En 1983, el editor de una nueva revista de cómics -
Warrior- decidió revivir a uno de los superhéroes más exitosos de la industria británica,
Marvelman (1953-1963). La operación buscaba probar suerte explotando el nombre de un personaje muy conocido y era un simple experimento comercial. Pero hubo una decisión que lo cambió todo: elegir como guionista a Alan Moore (1953). El futuro autor de
Watchmen (1987) se encontraba en los inicios de su carrera, y este
Marvelman fue su primera obra importante. En el primer tomo de
Miracleman -editado en España por Panini- Moore indaga en el origen del concepto del superhéroe como arquetipo de ficción.
Un origen que se remonta a 1933, año en el que Jerry Siegel y Joe Shuster, dos jóvenes aficionados a la ciencia ficción de origen judío, publicaron una historia breve titulada
El reino del Súper-Hombre en el fanzine
Science Fiction. El súper-hombre que aparecía en la historia era un villano calvo, con poderes telepáticos y empeñado en conquistar el mundo. No es casualidad que, para un par de chavales judíos, el concepto de un hombre "superior" tuviera un cariz maligno: los nazis habían interpretado interesadamente a Nietzsche (1844-1900) para justificar sus fantasías raciales. Cinco años más tarde, Siegel y Shuster publicaban otra historia, en otro formato -un cómic- que le daba la vuelta a esa idea del súper-hombre: esta vez sería un campeón de la justicia. En el primer número de la revista
Action Comics (1938) nacía
Superman, un personaje cuyo éxito fue tan rotundo que inauguró un género, el de los superhéroes.
A raíz de
Superman surgirían en los años cuarenta cientos de personajes:
Batman,
Captain America,
The Submariner,
Flash,
Green Lantern,
The Atom, o
Wonder Woman, en lo que se conoce como la Edad de Oro del
cómic-book. Uno de esos personajes nacido a la sombra del último hijo de Krypton fue el
Capitán Marvel, creado por Bill Parker y C.C. Beck apenas un año después del primer número de
Superman. El Capitán Marvel tenía un traje y poderes muy similares a los del hombre de acero, aunque su origen no era extraterrestre, sino mágico. Además, la identidad secreta del héroe no era un hombre corriente como el apocado Clark Kent, sino un niño, Billy Batson. Esto permitía la identificación total del personaje con su público de lectores: los chavales podían soñar con transformarse mágicamente en un hombre adulto de inmensos poderes al decir la palabra "¡Shazam!"
El descomunal éxito del Capitán Marvel provocó la creación de la familia Marvel: spin-offs protagonizados por el Capitán Marvel Jr. y Mary Marvel, versiones adolescentes y femeninas del mismo personaje que se adelantaban a los Superboy y Supergirl que formarían la familia de Superman, que llegó a tener un súper-perro, un súper-caballo, un súper-gato ¡y un súper-mono!
Pero si en sus aventuras el Capitán Marvel siempre salía airoso tras enfrentarse a todo tipo de obstáculos, en la vida real el superhéroe tuvo que enfrentarse a problemas legales mucho más peores. El más grave fue la acusación de plagio por parte de la editorial de Superman. Una batalla legal que ocasionó que el personaje desapareciera -temporalmente- en 1953.
Las aventuras del Capitán Marvel dejaron de publicarse en Estados Unidos, pero también en otros países donde gozaba de un gran éxito, como Reino Unido. Sin embargo, allí no se quedaron de brazos cruzados y decidieron crear un personaje idéntico para seguir explotando el filón:
Marvelman, que curiosamente dejaba a un lado la magia del Capitán Marvel para volver a la ciencia ficción de Superman
. Creado por Mick Anglo en 1954, el personaje fue también un éxito y llegó a tener su propia familia compuesta por Kid Marvelman y Young Marvelman. El "nuevo" héroe tenía como álter ego a un joven Micky Moran que se transformaba en un adulto superpoderoso al decir la palabra "Kimota" (Atomic al revés). Las aventuras de
Marvelman se publicaron hasta 1963.
Volviendo a 1983, el guionista Alan Moore afrontó el reto de revivir a un personaje cuya inocente premisa era completamente inverosímil. Lo lógico habría sido obviar los detalles más infantiles y crear algo nuevo, pero Moore decidió utilizar toda la mitología del personaje en un enfoque revisionista que permite hacer una lectura de cómo había madurado el género del superhéroe desde los años 50. Moore convierte al protagonista, Michael Moran, en un adulto que sufre extrañas migrañas ya que no recuerda haber sido Marvelman -rebautizado como Miracleman debido a los problemas de derechos con Marvel Cómics- y que vive en un mundo realista: no hay superhéroes ni supervillanos. Y lo que hace Alan Moore es darle una explicación ¿verosímil? a por qué no hemos sabido nada de Miracleman desde 1963: ni nosotros, los lectores, ni nuestras contrapartidas en la ficción creada por el guionista. Moore nos explica que, en 1963 -fecha de la desaparición editorial del personaje- una explosión nuclear acabó con Miracleman y sus compañeros. Tras la explosión, Michael Moran perdió la memoria y olvidó la palabra mágica -¡Kimota!- que le permitía convertirse en héroe. Por ello, Moran ha envejecido -como una persona del mundo real y a diferencia de Clark Kent, que se mantiene joven desde 1938- y pasa de ser un niño a un adulto fracasado en la época actual (1983). La idea no era nueva.
El editor de Marvel Cómics, Stan Lee, utilizó un subterfugio similar al explicar en el cuarto número de
The Avengers (1963) que un héroe de los años 40 había estado congelado durante dos décadas y desde la Segunda Guerra Mundial: así recuperó al Capitán América para la Marvel Cómics de los sesenta.
A partir de ahí, Alan Moore crea con
Miracleman una serie sobre superhéroes en la que el tema principal es precisamente qué es un superhéroe y cómo es posible que exista en el mundo real. Es un claro borrador de su posterior
Watchmen (1987), y en parte equivalente a lo que hizo M. Night Shyamalan en
El Protegido (2000). El principal objetivo de Miracleman no será hacer "el bien", sino descubrir su propio origen, y eso significa destapar una conspiración del Gobierno británico bajo el nombre clave de Proyecto Zaratustra. El súper-hombre de Nietzsche creado como arma de destrucción masiva. Curiosamente, el Capitán América también había sido concebido en 1941 como un supersoldado para luchar contra Hitler y los nazis.