Vivir su vida (Jean-Luc Godard, 1962) cuenta la historia de una mujer que lo deja todo por un sueño y acaba prostituyéndose. En su película, Godard consigue los planos más hermosos -de la historia del cine- gracias al rostro de Nana (Anna Karina) contemplando La Pasión de Juan de Arco (Carl Theodore Dreyer, 1923) un film mudo que utiliza los primeros planos de María Falconetti para expresar -como nunca antes- el sufrimiento de la protagonista. En El sueño de Ellis, el director neoyorquino James Gray nos cuenta un melodrama a través del rostro de Ewa (Marion Cotillard). Ewa es una inmigrante que al llegar a Estados Unidos se enfrenta a una serie de desgracias -es violada, humillada, prostituida, rechazada por su familia, deportada y acusada falsamente de asesinato- que ponen a prueba su fe, y su capacidad de lucha. Pero son esos obstáculos los que revelan su verdadera naturaleza. Ewa soporta todas las desgracias sin derrumbarse -se sacrifica- para salvar a su hermana. Supera sus pequeños pecados iniciales -un pequeño robo, el desprecio con el que trata a Bruno- y a través del sufrimiento crece espiritualmente: aprende a perdonar. Ewa posee una belleza y una pureza que encandilan a Bruno (Joaquin Phoenix). Él ve algo especial en ella desde el primer momento, pero comete el error de tratarla como a una más de sus chicas. Bruno tiene un grupo de bailarinas a las que explota y prostituye, pero también protege. Cuando descubre a Ewa entre los inmigrantes de la isla de Ellis, decide engañarla como a las otras para hacerse con ella. Pero Bruno no cuenta con el rechazo inicial de Ewa, un desprecio casi instantáneo que le lleva a intentar ganarse su aprecio por todos los medios. Quizás por eso se enamora, y se condena, porque en ese amor no puede evitar ver el reflejo de sus propios defectos. Hasta entonces le iba bien con sus chicas, que se sentían incluso agradecidas a él. Pero la pureza de Ewa hace patente la sordidez de su vida. Inmaduro, inseguro, e incapaz de contener sus emociones, Bruno se enfrenta al mundo entero, y arruina completamente su vida por amor. Su perdición es que Ewa -forma polaca de Eva- le hace sentir culpable. Su única posibilidad de redención es salvarla y sacrificarse. En la demoledora escena final, Bruno confiesa a Ewa que la ha manipulado desde el principio. Es consciente de que su vileza tiene la misma medida que su amor por ella. Ewa, a pesar de la confesión, es capaz de perdonarle. En un único plano final -hermosamente compuesto- se nos muestra el destino de ambos personajes. Ewa asciende y se acerca a su sueño. Bruno desciende hacia los infiernos de haberse atrevido a amar a alguien demasiado perfecto.
EL SUEÑO DE ELLIS (JAMES GRAY, 2014)
Vivir su vida (Jean-Luc Godard, 1962) cuenta la historia de una mujer que lo deja todo por un sueño y acaba prostituyéndose. En su película, Godard consigue los planos más hermosos -de la historia del cine- gracias al rostro de Nana (Anna Karina) contemplando La Pasión de Juan de Arco (Carl Theodore Dreyer, 1923) un film mudo que utiliza los primeros planos de María Falconetti para expresar -como nunca antes- el sufrimiento de la protagonista. En El sueño de Ellis, el director neoyorquino James Gray nos cuenta un melodrama a través del rostro de Ewa (Marion Cotillard). Ewa es una inmigrante que al llegar a Estados Unidos se enfrenta a una serie de desgracias -es violada, humillada, prostituida, rechazada por su familia, deportada y acusada falsamente de asesinato- que ponen a prueba su fe, y su capacidad de lucha. Pero son esos obstáculos los que revelan su verdadera naturaleza. Ewa soporta todas las desgracias sin derrumbarse -se sacrifica- para salvar a su hermana. Supera sus pequeños pecados iniciales -un pequeño robo, el desprecio con el que trata a Bruno- y a través del sufrimiento crece espiritualmente: aprende a perdonar. Ewa posee una belleza y una pureza que encandilan a Bruno (Joaquin Phoenix). Él ve algo especial en ella desde el primer momento, pero comete el error de tratarla como a una más de sus chicas. Bruno tiene un grupo de bailarinas a las que explota y prostituye, pero también protege. Cuando descubre a Ewa entre los inmigrantes de la isla de Ellis, decide engañarla como a las otras para hacerse con ella. Pero Bruno no cuenta con el rechazo inicial de Ewa, un desprecio casi instantáneo que le lleva a intentar ganarse su aprecio por todos los medios. Quizás por eso se enamora, y se condena, porque en ese amor no puede evitar ver el reflejo de sus propios defectos. Hasta entonces le iba bien con sus chicas, que se sentían incluso agradecidas a él. Pero la pureza de Ewa hace patente la sordidez de su vida. Inmaduro, inseguro, e incapaz de contener sus emociones, Bruno se enfrenta al mundo entero, y arruina completamente su vida por amor. Su perdición es que Ewa -forma polaca de Eva- le hace sentir culpable. Su única posibilidad de redención es salvarla y sacrificarse. En la demoledora escena final, Bruno confiesa a Ewa que la ha manipulado desde el principio. Es consciente de que su vileza tiene la misma medida que su amor por ella. Ewa, a pesar de la confesión, es capaz de perdonarle. En un único plano final -hermosamente compuesto- se nos muestra el destino de ambos personajes. Ewa asciende y se acerca a su sueño. Bruno desciende hacia los infiernos de haberse atrevido a amar a alguien demasiado perfecto.
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