso, porque sólo son palabras, no debe asombrarnos que Theodore encuentre el amor en Samantha (Scarlett Johansson), un sistema operativo creado para responder a las necesidades del usuario. Es normal. Porque lo que hace que el amor sea siempre imposible, son nuestros miedos. Porque a los nuestros, hay que sumar los del otro. Es entonces cuando no entendemos nada. No entendemos que el otro tenga sus propios fallos. Y es un infierno que el otro sea también un sujeto, y no un objeto, de nuestro amor.
El amor es perfecto cuando son palabras, pero es imposible cuando tenemos que tocarnos, cuando no hay química, cuando ella es mucho más joven, ha comprado una casa con otro, o simplemente está en un momento diferente de su vida al tuyo. La existencia es efímera, y que dos personas, dos amores, coincidan en el tiempo, es tan milagroso, que sólo nos queda disfrutarlo mientras dure. Aunque exista tan sólo una tarde, durante un breve momento, que con los años no será más que otro paréntesis. Porque el amor sólo son palabras, y las que más repetimos no son "te quiero", sino "lo siento".
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